Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

El monopolio en el marxismo del siglo XX

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Rolando Astarita [Blog]  Marxismo & Economía El paro general del juevesLas notas sobre monopolio y competencia “a lo Marx” (aquí y aquí) polemizan con la idea de que en el siglo XIX, y hasta 1880, aproximadamente, la competencia constituyó el mecanismo regulador de los mercados capitalistas (nacionales y mercado mundial), y que a partir de 1880 ese mecanismo pasó a ser de tipo monopólico (o, más precisamente, oligopólico). Éste es el eje de las diferencias que mantengo con la tesis del monopolio. Por supuesto, los defensores de la tesis del monopolio siempre explicaron que la competencia no había desaparecido en el siglo XX. Sin embargo, enfatizaron que la competencia había pasado a tener un rol subordinado desde fines del siglo XIX, y que esto encerraba un cambio cualitativo en la forma de regulación del capitalismo. Fue la posición de Paul Baran, Paul Sweezy, Maurice Dobb y Ernest Mandel, quienes influyeron decididamente en la formación del pensamiento de la izquierda sobre el monopolio y la competencia. A fin de contribuir al estudio de esta importante cuestión, en esta nota presento lo esencial de sus posiciones sobre el monopolio, una reflexión sobre el contexto que reflejan esos escritos, y su diferencia con el presente.

El monopolio en Baran y Sweezy

La idea que domina en los escritos de Baran y Sweezy es que en el capitalismo maduro la competencia se ha atenuado, y que la regulación monopolista ocupa el primer plano. En El capital monopolista, de amplia difusión en los años 1960 y 1970, Baran y Sweezy escribían: “Debemos reconocer que la competencia, que fue la forma predominante de las relaciones de mercados en el siglo XIX, ha cesado de ocupar tal posición, no solamente en Inglaterra, sino en todas partes del mundo capitalista. Hoy la unidad económica típica en el mundo capitalista no es la pequeña firma que produce una fracción insignificante de una producción homogénea para un mercado anónimo, sino la empresa en gran escala que produce una parte importante del producto de una industria, o de varias industrias, y que es capaz de controlar el precio, el volumen de la producción y los tipos y cantidades de inversiones” (Baran y Sweezy, 1982, p. 10).

La misma idea la encontramos en Baran (1969), una obra que fue clave para la posterior teoría de la dependencia: “La concentración y centralización del capital hizo avances gigantescos, y las grandes empresas se adueñaron de la vida económica… Al destrozar el mecanismo competitivo que regulaba, para bien o para mal, el funcionamiento del sistema económico, las grandes empresas se convirtieron en la base del monopolio y del oligopolio, que son los rasgos característicos del capitalismo moderno” (p. 22). En este contexto, tiende a desaparecer la guerra de precios: “… los gigantes monopolistas … protegidos por sus posiciones de monopolio, no necesitan molestarse por reducir al mínimo sus costos ni aumentar al máximo su eficacia» (p. 55). También escribe: “la competencia de precios en condiciones de oligopolio tiene la tendencia a hacerse cada vez más odiosa para los empresarios involucrados. Cualquier reducción moderada de los precios, por parte de un oligopolista que pretenda aumentar su parte del mercado, será inmediatamente neutralizada mediante reducciones correspondientes de los precios de los otros oligopolistas…. . Por otra parte, una guerra de precios a muerte entre los gigantes oligopolistas requerirá cantidades de capital tan grandes e involucrará riesgos tan enormes, que se prefiere el arreglo a la lucha ruinosa. Se concluyen acuerdos más o menos explícitos o se establece una “colusión de precios”, que tiene como consecuencias la eliminación de la competencia aniquiladora y la aceptación, por las partes contratantes, del principio de vivir y dejar vivir, más que el intentar destruirse una a otra” (pp. 101-2). Obsérvese que no se trata de si existe una tarifa aduanera aquí, o una devaluación competitiva allá, sino de una perspectiva global del mercado y de la forma en que se regula la distribución de los tiempos de trabajo, o avanza el cambio tecnológico. “Vivir y dejar vivir”, en lugar de guerra entre los capitales. Como resultado del freno de la competencia, el dominio del monopolio generaba la tendencia al estancamiento de las fuerzas productivas en los países adelantado, y el bloqueo del desarrollo industrial en los países atrasados.

El cambio cualitativo según Dobb

Además de la defensa de la tesis del dominio del monopolio, en Dobb (1973, originariamente de 1937) encontramos un interesante análisis sobre qué habría implicado el cambio cualitativo entre el siglo XIX y el XX. Observa que, según la teoría clásica (Ricardo y Marx), lo que ocurre en la economía es independiente de los deseos subjetivos de los empresarios individuales, en tanto que en una situación de monopolio absoluto, o algo próximo a él, el precio se determina, dentro de ciertos límites, por la voluntad del monopolista, sin que pueda aplicarse el principio del costo, ya que hay una situación de escasez que se ha creado deliberadamente. Pero, continúa Dobb, en el capitalismo contemporáneo existen numerosos factores que hacen que los productos no se vendan por los precios regulados por la ley del valor trabajo. Surge entonces la pregunta de por qué esto representaría un cambio cualitativo si en el siglo XIX también existían tarifas aduaneras, altas barreras por costos de transporte, trabas políticas al comercio tales como el colonialismo, etc. Según admitían los marxistas, la teoría del valor trabajo regulaba el mercado en el siglo XIX, ¿por qué habría habido un cambio cualitativo en el siglo XX si en el siglo XIX la competencia tampoco era “pura”?

La respuesta de Dobb coincide, en buena medida, con la tesis de la competencia imperfecta. Sostiene que en el siglo XIX las imperfecciones y obstáculos a la acción de la ley del valor trabajo hacían que los precios se desviaran durante períodos más o menos largos de los “centros de gravedad” determinados por la teoría, aplicada al marco competitivo (los precios de producción de Marx). Pero esto no alteraba “la naturaleza de la posición que habría de alcanzarse finalmente”; se podía aplazar la llegada al equilibrio, o introducirse diferencias espaciales en el precio, producto de las fricciones, pero no se modificaba la naturaleza del asunto. En el capitalismo del siglo XX, en cambio, los factores que conformaban un escenario de competencia “imperfecta” (oligopólica) ya no eran mera fricción, porque “alteran la naturaleza de las fuerzas equilibradoras y el equilibrio finalmente logrado” (p. 129). Existe entonces “una diferencia de esencia” (idem; énfasis agregados). En otras palabras, hemos pasado de la “fricción” a una diferencia cualitativa, ya que ahora hay un nuevo elemento que cambia realmente las ecuaciones. Siempre según Dobb, el precio “de equilibro” (el centro de gravedad) no es el que surge de la igualación de la tasa de ganancia entre ramas. Por eso, las empresas ya no buscarían ampliar la producción al máximo posible, y se regirían “por el principio monopolista de reducir su producción hasta un punto en que su ganancia llegue al máximo” (p. 132). Predomina entonces “la restricción monopolista como una característica general y no puramente excepcional de la industria capitalista” (p. 133), lo que explicaría la incapacidad de la industria de aprovecharse plenamente de las economías de escala. Dobb reconoce en este punto el aporte de Piero Sraffa, Joan Robinson y Chamberlin. Lo central es que “la ganancia contiene siempre un elemento apreciable de beneficios provenientes de una situación de monopolio” (p. 134). Esto es, ganancias obtenidas por la restricción de la producción (recursos semiutlizados) y el dominio en un mercado de escasez. Puede verse que el cambio cualitativo arrastra a un giro teórico apreciable con respecto al enfoque de El Capital. En Dobb (1970) se mantiene el planteo: “en lugar de la competencia de precios del tipo del siglo XIX, aparecen las guerras publicitarias y las campañas de ventas” (p. 37). Los grupos monopolísticos, “por medio de su dominio de mercado y de su política de precios de monopolio, pueden disfrutar de un beneficio mayor del que obtendrían en caso de libre competencia” (p. 43). Los monopolios ganan a costa del sector capitalista no monopólico, de manera que, a diferencia de lo que sucede en el capitalismo competitivo, predomina “una tasa diferente de ganancias para el sector monopolista y el sector competitivo (en donde consecuentemente esta tasa será inferior” (p. 45).

Monopolio en Mandel

También Mandel, en el Tratado de economía marxista, se refiere al cambio que se habría producido en el último cuarto del siglo XIX: “En lugar de atenerse al credo de la libre competencia, (los capitalistas) comienzan a buscar las posibilidades de limitarla a fin de evitar toda baja de precio, es decir, toda baja acentuada de la tasa de ganancia. (…) Se establecieron convenios entre capitalistas con el compromiso de renunciar a la competencia por la baja de precios” (t. 2, p. 17). Más adelante cita aprobatoriamente al organizador de un trust químico que dice: “La competencia está superada; desemboca en la ‘cooperación’ por la fusión de empresas y por la constitución de convenios internacionales” (p. 18). Una páginas más adelante, escribe: “Una sola empresa o un pequeño número de ellas controlan una parte hasta tal punto considerable de la producción que pueden, durante períodos más o menos largos, fijar arbitrariamente los precios y las tasas de ganancia, que se hacen así, en una amplia medida, independientes de la coyuntura económica” (pp. 25-6).

