Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

Más acerca de la competencia

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Rolando Astarita [Blog]  Marxismo & Economía El paro general del juevesEn esta entrada vuelvo sobre la competencia y su relación con la economía clásica y la teoría neoclásica. Su disparador es la lectura de McNulty (1968), que me lleva a enfatizar un aspecto que estaba implícito en las notas anteriores (ver aquíaquí y aquí), pero no suficientemente explicitado: que la competencia no depende de la cantidad de empresas que operan en una rama. La clarificación de este punto se vincula con la diferencia entre el concepto de competencia en la economía clásica y los neoclásicos. Naturalmente, también se vincula con debates “prácticos”; por ejemplo, sobre las ideas que sustentaron la redacción de la reciente ley de medios en Argentina. Pero en la nota interesan las consecuencias teóricas del asunto.

Competencia en los clásicos y competencia perfecta

McNulty comienza observando que posiblemente no hay concepto en economía más fundamental y extendido que el de competencia, y sin embargo menos satisfactoriamente desarrollado (Marx también observa que los economistas hablan de la competencia pero raras veces profundizan en su contenido y significado).

Por lo general, dice McNulty, se identifica la competencia con una cierta estructura de mercado, concebida en términos de si hay muchos o pocos vendedores. Así, partiendo del monopolio, pasaríamos al duopolio, tripolio, oligopolio, polipolio, hasta llegar a los infinitos vendedores, esto es, la llamada competencia perfecta. Pero si esto es así, tanto en la situación de monopolio como en la competencia perfecta la posibilidad de un comportamiento competitivo está descartado por definición. Lo cual parece claro cuando se habla de monopolio, ya que se identifica a una empresa con la industria. Sin embargo, por lo general se pasa por alto el hecho de que tampoco en la competencia perfecta hay realmente competencia. Es que esta competencia perfecta conformaría una situación en la cual, en palabras de Cournot, el número de empresas ha llegado a ser tan elevado que “los efectos de la competencia han llegado a su límite”. En otros términos, debido al número de empresas, la producción de cada una es despreciable con respecto al producto total de la industria, y puede ser restado sin ninguna variación del precio de la mercancía. Por eso se trata de una situación de equilibrio, en la cual el precio se convierte en un parámetro desde el punto de vista de la empresa individual, y no es posible ninguna actividad de mercado. En consecuencia, no existe competencia. Por eso, para que haya competencia tiene que haber monopolio, al menos temporalmente. Por ejemplo, en una situación “a lo Marx”, cuando una empresa tiene una ventaja competitiva a la que el resto de la rama no puede acceder (al menos no puede hacerlo inmediatamente), y con esa ventaja competitiva influye en los precios. El error de los neoclásicos, observa McNulty, es haber identificado a la competencia con una estructura, que se reduce al número de empresas.

Los autores clásicos, en cambio, no identificaron a la competencia con una estructura de mercado particular, sino con una fuerza, análoga a la fuerza de gravedad en la física. Es que a través de la competencia los recursos gravitan hacia su uso más productivo, y el precio es forzado al nivel más bajo que es sustentable en el largo plazo. Por ejemplo, en Adam Smith la competencia se vinculaba con la fuerza que llevaba al precio del mercado hacia “su nivel natural” y los beneficios hacia un mínimo que permitieran renovar la producción. Por este motivo, Smith no contrastaba la competencia con el monopolio por sí, sino el nivel de precios que resultaba de la presencia o ausencia de la competencia como una fuerza reguladora. El precio de monopolio era el máximo que podía conseguirse, en tanto que el precio natural el menor que podía tomarse. En este enfoque, la competencia no se identifica con el número de empresas (con un estado de mercado, como sucederá en los neoclásicos), sino con la fuerza que empuja al precio natural.

