Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

El «atrévete a pensar» de Marx y el socialismo

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Hacia el final del Prólogo de la Contribución de la crítica de la economía política, de 1859, Marx se refiere a la actitud a adoptar en la investigación científica. Luego de explicar que sus puntos de vista son el resultado de años de “investigación escrupulosa”, sostiene que “al entrar en la ciencia, así como en la entrada al Infierno, debe formularse esta exigencia: ‘Abandónese aquí todo recelo/Mátese aquí cualquier vileza’ (Dante)”. En esta breve nota presento algunas reflexiones sobre el contenido e implicancias políticas de este imperativo ético que, hasta donde alcanza mi conocimiento, es uno de los pocos que encontramos en la obra de Marx.

Atenerse a la ciencia

Es importante aclarar que cuando Marx se refiere a la necesidad de matar todo recelo, no está diciendo que la investigación deba abordarse con la mente en “tabula rasa”, o desde un enfoque que haga abstracción de valores, o posiciones de clase. Marx está muy lejos del positivismo comtiano, y similares. Así, en varios pasajes se refirió a las limitaciones del pensamiento burgués para indagar la naturaleza de la plusvalía, o los orígenes históricos de la sociedad de clases y del mercado. Además, era consciente de que la indagación científica se hace siempre a partir de categorías y teorías, que delinean las problemáticas a responder y hacen visibles (o no) los objetos de estudio. Por eso, lo que está afirmando Marx en el pasaje del Prólogo de 1859, es que en el trabajo científico hay que dejar de lado intereses subalternos, y seguir lo que nos dicta el estudio de los datos, y el razonamiento. Esto significa no anteponer a la verdad científica la defensa de “verdades de partido”, de dogmas y tradiciones intelectuales, y no subordinarse a los poderes establecidos. Si llegamos a una conclusión, hay que atenerse a ella, y solo modificarla cuando confrontemos otros argumentos lógicos, y consistentes con datos, que sean convincentes. El escritor, o el científico, no debe ocultar sus convicciones porque éstas no agraden a los “jefes”, a las instituciones, o a la opinión pública.

Todo esto parece elemental, pero es lo que muchas veces se deja de lado, por las más diversas razones. En mi vida militante he conocido gente que no se atrevía a sostener tal o cual cosa porque iba en contra de una “verdad” consagrada; por ejemplo, en el marxismo, porque contradecía lo que había dicho alguno de los “padres fundadores”. O personas que temían, y temen, enfrentarse a los líderes de tal o cual partido o movimiento. También hay gente que primero ausculta el “estado de opinión”, antes de animarse a decir lo que piensa sobre alguna cuestión. Es una actitud que muchos mantienen en las más diversas circunstancias Por ejemplo, hay intelectuales de izquierda que están convencidos de que el régimen de Assad está asesinando al pueblo sirio, pero temen cuestionar públicamente el apoyo de Chávez, o Castro, a la dictadura. En algunos casos puede ser simple “vileza” (todo sea en aras de estar “bien considerado”). Y en otros, se trata de cobardía política. Pero nada de esto es ciencia, ni pensamiento crítico.

En la tradición del Iluminismo

La actitud ante la ciencia, a la que animaba Marx, se encuentra en las tradiciones del pensamiento burgués en ascenso, con su llamado a someter al juicio de la razón todo lo existente. En la Enciclopedia de las ciencias filosóficas Hegel escribe que “todas las presuposiciones y prejuicios han de ser abandonados cuando se ingresa en la ciencia”; y agrega que esta exigencia “se lleva a cabo propiamente en la decisión de querer pensar con toda pureza, decisión que lleva a cabo la libertad…” (∮ 78). Hegel no está diciendo que debemos pensar sin categorías previas, sino que hay que pensar con libertad. Para ello, debe haber una decisión de hacerlo. Este ideal de una “investigación científica libre” también es reivindicado por Marx en el Prólogo a la primera edición de El Capital. “Libre” porque el estudioso debe ir hasta el fondo en la indagación, y mantenerse firme en las conclusiones a las que llegue.

También encontramos esta idea en “¿Qué es la Ilustración?”, de Kant. En este texto Kant explica que la Ilustración es la salida del hombre de la minoría de edad, y esta última es la incapacidad de “servirse del propio entendimiento, sin la dirección de otro”. Alguien está en la minoría de edad cuando le falta la decisión y el ánimo para servirse del entendimiento con independencia, sin la conducción de otro. “Sapere aude (“atrévete a pensar”, Horacio) ¡ten valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí la divisa de la Ilustración”. Hay que superar la pereza y la cobardía para pensar por sí mismo, agrega Kant. “Los grillos que atan a la persistente minoría de edad están dados por reglamentos y fórmulas: instrumentos mecánicos de un uso racional…”. Hay que animarse a pensar, a sacar conclusiones, a desafiar “reglamentos y fórmulas”.

Crítica revolucionaria

El llamado a pensar por sí mismo, a someter al propio juicio lo establecido, o lo que viene como “mandato” (del tutor o conductor de turno), tiene consecuencias revolucionarias. Tal vez por este motivo Kant matizó el “atrévete a pensar” con la distinción entre el uso público y privado de la razón (ver el texto citado). Pero en Marx, el atreverse a pensar es clave para la crítica, con sus consecuencias subversivas para el orden burgués. En la “Introducción a la Crítica de la filosofía del derecho de Hegel” escribía: “Cierto es que el arma de la crítica no puede suplir a la crítica de las armas, que el poder material tiene que ser derrocado por el poder material, pero también la teoría se convierte en un poder material cuando prende en las masas. Y la teoría puede prender en las masas a condición de que argumente y demuestre ad hominem, para lo cual tiene que hacerse una crítica radical. Ser radical es atacar el problema por la raíz. Y la raíz, para el hombre, es el hombre mismo. (…) La crítica de la religión desemboca en el postulado de que el hombre es la suprema esencia para el hombre, y por consiguiente, en el imperativo categórico de echar por tierra todas aquellas relaciones en que el hombre es un ser humillado, sojuzgado, abandonado y despreciable…”.

Es la crítica para mover al ser humano “a pensar, a obrar y a organizar su sociedad como hombre desengañado que ha entrado en razón, para que sepa girar en torno a sí mismo y a su yo real”. Quitar las cadenas, liberar el pensamiento y que “broten flores vivas”. Pero no puede haber flores vivas del pensamiento donde hay discurso monocorde, donde “los jefes” piensan, y deciden, por todos. Es por este motivo que Marx critica al “comunismo tosco”, en tanto éste “niega siempre y donde quiera la personalidad humana” (véase los Manuscritos económico-filosóficos de 1844). Pero no se trata de reivindicar la personalidad para caer en el individualismo, sino como fundamento de un hombre social, desplegando sus capacidades en un mundo social. Si no hay desarrollo del pensamiento libre, caeríamos en una sociedad en la que se anularía la existencia subjetiva. Y el objetivo es “una sociedad pensada y sentida”, conformada a partir de la actividad consciente de los que producen y se organizan a sí mismos. Por esto, “debe evitarse, sobre todo, volver a plasmar la ‘sociedad’ como abstracción frente al individuo” (ídem).

Atreverse a pensar y conducciones “estratégicas”

En tiempos en que tanto se habla de animar a la juventud a la militancia política, tal vez no esté de más contraponer esa exhortación a pensar por sí mismo, con la lógica de las conducciones de tipo stalinista, o bonapartistas-nacionalistas, o combinaciones de éstas. Dado que en otras notas de este blog me he referido a la lógica stalinista, en lo que sigue me baso en la relación líder/movimiento del peronismo. Lo central que quiero destacar es que se trata de una misma mecánica de fondo, consistente en eliminar la diferencia de pensamiento en lo que importa, en el pensamiento acerca de las estrategias y los problemas de fondo. José Pablo Feinmann resume bien esa lógica: el punto de partida es que el conductor es el estratega que conduce al conjunto de las fuerzas. En este encuadre, las líneas tácticas tienen que aceptar esa conducción estratégica, la cual totaliza desde un esquema de poder. Para que todo esto sea digerible, la imagen de la guerra es muy conveniente. Escribe Feinmann: “En la conducción de la guerra no hay la libertad que Sartre encuentra en la praxis dialéctica. Perón asume la estrategia jerárquica del conductor. Él es quien decide cuándo totaliza, o cuándo no, a qué línea táctica otorga prioridad, cuál avanza, cuál retrocede, y hasta cuál muere por no tener ya el respaldo, el reconocimiento de la conducción estratégica. El conductor asume el papel de la astucia de la razón hegeliana” (Peronismo. Filosofía de una persistencia argentina, I, p. 109).

Más claro, imposible. Estamos en guerra (y dado que siempre habrá conflictos, siempre estaremos en guerra), y por lo tanto no existe la “libertad de la praxis dialéctica”. Dicho en lenguaje llano, aquí desaparece el “atrévete a pensar”, o cualquier estímulo a desarrollar la capacidad crítica frente a “la conducción”. De hecho, ahora todo pasa por convencerse de que el Jefe (o la Jefa, porque no somos machistas) encarna la “astucia de la razón”, que nos llevará a la tierra prometida de la liberación “nacional y social”, sin importar cuán extraños y paradójicos nos parezcan los caminos elegidos. Y a partir de aquí, nos tragamos cualquier “sapo” (llámese Insfrán, Boudou, Barrick Gold, lumpen enriqueciéndose sin límite, etc.). En lugar de gente que está pensando por sí, se promueve la aceptación pasiva de la conducción “estratégica”. Hay un abismo entre esto, y el proyecto del marxismo; al menos, del proyecto “a lo Marx”. Es que la crítica de la explotación, y la denuncia del ser humano que es dominado por poderes que no domina, implica un proyecto de sociedad distinto de raíz de lo que promueve la visión burocrática del “alguien piensa lo estratégico por ustedes”. Inducir a la juventud a adherir a esta última perspectiva, bajo la excusa de “promovemos la militancia cuestionadora”, es puro cinismo. La realidad es que hoy, desde las esferas del poder, se promueve la adhesión pasiva a una sociedad asentada en la explotación, y en la degradación de millones de seres humanos.