Tenemos entonces un escenario de precios fijados arbitrariamente, durante períodos largos y tasas de ganancia que se hacen independientes “en amplia medida” de la coyuntura económica. En consecuencia, las ganancias son previsibles: “Los precios de monopolio se fijan de tal suerte que aseguren de antemano la expansión constante de la empresa, de su capital y de su capacidad productiva” (p. 135).

A igual que Dobb y otros autores, Mandel adhiere a la idea de que existen dos tasas de ganancia promedio, la del sector monopólico, y la del no monpólico. En este marco, cita aprobatoriamente a un autor, que dice que “la ganancia ya no es aleatoria; se hace previsible como cualquier elemento del precio del costo. El riesgo desaparece completamente, lo cual prueba que no constituye nunca el origen de la ganancia. La ganancia ya no es residual; a partir de ahora, entra en la fijación previa de los precios de venta, como el salario o el interés” (idem). Por supuesto, este precio (ahora se refiere al establecido por General Motors) “implica también la eliminación del riesgo de crisis económicas, como lo han admitido francamente otras sociedades monopolistas” (p. 136). Mandel no pensaba que desaparecían las crisis económicas, pero sí que su dinámica había cambiado con respecto al siglo XIX, debido a la estabilidad de precios y de ganancias. Por eso escribía sobre el capitalismo de los años 1960: “La economía capitalista de esta fase tiende a asegurar a la vez al consumo y a la inversión mayor una estabilidad que en la época de la libre competencia, o que durante el primer estadio del capitalismo monopolista; tiende a una reducción de las fluctuaciones cíclicas que se debe, ante todo, a la creciente intervención del Estado en la vida económica. (…) Las sobreganancias de monopolio, la “inversión por los precios”, la garantía del beneficio, significaba en última instancia que la acumulación de capital de los monopolios se emancipa del ciclo, que se anticipa a las crisis, que las descuenta de antemano en el cálculo de sus precios de venta. Las grandes sociedades monopolistas aplican así cada vez más, una política de inversión en el largo plazo, una ‘programación’ cuando no una ‘planificación’ de sus inversiones… (…) Las sobreganancias les permiten (a los sectores monopolizados) asegurar la estabilidad de los ingresos de su mano de obra e incluso su lento crecimiento periódico” (p. 147). Como resultado, en lugar de una dinámica de desarrollo de las fuerzas productivas, sobreacumulación y crisis violentas, predomina la tendencia al estancamiento. Es que los monopolios eliminan la competencia y frenan el cambio tecnológico para asegurar precios estables y ganancias, en una estrategia de “vivir y dejar vivir”. En consecuencia, y igual que sucede en Baran y Sweezy, Mandel diagnostica ya no hay dinamismo en el desarrollo de las fuerzas productivas: “El sistema evoluciona no tanto hacia un crecimiento ininterrumpido como hacia un estancamiento a largo plazo” (p. 148).

Qué reflejaban estas tesis

Ganancias como residuo, estabilidad de precios y de ganancias monopólicas, tasas de rentabilidad que se independizan del ciclo, eliminación de la guerra de precios, ausencia de desarrollo tecnológico y de guerras de precios, tendencia crónica al estancamiento… Es un escenario muy distinto del que presentaba Marx en El Capital. Y esta visión gozó de amplia aceptación en la izquierda. Los manuales de economía de la URSS repetían la misma tesis del monopolio, aunque sin ningún brillo intelectual. Los teóricos de la dependencia hacían sus análisis a partir de estas ideas; los partidos trotskistas también aceptaban la idea del dominio del monopolio y su consecuencia, el aletargamiento del cambio tecnológico (Trotsky, 1984, ya había planteado la misma tesis). Naturalmente, hubo autores o dirigentes políticos de izquierda que criticaron tal o cual aspecto de los desarrollos de Baran, Sweezy o Mandel, pero sin poner en duda la tesis del “cambio cualitativo” que se habría producido a partir de 1880, aproximadamente, y la nueva dinámica del capitalismo que se derivaba de ello.

Dada la generalidad con que fue aceptado este enfoque, es necesario preguntarse qué elemento de verdad contenía. Con seguridad, puede decirse que la obra de Lenin sobre el imperialismo y el monopolio tuvo una fuerte influencia. Sin embargo, debe de haber más que eso para explicar por qué hubo tanto consenso alrededor de esas tesis. La respuesta tentativa que puedo dar es que esos escritos de Sweezy, Mandel, Baran y Dobb reflejaron un largo período de relativo aquietamiento de la competencia. Las décadas que van desde el fin de la Segunda Guerra hasta aproximadamente mediados de los 1970 se caracterizaron por una mayor influencia relativa de los estados en las economías nacionales. Fue el producto del hundimiento de la economía mundial en la década de 1930 -exacerbación de las tendencias nacionalistas- y de la misma guerra. Durante esas décadas hubo un sistema monetario basado en tipos de cambio fijos; mecanismos de estabilización de los precios de las materias primas; protección industrial; escaso movimiento transfronteras de capitales (en la inmediata posguerra y hasta casi fines de los 50) y luego control de los movimientos. Estos mecanismos, de conjunto, no anularon la competencia, pero la atenuaron, y permitieron cierta estabilidad de los precios, y de las ganancias de las corporaciones durante los años del boom de posguerra. Los marxistas reflejaron esta realidad, y pensaron que asistían al dominio “maduro” del monopolio. El Tratado de economía marxista, de Mandel, es muy representativo de esta situación; ideas similares se encuentran en otros trabajos de la época.

Un enfoque unilateral

Si bien el enfoque general de Baran, Sweezy, Mandel y Dobb reflejó aspectos reales del capitalismo de su época, también hay que admitir que pasó por alto que con la aparición de la gran empresa por acciones, la competencia se intensificaba con respecto a todo lo conocido durante los años de la llamada libre competencia. En otros trabajos me he referido a que la formación de carteles y trusts atenuó una competencia de precios que amenazaba ser desastrosa por la caída de los costos del transporte, sin suprimirla. Pero no señalé el efecto que tuvo la aparición de la sociedad por acciones en la competencia. Este aspecto es destacado con acierto por Bryan y Rafferty (2005). Señalan que con la sociedad por acciones se intensificó la competencia por tres vías: porque articuló una lógica competitiva; en segundo término, facilitó el aumento de la escala de operación del capital; y por último, aumentó su flexibilidad.

Con respecto a la lógica competitiva, se profundizó debido a que la maximización de los beneficios y la apreciación de las acciones pasó a ser la racionalidad que guía al directorio de las corporaciones de conjunto; esto es, ya no se trata de la preferencia del empresario-propietario aislado. En segundo término, la sociedad por acciones permitió recolectar enormes sumas de capital que fueron críticas para el crecimiento de la escala de operaciones, de manera que aumentó la fuerza de las unidades que entraban en competencia. Y en tercer lugar, el mercado de valores se transformó en el foro en el cual pudieron compararse las rentabilidades de las empresas y se establecieron los precios de las mismas. La propiedad del capital se hizo más líquida y móvil; las empresas por esta vía estuvieron también más sometidas a las presiones competitivas (Bryan y Rafferty dedican su libro al análisis de la economía de los derivados; una de sus tesis centrales es que los derivados acentúan aún más las presiones competitivas, un tema clave de la economía contemporánea, y que por lo tanto merece la máxima atención).

La actualidad de la competencia

Recordemos también que con el estallido de la crisis de acumulación de 1974-5, y la internacionalización de la economía, el panorama cambió con respecto a los años dorados de los 50 y 60. Ya Mandel en El capitalismo tardío matizó, y mucho, el enfoque acerca del monopolio del Tratado; aunque no llevó a cabo una revisión de fondo. Lo cierto, sin embargo, es que con la crisis se agudizaron las presiones competitivas, y esto continuó hasta el presente. Este proceso ha afectado también la relación capital – trabajo, ya que el pacto keynesiano (atenuación relativa del conflicto de clases en el período de crecimiento) se resquebrajó, y la presión competitiva obligó a los capitalistas a ir a fondo en la tarea de extraer plusvalor. La ofensiva “neoliberal” fue, en sustancia, el ataque del capital al trabajo, estimulado por la apertura de los mercados nacionales y el disciplinamiento a la ley del valor trabajo (moneda dura, aumento de la desocupación, desaparición de los capitales menos productivos). Esta es la razón de fondo de por qué no hubo espacio para una salida de la crisis de acumulación de los 70 por la vía del “pacto democrático y consensuado” entre el capital y el trabajo, como soñaron la socialdemocracia, los partidos comunistas y los teóricos de la llamada “tercera vía”.

Por eso, hoy no se puede entender la economía capitalista si no se incorporan las guerras de precios, las fluctuaciones de los precios y las ganancias (y las tasas de ganancia), y la competencia a escala planetaria, motorizada por los movimientos de capitales y la competencia debida al cambio tecnológico. En la guerra competitiva, aquel que no es exitoso, está condenado a desaparecer. Para ilustrar el punto, presentamos un ejemplo actual. Según informa The Wall Street Journal Americas (La Nación, 1/11/12) el gigante de la electrónica Panasonic ha encarado una serie de medidas de reestructuración para revertir las pérdidas que en el último trimestre habrían alcanzado los 9000 millones de dólares. Todavía hace algunos años atrás Panasonic era considerada tan estable que en su momento se la llamó “Banco Panasonic”. Alguien podría haber pensado que la empresa disponía de una posición de monopolio, que la hacía inmune a la competencia (digamos, un escenario “a lo Sweezy o Mandel”). Pero la realidad es que Panasonic perdió en la guerra competitiva, por el lado del producto, y de los precios: “… la compañía dedicó cantidades enormes de dinero para producir nuevas tecnologías, pero… estas inversiones no lograron rendir debido al desplome de los precios de los electrónicos de consumo. Esto obligó a la empresa a sufrir pérdidas por desvalorización”. Ahora Panasonic está reduciendo líneas de producción, suspendiendo inversiones planeadas, y reduciendo costos, en un intento por salvarse. Es una dinámica muy lejana del “vivir y dejar vivir”. Por eso también, parece imposible abordar con éxito el análisis del capitalismo contemporáneo con la tesis del predominio de la regulación monopólica de los mercados.