En el mismo sentido, Ricardo dice que cuando se refiere al valor de cambio de las mercancías, y a las leyes que regulan sus precios relativos, tiene en cuenta las ramas en las cuales la competencia actúa sin restricciones. Y John Stuart Mill afirma que en la medida en que las rentas, beneficios, salarios y precios son determinados por la competencia, se pueden asignar leyes a la economía; por eso, agregaba Mill, solo a través del principio de la competencia la economía política podía tener la pretensión de ciencia. La noción de la competencia como una estructura de mercado, subraya McNulty, fue introducida por los neoclásicos; ahora, la competencia no es una fuerza similar a la del principio de gravitación, ni una fuerza ordenadora, sino un estado de cosas asumido, análogo al vacío perfecto. En ese estado “perfecto” hay infinitos vendedores, de manera que ninguno compite; por esta vía, la competencia se reduce a un mero fenómeno de intercambio. Por lo tanto, la actividad individual que mejor caracteriza a la competencia en los clásicos, la baja de precios para deshacerse del exceso de oferta, se hace imposible. Agreguemos que si este mecanismo no actúa, no puede entenderse uno de los principales motores del cambio tecnológico en el sistema capitalista, a saber, la búsqueda de ganancias extraordinarias, mediante la ampliación de los mercados y las guerras de precios. Tampoco hay forma de que actúe el principio regulador de los precios “a lo Ricardo o Marx”, por los tiempos de trabajo social; de ahí el rol que jugarán las explicaciones psicológicas y subjetivas.

Digamos por último que es muy común identificar a la competencia con el número de empresas, y no con la fuerza con que puede actuar cada una de éstas. Mucha gente piensa que habría más competencia si en cada rama de la actividad económica existieran muchas pequeñas empresas. Desde esta óptica, la lucha “del pueblo” sería “contra los monopolios”, o “los grupos económicos concentrados”, para favorecer a los capitales pequeños y medianos. En última instancia, aquí subyace la idea de que el mercado, si actúa libremente -léase, muchas empresas compitiendo- lleva a una situación beneficiosa para el pueblo (capitales pequeños y medianos incluidos). Por eso también la lucha contra los monopolios se puede identificar como una lucha para que haya competencia y mercado; puede verse entonces que se trata de una problemática estrictamente burguesa, o pequeñoburguesa (aunque algunos la quieran vestir de ropas «revolucionarias»).

Referencia:
McNulty, P. J. (1968): “Economic Theory and the Meaning of Competition”, Quarterly Journal of Economics, vol 82, pp. 639-656.

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«Más acerca de la competencia«

Written by rolandoastarita

05/12/2012 a 12:02

11 respuestas

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  1. Como bien dice al principio: era algo implícito en sus textos anteriores.

    En el progresismo está fuertemente arraigada la idea de que el libre mercado -como lo plantea el liberalismo friedmanita o austriaco- no es realmente «libre» sino una especie de «libertinaje» y ellos -los progresistas keynesianos- pretenden regular eso para facilitar un libre mercado «de verdad».

    No es extraño encontrar en la red sitios rojos y llenos de estrellas y martillos que se adhieren a esta idea de que la solución es proteger a la burguesía local de la extranjera o a la pequeña y mediana de la grande local y la extranjera juntas.

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    Esteban

    05/12/2012 at 17:55

  2. Rolando me parece que usted esta demasiado inserto en un microclima intelectual/politico, la unica persona capaz de sostener que la ley de medios es revolucionaria debe ser atilio boron o algun personaje semejante, para la gran mayoria de los argentinos puede ser una ley opresiva o progresista, pero revolucionaria creo que no. Atentamente, un kirchnerista.