En conclusión, no estamos ante diferencias “tácticas”, o de política coyuntural, sino de fondo, ideológico-estratégicas. La sociedad capitalista conduce al extrañamiento del ser humano, a la mutilación de sus potencialidades. El hombre no está consigo mismo en su trabajo, ni se reconoce en el producto de su labor, porque es explotado y depende de un poder que le es ajeno y extraño. Pero este extrañamiento también se da en la política, y en todas las otras esferas. Por eso, la crítica militante real es la crítica a este mundo de la enajenación, de explotación y humillaciones sin fin. Es la crítica a la propiedad privada del capital, al dominio del mercado y del Estado burgués, y a la civilización burguesa que se levanta sobre la explotación. Frente a la aceptación pasiva de las “conducciones establecidas”, el “atrévete a pensar” será la piedra sobre la que se levante una militancia socialista, crítica y libre.


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El ‘atrévete a pensar’ de Marx y el socialismo

Written by rolandoastarita

03/09/2012 a 18:26

42 respuestas

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  1. Adhiero. Desde hace un par de años se nos interpela cotidianamente para reconocernos en algún campo. Se puede ser kirchnerista o gorila, liberal o populista o socialista, mitrista o revisionista, nacional o cipayo, o se está con las corporaciones anti-patria. No mucho más.
    Una corrección: el texto dice Juan Pablo Feinmann, y es José Pablo.

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    Carlos R. Belotti

    03/09/2012 at 19:04

  2. Compañero Rolando. Un excelente planteo. Partiendo del supuesto que la libertad es conciencia de la necesidad, ser libre requiere de sabiduría profunda, experiencia, carácter y pasión por la verdad, algo que, en el desarrollo actual de la sociedad es una virtud de élite. Por eso Luis Franco decía que si el pensamiento libre nació en este suelo, todavía se entretiene con un sonajero. Lograr que los intereses de clase no se interpongan con la ciencia solo es dado a una clase revolucionaria. Pero, a su vez, la clase revolucionaria debe moldearse conforme al pensamiento científico adecuado, que, en materia social, se cimienta en las piedras angulares asentadas por el marxismo, sin el cual, su tendencia a la libertad se perderá por el camino. No podemos suponer que la mera rebeldía logrará el desafió al anquilosado pensamiento dogmático, a las verdades sagradas o a los líderes infalibles. Su exigencia es una apelación al ejercicio de la razón desinteresada, para la cual la mente humana está facultada si logra sobreponerse a sus taras y es fecundada por la educación y el método crítico. La comparto. Hay que luchar por que así sea y dando el ejemplo.

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    AP

    03/09/2012 at 21:51

  3. Estimado Astarita,
    Otra excelente nota suya, que se viene a sumar a los tres artículos sobre la economía argentina, a la crítica de Kohan y Holloway y al análisis del peronismo de izquierda. Hay en todas las notas un gran rigor intelectual y un análisis sin los clásicos tabúes que oscurecen la reflexión en Argentina. Sus notas merecen una mayor difusión. Le pido permiso para difundirlas entre mis contactos personales y para enviarlas a algunas redes.

    Saludos cordiales

    Alejandro TEITELBAUM

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    Alejandro teitelbaum

    04/09/2012 at 05:24

    • Gracias por los elogios y el aliento. Por supuesto, puede pasar los textos libremente. Saludos, Rolando

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      rolandoastarita

      04/09/2012 at 08:55

  4. Estoy convencido de que la «ciencia» también es «ideología».
    Muchos marxistas y marxianos de tradiciones ideológicas disímiles coinciden en la separación entre «ciencia» e «ideología» (entre estos, Althusser). Pero la ciencia es una ideología más. Hace poco releí «Lenin filósofo» del astrónomo y dirigente en la década de 1920 del partido holandés de la III Internacional Anton Pannekoek. Es un libro que recomiendo leer con atención, pues en su crítica al libro «Materialismo y empiriocriticismo» de Lenin (una exposición presentada por el ruso como «teoría del conocimiento» marxista), demuestra cómo Lenin, imbuido de creencias y prejuicios, hace pasar por «ciencia» lo que es pura «ideología» (Lenin, que solía escribir sobre todo lo humano y lo que le es ajeno también, es calificado por Pannekoek como «materialista burgués», y es presentado como un ignorante en cuanto a «ciencia» dura se refiere: cuando Lenin defiende en el terreno de la física, por ejemplo, la noción de «tiempo absoluto» cuando Einstein (y pronto la comunidad «científica» le dio consenso) ya había postulado la «relatividad del tiempo»). El libro permite cuestionar, de paso, si la ciencia es algo completamente diferente a la ideología.
    Es un tópico para debatir extensamente, pero viene a cuento del «imperativo ético» señalado por Astarita con relación a Marx y las investigaciones «científicas».
    Saludos,
    Fernando.

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    Fernando

    04/09/2012 at 14:02

    • Una cosa es que la ciencia no esté absolutamente libre de ideología, y otra cosa es que la ciencia no sea más que un caso de la ideología, como decís vos. Si esto último fuera verdad, no se vé qué sentido podría tener hablar de «ciencia» como algo específico. De paso, conviene hacer notar que, al llegar a un punto de sus propias indagaciones filosóficas, el propio Einstein tomó distancia de Mach y Avenarius (los pensadores idealistas -brentanistas- que Lenin critica en su «Materialismo y empirocriticismo»). Estoy de acuerdo, sin embargo, en que no debe tomarse esa obra de Lenin como una referencia sólida en lo que hace a la concepción marxista (dialéctica) del conocimiento científico. Incluso podría considerarse que, más allá del justificado combate ideológico contra el brentanismo, allí Lenin no asume el «aude sapere» marxiano, sino que más bien parece arredrarse frente al desafío de enfrentar lo que no puede ser comprendido partiendo de nociones familiares.

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      Vico

      04/09/2012 at 15:02

  5. La crítica de Pannekoek a Lenin está lejos de demostrar gran cosa. A mi modo de ver, lo interesante de «Materialismo y empiriocriticismo» es la reivindicación del concepto de verdad sin el cual se cae en la reducción sociologísta más simple. De hecho, detrás de la ecualización de la ciencia y la ideología se esconde la reducción sociologista. Puesto que toda ciencia es producto de la sociedad y la sociedad está formada por grupos enfrentados, la ciencias ha de responder a esa dialéctica de grupos enfrentados. Pero esto sólo es cierto en aquellas ciencias que tengan en su campo de estudios a esos sujetos enfrentados, es decir, las llamadas ciencias sociales, pero no en el resto. Aunque toda ciencia sea, por génesis, social e histórica, llega por sus procedimientos a resultados que desbordan ese mismo origen social e histórico. Es absurdo pensar que la Geometría de Euclides es una Geometría «esclavista». Sin duda lo fue en su origen pero sus resultados, es decir, las relaciones que llegó a establecer Euclides -y sus seguidores- con su praxis demostraron no ser reducibles a la sociedad esclavista. A esto es lo que los soviéticos llamaron «reflejo», que no se nos olvide, según Lenin es una conexión entre partes o con más precisión, la capacidad que tiene unas partes de reproducir su estructura en otras. Por eso Lenin afirma que el «reflejo» es una propiedad de la materia, es decir, más que la imagen del espejo, Lenin tendría la imagen de la huella en la arena o de dos bolas de billar que choquen en la que una comunica su movimiento a la otra «reflejando» la primera en la segunda la estructura de su mismo movimiento. Estos dos ejemplos, el de la huella y el del billar son los que precisamente usaban los soviéticos para explicar la idea de reflejo, que en la tradición rusa conecta con el psicólogo Sechenov, citado explícitamente por Lenin con admiración.

    Rolando Astarita ha detectado muy bien el vicio de las corrientes de izquierdas. En vez de discutir sobre si algo es verdad o mentira, se discute si es burgués u obrero. Pero lo segundo es un juicio sociológico, que puede ser cierto, iluminador o interesante, pero no dice nada sobre la verdad a no ser que supongamos -metafísicamente- que los proletarios por el mero hecho de serlo están en posesión de la verdad. Cualquier racionalista estaría de acuerdo en negar que existan grupos que tengan un camino privilegiado para la verdad y en Marx está clara la diferenciación entre el nivel sociológico o socioeconómico y el gnoseológico o epistemológico. Como decía Platón, tu verdad vale lo que valen tus argumentos, y lo mejor que se puede decir a favor de la Teoría laboral del Valor es que es verdadera y hay argumentos para mostrar y demostrar su verdad. Es precisamente por ser verdadera por el que el carácter burgués de las otras teorías quedan de manifiesto. Por algo Marx dedicó toda su vida a estudiar el capitalismo y criticar la Economía política. Para saber que los economistas eran en su mayoría burgueses no le hacía falta dedicar su vida. Para mostrar que estaban equivocados sí.

    Un cordial saludo y enhorabueno Rolando por tu blog que sigo desde hace unos meses.

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    José Ramón Ecken

    04/09/2012 at 19:55

    • Hace ya tiempo colgué esta nota en el blog sobre la opinión de Michio Kaku, un físico de EEUU, acerca del libro de Lenin de crítica a los «constructores de dios». Cuando leí a MK me llamó la atención su reivindicación del texto de Lenin, porque durante muchos años pensé que un físico moderno lo rechazaría.

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      rolandoastarita

      04/09/2012 at 21:50

    • «Materialismo y empiriocriticismo» fue una obra en un contexto de polémica de Lenin contra cierta ala del bolchevismo que tomaba a Mach y a Avenarius como referencia filosófica. No fue un texto dirigido a encontrar una verdad científica. Sin embargo, tiene razón Pannekoek en que en ese texto se puede ver la distancia entre el materialismo de Lenin y el marxismo. Y Pannekoek va más lejos que calificar al materialismo de Lenin como burgués, sino que explica el por qué con las condiciones sociales en Rusia y el carácter jacobino que adquiere el bolchevismo.
      Quien quiera leer «Lenin filósofo»:
      https://www.marxists.org/espanol/pannekoek/1938/lenin/index.htm

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      Danilo Castelli

      21/08/2015 at 00:49

  6. Astarita da en el clavo al plantear la necesidad de “atreverse a pensar” y de hacerlo con rigor científico. Es una cuestión de absoluta actualidad frente a la confusión ideológica dominante.