Textos citados:
Baran, P. A. (1969): La política económica del crecimiento, México, FCE.
Baran, P. A. y P. Sweezy, (1982): El capital monopolista, México, Siglo XXI.
Bryan, D. y M. Rafferty (2005): Capitalism with Derivatives. A Political Economy of Financial Derivatives, Capital and Class, Palgrave Macmillan.
Dobb, M. (1970): Capitalismo, crecimiento económico y subdesarrollo, Barcelona España, Oikos.
Dobb, M. (1973): Economía política y capitalismo, México, FCE.
Mandel, E. (1969): Tratado de economía marxista, México, Era.
Mandel, E. (1979): El capitalismo tardío, México, Era.
Trotsky, L. (1984): El pensamiento vivo de Marx, México, Losada.


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La tesis del monopolio en el marxismo del siglo XX

Written by rolandoastarita

07/11/2012 a 11:04

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39 respuestas

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  1. Algunas de las críticas a Seezy, Dobb, etc., y a los planteos de Mandel del tratado pueden ser en buena medida certeras. Pero, como te planteé en otro post:
    1) la cuestión del imperialismo excede ampliamente el punto este; no se puede reducir la cuestión del imperialismo a «la tesis del monopolio», algo que vos tendés a hacer una y otra vez, evitando tratar otras cuestiones que constituyen núcleos de esta teoría, que siguen remitiendo a problemas actuales. Vos mencionás en este post al pasar el problema de la mayor influencia relativa de los Estados, y lo tratás como algo que se habría dado entre los ’30 y los ’70. Bueno esto me parece erróneo, la objetividad de la ley del valor no quita que ésta se desenvuelva mediante un entrelazamiento entre economía y política, que no es algo novedoso de la época imperialista pero que al existir la economía mundial como una realidad de interdependencias mucho más poderosa desde fines del Siglo XIX, hace emerger contradicciones novedosas, a esto se refiere Trotsky cuando habla de la contradicción entre la internacionalización de las fuerzas productivas y los Estados nacionales. Creo que este es un punto central de las tesis de imperialismo y que, bajo otras formas, sigue presente en la economía mundial. Rechazar «la tesis de monopolio» y con eso querer dar por tierra la teoría del imperialismo, es una buena manera de evitarse tratar en profundidad esta contradicción central, dedicando a lo sumo algún capítulo final a algunos de estos aspectos pero separando en lo profundo economía y política, cuando en realidad el capitalismo nos ha mostrado la profunda imbricación de ambas categorías (¿o acaso la objetividad de la ley del valor no necesitó para ampliar su esfera de gravitación global de dictaduras feroces que liquidaron los alzamientos revolucionarios, movimientos «restauradores» como Reagan y Tatcher, y de la restauración capitalista en los ex Estados obreros?);
    2) decir que sigue habiendo competencia, no nos exime de analizar si las formas concretas de esta no implican algunos cambios. Esto es lo que te plantee anteriormente en otro post. En lo teórico hay interesantes reelaboraciones del problema de la competencia y el monopolio, como es por ejemplo el trabajo de Richard Bryan “Monopoly in Marxist method”. Vos planteás que que la competencia en Marx no tiene nada que ver con la competencia neoclásica, pero “olvidás” decir que justamente por la estructura de la ley del valor en Marx, y las múltiples relaciones que involucran la guerra de capitales que vos señalás (guerra que se da en todos los puntos de la circulación entre capitales de distintas ramas productivas, y no sólo en la esfera de la realización entre productores de la misma mercancía), tranquilamente podemos admitir la existencia de distintos aspectos monopolistas sin deslizarnos la la conclusión de Hilferding (y de Seezy y Baran, pero no de Lenin) que es “que los monopolios dominan los precios en lugar de ser dominados por ellos”. Dicho esto, ¿no hay formas de la competencia en el capitalismo contemporáneo que -sin ser contradictorias con la ley del valor de Marx- tienen sí implicancias muy fuertes en las relaciones económicas que conforman el capitalismo global? A esto me refería con la cita que plantee en otro post, a la que no hiciste referencia. La reproduzco: “los ‘puestos de mando’ de la economía mundial están casi completamente ocupados por firmas provenientes de los países de altos ingresos, cuyos principales clientes son la clase media global. En muchos sectores, dos o tres firmas concentran más de la mitad de los ingresos por ventas. […] el desafío que enfrentan las firmas de los países en desarrollo es mucho mayor de lo que parece a primera vista. No sólo afrontan grandes dificultades para ponerse a la par de los integradores de sistemas líderes, la parte visible del “iceberg” de la estructura industrial. También deben competir con las poderosas firmas que ahora dominan casi todos los segmentos de las cadenas de oferta global, la parte invisible del “iceberg” que yace bajo el agua” (Peter Nolan y Jin Zhang, “Global Competition after the financial crisis”, New Left Review 64, July-August 2010). Esto permite pensar una dimensión que yo creo que es central en el imperialismo moderno, y que Mandel trata bien en El capitalismo tardío, sin perjuicio de algunos problemas teóricos que puedan plantearse allí: los capitales más concentrados, es decir el capital transnacional que mayormente tiene su origen en las potencias imperialsitas, goza de fuertes ventajas para incrementar su dominio sobre nuevas esferas y espacios de acumulación rentable que van apareciendo, y hay por lo tanto una tendencia a que los nuevos procesos de acumulación originaria operen en beneficio de los grandes capitales ya consolidados (paréntesis: me alegro de que me hayas ahorrado tener que aclararte yo -por lo que planteabas en post anterior- que Mandel dijo algo más que lo que plantea en el tratado. Tal vez en algún momento reconozcas que Trotsky y Lenin sostienen que la tendencia a la monopolización no es absoluta :-P). Es partiendo de esta relación que pueden comprenderse y derivarse un conjunto de mecanismos de expoliación, sin necesidad de conferir centralidad a ninguna «tesis de monopolio», pero sí incorporando los contornos que adquiere la competencia ante la existencia de un capital transnacional hiperconcentrado.
    Entonces, decir que todo esto se explica «desde la teoría de formación de precios ‘a lo Marx'» puede estar bien, pero apenas nos ubica a las puertas del problema. Si queremos pensar las transformaciones históricas que pueden darse, y sobre todo la posibilidad de actuar en ellas en pos de transformar de raíz la sociedad, necesitamos dar cuenta del devenir histórico de este modo de producción incorporando nuevas determinaciones más concretas, algo que Marx tenía como parte de su proyecto, del cual El capital es apenas una parte de un trabajo inconcluso, y que nosotros también tenemos que hacer para el capitalismo contemporáneo.

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    Alvaro

    07/11/2012 at 11:50

    • En esta nota discuto el tema del monopolio. La cuestión más general del imperialismo la traté en otras notas y libros. Lo interesante de todas maneras es preguntarse qué queda de la tesis de imperialismo de Lenin y Trotsky una vez que le sacamos la tesis del monopol
      Segundo, trate de no embarrar la cancha. La discusión está centrada en el siguiente punto: si a pesar de los factores políticos (que existieron siempre) en el capitalismo contemporáneo dominan los precios de producción, o los precios de monopolio. Esto se liga a si predominan las guerras de precios, o la competencia por diferenciación de producto y acuerdos; si hay ganancia monopólica sistemática, o no. Y muy importante, si hay tendencia al estancamiento tecnológico (planteo fundamental en la tesis del monopolio) o sigue prevaleciendo la competencia por inversión tecnológica (junto al impulso a la mayor explotación). Estos son los problemas centrales. El tema de los precios de producción no es menor en este marco, así como su base, la teoría del valor y de la plusvalía.
      Tercero, en muchos trabajos expliqué que las empresas más adelantadas tecnológicamente tienden a concentrarse en los países desarrollados, que en base al mayor desarrollo tecnológico obtienen plusvalías extraordinarias, y que esto da lugar a procesos acumulativos. De manera que las diferencias tienden a aumentar. Pero esto no se explica por la tesis del «monopolio», sino por las leyes «a lo Marx». Claro que en este punto hacen agua muchas explicaciones sobre intercambio desigual, explotación «de países» (incluidas las «semi oprimidas burguesías nacionales») y otra serie de lugares comunes del marxismo «nacionalista».
      Cuarto, de conjunto mis planteos se derivan del intento de entender la realidad del capitalismo contemporáneo. En este sentido he tratado la cuestión del tipo de cambio (un tema que extrañamente dejaron de lado los marxistas), el fenómeno del deterioro de los términos de intercambio, la renta agraria, el fenómeno de la industrialización del tercer mundo, entre otras, basándome en la teoría de Marx, y no en las tesis de monopolio. Esto porque considero que el enfoque tradicional del monopolio no logra dar cuenta de estas cuestiones (o cae en explicaciones inconsistentes, como sucede en la formación de precios mundiales «por mark up», etc). La necesidad de que las teorías interpreten la realidad actual no se proclama, se demuestra en la práctica. Y hasta el momento no he visto que la tesis del monopolio dé algún fruto importante.
      La teoría de los precios de monopolio se reduce, en el fondo, a la teoría vulgar de la competencia imperfecta. Es una pena que tantos marxistas sigan considerando que esta teoría se puede combinar eclécticamente con la teoría del valor. Es una muestra más de la crisis teórica que atraviesa al pensamiento socialista. Lo peor, es que defienden esta situación con uñas y dientes. Por eso es que no hay ningún interés en clarificar los puntos centrales del debate. Lo entiendo perfectamente. Cuando explico que se trata de DOS concepciones distintas (formación de precios por poder de monopolio o precios de producción), enseguida salen a decir «un poco de esto más un poco de lo otro», para hacer una sopa ecléctica e indigesta, con la que no se avanza un paso. También fue un método con el que se atacó la teoría del valor en tiempos de Marx. No hay mucho nuevo en todo esto.