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    Fede

    05/12/2012 at 22:27

    • Lo que dice la nota es que muchos piensan que la lucha contra los monopolios es una lucha revolucionaria; es una afirmación realizada al margen de lo que muchos puedan pensar sobre la ley de medios. Estoy haciendo referencia a una línea socialista (el socialismo pequeño burgués, como lo calificaba El Manifiesto Comunista) que tiene una vieja tradición, no solo en Argentina, sino también en América Latina y Europa, y terminó excediendo al socialismo.
      Siendo tan amplia, es comprensible que existan muchos matices y visiones. Por ejemplo, están los partidarios K que piensan que el gobierno está llevando adelante una lucha revolucionaria «contra los grupos económicos» (y por eso estaría construyendo el socialismo, como se ha dicho en este blog incluso); están los que sostienen que lo hace con «vacilaciones»; y los que afirman que no lo hace en absoluto («es puro relato»), pero «debería» hacerlo con métodos revolucionarios. Precisamente la última frase de la nota la escribí luego de haber recibido dos mensajes por mail, de corrientes que se llaman de izquierda, que convocaban al pueblo a desarrollar una lucha «contra los monopolios» en una perspectiva que consideraban revolucionaria.
      En cualquier caso, es claro que la nota no tiene como eje la ley de medios, sino el tema del monopolio. Hace referencia a la ley de medios de manera muy tangencial, diciendo que la discusión teórica sobre qué es monopolio puede servirle a quienes les interesa la ley de medios.
      En cuanto a la afirmación de que la preocupación por el tema del monopolio, su significado económico, etc., corresponde solo a preocupaciones de «microclima intelectual/político», no acuerdo. Las razones las he explicado a lo largo de varias notas sobre el monopolio (y voy a completarla con otra nota sobre la noción de monopolio en Ricardo). El tema está en el centro de muchos problemas de la economía política. Enfoques teóricos enteros se definen en torno a esta cuestión; que por otra parte han dado lugar a programas y estrategias políticas muy diversas.

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      rolandoastarita

      05/12/2012 at 23:51

  3. Compañero Rolando. Es super interesante el ángulo de la crítica al concepto de ‘competencia perfecta’ . Por fuera de que el adjetivo alude a una situación ideal, dado que la perfección es una abstracción, el teorema de Cournot parece una refutación por absurdo de la posibilidad de competencia perfecta, aunque parta del supuesto de competencia por cantidades e inexistencia de costos fijos para las empresas, lo cual, es un esquema dificilmente extensible a la generalidad del capitalismo. Es una refutación en términos lógicos, por la que la competencia, lejos de aumentar con la entrada de capitales, tendería a disminuir con la aproximación al infinito. Varias de sus notas me han ayudado a entender mejor los conceptos, tanto de ‘competencia perfecta’ como de ‘competencia imperfecta’ como negaciones abstractas de la competencia, cuya existencia real se situaría en el hinterland entre la fijación monopólica de precios y la determinación por condiciones ideales de competencia. Aquí usted ataca específicamente la condición ‘cantidad de empresas’ como determinante inequívoco de mayor competencia y ‘beneficio’ para los demandantes. Comparto la crítica, aunque, me da la impresión que un nivel de restricción extremo avalado por el estado, puede dar lugar a fenómenos de monopolio que anulan o restringen severamente la competencia por el otro lado. Un caso que nunca me quedó del todo claro es el de las telefónicas a partir de la privatización. Hay quienes sostienen que la tasa de ganancia fue sensiblemente más alta que la de las casas matrices por lo menos a lo largo de una década. Para nada pienso que la fragmentación del grupo Clarín impulsada por el gobierno vaya en el sentido de, u ocasione per se, mayor competencia y mucho menos, beneficios para los consumidores o ‘el pueblo’ , ‘democratización del acceso’ ‘aperturas a las voces disidentes’ etc. Lo que tenemos ante los ojos es una sucia puja interburguesa por el monopolio de los medios de comunicación, para ampliar la influencia del estado y una vasta estela de capitalistas afines, tal como antaño lo fue Clarín durante todo el tiempo en que estuvieron de romance. La única democratización real de los medios materiales para la comunicación y expresión solo puede venir de su expropiación por el proletariado revolucionario, lo que se incluye en la abolición de la propiedad capitalista en general. Del resto, las ‘leyes antimonopolio’ contienen dudosa progresividad, nula en el caso de la puja de marras y por supuesto, nada de socialistas. La ‘lucha contra los monopolios’ ha sido frecuente excusa de políticas capituladoras que atan a los trabajadores al carro de la ‘burguesía nacional’ o la ‘pequeña o mediana empresa’. La invocación de estas últimas como potenciales aliados de las luchas obreras sigue impregnando el discurso de partidos burgueses y burocracia sindical y lamentablemente numerosas organizaciones de izquierda o se comen este verso, o se lo quieren hacer tragar a sus bases. No solo la teoría, sino, la experiencia práctica, nos enseña que medios y pequeños explotadores, lejos de las imágenes idílicas que nos presentan los spots publicitarios, son tan o más explotadoras que las grandes empresas y solo chillan cuando el estado o los grandes pulpos del mercado los fuerzan a compartir la libra de carne o amenazan con devorarlos. A la luz de sus alianzas estratégicas, el ‘combate al capital’ de este gobierno es una charada risueña. Lo trágico es la influencia que estas mistificaciones ejercen en las masas y específicamente en su potencial vanguardia.