    Estudiar el funcionamiento del capitalismo, como cualquier otro estudio de un fenómeno social o natural, exige una teoría, un instrumento epistemológico o método de conocimiento adecuado que permita examinar los hechos a fin de poder abstraer de los mismos sus rasgos esenciales, sus regularidades, hasta lograr reconstruir en el pensamiento esas “múltiples determinaciones” en una unidad, en “lo concreto pensado”, como lo llamó Marx.
    (Véase Introducción a la crítica de la economía política, 1857, Cap. III, El método y Grundrisse, Tomo I, Introducción, par. 3: El método de la Economia Política).
    Marx también escribió sobre su método en Miseria de la Filosofía (1847), Capítulo II, La metafísica de la economía política- El método y, junto con Engels, en La sagrada familia, (1844), Capítulo V, párrafo II, El misterio de la construcción especulativa).

    Ese es un proceso permanente, pues ese “concreto pensado” requiere un “feedback”, una realimentación permanente a través de su verificación en los hechos mediante la práctica. Lenin en Materialismo y empiriocriticismo y en los Cuadernos Filosóficos continúa el enfoque epistemológico de Marx. Véase de Ariane Díaz, Lenin y la teoría marxista del conocimiento. Septiembre de 2008, en Contrainformática.
    Fernando, en su comentario, “demuele” a Lenin un poco rápidamente cundo dice que “defiende en el terreno de la física, por ejemplo, la noción de “tiempo absoluto” cuando Einstein (y pronto la comunidad “científica” le dio consenso) ya había postulado la “relatividad del tiempo”)”. Sin pretender entrar en un debate (siempre abierto) sobre el tiempo, el hecho de que Einstein haya dicho que el tiempo no transcurre en forma igual para observadores distintos podría no excluir la noción de un tiempo absoluto.
    Marx, Engels y Lenin no dijeron la última palabra en materia de ciencias duras (en realidad, no hay “última palabra”), pero el rigor de su metodología les permitió estar muy avanzados para su época en esas materias.

    La moderna neurociencia confirma el enfoque marxista leninista cuando demuestra que el cerebro humano está “equipado” para realizar las operaciones que describe Marx en el Capítulo III de la Introducción a la crítica de la economía política: percibir, observar, abstraer seleccionando entre los múltiples aspectos del objeto sus rasgos esenciales y regularidades y reconstruir en la mente el concepto, la idea del objeto, lo “concreto pensado”. Véase, Jean-Pierre Changeux, El hombre de verdad, (Fondo de Cultura Económica, 2005) en particular el Cap. VII , La investigación científica en la búsqueda de la verdad, último párrafo del punto 2). Según Changeux, “la historia de las ciencias refleja un movimiento dialéctico de ida y vuelta entre esas dos posiciones [empirista y racionalista]…Esos dos modos de aprehensión del mundo exterior ofrecen analogías con los procesos ascendentes y descedentes que se desarrollan simultáneamente en el cerebro durante la exploración del mundo: de los órganos sensoriales a los “procesadores”, luego al espacio de trabajo conciente (bottom up), a la inversa , del espacio del trabajo conciente a los “procesadores” (top down ) . En el primer caso, la prioridad (pero no la exclusividad) corresponde a los sentidos, teniendo como límite la ilusión sensorial. En el segundo, la teoría domina el proceso, con todos los riesgos que representan la imaginación incontrolada y el dogmatismo. El procedimiento científico, el camino hacia la verdad, se encuentra sin duda en el equilibrio inestable entre esos dos movimientos”.
    Este método de conocimiento se basa, entre otras cosas, en la aplicación de las reglas de la lógica formadas en el curso de la historia mediante la observación de la naturaleza y de sus regularidades, reglas que cambian y se perfeccionan con el “input” de nuevas observaciones, incluida la investigación científica.

    Escribió al respecto Eli de Gortari, lógico y filósofo de la ciencia mexicano: “…la lógica, como ya hemos dicho, se ocupa de encontrar en el proceso mismo de la actividad científica, las formas y las funciones con que se procede, para desarrollarlas sistemáticamente y convertirlas así en instrumentos más eficaces para la propia investigación científica” (Eli de Gortari, Lógica general, Edit. Grijalbo, México, 1965, pág. 15).
    Dicho de otra manera: hay una interrelación necesaria, permanente y enriquecedora entre el método de investigación y el proceso y el objeto de la investigación.
    Y “lo concreto pensado” son las leyes científicas y, más generalmente, las categorías. “Por su carácter general –dice Gortari (op.citada, pág 74)- las categorías constituyen los elementos del sistema que sirven de estructura al conocimiento científico. Este sistema formado por las categorías es flexible y eminentemente dinámico, porque sus elementos se transforman dialécticamente sin cesar. El avance del conocimiento hace que se multipliquen ininterrumpidamente las categorías para caracterizar definidamente las nuevas manifestaciones de lo existente”

    De modo que para darle coherencia en una visión global y objetiva de la sociedad actual es indispensable utilizar como instrumento de análisis el método dialéctico materialista de Marx y las principales teorías que elaboró estudiando la economía capitalista: el valor, el valor de uso y el valor de cambio, la concentración capitalista, las crisis, la reproducción ampliada como una necesidad inherente al sistema, la plusvalía en tanto teoría de la explotación capitalista, etc.
    La pertinencia del enfoque metodológico del materialismo dialéctico la han comprobado una y otra vez en su práctica los mejores e intelectualmente honestos investigadores en biología, en neurobiología, en física cuántica y en otras ciencias, “duras” o “blandas”. Ya sea que se hayan pronunciado o no explícitamente a favor de dicha metodología. Eso no obsta para que economistas, filósofos, biólogos, físicos, etc., se declaren contrarios al método materialista dialéctico, a veces guardando las formas académicas y otras con un estilo casi panfletario. En general sus escritos son la prueba de una lectura superficial, parcial y/o sesgada de los trabajos de Marx y presentan una versión caricatural de los mismos, lo que les permite “refutarlos” doctamente. Son personajes muy conocidos porque son regularmente citados en los medios especializados o de vulgarización. Queda por saber si su renombre se basa en la calidad de su producción intelectual o en la mediatización de que gozan.

    La razón del rechazo del materialismo dialéctico en el estudio de la economía y otras ciencias sociales es evidente: no querer admitir que el capitalismo y el mercado no son eternos y son sólo una etapa en la historia de la humanidad. Ya Marx se refirió a este rechazo del materialismo dialéctico en el Epílogo a la Segunda edición alemana de El Capital (Londres, 24 de enero de 1873) :

    « En su forma mistificada, la dialéctica [hegeliana] estuvo en boga en Alemania, porque parecía glorificar lo existente. En su forma racional, [la dialéctica] es escándalo y abominación para la burguesía y sus portavoces doctrinarios, porque en la intelección positiva de lo existente incluye también, al propio tiempo, la inteligencia de su negación, de su necesaria ruina, porque concibe toda forma desarrollada en el fluir de su movimiento, y por tanto, sin perder de vista su lado perecedero, porque nada la hace retroceder y es, por esencia, crítica y revolucionaria».

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    Alejandro teitelbaum

    05/09/2012 at 07:08

  7. Algunas particularidades acerca de la nota. Sobre la existencia de imperativos éticos en Márx. Siempre estuve convencido de que existen, aunque se aplican a tendencias reales de la sociedad con final abierto. Pero hubo cierta ambiguedad que prestó alas al pensamiento mecanicista. Por ejemplo, cuando Márx habla de inevitabilidad, como se encargó de aclararlo desde ‘La ideología alemana’ se está refiriendo a una tendencia de desarrollo inevitable y no a una finalidad teleológica fatalmente determinada. Aún así, subyace en muchas de sus conclusiones algún rastro de especulación. Si se toma la carta de Márx a Engels (que este luego reproducirá casi textual en Der Beobachter) del 7 de diciembre de 1867, allí encontramos un modelo para la crítica de su propia obra: ‘Cuando el autor demuestra que, desde una perspectiva económica , la sociedad actual está grávida de un tipo social nuevo y superior, no hace más que revelar, desde el punto de vista social, el proceso evolutivo mostrado por Darwinen el dominio de la historia natural… En cambio, la tendencia subjetiva del autor -impuesta tal vez por su posición política y su propio pasado- es decir, la manera según la cual se representa a si mismo o presenta a los otros, el resultado final del movimiento actual, no tiene relación con su análisis real. Si se pudiera entrar en los detalles, sin duda se podría mostrar que su análisis ‘objetivo’ refuta sus propias fantasías ‘subjetivas’.
    ¿Ironía? Seguramente. Pero también reconocimiento de la incertidumbre que da pábulo a la vena ética. Como dice Rubel: ‘La investigación empírica de los fenómenos sociales e históricos se corresponde, en la esfera de los valores éticos, con la elección de los instrumentos inmediatos que puedan servir a una finalidad lejana, pese que la exigencia fundamental de esta ética requiera la inmediatez del fin y del medio en la conciencia de la praxis revolucionaria: El hombre no puede asumir nuevas servidumbres en problemático beneficio de matamorfosis imprevisibles. El hombre de Márx asume la finalidad histórica que elige a sabiendas según una interpretación sociológica de la historia: se rehúsa a someterse los imperativos categóricos que podrían proponerle ocasionales salvadores providenciales.’
    En esto último se resume la cuestión. La posibilidad de ser libre existe y el socialismo es un porvenir posible hacia el que apuntan poderosas fuerzas materiales. En otras palabras: De ti depende. De tu ideal, de tu voluntad, siempre y cuando operen conforme el análisis racional de la realidad que te circunda y las posibilidades que ofrece.
    En otro tópico. Su análisis, Rolando ataca aspectos que han hecho estragos en la militancia. Dogmatismo. Culto a los líderes. Seguidismo a los jefes y a las figuras investidas de cualidades providenciales. Con particularidades, es una matriz que afecta a todos los partidos y movimientos. Estamos muy lejos de que eso sea superado. Por más que usted se haya referido a estalinistas y nacionalistas ‘de izquierda’ afecta, por más que nos duela, a trotskistas, comunistas de izquierda y hasta a anarquistas. Es el producto de la debilidad en la fundamentación científica de los análisis de la realidad y por sobre todas las cosas del brutal atraso cultural y político. Los individuos, en el mejor de los casos, acopian conocimientos técnicos, pero en el plano social no ejercitan inteligencia ni acumulan saber. A ello se suma la presión embotadora de la propaganda del régimen y el hedonismo consumista que esteriliza el pensamiento creador y abocado a la satisfacción moral que brinda la conciencia y el ideal. En los partidos revolucionarios no se hace lo suficiente para romper con esta determinación social de la ignorancia. Con una fracción ‘altamente politizada’ basta y la masa militante seguirá a los líderes por la línea del menor esfuerzo intelectual y el mayor esfuerzo manual. Los partidos burgueses son meros aparatos en que no solo no se hace los suficiente, sino, exactamente lo contrario. Se requiere de una masa de maniobra embaucada con promesas y engaños o directamente contratada. Renglón aparte merece la ‘politización’ K. Es una acción digitada desde el estado para implantar mitos e instilar mentiras prefabricadas y convenientemente disfrazadas para parecer verdad ante el sentido común. No hacen más que seguir el manual de su líder, en versión aggiornada al tropel de trepadores cínicos y demagogos de cuarta que caracteriza el actual movimiento. Perón se definía como ‘conductor’ de oficio. Decía que había que delegar todo para generar la impresión de decisión colectiva, manteniendo en las manos del núcleo las decisiones que verdaderamente importan. Se jactaba de ‘sembrar’ ideas o hacerlas correr subrepticiamente, para que luego, algún alcahuete, o devoto convencido con alma de siervo, se las trajera, haciéndose su voluntad sin que lo sepa, para , en sus adentros, mofarse del pobre infeliz. Es lo que estos crápulas hacen con mucha gente que hace un dios de su propia sombra. Para que este ciclo fatal de obediencia y eterna servidumbre se rompa, hay que demostrar a millones cual es la verdad y hay que lograr que miles se formen como cuadros revolucionarios y no como simples trabajadores manuales de la política.
    Gracias.