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      rolandoastarita

      07/11/2012 at 12:34

  2. Rolando, yo estaría «embarrando la cancha» si a lo largo de tus elaboraciones la cuestión del imperialismo no hubiera quedado reducida a «la tesis de monopolio» (vaya este como ilustración https://rolandoastarita.wordpress.com/2011/03/23/imperialismo-en-lenin-analisis-critico/) . Vos decís: «Lo interesante de todas maneras es preguntarse qué queda de la tesis de imperialismo de Lenin y Trotsky una vez que le sacamos la tesis del monopolio». Sí, sería interesante, pero no parece haber merecido mucho espacio en tus trabajos. Leí tu libro Valor, mercado mundial y globalización esperando algún tratamiento de estas importantes cuestiones (¿cómo analizar el mercado mundial sin darle lugar prominente el imperialismo?), y resulta que apenas hay algunos apuntes al final, y que el imperialismo es apenas una instancia «disciplinaria» para que nadie saque los pies del plato del capitalismo global. Bueno, me parece que esto minimiza mucho las contradicciones que caracterizan a la economía mundial capitalista que se conforma como realidad orgánica desde fines del siglo XIX, que entrecruzan la dimensión económica y la geopolítica y tienen gran importancia para pensar la dinámica de la lucha de clases. Insisto, es esto lo que tratan de considerar las teorías del imperialismo, que son bastante más que una «tesis de monopolio». Respecto de la ley del valor y los precios de producción, no se trata de defender ninguna combinación ecléctica; desde ya que no alcanza con decir que «el monopolio no liquida la competencia», es necesario realizar una elaboración teórica de la relación contradictoria entre ambos términos, pero nada decís del texto de Bryan que te menciono y que es justamente un ejemplo que va en ese sentido. Se puede hacer un debate más profundo sobre los contornos de la competencia hoy si partimos de estas elaboraciones, y problematizamos teóricamente otros análisis como el de Nolan y Zhang que traje a colación.

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    Alvaro

    07/11/2012 at 13:05

    • En mi libro no introduje el tema de imperialismo en la discusión sobre formación de precios de producción en el mercado mundial, en el análisis del tipo de cambio y en el debate sobre intercambio desigual porque no creo que haga falta. Así de simple. Si le estoy diciendo que pienso que los mecanismos reguladores del mercado son en lo esencial los que determinan precios de producción, es lógico que no meta el tema del monopolio en la determinación de los precios.
      En segundo lugar, cuando digo que está tratando de embarrar la cancha es porque elude la cuestión esencial. Aquí lo que se discute es cuál es la estructura teórica básica que da cuenta de la dinámica del capitalismo contemporáneo. Una posición dice que el punto de partida es la ley del valor trabajo y la estructura de precios de producción (el marco teórico que adopté). La otra posición es la que dice que hay que trabajar con precios de monopolio y ganancias de monopolio porque se trata de un fenómeno sistemático. En el medio, están los que tratan de hacer una defensa a cualquier costo de la tesis del monopolio. Como se les cae la estantería por todos lados, adoptan una postura ecléctica; un poco de teoría de monopolio, un poco de teoría «a lo Marx», etc. Con el agregado que la teoría del monopolio no es propiamente una teoría, al menos hasta ahora (a no ser que usted piense que la literatura sobre competencia imperfecta constituye un cuerpo teórico que da respuesta a la formación del precio de monopolio ).
      Por último, a mí me parece que sostener que los mercados se regulan por la ley del valor trabajo no minimiza las contradicciones del modo de producción capitalista, sino todo lo contrario. Con el agregado que pone en el centro la contradicción capital trabajo. Pero soy consciente de que a usted esto le parece una herejía terrible. Es lógico, tenemos puntos de vista muy distintos.

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      rolandoastarita

      07/11/2012 at 22:01

  3. Rolando, no es el tema de la nota, así que dejo nada más que la inquietud. Usted nombra de refilón la crisis del ´74- 75. La explicación tradicional en el ámbito historiográfico es que se debió a que un buen día los países productores de petróleo decidieron que éste valía más y le subieron el precio, por lo cual se desarticuló todo. De más está decir que no comparto tal visión, aunque tampoco conozco lo suficiente para decir cuáes fueron las causas subyacentes y los problemas de acumulación que llevaron a tal situación. En fin, dejo la duda nomás porque no es el tema que aquí se trata.
    Saludos.

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    Ilichito

    07/11/2012 at 13:20

    • Da para una respuesta más larga, pero de manera breve se puede decir que la suba de los precios del petróleo fue la gota que rebasó el vaso. La economía capitalista estaba ya atravesando problemas de fondo, vinculados en lo esencial con la caída de la rentabilidad del capital.

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      rolandoastarita

      07/11/2012 at 22:17

  4. Tremendo blog. Felicitaciones astarita x este monumental trabajo.
    Saludos compañero.

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    Mara

    07/11/2012 at 17:02

    • Gracias por el aliento. Siempre escribo con la esperanza de que sirva para pensar y estudiar, en la intención de ayudar a superar la crisis que atraviesa el movimiento socialista.

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      rolandoastarita

      07/11/2012 at 22:16

  5. A mi me resulta llamativa la asociación entre la fase de «relativo aquietamiento de la competencia» y la mengua de la especulación financiera y, por el contrario, la fase de agudizamiento de la competencia y la enorme especulación financiera.

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    oti

    07/11/2012 at 19:39

    • ¿Qué diferencia habría entre competencia debida al cambio tecnológico y competencia acentuada por la especulación financiera?

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      oti

      09/11/2012 at 09:49

    • En una futura nota que me propongo escribir acerca de la tesis de la financiarización, pienso tratar el tema con alguna extensión. Por ahora diría que en general los mercados financieros dan mayor amplitud y profundidad a la competencia. En el mercado bursátil, por empezar, todos los días se está juzgando y sancionando la rentabilidad de las empresas. Los capitales salen de las empresas que ofrecen menos perspectivas de rentabilidad, y se invierten en las que ofrecen más perspectivas. De esta manera los flujos de capitales actúan con mayor rapidez y libertad que si no existieran los mercados accionarios. Los derivados, por su parte, agudizan más todavía esta presión, ya que permiten una más rápida comparación de la valuación relativa de los activos.
      De conjunto, estos factores ponen presión en las empresas. Las que no logran mantenerse en la carrera competitiva a través del cambio tecnológico tienden a ser las más castigadas en los mercados (caen sus valuaciones, tienen más dificultades para financiarse, etc.). La tesis de la financiarización ha entendido este proceso de manera muy mecánica y unilateral, en mi opinión. De ahí el interés en tratar esto.