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    AP

    06/12/2012 at 02:15

  4. Rolando, algunas cuestiones ¿Por qué en caso de haber infinito número de empresas no funciona el mecanismo de bajar precios para eliminar excesos de oferta? ¿Y por qué «no es posible ninguna actividad de mercado»? Mi sentido común me indicaría que al haber por ejemplo 100 oferentes de un producto similar, tengo para elegir entre más variables de precios, aunque seguro es más caro que si la misma masa de producción está concentrada en pocas empresas por el tema de la escala y demás.

    La otra duda es: por más que el número de empresas sea muy alto,igualmente puede operar la ley del valor trabajo (de nuevo el sentido común, perdón), desde luego que su productividad sería muy baja, no obstante no se puede abstraer de ella por más que sean muchísimas empresas.¿Dónde fallan estos supuestos?

    Y finalmente, una cosa que nunca me cierra en ningún esquema, y son las ventas minoristas, donde las diferencias de precios entre el mismísimo producto son a veces de un 30-40% y a veces más, incluso comparando negocios de similar escala, esto es, entre dos despensas de barrio y no entre una despensa de barrio y una cadena de supermercados donde es evidente la diferencia de escala. Entiendo igualmente que en esta pregunta estaríamos ya en un problema de comercialización o circulación, pero no deja de generarme problemas explicativos.

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    Ilichito

    06/12/2012 at 02:45

    • La llamada competencia perfecta es una abstracción, no existe en la realidad. Se define una situación de competencia perfecta aquella en la que cada «átomo» no puede influenciar el precio establecido; existe una única tasa de rentabilidad, no hay economías de escala. Si hay infinitas empresas produciendo el mismo producto A, se sostiene, hay solo un precio establecido de A, y no se puede modificar. Esto se vincula con la idea de que el precio está «dado» por el mercado. La cuestión plantea un montón de problemas lógicos, porque no hay forma de encuadrar el supuesto de que ningún productor puede influenciar el precio, con el hecho real de que existen productores que proponen precios en el mercado. Precisamente por esto Walras inventa el subastador, la encarnación de un mercado abstracto, con sus precios «dados».