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    AP

    05/09/2012 at 21:48

  8. Rolo, veo una contradicción entre estos dos párrafos de tu artículo.

    1. «Es importante aclarar que cuando Marx se refiere a la necesidad de matar todo recelo, no está diciendo que la investigación deba abordarse con la mente en “tabula rasa”, o desde un enfoque que haga abstracción de valores, o posiciones de clase.»

    Y este otro:

    2. «…lo que está afirmando Marx en el pasaje del Prólogo de 1859, es que en el trabajo científico hay que dejar de lado intereses subalternos, y seguir lo que nos dicta el estudio de los datos, y el razonamiento. Esto significa no anteponer a la verdad científica la defensa de “verdades de partido”, de dogmas y tradiciones intelectuales, y no subordinarse a los poderes establecidos. Si llegamos a una conclusión, hay que atenerse a ella, y solo modificarla cuando confrontemos otros argumentos lógicos, y consistentes con datos, que sean convincentes.»

    En el primer párrafo, sostenés que para Marx la investigación no debe abstraerse de valores o posiciones de clase. En el segundo párrafo (con el cual adhiero), sostenés lo opuesto: hay que dejar de lado intereses subalternos; no anteponer a la verdad científica, verdades de partido.

    Son dos actitudes contradictorias, en el primer caso se sostiene que no deben abstraerse valores y posiciones de clase (léase: que no deben dejarse de lado los intereses de clase) y en el segundo caso que si deben abstraerse… intereses (subalternos).

    Para que desaparezca la contradicción entre ambas proposiciones es necesario identificar en forma absoluta «intereses de clase» con «verdad centífica», y por el contrario, oponer «intereses de clase» con «intereses subalternos» y «verdades de partido».

    Pero aún sin se consideraran polos opuestos, entonces habría que concluir que, según Marx, a la verdad científica sí podrían oponérsele «posiciones o intereses de clase», a menos que se suponga -y hay que hacer entonces una segunda salvedad- la existencia de una unidad indisoluble entre intereses de clase y verdad científica (lo cual considero incorrecto).

    Saludos.

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    Eduardo

    05/09/2012 at 23:52

    • Hace ya muchos años, cuando militaba en una organización de izquierda, conocí a un militante, que escribía en una revista que sacábamos por entonces,quien me decía que él no tenía problemas en mentir u ocultar información si eso era necesario para defender la línea política o el programa. «Soy un escriba del Comité Central», me decía, y me criticaba porque yo no estaba de acuerdo con hacer lo mismo. Como reproche me decía: «la gran diferencia que tengo con vos es que vos querés escribir lo que opinás que es cierto, sin preocuparte si coincide o no con la línea del partido». El cargo de «individualista» iba inevitablemente asociado a su crítica. Me impresionó tanto su sincero cinismo (permitime este oximoron), que todavía hoy, pasado un cuarto de siglo, puedo recordar casi textualmente aquel diálogo. Cuando escribía la nota, lo tenía presente.
      Yendo ahora a la cuestión que planteás, podemos decir que la posición de clase fue un obstáculo para que incluso los mejores pensadores de la economía clásica llegaran a la comprensión de la plusvalía. Por eso podemos decir que es una condición necesaria romper con la posición de clase para indagar en el proceso de generación de la plusvalía. Hay aquí un límite que muchos no quieren atravesar. Esta posición también es muy importante en los problemas y cuestiones que nos proponemos estudiar. Pero esto no significa que debamos defender una posición determinada porque «es una posición de clase» (o una supuesta posición de clase). Si llegamos a una conclusión que contradice (o parece contradecir) esa «posición de clase», tenemos que mantenerla, a menos que se nos demuestre que esté equivocada. Ahora bien, aquí entra el «escriba del CC» y nos acusa de ser cientificistas, individualistas pequeño-burgueses, «objetivamente» enemigos del partido, etc. ¿Qué respondo? Simplemente que la crítica socialista no puede fundarse en ocultar datos, o falsear razonamientos. Es por esta razón que pienso que la defensa de una posición socialista y la falta de rigor científico se dan de patadas. Aunque lo inverso no se cumple, ya que de la adopción de una postura socialista no se deriva necesariamente una posición científica.
      Todo esto puede parecer un poco abstracto, pero tiene consecuencias políticas importantes. Doy un ejemplo: durante muchos años (y todavía hoy) muchos socialistas han interpretado que la ley de la acumulación planteada por Marx en El Capital implicaba que la clase trabajadora, a nivel general, debía ser cada vez más pobre en términos absolutos. Esto se consideraba una «verdad de partido», al punto que se acusó de «apologista del capitalismo» al que la negaba. Por otro lado, es interesante recordar que Bernstein acusaba a Marx de falsear la realidad (había mejorado el nivel de vida de las masas) porque también se habría atado al «dogma» que decía «aumenta la miseria absoluta». La realidad es que Marx no había planteado las cosas de la manera que decía Bernstein. Pero el problema es muchos pensaron que la manera de defender al socialismo era negar los datos que presentaba Bernstein. Y de esta manera, lo único que lograron fue debilitar la crítica al capitalismo. Es una actitud que sigue hoy. Subrayo que este tipo de defensas debilitan la posición del socialismo. Y esto sucede simplemente porque no explican lo que sucede. Por lo tanto, no son creíbles, y la crítica no puede penetrar en las masas. No es que «la verdad» coincida con el socialismo por algún mandato divino, o establecido a priori. En consecuencia, nos atenemos a lo que nos dicte la investigación, y a partir de esto sacaremos las conclusiones políticas que correspondan.

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      rolandoastarita

      06/09/2012 at 10:14

    • Rolo, humilde y respetuosamente, me parece que todavía te quedás corto en tu respuesta.
      Te señalaba en mi anterior entrada que notaba una contradicción en tu explicación, ya que presentabas en pie de igualdad dos proposiciones que para mi eran opuestas. En tu respuesta pareciera que te inclinaras más por la segunda proposición (en el trabajo científico hay que dejar de lado todo interés) que por la primera (no se debe dejar de lado el interés de clase); es decir, pareciera que acordaras con mi aserto, pero así y todo, me parece que no terminás de liberarte del todo de aquello «que piensa u ordena el Comité Central»… ¿Por qué digo esto? Creo que lo que estoy diciendo se manifiesta en este pensamiento:

      «…pienso que la defensa de una posición socialista y la falta de rigor científico se dan de patadas… lo inverso no se cumple, ya que de la adopción de una postura socialista no se deriva necesariamente una posición científica».

      Para ser rigurosamente científico, me parece que te faltó decir que tampoco se cumple necesariamente lo inverso de la segunda proposición: «de una posición científica no se deriva necesariamente una postura socialista».

      Es decir, que no solo una defensa cerrada de posiciones socialistas deja de lado el rigor científico, sino que también es posible apriorísticamente que el rigor científico se de de patadas con el socialismo. Si no aceptáramos esa posibilidad significaría que todavía «el Comité Central» sigue controlando nuestro pensamiento.

      Saludos.

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      Eduardo

      06/09/2012 at 18:39

    • Tal vez estoy interpretando mal tu planteo, pero no entiendo bien por qué «la adopción de una posición socialista no se deriva necesariamente de una posición científica». Supongamos que X no es socialista, estudia la teoría del valor y la plusvalía, y está dispuesto a llegar hasta sus últimas consecuencias; esto es, no se detiene por lo que Marx llamó una barrera de clase. Pues bien, a partir de la teoría del valor y el plusvalor, toma conciencia de que detrás de la polarización social creciente existe la explotación. A partir de aquí, X toma una postura socialista. La objeción que podés hacer (y estoy de acuerdo) es que debemos eliminar el «necesariamente». X puede comprender que la clase obrera es explotada, y no por ello hacerse socialista; por ejemplo, podría defender con mayor astucia el sistema capitalista (¿no será ésta la situación de algunos ex-marxistas puestos a cargos gubernamentales?). En cualquier caso, la teoría de la plusvalía, si es científicamente correcta, podría haber llevado a X al socialismo.
      Por otra parte, una postura de simpatía con la clase obrera, no lleva necesariamente a una posición socialista (al menos, no al socialismo marxista). Es el caso tan conocido de los militantes tradeunionistas que conoció Marx. Podían adoptar una postura de clase, en el sentido de pedir una mejor distribución del ingreso, pero no aceptaban que hubiera explotación.

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      rolandoastarita

      06/09/2012 at 19:40

    • Rolo, el hecho de que me preguntes por qué “la adopción de una posición socialista no se deriva necesariamente de una posición científica”, implica -me parece- sostener la suposición contraria. Para mi, metodológicamente, una posición científica no tiene porqué derivar necesariamente en una posición socialista. El mio es el mismo planteo de Marx pero llevado al extremo, ningún interés debe condicionar lso resultados de la investigación, no creo que sea un buen método partir del apriorismo de identificar posición socialista con posición científica, si la investigación nos demostrara que la necesidad del socialismo no fuera una necesidad presente, no debe haber interés alguno que haga variar el resultado de nuestras investigaciones.