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      rolandoastarita

      09/11/2012 at 10:11

  6. Compañero Rolo, hay dos errores en lo que hace a la redacción del texto. En el apartado sobre Baran y Sweezy dice ‘precisos’ donde debe decir precios. En el apartado sobre Dobb, donde dice …si la competencia ‘pura’, debe decir , si la competencia era ‘pura’. Es solo corrección de imprenta. En lo que respecta al artículo en sí, parte de una buena exposición del punto de vista de los defensores de la teoría del monopolio acompañada de una crítica consistente a estos autores de vasta influencia en el pensamiento marxista. Desde mi punto de vista particular y como ya lo había expuesto con anterioridad, podría decirse que ‘competencia’ y ‘monopolio’ son fenómenos que se engendran mutuamente. Pero lo que estamos discutiendo aquí es el marco teórico con que se explica la dinámica capitalista, su lógica rectora y perdurable. En ese sentido, competencia y monopolio, como factores explicativos, son mutuamente excluyentes, a menos que pensemos al capitalismo como una serie de fases evolutivas que van desde una explicación por la competencia a una por el monopolio supuestamente anclada en un cambio cualitativo en el modo de funcionamiento del capital, que es ese y no otro el de los defensores académicos de la teoría del monopolio y buena parte de la izquierda militante, o una serie de fases de predominio relativo sin nexo interno en que la ley económica fundamental se invierte. Lo que estamos discutiendo es que rige la dinámica. Que es lo primordial y que, lo secundario y accesorio. Cual es la ley económica fundamental que determina la formación de los precios, con independencia de fenómenos transitorios y efímeros que se inscriben en la forma en que esta ley se abre paso. En lenguaje llano y hasta donde llega mi conocimiento, pienso que la competencia es esencial para la existencia de capitalismo y la mejor demostración al respecto, la encontramos en el desarrollo incontrastable de los medios de producción y la tendencia a la baja de los precios de los bienes reproducibles y la aparición constante de nuevos bienes alternativos o directamente innovadores, que, a la larga, sufren la misma tendencia como consecuencia del mejoramiento de la tecnología empleada y el aumento de la productividad concomitante, algo ininteligible en ausencia de competencia que hace al perpetum mobile del capitalismo.
    Lo último. En su nota hace referencia a un período de aletargamiento de la competencia en la segunda postguerra, especialmente a consecuencia del intervencionismo estatal. Me da la impresión que este fenómeno también se dio a escala de los centros capitalistas desarrollados en el periodo analizado por Hilferding, Lenin, Bujarin y otros, al punto que la situación de agudo bloqueo de la competencia económica derivaba en confrontación militar por la disputa de mercados. Lo importante, por lo menos para mí, es no caer en la absolutización de un fenómeno transitorio, que ni se convirtió en permanente y sistemático, ni dio lugar a una nueva ley de la formación de los precios o los auges y crisis. En cuanto a Lenin o Trotski. Sí pienso que, en desigual grado, cayeron en esta absolutización. Aunque el segundo es heredero directo de las principales formulaciones leninistas en este aspecto, creo que fue aún menos matizado que su maestro. Hay otra visión de largo plazo, otra concepción del desarrollo de las fuerzas de producción, del dinamismo capitalista e implícitamente, aunque como lógica derivación de la matriz teórica adoptada (sustitución de la libre competencia por el monopolio) del funcionamiento de la ley del valor, cualitativamente alterada por la presión del imperialismo, a su vez expresión del capital monopólico financiero.Ya hemos discutido estas cuestiones en otras notas y con la participación de compañeros que adhieren a diversas corrientes políticas. Quizás usted piense que mi opinión también forma parte de la ‘sopa ecléctica’ a la que aludió, pero sigo pensando, que a los efectos de una demostración contundente, sigue siendo necesario un análisis empírico exhaustivo de la ‘historia’ económica de la competencia y el monopolio. En cuanto al aletargamiento de la competencia en la segunda postguerra, sería interesante indagar como influyó en el desemboque en la recesión sincronizada de principios de los setenta, por erosión de la ganancia. Prima facie, no se podría dejar de reconocer que la competencia finalmente, operó y se impuso. Caso contrario, habría que recurrir a otra teoría de la crisis, o a un mix, tipo Mandel en su famoso tratado. Aparte, la crisis no terminó inevitablemente en guerra mundial, como pregonaba buena parte de la izquierda mundial. La competencia económica, sucia, deformada, interferida, intermitente o como se le quiera llamar, se impuso, se abrió paso, pese a la subsistencia de monopolios e imperialismo y en ese sentido (tal vez el único que haya) fue libre.
    Gracias por su atención.

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    AP

    07/11/2012 at 23:38

    • Gracias por las correcciones. En cuanto a que competencia y monopolio se engendran mutuamente, no coincido. Cuando hay monopolio el precio es determinado por la voluntad del vendedor. Dobb explica bien la diferencia con el precio de producción. También Baran y Sweezy fueron conscientes de la diferencia. Si decimos que la competencia engendra permanentemente monopolio, deberíamos llegar a la conclusión de que el esquema de Marx tampoco era apropiado siquiera para el siglo XIX. En esa época había competencia, que estaría engendrando permanentemente monopolio, de manera que habría que haber establecido dos estructuras de precios, la de precios de producción y la de precios de monopolio. Sí me parece correcto decir que la competencia genera centralización y concentración del capital. Esta es una tendencia que va acompañada de la contratendencia a la aparición de nuevos capitales, etc.
      En cuanto a que hay fases en que la competencia parece ser más aguda, es señalado por varios autores. A principios de siglo XX algunos marxistas registran que la competencia al interior de los países se había atenuado, producto de los acuerdos de precios, pero se había intensificado a nivel internacional. En Bujarin esta visión parece estar muy presente. Este sería uno de los factores que empujaban a la guerra. Aquí hay un punto que me parece que fue bien tratado luego por Giovanni Arrighi. GA explicó la ausencia de guerras interimperialistas (ya van 7 décadas sin nuevas guerras interimperialistas, lo cual no obsta para que algunos sigan diciendo que hay una tendencia inevitable a las mismas porque lo dijo Lenin) por la transnacionalización del capital. En Valor, mercado mundial y globalización me basé en esta idea de GA.

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      rolandoastarita

      08/11/2012 at 09:23

  7. Le agradezco su respuesta. De todos modos, su toma mi enfoque de conjunto, me parece que estamos de acuerdo en explicar la dinámica capitalista por la competencia y no por el monopolio. La frase en cuestión se inspira en el famoso pasaje de ‘Miseria de la Filosofía’ , un texto temprano en que las ideas de Marx sobre economía aún no estaban completamente maduras. Coincido en que centralización y concentración del capital no es sinónimo de monopolio, en el sentido de grandes grupos que fijan precios por acuerdo, de estas tendencias no se desprende una tendencia unívoca al monopolio. Sobre la aproximación de G.A , la conocí a través suyo hace muchos años y siempre me pareció muy buena. El aumento de la porosidad a la penetración de capitales, a partir de la desaparición de los imperios coloniales en la postguerra, parece estar en la raíz del reverdecimiento de la competencia económica a nivel internacional y de la transnacionalización. Bujarín , Lenin, consideraban a la competencia, prácticamente abolida a nivel de las grandes naciones industrializadas, lo que acentuaba la competencia a nivel internacional, pero, precisamente, la estructura de dominio sobre mercados ‘repartidos’ dificultaba el acceso a la competencia económica y la traducía en impulso bélico por el desplazamiento violento del rival. La dislocación de estas ‘barreras’ a cargo de los procesos de emancipación formal en la periferia, serían el basamento del período largo de paz armada al que asistimos desde la Gran Guerra, en que la competencia económica juega un rol de primer orden.

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    AP

    08/11/2012 at 11:29

  8. Para mí queda cada vez más claro que, una determinada situación circunstancial, hizo surgir a la corriente de pensamiento que supuso que la gran concentración de capitales de fines del siglo XIX anunciaba o se correspondía con la etapa senil del capitalismo.

    Esas interpretaciones que contraponen a la ley del valor un superpoder monopolista, van a la vez de la mano con las interpretaciones estancacionistas. La demostración de que no existió tal estancacionismo dá por tierra a la vez con la interpretación «monopolista».

    Hay que señalar que la deriva intelectual «estancacionista-monopolista» se afincó en distintos aspectos de la realidad (hechos objetivos) y también en los deseos revolucionarios (factor subjetivo) de sus mentores.

    También podría señalarse el hecho de que se haya minimizado el factor compensatorio de la centralización de los capitales, lo cual podría tener cierto anclaje en la concepción general de Marx respecto a la centralización/polarización.

    En definitiva, yo creo que no es posible explicar el enorme desarrollo de las fuerzas productivas sino es mediante la explicación de que la ley del valor -para bien y para mal- es el eje central en torno al cual se mueve la producción.

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    Eduardo

    08/11/2012 at 18:39

    • A mi la tesis del monopolio me da un tufo a reformismo increíble, a modo de «¡pongámosle una curita al señor capitalismo que se ha raspado su rodillita!». Puede sonar algo exagerado, pero el monopolio me huele demasiado a fe: «Llegará la hora en que el capitalismo atroz y mezquino caiga por la propia avaricia de sus benefactores, la arrogancia del capitalista será su jinete del apocalipsis».

      ¿A que dan ganas de sacarle el juego así?

      Últimamente he estado leyendo a Immanuel Wallerstein, sobre todo un artículo donde dice parafraseando: «Dentro de alrededor de treinta años no habrá capitalismo, no sé qué sistema será: pero no será capitalismo». Aunque por supuesto, con la misma tirada mitológica del «capitalismo que muere cortado por su propia espada».

      Rolando, ¿usted qué opina de Wallerstein? ¿ha leído su trabajo?

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      Esteban

      11/11/2012 at 04:09

    • Leí a Wallerstein hace muchos años (más de 20), debería repasarlo para profundizar. Tiene planteos muy mecánicos; su enfoque es circulacionista (Brenner hizo una crítica muy buena al circulacionismo de Frank y Wallerstein; la recomiendo. Es «Los orígenes del desarrollo capitalista: crítica del marxismo neosmithiano», Teoría, Nª 3, octubre-diciembre 1979).