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      rolandoastarita

      06/12/2012 at 09:09

  5. Profesor, el otro día estábamos leyendo los apuntes para la militancia de Cooke y nos quedamos con un párrafo (dicho sea de paso, ya sé, como usted dice siempre cuando comentan algo que no tiene que ver con su entrada, que la entrada no está referida a esta cuestión de mi comentario). El párrafo decía:

    «En el año 1945 Perón planteó perfectamente el problema nacional. Acá hay una frase clave y que él de una manera o de otra la ha repetido siempre: “Cien años de explotación interna e internacional han creado un fuerte sentimiento libertario en el espíritu de las masas populares”.
    La izquierda inclusive no la entendió. Posiblemente si Perón en vez de decir esa frase tan sencilla hubiese dicho: La dialéctica de la lucha de clases internas, en relación con la liberación de los pueblos semicoloniales en la época de la expansión financiera del imperialismo, se conjuga en una unidad dialéctica dentro de las coordenadas de la economía y de la historia mundial… Si lo hubiese dicho así, de esa forma, la izquierda tal vez lo hubiese reconocido como un hombre genial.»

    ¿Qué piensa usted? ¿Por qué cree que la izquierda nunca entendió?

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    Gabriel

    11/12/2012 at 13:43

    • Efectivamente, prefiero que en todo caso metan estos comentarios en algunas de las notas que tocan el tema.
      Hablar de la izquierda es una generalidad, hubo muchas corrientes que se reclamaron de izquierda, incluso muchas corrientes que se reivindicaron marxistas, y tuvieron diferentes posiciones ante el peronismo. Por ejemplo el PC (ver aquí); la llamada izquierda peronista (ver aquí).
      Por otra parte, lo importante no es analizar a un dirigente político por lo que dice que hace, sino por lo que hace. En 1954 Perón impulsaba el llamado «Congreso de la productividad», firmaba los acuerdos con la Standard y promovía el Segundo Plan Quinquenal que era bastante distinto del primero. El propio Cooke criticó estas posiciones (¿acaso porque no interpretaba a Perón?).
      Otro ejemplo: todavía en 1972-3 Perón hablaba de la liberación de los pueblos. Pero poco después amparaba y alentaba abiertamente a lo peor de la derecha fascista, liderada por López Rega y otros asesinos de compañeros. A pesar de esto, todavía en 1974 el PC seguía caracterizando al gobierno de Perón como «progresista», y lo mismo hacía (y sigue haciendo) una buena parte de la izquierda peronista. ¿Por qué será que nunca entendieron de qué se trataba el asunto?
      Por último, el problema de gran parte de la izquierda no es que habló «en difícil» (eso sucede con algunos marxistas universitarios, no con la izquierda política en general). El problema es que fallaron muchos análisis, económicos y sociales; y las tácticas políticas. Para volver al ejemplo del PC, éste hablaba en un lenguaje llano (basta leer la vieja prensa comunista). La crítica entonces no debería ser que se expresaron en términos hegelianos, incomprensibles a las masas.

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      rolandoastarita

      11/12/2012 at 14:20

  6. No me ha quedado muy claro cuando decis q en una situacion de competencia perfecta no hay competencia ni innovación. Si hay una gran cantidad de oferentes en relacion al mercado, eso haria q la competencia sea cada vez más dura entre las pymes y termine generando q algunas vendan más y otros vendan menos, dando lugar a q unas puedan reinvertir mayores ganancias en innovación o mas empleados. Estas exitosas se quedarian con una parte del mercado aun mayor e influyendo en el precio, terminando achicandose la cantidad de competidores y deviniendo en un triopolio/duopolio/monopolio. A lo sumo podria hablarse de una competencia perfecta «temporal» que vuelve a la misma situacion de antes con presencia de mono/duo/triopolio?

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    pedrogfleming

    25/11/2016 at 16:37

    • En competencia perfecta ninguna empresa puede modificar, por su acción, el precio del producto ni las condiciones del mercado. Es por eso que, en esa situación, la competencia desaparece. Una aclaración más: la competencia más dura es la que se da a través de guerras de precios. No es casual que la economía «oficial» no trate nunca precisamente ESE tipo de competencia. La competencia imperfecta ocurre por diferenciación de producto, no por guerra de precios.

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      rolandoastarita

      25/11/2016 at 16:47

  7. Muchas gracias por la aclaracion

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    pedrogfleming

    25/11/2016 at 16:53


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