      De la teoría marxista se desprendería la necesidad del socialismo como etapa posterior al capitalismo. Estoy de acuerdo en ello. El planteo, basado en el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas ligado a las relaciones sociales que a ese desarrollo corresponde, es, ciertamente, lógico.

      Pero ocurren dos cosas.

      Una, es que el planteo original en su forma más pura, implica que, para que el socialismo sea posible, debe alcanzarse tal grado de desarrollo de las fuerzas productivas que el desarrollo tecnólogico y el automatismo hicieran innescesaria practicamente la intervención del humano en la producción. Creo que aún estamos a varios siglos de tal desarrollo de las fuerzas productivas.

      Con el actual desarrollo de las fuerzas productivas hay ciertas cosas de las cuales no es posible para la humanidad librarse de ellas. Tales necesidades llevan implícitas diferenciaciones sociales insalvables. ¿Por qué insalvables? Porque la conducta humana no está solamente influida por ideología y cultura -lo cual no es poca cosa, por sí sola- sino también -y tampoco es poca cosa- porque la conducta humana también está informada por reflejos automáticos -instintos- inscriptos en nuestros aparatos cerebrales, lo cual, dado el actual grado de desarrollo de las fuerzas productivas es un escollo insalvable como para pretender instaurar el socialismo cuando aún el desarrollo de las fuerzas productivas no se corresponde con una organización social de tipo socialista. La conciencia no depende solamente del desarrollo material, como sostiene Marx. Depende en gran medida del desarrollo de las fuerzas pero también emana en gran medida de todo el período anterior -y hablamos de miles de años- en los que se moldearon los cerebros humanos.

      Nada de lo que estoy diciendo implica un embellecimiento del capitalismo ni de la explotación, ni tampoco implica que los explotados debamos quedarnos cruzados de brazos ante las injusticias. Pero no alcanza con tomar partido para tener razón.

      Hagamos un ejercicio de imaginación.
      Supongamos que hace mil, dos mil o tres mil años, algún pensador se hubiera dado cuenta de que a tal grado de desarrollo de las fuerzas productivas correspondería tal tipo de organización social, y ese pensador hubiera sido tan lúcido como para imaginar los cambios futuros que ocurrirían en las sociedades a medida que las fuerzas productivas fueran desarrollándose. Ese hipotético pensador podría haber llegado a la conclusión lógica de que en determinado nivel de desarrollo podría desarrollarse una sociedad de tipo socialista. Pues bien, por más correcto que fuera su análisis, la sociedad socialista, pese a ello, seguiría a la misma distancia -temporalmente hablando- que si tal planteo no hubiera sido formulado jamás.

      El otro problema es que, en el caso real de la existencia actual, contemporánea, de la teoría marxista, solemos caer en el error de confundir deseos y realidades, con lo cual perdemos el sentido de las proporciones y hasta dejamos de lado aquellas partes de la realidad que puedan contradecir nuestros anhelos. Entonces, no es solamente que el desarrollo de las fuerzas productivas no es aquel que la teoría marxista «necesita» para que el socialismo sea posible, sino que tampoco el resto de las condiciones están dadas, y entonces -además- elegimos ignorarlas.

      De tal forma, por ejemplo, el resultado de la Revolución de Octubre en Rusia, solo admite básicamente dos explicaciones: o bien se defienden sus resultados, o bien se le hecha la culpa a la burocracia, al burocratismo, al atraso (¡al atraso!), a la guerra librada contra la revolución por los estados capitalistas, etc., pero todas esas justificaciones y explicaciones confunden la causalidad próxima con la causalidad última. El resultado de la investigación, visto desde esta nueva perspectiva, es que la Revolución de Octubre tuvo el desenlace que necesariamente debía tener, dado el desarrollo de las fuerzas productivas mundiales y la conciencia forjada por ese desarrollo y por los milenios anteriores.

      Quisiera estar equivocado y deseo fervientemente que me convenzan de que estoy errado. Por ahora puedo decir que esta es la conclusión -provisoria- a la que he llegado luego de años de tratar de encontrarle una explicación científica al desenlace de Octubre, y creo que gran parte de los errores de los seguidores de Marx está dado por un seguidismo dogmático y cuasi religioso, motivados más por los deseos que por una actitud verdaderamente científica.

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      Eduardo

      07/09/2012 at 23:50

    • Sigo sin entender tu cuestionamiento, o crítica. Decís: «ningún interés debe condicionar lso resultados de la investigación, no creo que sea un buen método partir del apriorismo de identificar posición socialista con posición científica, si la investigación nos demostrara que la necesidad del socialismo no fuera una necesidad presente, no debe haber interés alguno que haga variar el resultado de nuestras investigaciones». Estoy de acuerdo. Si se me demostrara que la civilización burguesa no se levanta sobre la explotación del trabajo, adoptaría una posición política distinta de la que tengo.
      Acerca del fracaso de la Revolución de Octubre, pienso que la causa última del fracaso estuvo en que la revolución no estaba madura en el resto de Europa. A pesar de los esfuerzos de la Tercera Internacional, amplios sectores de la clase obrera apoyaron al sistema capitalista. Esto no se explica solo, ni principalmente, «por la traición de las direcciones reformistas». Pero no entiendo bien por qué esta cuestión se mezcla con lo anterior. Mi punto sigue siendo: en la investigación hay que atenerse a las conclusiones científicas; y la posición de clase influye en las investigaciones sociales.

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      rolandoastarita

      08/09/2012 at 08:47

    • Rolo, creo que está fuera de duda el que la civilización burguesa se levanta sobre la explotación del trabajo. Mi cuestionamiento es, por ejemplo, a la explicación del fracaso de la Revolución Rusa. Vos decís que la causa última del fracaso estuvo en que la revolución no estaba madura en el resto de Europa. Yo creo que esa es una causa próxima, la causa última es el insuficiente desarrollo de las fuerzas productivas, de lo que se deduciría que aún si el movimiento revolucionario (o quizás fuera más preciso decir «insurreccional») hubiera sido más extendido, a la larga el proceso debería haber abortado. ¿Por qué? Porque al sistema socialista le corresponde un desarrollo de las fuerzas productivas muy superior al de 1917.

      Pido volver a hacer un ejercicio de imaginación. Supongamos que la rebelión de Espartaco hubiera contado con el apoyo de grandes masas en extensas zonas, ¿eso hubiera bastado para poner en pie un sistema socio-económico igualitario?, yo opino que no; que la falta de apoyo de las masas es una causa explicativa próxima, y que la causa última que define los acontecimientos es el desarrollo de las fuerzas productivas.

      La existencia de una sociedad totalmente igualitaria, si algún día fuera posible, solo lo sería a partir de un desarrollo monumental de las fuerzas productivas. Toda insurrección o movimiento libertario o por la justicia o por el socialismo, en el marco de un desarrollo parcial(*) de las fuerzas productivas esta condenado de antemano a fracasar, a desviarse o a ser una parodia de socialismo.

      (*) Siempre el desarrollo será parcial, a lo que me refiero es a un desarrollo tal que permita contrarrestar los egoísmos descontrolados, que se basan, en parte, en la escasez de recursos.

      En cuanto a que «la posición de clase influye en las investigaciones sociales», es cierto, pero también es cierto que esa influencia constriñe las investigaciones, por lo que la investigación científica no debe limitarse a señalar la cuestión sino que debe hacer todos los esfuerzos posibles por no dejarse influir por ella.

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      Eduardo

      08/09/2012 at 20:34

    • Me parece que en la intervención de Eduardo hay una confusión entre las posibilidades que había en Rusia de una revolución socialista (a comienzos del siglo XX) y las posibilidades de construir una sociedad socialista. Creo que Trotsky tuvo toda la razón frente al «etapismo» de Lenin y el menchevismo sobre el carácter de la revolución en Rusia, «la historia le dió la razón». Respecto a las posibilidades de construir el socialismo, tanto Trotsky como Lenin coincidían que si no se extendía la revolución internacional, era imposible construir el socialismo en un solo país. La suerte de Rusia pasaba por la extensión de la revolución en Occidente…y de acuerdo a lo ocurrido posteriormente (derrota de la revolución alemana, burocratización y contrarrevolución en Rusia) diría que también pudo comprobarse lo acertado de las teorías de ambos revolucionarios. Obvio que con esto no quiero decir que no hubo errores, de hecho el pronóstico de la revolución en Occidente fracasó y hay que ver porque se equivocaron.
      Pero quiero volver a lo central de la nota. Acuerdo con el «sapere aude», coincido en la reivindicación del pensamiento de la Ilustración. Ahora me parece que hay matizar, para que sea vea la «superación» de Marx (e incluso la distancia entre Marx y muchos de sus seguidores). Y es que Marx, muy inspirado en Hegel, plantea una reforma del pensamiento que intenta superar el pensamiento «clásico»; o sea, el dualismo cartesiano, el reduccionismo, la oposición rígida entre la verdad y el error, etc. Me acuerdo haber leído por ahí que Lenin hablaba de la teoría «todopoderosa» de Marx. Pero la teoría marxista no está inmunizada frente al error, y aunque nos ofrece muchas certezas (teoría del valor, de la plusvalía, de la acumulación de las crisis, etc.) tampoco puede darnos garantías de sobre el resultado futuro de la lucha de clases («no hay socialismo inevitable»). Lo que quisiera destacar es que el pensamiento de Marx (con los aportes de Engels, Lenin, Trotsky, etc.) resulta un «paradigma de la complejidad» formulado con mucha anticipación a los desarrollo actuales, por eso está ahí «vivo». Es una guía de análisis, pero -como se dice- también incluye un imperativo ético: la lucha por el socialismo. No lo debemos olvidar, ni abandonar.

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      Omar

      08/09/2012 at 17:23

    • Omar, la inevitabilidad del socialismo aún no ha sido demostrada. Lo que se ha demostrado hasta ahora es que, dado el actual desarrollo de las fuerzas productivas, el socialismo no solo no es inevitable, sino tal parece que imposible. Pero dado un desarrollo tal que la mano de obra sea poco menos que superflua tal vez, quizás, entonces sí, el socialismo sea inevitable.