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      rolandoastarita

      11/11/2012 at 17:40

  9. Dice Alberto Garzón, diputado de Izquierda Unida (España) en un artículo titulado «Réquiem por la socialdemocracia» (diario digital Público, 9-11-2012):

    Marx, como otros autores clásicos, consideraba que las reglas de juego del capitalismo, y en particular el motor de la competencia, obligaría a las empresas a luchar entre sí incrementando la explotación sobre sus trabajadores. Al fin y al cabo el objetivo de las empresas es mantener o ampliar espacios de rentabilidad, para lo cual es necesario sobrevivir en la selva de la guerra competitiva. Si una determinada empresa se despista y se muestra menos belicosa en esa tarea, por ejemplo subiendo salarios, las empresas rivales pueden tomar la delantera y aprovechar para rebajar sus costes en relación a la empresa en cuestión. Esos menores costes se traducirán en mayores ventas y en consecuencia en mayores beneficios, asumiendo que los compradores prefieren el producto más barato al más caro. Sabedora de este hecho, la empresa tendrá que reaccionar tratando de reducir sus costes al nivel de sus rivales. Es decir, volviendo a bajar los salarios. La amenaza es desaparecer en tanto que empresa.
    Por estas razones apuntadas, Marx y los clásicos consideraban que la tendencia del salario era a alcanzar un nivel de mera subsistencia. La coerción de la competencia llevaría a todas las empresas a alcanzar equilibrios de mercado donde el salario estuviera totalmente deprimido y con ello se mantuvieran condiciones de precariedad absoluta para los trabajadores. Dado que además la coerción de la competencia también obligaba a reinvertir los beneficios empresariales, Marx sumaba a la predicción de los salarios de subsistencia la famosa advertencia de que el capitalismo estaba cavando su propia tumba al aplicarse la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia.
    Pero el desarrollo del sistema capitalista, bajo la tendencia de la concentración y centralización (empresas cada vez más grandes formando monopolios u oligopolios), junto con el ascenso al poder de partidos socialdemócratas y la aplicación de reformas que tenían como objetivo paliar las consecuencias de dicho desarrollo, mostraron una realidad histórica bien diferente a la que Marx había predicho. Las tesis de los revisionistas como Bernstein aparecían triunfantes en la creencia, aparentemente demostrada, de que el capitalismo podía domesticarse para evitar el negro oscuro que predecía el marxismo original.
    Lo cierto es que la emergencia de las grandes empresas formando monopolios consiguió neutralizar la dinámica competitiva que, según Marx, debería haber conducido a salarios de subsistencia para los trabajadores. En un entorno de monopolio no es necesario luchar por reducir los costes laborales y en consecuencia se pueden compartir ciertos espacios de ganancia con los trabajadores si las instituciones, como el Estado, presionan para que así sea. El problema que puede emerger tiene más que ver, como apuntaron los autores neomarxistas (Sweezy, Foster, Magdoff), con la acumulación de ganancias por parte del capital que no puedan encontrar espacios de inversión (tesis del subconsumo). En cualquier caso, en ese marco de falta de competencia, los salarios no tienden hacia niveles de subsistencia. La socialdemocracia y el Estado del Bienestar pueden sobrevivir, si bien a costa de la sobrexplotación de recursos naturales y de los países en desarrollo.
    Sin embargo, entre los ochenta y los noventa la caída del llamado socialismo real y la crisis de las organizaciones de izquierdas condujo a la hegemonía neoliberal y a la puesta en marcha de políticas económicas que promovían la libre circulación de capitales por todo el mundo. Estaba en marcha un nuevo estadio de globalización financiera y productiva, donde la competencia volvía a tener un lugar central en la actividad económica.
    Las empresas de todos los países desarrollados, incluso aquellas que habían mantenido por mucho tiempo sus monopolios, tuvieron que entrar de nuevo en el tablero de la lucha competitiva. Y ese nuevo marco condujo de nuevo a la vigencia de la dinámica propia del capitalismo y, en consecuencia, a la validez de la predicción original de Marx. En todas partes las empresas luchaban por reducir sus costes laborales para poder vencer en una competición que ahora les enfrentaba con empresas de todo el mundo. Este sigue siendo nuestro contexto actual. El llamado capitalismo salvaje o capitalismo sin máscara.
    Este marco de libre competencia mundial trasciende a los Estados y, en consecuencia, anula de facto la capacidad de la socialdemocracia de poder enfrentar esa dinámica a través de la actividad parlamentaria. Es decir, incapacita a las instituciones estatales para domesticar el capitalismo. Cualquier intento de alcanzar a nivel estatal políticas reformistas conduce necesariamente a una pérdida de competitividad de las empresas nacionales, lo que se traduce en mayores tasas de desempleo. He ahí el actual drama teórico y la confusión ideológica de los partidos políticos socialdemócratas en toda Europa, más allá de sus resultados electorales, al tener que enfrentar el dilema de precariedad o paro. Es decir, salarios de subsistencia o desempleo.
    La socialdemocracia tiene que elegir entre aspirar a vencer en la lucha competitiva, aceptando un modelo de sociedad basado en salarios de subsistencia, o mantener nichos reformistas construyendo de nuevo monopolios, bien porque temporalmente domina tecnológicamente a partir de una determinada estructura productiva (modelo alemán) o bien porque introducen medidas proteccionistas que le aíslan de la lucha competitiva (modelo de capitalismo occidental de posguerra).
    En un contexto de globalización financiera y productiva, estadio al que tiende siempre el capitalismo, Marx recupera su vigencia y sus tesis se reafirman. Al capitalismo le sobran, en este contexto, todos aquellos elementos que obstaculizan la posible victoria en una lucha competitiva. Dicho de otra forma, al capitalismo le sobran actualmente los servicios públicos y los derechos laborales. Y ante eso reaparece el viejo dilema de escoger entre un modelo de sociedad bárbaro y un modelo de sociedad alternativo. Y ese modelo alternativo sólo puede constituirse fuera del espacio capitalista, fuera del capitalismo.

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    José Antonio

    09/11/2012 at 10:33

    • Yo pensaba que Garzón era socialdemócrata, al parecer existe una tendencia la gente de izquierda a moverse unos pasitos hacia la derecha para no quedar fuera de cuadro, como el caso de Anguita, que podré admirar mucho al señor, pero está optando por reformismo actualmente con tal de que lo pongan en la TV y no se vean banderas comunistas que asusten a la gente.

      Por cierto, creo recordar que Rolando dijo después de las míticas guerras del copy paste -la gente le pegaba textos enteros sacados de Internet- que no pegaran artículos, basta con poner el enlace y creo que a lo sumo algunas frases significativas o el primer párrafo.

      Saludos.

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      Esteban

      11/11/2012 at 18:08

  10. Me voy un poco de tema, pero quiero ver si Rolando o algún lector me saca una duda editorial. Resulta que después de leer este artículo estuve repasando algunos pasajes del libro de Baran («La economía política del crecimiento») y me preguntaba si mi edición de 1959 no estará obsoleta, si no habría sido objeto de modificaciones ulteriores más o menos importantes (que a menudo se explicitan en los prólogos).

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    Fabian

    10/11/2012 at 17:15

  11. «GA explicó la ausencia de guerras interimperialistas (…) por la transnacionalización del capital.»

    ¿Con «interimperialistas» te refieres a…?

    Afganistan, Irak, Libia y actualmente Siria: ¿qué es eso? ¿Son solamente invasiones por los intereses de los capitales para derrocar gobiernos que no tomen en cuenta sus intereses?

    Me serviría eso para aclarar esa cuestión que me da vueltas en la cabeza desde hace tiempo: es Estados Unidos un Estado propiamente dicho?

    Últimamente me causa la impresión de que es una especie de «pseudoestado» que funge como representante de un cierto tipo de burguesía (burguesía internacional -por llamarle de un modo-).

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    Esteban

    11/11/2012 at 04:22

    • Es el único Imperio realmente existente en la Actualidad. En el Pasado, con la URSS, el juego geopolítico se veía equilibrado: de ahí la necesidad del »rostro humano».

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      Jorge

      11/11/2012 at 11:45

    • Por guerras inter-imperialistas entiendo las guerras entre las grandes potencias. Por ejemplo, cuando se inició la segunda invasión de Irak un grupo trotskista sostuvo que era el primer paso hacia una guerra mundial (uno de sus dirigentes que participó conmigo en una mesa de debate, en Quilmes, sostuvo esta posición). Pronosticaba que se rompían la OTAN y la ONU, y que era inevitable el enfrentamiento entre EEUU e Inglaterra contra Alemania y Francia. Por otro lado, un analista de izquierda, argentino que vive en México, sostuvo que se trataba de un enfrentamiento global, por el cual EEUU buscaba privar del acceso a las fuentes de petróleo a Japón, Alemania y Francia (lo cual hubiera equivalido a una guerra mundial). En otra polémica, esta vez con otro grupo de militantes trotskistas, me acusaron de «revisionista» porque dije que no veía en el horizonte ninguna guerra entre potencias; el argumento de mis críticos era «Lenin lo dijo». Ya expliqué en otro comentario que ni siquiera se ha verificado el diagnóstico «EEUU invade Irak para quedarse con el petróleo, en una operación colonialista».
      Por último, hay una burguesía transnacional, pero no creo que esto lleve, por ahora, a la desaparición de los estados nacionales. Pero esto da lugar a un debate más largo.

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      rolandoastarita

      11/11/2012 at 17:47

  12. No hablo de hacer desaparecer Estados tan pronto, a lo que me refiero es que, por lo visto se está eliminando lo que puede ser algo así como «la última trinchera». Es bien sabido que Irak no tenía el armamento que aclamaba la OTAN, pero igual les dieron pelo. A Gadafi le pasó lo mismo, cada civil que mataban los mercenarios la prensa burguesa nos decía que el gobierno mataba dos y que no era cierto lo anterior.

    ¿Hay algún análisis que englobe eso sin caer en la legitimación moral o de alguna otra índole y teniendo que aceptar que fueron SOLAMENTE rebeliones?

    Un ejemplo para un retrato de Libia es (y lo fue durante la invasión) el blog «http://leonorenlibia.com», que sigo desde que estaba en Blogger.

    Yo no le veo otro asunto más que una especie de cruzada contra la «mala hierba» antes de.

