Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

Dialéctica y dinero en Marx (1)

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En esta nota presento un texto que escribí hace ya algunos años, aunque con varias modificaciones. En alguna medida complementa las notas sobre dialéctica (1 y 2), ya que trata de mostrar cómo funcionan algunas figuras de la dialéctica en el debate sobre qué es el dinero. También aquí, dada la extensión, he dividido la nota en dos partes. La bibliografía citada va al final de la segunda parte.

Planteamiento del problema

Una de las mayores dificultades que enfrenta la economía neoclásica o keynesiana radica en la teoría del dinero. Una y otra vez los autores deben admitir esta situación. Por ejemplo, en el inicio de su libro El dinero, John Galbraith, economista keynesiano de renombre, constataba que las respuestas a la pregunta sobre “qué es exactamente el dinero… son invariablemente incoherentes” (p. 13). Decía también que los profesores de economía o materias que tienen que ver con el dinero empiezan sus explicaciones “con definiciones auténticamente sutiles… que se copian cuidadosamente, se aprenden fatigosamente de memoria y se olvidan con una sensación de alivio” (ídem). De todas maneras tranquilizaba al lector informándole que, después de todo, el dinero es lo que el lector siempre se había imaginado que era, a saber, “lo que se da o se recibe generalmente por la compra o la venta de artículos, servicios u otras cosas” (ídem). Pero reconocía a continuación que “las diferentes formas de dinero y lo que determina qué se puede comprar con él, es harina de otro costal”. Por su parte Arrow y Hahn, pilares del modelo neoclásico más elaborado sobre valor y precios, aceptan que el mismo “no puede producir una descripción formal satisfactoria del papel del dinero” y que las razones por las cuales la gente pueda querer tener dinero, o el dinero medie los intercambios, representan “problemas colosales” (Arrow y Hahn, 1977, p. 395).

No es de extrañar entonces que incluso en los tratados sobre macroeconomía o dinero el espacio dedicado a discutir qué es dinero sea muy limitado y que, casi invariablemente se remita la noción a sus funciones. Así ya Wicksell había afirmado que “la concepción del dinero está involucrada en sus funciones” (1962, p. 6); Hicks también planteó que el dinero es todo aquello que funciona como dinero (1974, p.1); y Argandoña, un teórico monetarista, resumió el consenso hoy dominante repitiendo la formulación de Hicks y agregando que “con esta definición que no define [sic] se evita el problema empírico de identificar qué es dinero…” (1981, p. 134; énfasis nuestro).

Naturalmente, con este punto de partida se hace problemático precisar cuáles son las funciones que supuestamente deberían evitar el problema de definir qué es dinero. En este respecto Milton Friedman comprueba que, según el enfoque de transacciones, es dinero todo lo que sirve como medio de cambio; en consecuencia los depósitos a plazo, por ejemplo, no serían dinero. Sin embargo, continúa Friedman, para los enfoques que hacen énfasis en los balances de cash, es dinero todo lo que sirve como reserva temporaria de valor; con lo cual los depósitos a plazo sí serían dinero (1974, p. 9). De hecho Friedman toma partido por esta última posición. Pero además, aun cuando se defina alguna función como privilegiada, existen dificultades para decidir qué entra en la noción así definida. Así, por ejemplo, según Fabozzi, Modigliani y Ferri (1996), el dinero es en lo esencial medio de cambio, por lo cual M1 (billetes en manos del público y los depósitos transaccionales) es dinero. En cambio M2, que toma en cuenta (en Estados Unidos) el dinero colocado en depósitos a plazo y fondos del mercado monetario, no es dinero en “sentido pleno”, sino “casi dinero”. Pero… ¿qué es “casi dinero”? ¿Y qué es entonces “dinero pleno”? Fabozzi y compañía no aclaran la cuestión. Hicks, a su vez, considera que el dinero comprende sólo los billetes y los créditos bancarios que se crean para las transacciones; de manera que los depósitos a plazo que no se utilizan con fines transaccionales no constituyen, en su opinión, dinero. También Blanchard y Enrri (2000) sostienen que los depósitos a plazo, las participaciones en el mercado de dinero y los depósitos en el mercado de dinero “no son dinero” (p. 609; énfasis en el original) ya que no pueden utilizarse con fines transaccionales, o solo pueden hacerlo con importantes limitaciones. Lo cual no les impide, en la página siguiente, afirmar que los depósitos a plazo y las participaciones y depósitos en el mercado de dinero son “dinero en sentido amplio”. Y para contribuir a la confusión general admiten que en Argentina los plazos fijos están incluidos entre los agregados monetarios más relevantes utilizados por el Banco Central. Dornbusch, Fisher y Startz (1998), a su vez, explican que la masa monetaria incluye, además de los billetes y depósitos a la vista, las cuentas de depósito en el mercado monetario, las participaciones en fondos mutuos en el mercado monetario, los bonos de ahorro, los títulos del Tesoro a corto plazo y otros activos líquidos, pero sólo en la medida en que estas formas dinerarias funcionan como medios de intercambio o de pago. Sin embargo resulta extremadamente difícil, por no decir imposible, precisar cuándo una cuenta de depósito o un certificado de ahorro actúan como medio intercambio, y cuándo no lo hace.