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      Eduardo

      08/09/2012 at 20:42

    • Eduardo, nadie dijo que el socialismo es inevitable, todo lo contrario. Creo de todos modos que las posibilidades de una sociedad socialista son crecientes en relación al desarrollo de las fuerzas productivas en el capitalismo. Al respecto, me gusta la frase de Engels «trabajan para nosotros». Pero es cierto, hay completa incertidumbre respecto al futuro y tal vez nunca haya socialismo (quién lo sabe?). Perry Anderson en un libro (creo que se llama «fin de la historia», una polémica con Fukuyama) muestra un panorama bastante sombrío, pero interesante para discutir este punto.
      Pero me resulta curiosa tu frase «La existencia de una sociedad totalmente igualitaria, si algún día fuera posible, solo lo sería a partir de un desarrollo monumental de las fuerzas productivas» Hasta ahí no te hago ninguna objeción. Pero luego decís: «Toda insurrección o movimiento libertario o por la justicia o por el socialismo, en el marco de un desarrollo parcial(*) de las fuerzas productivas esta condenado de antemano a fracasar, a desviarse o a ser una parodia de socialismo». ¿Qué significa esto? ¿Qué el desarrollo de la burocracia en Rusia del 17 era inevitable? ¿Que la lucha por la revolución socialista en la Argentina hoy no tiene sentido porque no están maduras las condiciones para el socialismo? Creo que esta última idea tuya no está bien formulada, más bien es sencillamente incorrecta. Pero me parece que entramos en una discusión política que nos desviamos del tema, el problema que se plantea aquí es que la idea de «tomar partido» no anula el «Atreverse a pensar por uno mismo». En más de acuerdo a la experiencia estalinista (también del «marxismo» que reprodujo el estalinismo) y del bonapartismo nacionalista, el punto es que la «toma de partido» se transformó en una cuestión de fe en el líder, pero no en un razonamiento científico. ¿se entiende? Saludos.

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      Omar

      09/09/2012 at 14:51

    • Omar, acerca de la supuesta inevitabilidad del socialismo, o de su contrario, la no inevitabilidad, en mi opinión no es posible afirmar categóricamente ni lo uno ni lo otro.

      Respecto del resultado de la experiencia rusa creo que la explicación de fondo más plausible es la de que el resultado (o el degeneramiento) obedeció al insuficiente desarrollo de las fuerzas productivas. Todas las otras explicaciones que han sido expuestas hasta ahora no son más que explicaciones próximas. (Podría decirse que las causas próximas son la forma en que se expresan las causas últimas). De modo que -si mi explicación es acertada- la experiencia rusa no podía terminar sino como terminó, y una experiencia similar en Argentina, hoy por hoy, debería terminar del mismo modo.

      Esto que estoy sosteniendo es un ejemplo del «atreverse a pensar por uno mismo sin someterse a posiciones de clase». Sé que no es «políticamente correcto» decir lo que estoy diciendo, pero es lo que pienso luego de décadas de meditar sobre el asunto. Puede que esté equivocado, pero no conozco argumentos que contradigan la conclusión que expongo.

      Saludos.

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      Eduardo

      10/09/2012 at 00:12

  9. Compañero Eduardo. Su intercambio con el compañero Astarita es muy interesante. Si me disculpan la intromisión, me parece que el marxismo debe combinar un riguroso análisis científico con un compromiso revolucionario práctico, en el que ciencia y ética se interpenetran y profundizan mutuamente. En cuanto a que tiene prioridad a la hora de establecer el camino para la superación de la explotación y opresión del hombre por el hombre, pienso que la ciencia lleva las de ganar, aunque, sin compromiso activo con la verdad que de ella emana, es imposible el cambio. El salto del socialismo utópico al científico esta dado por por la mediación de la ciencia, lo que indica su prioridad rectora. Lo que usted señala, Eduardo, es que si la ciencia contradijera los presupuestos éticos socialistas, estos quedarían reducidos al ámbito de la utopía impotente y por tanto, serían vana ambición de un puñado de idealistas destinados al fracaso, que, a lo sumo arrastrarían a las masas en su demagogia falaz. Me parece que además de aprender a militar sin ilusiones, se debe aprender a luchar con incertidumbre, sometiendo a prueba cada día las propias teorías, pero buscando la certeza a través de la acción revolucionaria. Caso contrario, nunca sabremos si falló la ciencia o la ética socialista. En un plano más terrenal, decididamente asumo que si la ciencia demostrara la imposibilidad absoluta del socialismo, habría que reconocerlo. Pese a ello, no cambiaría la trinchera de la lucha de clases, por que el instinto me indica con quien y contra que debo luchar. Perseguir el ideal de un mundo en que impere la libertad y la igualdad, me causa una intensa satisfacción moral y solo en ella me realizo y supero el tedio, la rutina, las mil afrentas que aplica la vida cotidiana. Cuando confrontaron a Trotski con la hipótesis de la incompetencia congénita del proletariado para derribar al capitalismo, este contestó que aún bajo la más funesta de las hipótesis, aún si el socialismo se revelase como una quimera, lucharía junto a los esclavos contra los esclavistas. Es en última instancia, un problema de tomar partido por una causa con la que nos identificamos y por la que pensamos la vida tiene sentido. Por supuesto, nada de lo dicho significa que la ciencia, en el estado actual de su desarrollo, haya podido demostrar que el análisis marxista de la naturaleza y tendencias de desarrollo de la sociedad capitalista esté equivocado. Lejos estamos de ello. Más bien, el análisis marxista en sus aportes fundamentales sigue pasando una prueba tras otra. Lo que rechazamos es la observancia de ciertos dogmas que motivan una militancia asentada más en supercherías que en un análisis teórico cierto y corroborado por los hechos. Un ejemplo claro lo tenemos en la teoría del bloqueo histórico en el desarrollo de las fuerzas de producción como causa del derrumbe capitalista y su irreversible decadencia, presupuesto fundante de una acción socialista ‘contra reloj’ para evitar una degeneración neo barbarista. Otro lo encontramos en una tendencia secular a la caída de la TG que, poco a poco extingue el sistema. Podemos agregar muchos más. Si cuestionamos estos principios sagrados, en aras de una apreciación que consideramos más científica, aunque vaya a contramano de alguna bula papal, se contesta que esto pone en tela de juicio la validez del socialismo. Se nos tilda de herejes. De revisionistas, apologistas del sistema etc. Si intentamos demostrar que esto no es así, ¿es solo por que tememos que tengan razón? No lo creo en absoluto, aunque, de seguro, nuestro compromiso ético nos impulsa a buscar una salida conforme a nuestros principios, no podríamos negarnos a aceptar una realidad decepcionante, si esta lo fuera. Pero si el compromiso ético siempre se impone, ¿por que no nos habríamos quedado con la vieja verdad autosatisfactoria? Me parece que allí es donde se demuestra como la ciencia de abre paso, más que en la aceptación la posibilidad de haber luchado entre las brumas de algún trágico error de potenciales consecuencias para nuestros ideales morales.
    Creo que como marxistas, no estamos exentos de mezclar , parafraseando a Márx, nuestras fantasías subjetivas con la realidad objetiva. Esta ambiguedad nos acompañará siempre por que somos humanos y no máquinas calculadoras. Lo único concluyente es que a la vida alienada que soportamos penosamente queremos poner fin. Por ello lucharemos hasta el último aliento y buscaremos en la ciencia el mejor camino para lograrlo.
    Gracias por su atención.

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    AP

    06/09/2012 at 21:10

  10. La teoría del valor de Marx nunca va lograr consenso aunque los argumentos sobre su validez sean claros y poderosos. Siempre será una media verdad, la verdad de un grupo, de un sector. Por eso, a pesar de estar convencido de su adecuación a la realidad social y de sus consecuencias, no creo que pueda llamarse una verdad científica, o mejor, debería eliminarse este tipo de tratamiento en las «ciencias» cuyo campo de estudio son «grupos enfrentados» o colectivos humanos no homogéneos, es decir, las ciencias sociales. A menos que exista consenso en rechazar la existencia o la importancia de esa dialéctica humana, lo cual tampoco ocurre.

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    mario

    07/09/2012 at 00:41

    • Pero con este argumento caemos de nuevo en el relativismo. La afirmación «el Holocausto existió y consistió en el asesinato de millones de judíos y otras minorías», ¿es solo una «media verdad», relativa a un grupo o sector? ¿Tiene tanta validez científica la negación del Holocausto como la afirmación de que existió?
      Con respecto a la relación entre la dialéctica y el progreso de la ciencia, creo que Hegel dio una respuesta correcta (lo comento aquí).

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      rolandoastarita

      07/09/2012 at 08:58

  11. El proceso del conocimiento de la naturaleza y de la sociedad por el ser humano está sometido a diferentes mediaciones. Escribe Marx:
    …”El resultado general al que llegué y que una vez obtenido sirvió de hilo conductor a mis estudios puede resumirse así: en la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”. (Marx, primera página del Prólogo a la Introducción a la Crítica de la economía política, 1859).
    Explicación ésta que no se puede interpretar con el esquema simplista de que la conciencia de un individuo refleja automáticamente su condición de trabajador o de burgués. Porque el “ser social” a que se refiere Marx incluye, entre otras cosas, el papel dominante que desempeña la ideología y la cultura del sistema capitalista en la conciencia de los seres humanos.
    Los hechos no se perciben con la mente en blanco, sin ideas previas. La percepción de la realidad está condicionada en todos los seres humanos por conceptos anteriores, por categorías inscritas en la mente por la educación que se ha recibido, por el medio ideológico y sociocultural dominante en que se vive, etc.
    Un trabajador manual o intelectual, por el sólo hecho de serlo, no siempre tiene conciencia de que es un explotado y que su compromiso debe ser luchar colectivamente por abolir la explotación.
    E inversamente ese automatismo tampoco funciona cuando un individuo o grupo, cualquiera sea su clase social, alcanza a superar la conciencia espontánea que le impone la ideología y la cultura capitalista hegemónicas y logra tomar conciencia de las contradicciones inherentes al sistema capitalista y de su nefasta esencia explotadora. Como ejemplos pueden citarse al mismo Marx, a Lenin y al Che Guevara, que no eran obreros pero que tuvieron una extrema sensibilidad para percibir los sufrimientos de los explotados y una gran inteligencia para investigar y encontrar la explicación racional de su causa: el sistema capitalista.
    En los medios culturales, ideológicos, políticos y científicos, se produce una especie de selección o jerarquización -entre espontánea y provocada- del prestigio o renombre de determinadas personas, donde ocupan casi siempre los primeros puestos los que (dicho de manera muy esquemática) tienen en común algunas de las siguientes ideas: no cuestionar la propiedad privada de los medios de producción y de cambio; atribuir al mercado capitalista la cualidad de inherente a la sociedad humana; no cuestionar el sistema político-social elitista existente (la llamada “democracia occidental”); el rechazo (expreso o no) del materialismo dialéctico como método de investigación en las ciencias sociales y en las ciencias llamadas “duras”.
    John Kenneth Galbraith, eminente economista no marxista, se refirió en su libro Un viaje por la economía de nuestro tiempo a “la tendencia de la economía y de otras ciencias sociales, a adaptarse a las necesidades y a la mentalidad de los miembros ricos de la comunidad…”

    En otras ciencias como la biología y la física el rechazo del materialismo dialéctico como método de investigación y de conocimiento se funda en razones de interés personal (acceso a cargos, a subvenciones, a premios, notoriedad, vanidad) y/ o puramente ideológicas.
    Es el caso, por ejemplo, de Jacques Monod, premio Nóbel de biología, quien hizo importantes aportes al estudio de la biología molecular, pero que en el curso de sus investigaciones y en su libro El azar y la necesidad (un “best seller”), hizo afirmaciones perentorias y pretendidamente definitivas (dogma central de la biología molecular) que se demostraron erróneas casi simultáneamente con su formulación por Monod en 1970.