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    Esteban

    11/11/2012 at 18:19

    • De todas maneras el tema Irak es distinto al de Libia. Lo de Libia se relaciona con levantamientos populares en la región contra dictaduras (Túnez, Egipto, Bahrein, Siria, Libia). En Irak no hubo nada semejante.

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      rolandoastarita

      11/11/2012 at 18:38

  13. Rolando, desconozco si has investigado con propiedad del tema, pero si no es así: deberías. Reducir Libia a levantamientos populares me trae recuerdos del argumento «La URSS cayó porque el socialismo no funciona».

    Desconozco también si eres consciente que mientras la prensa aquí nos decía que el gobierno bombardeaba la capital Libia, había reporteros de Telesur y RT demostrando completamente lo opuesto, y sí, no repitiendo lo mismo cada minuto: sino demostrándolo.

    Revolution Busines: http://youtu.be/lpXbA6yZY-8

    Y un enlace aparentemente más dudoso «La verdad detrás de Siria»: http://youtu.be/pCM3gBcpEHU

    Formar una histeria colectiva, para una prensa burguesa y cuasi unánime en cuanto a intereses generales no es nada difícil causar una histeria colectiva.

    Un ejemplo cercano -para mí- fue la histeria colectiva en la administración del progresista Andrés Manuel López Obrador en México D.F. se desató una campaña asfixiante sobre la violencia en la ciudad, obviamente era y es un problema multifactorial, más aún en una capital con un flujo de inmigración mayor al de provincia y aún que no era para prender sirenas: los medios hicieron creer a la gente en pocos días que vivían en un futuro distópico y postapocalíptico.

    Creo que incluso las cifras han subido, y los medios no han vuelto a hacer un alboroto similar, mucha gente sigue pensando que fue pura obra de la misma ciudadanía esa protesta, pero al parecer sólo fue campaña negra para que llegara marcado a las elecciones del 2006.

    Yo no entiendo por qué los economistas tienden a minimizar demasiado los acontecimientos que no corresponden única y exclusivamente a la economía.

    Es gracioso, ¿Por qué no hay muchas notas en la prensa sobre Arabia Saudita :)? Y no hablo de algún lloriqueo de alguna «ONG» que ocupe una nota de dos párrafos y ni siquiera pase de la versión digital de algún diario, hablo del por qué no se le juzga con el mismo rigor que a las otras «dictaduras».

    El hecho de que el gobierno de Gadafi fuera hasta cierto punto autoritario -y no estoy plenamente seguro de ello- no hace que deje de ser ridículamente evidente,que ahí hubo más que una revuelta pequeñoburguesa, y es que a diferencia de Egipto, aquí no se puede hablar de un malestar popular general por una dictadura, pese al lugar común que se repite hasta el cansancio, creo que hay que juzgar mucho más fuerte las fuentes cuando un hace el tipo de análisis que tú haces, pues puedes haberlo hecho bien, pero las fuentes pueden ser poco menos que propaganda en calidad de información.

    Manipular masas es una práctica milenaria.

    Y no, no es conspiranóia.

    Tan siquiera, hay que ver el otro lado de la historia: http://youtu.be/pCM3gBcpEHU

    Al parecer hay un repudio de «dah son pleitos burgueses», creo que minimizas las cosas.

    Puede parecer que estoy desviando el tema, pero creo que es muy importante contar con recursos apropiados para sacar conclusiones.

    Un documental muy bueno es, de John Pilger: The War You Don’t See.

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    Esteban

    13/11/2012 at 17:43

    • Sí, lo estudié y reuní información. Incluso es interesante que un reportero de Telesur, cuando viajó a Benghazi, se convenció de que se trataba de un levantamiento popular contra una dictadura. Gran parte de la izquierda latinoamericana apoya a regímenes dictatoriales, con el argumento del anti imperialismo. Yo estoy en contra de esa posición (es del mismo tipo con los que se justificaban los campos de concentración stalinistas, o el Muro de Berlín). Lo he argumentado largamente en notas. Ubico el levantamiento en Libia contra la dictadura en el marco de movimientos democráticos (al menos en sus impulsos iniciales) que sacudieron a muchos países de la región, Egipto, Túnez, ahora Siria.
      Solo me quedaría por agregar que hoy Libia no ha cambiado cualitativamente su status con respecto a las potencias; esto es, no ha pasado a ser colonia, contra lo que pronosticó buena parte de la izquierda. Sigue siendo un país dependiente, como lo era bajo Gadhafi.

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      rolandoastarita

      13/11/2012 at 18:05

  14. Compañero Rolando. Hace poco estuve leyendo sobre el negocio farmacéutico (En razón de una polémica sobre el lobby de grandes empresas europeas que hicieron fabulosos negocios durante el nazismo) Es un negocio que, si las cifras no están mal, mueve unos 700.000 millones de dólares al año. Existen unas 30 empresas importantes a nivel mundial, pero las 6 o 7 principales (radicadas EEUU y Alemania) acaparan la mayor parte. Estas empresas se benefician de los derechos de patente por 20 años para cada molécula descubierta. Expirado el plazo, pueden ser producidas bajo condiciones de competencia, con un derrumbe estrepitoso de los precios. En el caso inverso, descubrimientos que se empiezan a producir a precios muy bajos, ven a estos subir hasta 20 veces, cuando las ‘big pharma’ adquieren los derechos. En un viejo post le mencioné el caso de ‘Stavudine’ un antiretroviral muy efectivo en el tratamiento del Sida. La molécula fue descubierta en el laboratorio de una Universidad yankee, bajo los auspicios de una multinacional que compromete fondos a cambio de la propiedad de los hallazgos potencialmente lucrativos. Años después que la droga ya estuviera impuesta en los mercados de altos ingresos, el brote epidémico de Nigeria (1.000.000 de enfermos declarados) puso en tela de juicio la utilización monopólica de la droga. El gobierno Nigeriano solicitó la importación a un precio diferencial, lo que fue rotundamente denegado, por lo cual, y bajo la presión internacional que incluyó buena parte de la intelectualidad y estudiantado norteamericano, pudo importar directamente desde laboratorios indios que producían para la ‘big pharma’ en cuestión (cosa que no se sabía y que además se acompañaba de una campaña contra los productos que estos laboratorios producían libremente, diciendo que eran malos o directamente perjudiciales para la salud) A unos diez años del hallazgo, Brasil, violando acuerdos internacionales sobre la propiedad intelectual, empezó a producir la molécula y comercializarla a un precio 30 veces menor¡ Los gigantes farmacéuticos arguyen los altos costos de inversión. Pero es sabido que de la misma, casi un 50% corresponde a marketing y publicidad. Además, los hallazgos son apropiados con un sistema de inversiones en el ámbito público que resulta exiguo frente a las monstruosas utilidades obtenidas. La estructura de costos que declaran está artificialmente inflada, cosa que ha sido denunciada varias veces por especialistas en la materia. Tercerizan producción en mercados con bajo costo de mano de obra (como el antes mencionado) Experimentan drogas en países en crisis ( Ej. Europa del Este a partir de la restauración del capitalismo) donde consiguen conejillos por chirolas. Adonde voy con todo este desarrollo? 20 años, 15 o diez, hasta que la competencia se abre paso parcialmente y luego totalmente, son un plazo largo de sobreganancia por fijación monopólica u oligopólica de precios. Me parece que, por lo menos en esta importante esfera de los negocios capitalistas hay fenómenos monopólicos que merecen ser analizados. No son eternos, pero tampoco tan efímeros. Hay también países no metropolitanos, como México, donde rigen comportamientos monopólicos en esta rama, por lo que, tengo entendido que recientemente (los compañeros mejicanos me pueden corregir) se han votado leyes para abrir la importación y bajar el precio de determinados medicamentos. Que le quiero decir. Estoy convencido de que es la competencia y no el monopolio el alma mater del desarrollo capitalista, competencia a escala de grandes empresas, con alta tecnificación (aunque también hay pequeñas altamente tecnificadas y con mano de obra calificada -en Europa por ejemplo-) cuya productividad es una derivada de su intensidad de capital y obtienen una TG conforme a esta y al mayor valor engendrado. Pero también creo que se generan espacios y lapsos de monopolio (creo que usted le llamó ‘nichos’) para nada despreciables, especialmente en determinadas actividades, que, por supuesto, no pueden sostenerse indefinidamente. No creo que este reconocimiento me encasille en el esquema de la ‘competencia imperfecta’. Como antes dije, el desarrollo de las fuerzas de producción, los incuestionables avances tecnológicos incidentes en el mejor aprovechamiento de la fuerza de trabajo social, la ausencia de barreras infranqueables a la competencia internacional que remiten las guerras mundiales a un futuro indefinido (aunque sea apuntalada por el intervencionismo en los puntos calientes del globo y guerras de ‘baja intensidad’ que han costado más muertos que dos guerras mundiales juntas) son poderosas razones para concluir que la competencia de la mercancía a bajo precio no es cosa del pasado, sino, una realidad pujante y vital. No veo que de ello, tampoco se puedan o deban sacar conclusiones ‘antirrevolucionarias’ por no decir ‘contrarrevolucionarias’ que es el mote que reciben aquellos que se obstinan en blasfemar contra el sagrado ‘dominio de los monopolios’ y el tabú de la ‘inevitabilidad de la tercer guerra mundial’. Pero en fin. Eso ya es otra discusión. Me gustaría saber que opina del ejemplo que le puse y si es equivocado, en que evidencias o estudios podríamos basarnos para desmentirlo.
    Gracias por su paciencia frente a tan controvertido tema.