En definitiva, ¿el dinero está constituido sólo por los billetes y los depósitos transaccionales? ¿O también por los depósitos a plazo? Además, si los depósitos transaccionales son dinero, ¿debe incluirse el sobregiro? (que es crédito bancario) Y la tarjeta de crédito, ¿en qué sentido es dinero? ¿Es reserva de valor? Si el dinero es sólo aquello que sirve de medio de circulación, ¿cómo deben considerarse los activos financieros líquidos, que circunstancialmente actúan como medios de circulación, pero normalmente no lo hacen? ¿Son dinero? Nótese que si la respuesta es afirmativa, “se cae” media biblioteca de teoría ortodoxa que ha establecido una diferencia tajante -los inversores arbitran sin ambigüedad- entre dinero y los activos que rinden interés. Por otra parte, si el dinero también es “medida de valor”, ¿son medida de valor la tarjeta de crédito y de débito? ¿Es medida de valor el sobregiro bancario? Si la respuesta es negativa, ¿son sin embargo dinero, dado que sirven como medios de circulación? Y si se considera que son medidas de valor, ¿de qué manera pueden hacerlo? Además, a medida que crece la complejidad de los mercados y de los activos financieros, surgen más y más preguntas. Así, por ejemplo, cuando en Argentina se emitió el patacón, la cuestión volvió a plantearse. ¿Era dinero? ¿En qué sentido?

Además, si no se puede precisar qué integra el dinero, ¿cómo se mide la “masa monetaria”? La cuestión es importante porque los autores “académicamente consagrados” adhieren a la teoría cuantitativa, que sostiene que el aumento de la masa monetaria se traslada, a corto o mediano plazo, a los precios. ¿Cómo puede establecerse una relación de causalidad desde “masa de dinero” a precios, si no se puede precisar qué integra la “masa monetaria”? Es que sin concepto de qué es dinero no hay forma de medir. Y sin medición no se puede establecer una relación cuantitativa. Pero, paradójicamente esto le sucede a un enfoque para el cual lo cuantitativo “es todo”, y constituye la base de la teoría monetaria moderna. Lo que sigue tiene como punto de referencia esta cuestión que se le plantea a la economía burguesa, y su propósito es discutir el método implicado en el enfoque económico corriente, para contraponerlo con el enfoque, basado en la dialéctica hegeliana, de Marx sobre el dinero. Trataremos de demostrar que el método dialéctico permite superar las aporías en que cae el análisis académico usual.