    Monod, un biólogo importante, estaba sin embargo limitado por su ideología contraria al materialismo dialéctico. Escribíaen El azar y la ncesidad: “Como se ve, este sistema, por sus propiedades, por su funcionamiento de relojería microscópica que establece, entre ADN y proteína , como también entre organismo y medio, relaciones en sentido único, desafía toda descripción “dialéctica”. El es profundamente cartesiano y no hegeliano: la célula es sin duda una máquina”. Y en el mismo libro se dedicaba a criticar explícitamente a Marx, al materialismo dialéctico y particularmente a la Dialéctica de la Naturaleza de Engels. Quizás si hubiera estudiado mejor y sin prejuicios a Marx y Engels hubiera podido evitar ciertos dogmatismos y errores en sus investigaciones sobre biología molecular.

    Otro ejemplo es el del filósofo y epistemólogo Karl Popper (reverenciado por no pocos científicos y estudiosos en ciencias humanas, de izquierda y de derecha) inventó la teoría de la “falsafbilidad”. Escribe Popper: “A pesar de todas sus cualidades, Marx ha sido sin embargo un falso profeta”. Y unas líneas más adelante: “…el indujo a error a todos aquéllos a los que hizo creer que la profecía histórica es un método científico que permite tratar los problemas sociales”. (La société ouverte et ses ennemis, Tome 2, Hegel et Marx, ed. du Seuil, 1979, pág. 60). Popper relegó el método científico de la formulación de nuevas teorías e hipótesis a partir de los conocimientos precedentes, las que son sometidas repetidamente a la prueba de la experimentación y de la verificación en los hechos. Es con la experimentación y la verificación en los hechos que se puede comprobar si una hipótesis es científicamente correcta o falsa. No con la “falsabilidad” popperiana decretada a priori.

    La “falsabilidad” de Popper es puramente ideológica (no científica) y lleva a un callejón sin salida epistemológico.

    Con esto quiero decir que no hay contradicción entre sostener por un lado que en la investigación no cabe abstraerse de valores o de posiciones de clase, si se entiende por posiciones de clase haber tomado partido contra la explotación capitalista y por el otro que deben dejarse de lado intereses subalternos, como son los intereses personales egoístas y de manera más general estar a favor de la preservación del sistema capitalista (o de una dirigencia o casta burocrática -partidaria o estatal- que concentra todo el poder de decisión y pretende concentrar todo el saber).
    En el primer caso, no existe un interés y privilegios a conservar que bloquee el avance del conocimiento en todos los dominios. En el segundo el bloqueo es inevitable.
    En el primer caso ideología y conocimiento científico no son contradictorios. En el segundo sí lo son.
    Rolando García, doctor en física y epistemólogo, da el siguiente ejemplo:
    “Un proyecto de investigación diseñado para contestar a la pregunta “¿cómo se puede aumentar la producción de elementos básicos en la región X?”, será muy diferente del proyecto diseñado para responder a la pregunta, “¿por qué aumentó la malnutrición de ciertos sectores de la región X?”. En los dos casos se trata de problemas concernientes a la productividad y suficiencia de alimentos, pero desde perspectivas muy diferentes. Al interior de la segunda pregunta encontramos también la posibilidad de diferentes proyectos de investigación que dependerán de las concepciones del investigador”… “Las preguntas no surgen de un investigador “neutro” sino que involucran su concepción del mundo y de la sociedad que hemos denominado “marco epistémico””. (Rolando García, El conocimiento en construcción. De las formulaciones de Jean Piaget a la teoría de sistemas complejos, Editorial Gedisa, España, año 2000, págs. 71 y 72).
    Y esto vale, según Rolando García, no sólo para las ciencias económicas y sociales, sino también para las llamadas ciencias “duras”.
    García escribe en la página 62 del mismo libro:
    “En todo dominio de la realidad (físico, biológico, social) las interacciones del sujeto con los objetos del conocimiento dan lugar a procesos cognoscitivos que se construyen con los mismos mecanismos, independientemente del dominio. Por consiguiente, en tanto se trate de la asimilación de objetos de conocimiento, no hay dicotomía, en el nivel psicogenético, entre los fenómenos del mundo físico y los fenómenos del mundo social. El sujeto de conocimiento se desarrolla desde el inicio en un contexto social. La influencia del medio social (que comienza con la relación familiar) se incrementa con la adquisición del lenguaje y luego a través de múltiples instituciones sociales, incluida la misma ciencia. Su acción se ejerce condicionando y modulando los instrumentos y mecanismos de asimilación de los objetos de conocimiento, así como el aprendizaje.”
    En cuanto a que la teoría del valor sea «una media verdad», como escribe Mario, me parece por el contrario que es un elemento esencial para comprender la explotación capitalista y es la única explicación válida del intercambio en la economía capitalista de mercado. Lectura recomendada: El Capital, Libro primero, Sección primera, Capitulo I, La mercancía, 1. Los dos factores de la mercancía: valor de uso y valor (sustancia del valor, magnitud del valor). Marx mismo tenía claro que su teoría del valor era válida para el sistema capitalista. Es decir históricamente determinada. Por eso, imaginando las posibilidades de realización del ser humano en una sociedad donde no impera la explotación capitalista, escribió en los Grundrisse (1857- 58) que los progresos tecnológicos, la ciencia aplicada y la automatización de la producción finalmente liberarían al ser humano de la necesidad, de los trabajos físicos y del trabajo alienado en general, lo que permitiría su plena realización pasando a ser el tiempo libre (“disposable time”, decía Marx) y no el trabajo, la medida del valor . Y agregaba lo siguiente: « Desarrollo libre de las individualidades y por ende no reducción del tiempo de trabajo necesario con miras a poner plustrabajo, sino en general reducción del trabajo necesario de la sociedad a un mínimo, al cual corresponde entonces la formación artística, científica, etc., de los individuos gracias al tiempo que se ha vuelto libre y a los medios creados para todos ». (Carlos Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse), Siglo XXI Editores, 12ª edición, 1989, tomo 2, págs. 227 y ss. [Contradicción entre la base de la producción burguesa (medida del valor) y su propio desarrollo. Máquinas, etc.]).
    Como dice Astarita hay que atreverse a pensar, desarrollar el espíritu crítico. Agrego: no creer en «supremos salvadores» -como dice «La Internacional» y esforzarse por estudiar y comprender.

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    Alejandro teitelbaum

    07/09/2012 at 11:38

    • Alejandro, no he leido a Popper, pero creo que el criterio de falsabilidad debería ser incorporado al marxismo y no desechado en pos de que su promovedor haya sido un buen o mal epistemólogo, haya o no criticado injustamente a Marx.

      Yo entiendo a la falsabilidad como la propiedad de contrastación con la realidad a través de experimentos u observaciones que permitan corroborar o falsar lo que se sostiene.

      Es cierto que en el campo de las ciencias sociales los experimentos u observaciones son de otro caracter que los que puedan realizarse en el campo de las llamadas ciencias duras. Sin embargo creo que el criterio es de utilidad, y debe entenderse como la posibilidad de «poner a prueba» lo que se sostiene. En el campo político y social, el criterio de falsabilidad debería buscarse en la historia, en el estudio de la conducta humana y a través del razonamiento lógico.

      Saludos.

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      Eduardo

      08/09/2012 at 00:08

  12. Hola, excelente artículo como todos los que usted publica. Estoy suscrito y los leo todos con mucho interés aunque no participo en los comentarios porque no tengo el nivel intelectual para ello.

    Estoy muy interesado en su libro «Valor, mercado mundial y globalización», pero es complicado hacerse con el desde Europa.
    ¿Lo tiene usted a la venta digitalizado?, sino sería una gran idea que lo hiciese porque estoy seguro que llegaría a mucha más gente.

    ¿Que otros libros me recomendaría sobre economía marxista a día de hoy?, no soy economista, que no sean muy complejos.

    Gracias y un saludo

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    Carlx

    07/09/2012 at 16:46

    • «Economía Política de la Dependencia y el Subdesarrollo. Tipo de cambio y renta agraria en Argentina» Otro excelente trabajo de Astarita, lástima que no creo que se consiga por allá. Un tipo copado, Diego Guerrero, creo que es español, al menos leí algunos textos suyos en sitios españoles.
      Y sobre nivel intelectual, opiná tranquilo, la idea es aprender un poco entre todos, mientras nos respetemos, está todo bien. Yo tampoco sé mucho, lo cual no me inhibe de preguntar cuando no entiendo algo, creo que habemos varios en la misma situación, si fuésemos tan sabios nos dedicaríamos a escribir nuestros propios blogs o no sé, libros quizá, o haríamos otra cosa.
      Saludos.

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      Ilichito

      08/09/2012 at 02:49

    • No tengo digitalizado «Valor…». Para una introducción a la teoría económica de Marx recomendaría el libro de Diego Guerrero sobre El Capital, que pienso que se podrá conseguir fácilmente en España. También me parece muy buena la presentación de cuestiones centrales de la teoría económica de Marx que hizo Harvey en «Los límites del capitalismo y la teoría marxista» (FCE 1990). Para profundizar, creo que es imprescindible estudiar directamente El Capital.