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    AP

    13/11/2012 at 21:33

    • Cuando se estudia cada caso en particular aparecen múltiples factores que alteran la igualación de la tasa de ganancia entre ramas, o que permiten a alguna empresa, o grupos de empresa, apropiarse de plusvalías por factores extra-económicos. Por ejemplo, acabo de leer una nota en la que se explica que China no deja entrar grandes buques cargueros brasileros para defender a empresas chinas de la competencia. Este tipo de casos existieron a lo largo de toda la historia del capitalismo. Con respecto a los laboratorios, y según me ha explicado alguien que estuvo en el negocio, la guerra de precios se da esencialmente en los genéricos. Con respecto a los costos de producción, entra la difícil cuestión de la investigación y el desarrollo de las nuevas drogas. Esto es parte de la inversión necesaria para la producción.
      En este punto hay una cuestión que no ha sido investigada por los marxistas (tampoco por otras corrientes), que se refiere al valor del producto nuevo. Alguna vez intenté avanzar en esto, pero salvo algunas ideas bastante dispersas, no logré mucho. Busqué en literatura internacional, y lo único que encontré fue un trabajo en inglés de un surcoreano, que tampoco permitía avanzar demasiado. La cuestión es qué determina el valor del producto nuevo. En principio, serían las horas de trabajo y el valor de los equipos empleados en su producción. Pero aquí no siempre tenemos trabajo «socialmente necesario». ¿Cuál era el valor de las primeras máquinas a vapor? ¿De los primeros automóviles, casi experimentales? Una idea (provisoria) que tengo es que en la medida en que los laboratorios de I&D se incorporan a la actividad rutinaria de las empresas, aquí también tienden a imponerse tiempos de trabajo social. Hace años leía que en general las empresas que desarrollan nuevas drogas hacían cálculos promedio de inversiones y tiempos de trabajo promedio necesarios para poner un producto nuevo en el mercado. De todas maneras, la ley del valor se impone a medida que el producto se estandariza, y se comparan tiempos de trabajo promedio. Por supuesto, el problema no se limita a los laboratorios farmacéuticos, ya que afecta a todas las ramas de la actividad. Desde hace tiempo pienso que es uno de las cuestiones que tenemos que investigar. Una última aclaración: tampoco los schumpeterianos tienen una respuesta teórica al problema (en general, no está clara una teoría del valor en esta corriente, según entiendo). A lo sumo, se limitan a hablar de rentas cuasi monopólicas por innovación.

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      rolandoastarita

      14/11/2012 at 08:58

  15. Que tal Rolando, te vengo siguiendo hace tiempo ya y es la primera vez que escribo. Tuviste la oportunidad de leer el libro ‘Crítica del marxismo liberal’ de Juan Kornblihtt? En ese libro se trata, la cuestión sobre el monopolio. Quería saber tu opinión.

    un abrazo!

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  16. Hola Rolando, yo estuve en su ponencia, en México. Soy el brasileño que ha intervenido. Tenemos un blog colectivo: antesdatempestade, estaré re-publicando tus textos allá, como forma de ampliar el debate y hacer llegar al público brasileño, estaré leyendo atentamente tus textos, tengo un artículo que voy trabajar, precisamente criticando algunos elementos que he visto en la exposición. Pero, para no ser desonesto, te lo voy a leer con calma. SAludos. Venancio

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    antesdatempestade

    15/11/2012 at 00:24

  17. Aquí tiene una crítica, bastante interesante, a su teoría «negacionista» del capitalismo monopolista: http://crisiscapitalista.blogspot.com.es/2013/12/monopolios-y-competencia-replica-los.html

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    Juan

    19/12/2013 at 09:55

    • Gracias por el envío, no la conocía. Si tengo tiempo, más adelante es posible que la responda puntualmente. Aquí van algunas observaciones: a) El texto trata de identificar la crítica a la tesis de la prevalencia del monopolio con la teoría burguesa de la competencia perfecta. No dice que la teoría de la competencia imperfecta es igualmente una teoría burguesa, perfectamente asimilable por la «ortodoxia» (basta revisar cualquier manual de macro ad usum).
      b) Jamás sostuve que el monopolio no puede existir porque contradice la teoría del valor trabajo. Tampoco conozco persona que haya usado ese argumento. Lo que sostengo es que la teoría del valor trabajo no puede explicar el precio de monopolio, ya que la ganancia monopólica queda indeterminada.
      c) El texto no dice que no hay teoría del precio del monopolio. No es un problema menor en el análisis del capitalismo. A no ser que comprenda por «teoría» lo que dice el Varian sobre competencia imperfecta.
      d) El texto no dice que entre la competencia perfecta y la competencia imperfecta está la competencia «a lo Marx» (o «a lo Ricardo»).
      e) La crítica pasa por alto un hecho objetivo: las guerras de precios continúan siendo una constante en el capitalismo contemporáneo. Pero con guerras de precios, no hay teoría de competencia imperfecta que valga. No veo que se responda a este problema.
      f) Tampoco responde a una objeción fundamental, que en su momento fue presentada por Shaikh: no hay evidencia empírica de ganancias sistemáticamente más altas en los sectores más concentrados. Semmeler anota lo mismo. Personalmente, durante bastante tiempo traté de probar que existían ganancias sistemáticas más altas en los sectores más concentrados, pero no encontré ninguna evidencia. Y la tesis de que existen ganancias monopólicas es central para la tesis de la preeminencia del monopolio.
      g) La tesis de monopolio suponía que los grandes conglomerados, al dominar el mercado mundial, no permitirían el surgimiento de competidores. No hay manera de explicar con esta visión la aparición de corporaciones multinacionales en los últimos años, incluso del Tercer Mundo, que desplazan de mercados a multinacionales de los países más avanzados. Sucede lo mismo que ocurrió en los años 1970, por ejemplo cuando la United Steel (epítome de monopolio para los Baran y Sweezy de aquellos años) perdía mercado incluso en EEUU, por la guerra de precios de nuevos competidores, incluso algunos de países atrasados (como Corea del Sur).
      h) El texto no explica tampoco cómo pueden surgir la ganancia monopólica si la mayoría de los sectores de la economía están bajo control de monopolios. La ganancia monopólica es la que surge por precios establecidos por encima de los precios de producción (de ahi la indeterminación teórica que señalé antes). Pero entonces la sobre ganancia ocurre por transferencia de valor desde otros sectores. ¿Cómo se puede generar si la producción está dominada por los monopolios? Es un absurdo. Todo esto se vincula con el desconocimiento del mecanismo de generación de plusvalías extraordinarias explicado por Marx, y el significado de trabajo potenciado (y despontenciado) que he discutido largamente en este blog.
      Por último, subrayo que la critica del modo de producción capitalista que se deriva del enfoque que defiendo no pasa por el hecho de que los capitales son demasiado grandes (la típica queja del pequeño burgués, en última instancia reaccionario), sino a la relación capitalista como tal. Apunta también a destacar la centralidad del antagonismo entre el capital y el trabajo. No es casual que la tesis del monopolio haya servido históricamente para desplazar esta centralidad. Por eso, se trata de una discusión teórica, con implicancias políticas.

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      rolandoastarita

      19/12/2013 at 11:25

    • Agregado sobre el punto h): Quiero poner la cuestión más «blanco sobre negro». Supongamos una economía en la cual en todas las ramas principales el 80% de la producción está concentrada en las empresas «monopólicas», que obtienen ganancias monopólicas, según lo piensa la tesis del dominio del monopolio. Dado que la ganancia monopólica representa transferencia de plusvalía desde los sectores no monopólicos, la pregunta es ¿dónde y cómo se genera esa plusvalía? ¿Acaso en las empresas que producen el 20% no monopolizado? Empresas que, además, se supone que son tecnológicamente atrasadas.
      Basta plantear la cuestión para ver que no tiene respuesta lógica desde la teoría del valor trabajo. No es extraño que los teóricos de la competencia imperfecta j0amás puedan explicar cómo surge ese «plus». Los planteos tienen que tener cierta coherencia. Además de poder explicar la realidad (que, como he explicado, la tesis del monopolio no puede explicar).

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      rolandoastarita

      19/12/2013 at 15:20

  18. Rolando, felicitaciones por el blog… Pregunto acerca de un libro que aún no he leído y que creo tiene que ver con el tema. En el caso de que lo hayas leído.. ¿Es «El valor en la concurrencia» de Horacio Ciafardini un intento de explicar el precio de monopolio? (Es llamativo el énfasis que hacen los «PCR» en estas obras de Ciafardini).
    Agradezco cualquier comentario que puedas hacer al respecto.

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    Yon

    26/12/2013 at 00:05

  19. Hola! Se podría ubicar el reciente escándalo de VW en su lucha competitiva con el resto de las compañías automotrices??

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    Carver

    01/10/2015 at 10:16

    • Sí, de conjunto en la industria automotriz se está invirtiendo mucho dinero (según leí en paper de un analista del sector, 83.000 millones de euros anuales, cito de memoria) por la cuestión de las restricciones ambientales, además de investigación y desarrollo del auto ecológico, y otras mejoras. Esto pone mucha presión, porque además hay sobrecapacidad a nivel mundial.

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      rolandoastarita

      02/10/2015 at 11:35


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