El problema del concepto

Abordemos ahora algunas cuestiones sobre el método dialéctico -siguiendo a Hegel- que nos permitirán progresar en la comprensión del problema. Tal vez lo primero a aclarar es que, según el método dialéctico, el concepto sobre algo no se encierra en una definición, ni es un axioma del que se parte, sino más bien un punto de llegada. Ésta es una idea que se opone a la que domina usualmente. Según el procedimiento más usual, asociado a la lógica formal, el concepto se forma por abstracción de diferencias o por agregación -extrínseca, dirá Hegel- de alguna característica. Por esta segunda vía voy a especies cada vez más particulares, y con más determinaciones; por la primera obtengo conceptos cada vez más universales, pero también más vacíos de determinaciones (“ser vivo” es más universal, pero también más vacío de determinaciones que vertebrados, etc.).

De manera que si decimos “el dinero es X”, esa “X” sería la propiedad o nota distintiva a partir de la cual tendríamos la noción de qué es dinero. Así, si X es “lo que sirve para el cambio”, todo lo que sirve para el cambio es dinero; si X es medio de reserva, todo lo que sirve como medio de reserva es dinero. Si decimos que X comprende la función de “ser medio de cambio o reserva de valor” tendríamos un universal (algo así como una “caja más grande”) con menos especificidades. Si decimos que para que algo sea dinero necesariamente debe ser “medio de cambio y reserva de valor”, la caja se hace más chica.

Observemos que en este camino de adquirir el concepto parece que todo el peso del contenido (esto es, el peso de definir qué es el concepto) está puesto en la particularidad que hemos elegido. Es que esta particularidad es la que limita qué debe considerarse y qué no debe considerarse dentro del concepto, y por eso mismo le da a éste el contenido. Por este motivo, Hegel dice que en la forma del juicio (“A es B”), es el predicado el que define el concepto de qué es el sujeto. En nuestro caso, parece que el contenido de qué es el dinero está soportado por la X, la particularidad. Es ésta la que nos determina entonces qué es dinero. Por eso podemos decir que en este caso lo particular “tiene la universalidad en sí mismo como su esencia” (Hegel, 1968, p. 538). Pero si todo el contenido está puesto en la particularidad, nos encontramos con que el concepto –en nuestro caso, el dinero, el sujeto- es pura forma. “La universalidad se convierte así en forma porque la diferencia [o sea, lo particular] está como lo esencial…” (ídem).

Crítica de Hegel

Pues bien, Hegel dice que esto que hemos logrado no es el verdadero universal, sino es un universal abstracto, vacío. Es un universal que se adquiere por medio de la abstracción, de separar y poner diferencias (determinaciones). Por lo general, cuando se razona, se quiere avanzar mediante conceptos que se van determinando de la manera que hemos indicado, esto es, diciendo “A es X” (“el dinero es medio de cambio”, etc.). Pero se trata de vinculaciones no justificadas, a las cuales no se llega como resultas de un proceso.

Pero hay más. Hegel explica (sigo Ciencia de la Lógica) que, naturalmente, el predicado nos está diciendo cuál es el significado del sujeto (en el ejemplo anterior, el significado del dinero es ser medio de cambio, etc.), esto es, el predicado da significado al sujeto, le da identidad. Por esto, Hegel dice que el sujeto “está determinado solo en su predicado”, y en él representa el universal. Pero, por otra parte, el predicado no tiene un subsistir independiente, sino tiene un subsistir en el sujeto (el medio de cambio, o la reserva de valor existe a través de este particular, el dinero). Y con esto se distingue el predicado del sujeto, al mismo tiempo que cada uno condiciona al otro. Se ve entonces que el universal solo existe a través de particulares y singulares, pero que éstos a su vez tienen su esencia y sustancia en lo universal.