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      rolandoastarita

      08/09/2012 at 08:39

  13. Después de pensar un poco en el asunto creo que en lo que se refiere al holocausto, no son igualmente validas las posiciones de quienes defienden que haya sucedido y quienes lo niegan. En respaldo de los primeros hay multitud de pruebas documentales y testimoniales, en conjunto dibujan claramente lo que sucedió, mientras que para los segundos sólo juega a favor el tiempo transcurrido. No tienen cómo ofrecer pruebas de lo que afirman y no les queda más que cuestionar las del otro lado. Cosa que tiene sus límites. Hay por consiguiente una verdad histórica, o científica si se quiere, que debería ser aceptada en general y creo que así es. El problema es que el paso del tiempo ha tendido a relativizar esa verdad no en cuanto a su validez sino de su importancia para el momento presente puesto que no ha sido ni la primera ni la última vez que a un grupo gobernante se le ha ocurrido la idea de exterminar a quienes consideraban ideseables. Aún así, cualquier persona seria debería tener siempre presente el voluntarismo homicida y la sistematicidad con que los nazis cometieron esos crimenes y la complicidad pasiva que recibieron. Acaso no han pasado cosas similares en este lado del mundo.

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    mario

    08/09/2012 at 13:46

  14. Gracias

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    Carlx

    10/09/2012 at 23:27

  15. Lo que se observa en aquellas organizaciones donde no se permite ni se incentiva la investigación libre es que están estructuradas en jerarquías y el trabajo de «la teoría» es monopolizado por la jerarquía dirigente.

    No creo que sea posible lograr esta libertad de pensamiento en un partido que siga el modelo bolchevique-leninista.

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    Danilo Castelli

    21/08/2015 at 00:56

    • Danilo, no estoy del todo de acuerdo con tu conclusión. En rigor, la historia de debates y luchas internas del partido bolchevique, al menos hasta la prohibición de las fracciones internas durante la guerra civil post 1917, es muy rica en producción de conocimiento crítico. Sí estoy de acuerdo con que una organización o una forma organizativa puede obliterar la libertad de pensamiento. Pero no estoy de acuerdo con que ese sea el caso del partido bolchevique.

      En su momento, la III Internacional había sacado un documento que eran las tesis sobre la estructura del partido revolucionario. Algo así como 59 tesis de cómo debía organizarse el partido. Recuerdo que Lenin dijo que esas tesis eran justas para el caso ruso pero que eran letra muerta para el resto. Obviamente, en esto llamaba a todos los partidos de la IC a pensar la mejor forma de organizarse de acuerdo con la realidad nacional en la que debían intervenir. Es decir, amplia libertad organizativa en el marco de las 21 condiciones del II Congreso y de la táctica de frente único. El V congreso (luego de la muerte de Lenin), que plantea la bolchevización de los partidos de la IC, parece que se olvida esa recomendación.

      Ahora bien, es cierto que si tenemos en cuenta la magnitud del partido bolchevique resulta que sólo una elite dirigente (como decís vos) hacía trabajo intelectual de investigación (Lenin, Bujarin, Trotsky, Lunacharsy, entre otros). Es cierto también que en un partido clandestino, como era el bolchevique, la discusión abierta no es posible todo el tiempo. Pero no creo que la falta de libertad de pensamiento sea una consecuencia atribuible exclusivamente a un modelo de organización, en el sentido de que otro modelo podría permitir la libertad de pensamiento (aunque no se cuál es el contenido que le asignás a esa libertad).

      El problema que impide que las masas hagan ciencia no es responsabilidad de una forma particular de organización partidaria sino de la organización social capitalista y su división social del trabajo. Para hacer ciencia hay que ser científico full time. No se puede ir 10 horas a la fábrica, comercio, oficina, banco, etc, y luego ir a hacer ciencia. Simplemente hay un límite físico que es insuperable. Si queremos que las hagan ciencia tenemos que laburar menos.

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      Lucas

      21/08/2015 at 11:55

    • Lucas, el partido bolchevique fue por mucho tiempo, principalmente, un partido de intelectuales. Entendible en un país como la Rusia zarista.

      No es el caso de los partidos actuales, donde hay mucha entrada de obreros y estudiantes. Entonces, incluso en el caso de que el partido bolchevique fuera defendible en cuanto a su democracia interna (y esto incluye la participación en la elaboración teórica), no es así en el caso de los partidos actuales y ahí deberíamos centrarnos.

      Ya el hecho de proponer, 100 años después y en países con estructuras sociales tan distintas, partidos que sigan el modelo bolchevique, es problemático por mil razones. Una de ellas es que tiende a reproducir la división entre trabajo manual y trabajo intelectual, unos teorizan y otros ejecutan, unos dirigen y otros son dirigidos.

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      Danilo Castelli

      21/08/2015 at 16:20

  16. Lucas. Para que exista centralismo democrático, debe existir un partido desarrollado y nutrido por una importante fracción de una clase obrera que lucha de modo revolucionario. Además, en este caso, la democracia interna solo es factible si la vanguardia no consta de un elevado nivel político. Sin desmerecer la necesidad de una centralización jerárquica que hace a la efectividad del funcionamiento, la centralidad, debe ser más teórico programática que jerárquica. Caso contrario, se termina en organizaciones verticalistas, en especial a ‘líderes fundadores’ en que la democracia obrera es una ficción, una corroboración a posteriori de las decisiones que ya se han tomado en otra parte. Saludos.

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    AP

    21/08/2015 at 14:33

  17. Fe de errores: Si la vanguardia consta de un elevado nivel político.

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    AP

    21/08/2015 at 14:34

  18. AP, lo sé, pero un elevado nivel político no equivale necesariamente a un elevado nivel teórico (a la inversa tampoco) ni mucho menos a hacer ciencia. Por eso decía que en cuanto a libertad de pensamiento el partido bolchevique es un buen ejemplo de gran cantidad de debates y luchas que evidencia la existencia de esa libertad, limitada por las características clandestinas de la labor revolucionaria en Rusia. Pero la posibilidad de hacer ciencia está determinada por la posibilidad de dedicarse exclusivamente (o casi) a esa actividad. ¿Cuántos años dedicó Marx al estudio de la economía y no pudo terminar «El Capital»? ¿Cuántos obreros están en condiciones de escribir libros como «El desarrollo del capitalismo en Rusia»?

    Por eso decía, para que las masas puedan hacer ciencia, tienen que trabajar menos. En el estado actual de situación ello no es posible. Por tanto, el hecho de que un núcleo reducido de revolucionarios haga ciencia no es consecuencia de tal o cual tipo de organización (que sí puede agravar la división del trabajo en el caso de las organizaciones burocratizadas) sino de la organización social del trabajo.

    No creo que haya una solución organizativa que pueda cambiar este estado de situación sin cambiar la sociedad que genera esta división del trabajo. En cambio, sí estoy convencido que el partido bolchevique es quizás el ejemplo más reivindicable en la producción de pensamiento crítico y de ahí mi desacuerdo con Danilo.

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    Lucas

    21/08/2015 at 16:13

  19. Danilo, una salvedad, es común que se afirme que el partido bolchevique era un partido de intelectuales.

    Sin embargo, el partido bolchevique tenía una inserción en la clase obrera que hoy no tiene ningún partido de izquierda en la Argentina, ni siquiera sumándolos a todos. Por ejemplo, en el texto, «La crisis del menchevismo» Lenin afirma: «Ahora es realmente necesario engrandecer el partido con la ayuda de elementos proletarios. Es anormal que en Petersburgo sólo contemos con 6.000 miembros del partido (en le provincia de Petersburgo trabajan 81.000 obreros en fábricas con 500 y más obreros; en total, 150.000) y que los miembros de nuestro partido en la región industrial del centro no pasen de 20.000 (habiendo allí 377.000 obreros que trabajan en fábricas de 500 y más obreros; en total, 562.000). Tenemos que aprender a incorporar al partido, en esos centros, a cinco y hasta diez veces más obreros.»

    Es cierto que en ese texto Lenin habla del POSDR y no de los bolcheviques propiamente dicho.

    Así y todo, en la biografía de G. Walter sobre Lenin se afirma que para un congreso del P. Bolchevique en 1917 concurren 300 delegados con una representación de 1/300, lo que estaría indicando una masa militante bolchevique de 90.000 militantes revolucionarios. Ello sobre una población de 160 millones de personas. En términos cuantitativos, para estar en similares condiciones numéricas que los bolcheviques, en Argentina debería haber un partido revolucionario de más de 20.000 militantes revolucionarios con la dedicación que exigía el P. Bolchevique según sus estatutos (lo que no es poco).

    Ni sumando al PO, al PTS, a IS a NMas, PSO, etc (en el supuesto de que fueran organizaciones revolucionarias) llegamos a tener una organización con tal desarrollo.

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    Lucas

    21/08/2015 at 17:28

    • Por eso dije «por mucho tiempo» y me referí al partido bolchevique. Igualmente, el punto principal es dirigido a cómo logramos organizaciones con libertad de pensamiento en la actualidad.

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      Danilo Castelli

      21/08/2015 at 18:24

  20. Lucas. Coincido enteramente con tu última intervención. Es algo que hemos explicado durante años. Por eso resultan particularmente irritantes la autoproclamación, el mesianismo y las pujas de predominio que caracterizan a la izquierda trotskista argentina.

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    AP

    21/08/2015 at 20:04

  21. «Frente a la aceptación pasiva de las “conducciones establecidas”, el “atrévete a pensar” será la piedra sobre la que se levante una militancia socialista, crítica y libre.»

    Una forma de realizar esto es el «atreverse a pensar» sobre la misma experiencia revolucionaria de los dos siglos que nos preceden. Si el «atreverse a pensar» se concentra solamente en jurar una vez más por el anticapitalismo, la revolución socialista y el marxismo entonces su potencial revolucionario solo se realiza a medias.

    El principio de atreverse a pensar está bastante ausente del debate sobre la organización y la actividad revolucionaria. En Argentina -y diría que en Latinoamérica- entre la gente que se reclama del socialismo revolucionario hay una hegemonía casi absoluta del leninismo: no se ve otra alternativa que formar un partido (jerárquico, centralista). Y cuando se presentan objeciones o dudas aparece el mantra o argumentos conservadores («esto es lo que funcionó, ¿qué otra cosa proponés?»).

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    Danilo Castelli

    22/08/2015 at 19:09


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