De manera que, siempre según Hegel, no puede haber un universal carente de determinaciones (de los particulares y singulares); y los singulares y particulares no existen sin el universal. De conjunto, constituyen la realidad. Por esto también, el predicado (ejemplo, “dinero es valor de cambio”) es sólo una determinación aislada del sujeto, sólo una de sus propiedades. Pero, según Hegel, el sujeto “es lo concreto, la totalidad de múltiples determinaciones”. Por ejemplo, existe una cierta determinación -X, medio de cambio- que se toma como contenido de A, el dinero. Pero este concepto que parece determinado, con contenido, en realidad es vacío “porque no contiene la totalidad, sino solamente una determinación unilateral” (ídem, p. 539). Si digo que el dinero es medio de cambio, sólo tomo una determinación unilateral de qué es dinero. Por eso en el concepto de dinero que se maneja usualmente sólo se ve la simplicidad abstracta. El dinero aparece como un objeto simple. Pero tales definiciones con las que se piensa que el concepto se presenta como algo simple, no son el verdadero concepto, sino una mera representación (para “bajarlo a tierra”, es lo que se imagina que es dinero el lector de Galbraith, y el propio Galbraith). A lo sumo estas definiciones son sólo “la declaración de un concepto” (ídem, p. 521), constituyen la representación superficial de lo que es el concepto, porque se han derivado lógicamente a partir de atribuirle especificidades más o menos arbitrarias, desde fuera.

La cuestión se ve con mayor claridad cuando Hegel discute la figura del silogismo. Lo explicamos con un ejemplo. Supongamos que decimos “el dólar es emitido por la Reserva Federal. La Reserva es el banco central, estatal . Luego, el dólar es una creación estatal” (aquí el dólar es el singular, la Reserva es el particular y “creación estatal” el universal). Según las reglas de la lógica formal, aquí lo que importa es si hay consecuencia, si el término medio vincula a los extremos. Pero en la lógica dialéctica, esto no es suficiente para el concepto; por ejemplo, el hecho de que dólar sea emitido por la Reserva Federal puede no ser su propiedad más sustantiva. Hegel dice que éste es el silogismo de la percepción, que nos puede dar características secundarias, accesorias, del fenómeno.

Otra vía para llegar al concepto, más elevada que la anterior, es la inducción. Por ejemplo, constatamos que el dólar es emitido por la Reserva Federal, pero que también el yen, la libra, el peso, etc., son emitidos por bancos centrales estatales. Luego extraemos una conclusión, “el dinero es producto de la emisión estatal”. Aquí el singlar actúa como término medio, es la totalidad que une, explica Hegel; lo cual supone que, de alguna manera, la observación está completa. Pero dado que se trata de singularidades, sabemos que nunca estará completa. ¿Qué sucede, por ejemplo, cuando encontramos dinero que no es creación estatal? Por eso Hegel dice que el concepto obtenido por esta vía es todavía una operación del entendimiento que abstrae. El verdadero concepto surgirá cuando lleguemos a lo que se llama el silogismo de necesidad. Pero antes de pasar a esto, y para ayudar a la comprensión de esta crítica de Hegel, lo explicamos todavía de la siguiente manera.

Por lo general se cree que el concepto debe poder enumerarse a través de alguna nota que permita distinguir un objeto de otro. Por ejemplo, en el caso del dinero, la nota “distintiva” puede ser “medio de cambio”, y esta nota debería distinguir de manera clara el dinero de lo que no es dinero. Con esto deberíamos poder clasificar. Por eso se piensa que el concepto tiene que ser tal “que puedan designarse sus notas” (ídem, p. 542), aunque esa nota, o cualidad que se ha aislado, si tiene algo de correcto, no es otra cosa que el contenido simple del concepto, lo que lo distingue a primera vista del conjunto, pero no nos da una comprensión real del mismo. Sin embargo, lo más grave es que en general ni siquiera es esto, ya que esa nota puede ser “una circunstancia muy accidental” (ídem). El mismo peligro se corre cuando queremos llegar al concepto por la observación de los rasgos comunes. La mayoría de las veces esa nota o cualidad no expresa lo que es esencial, inmanente y esencial en la determinación. De nuevo, insistimos en que esto sucede porque esta nota no se ha derivado, sino se ha agregado con un razonamiento externo; no a partir de una lógica inmanente de la cosa que se estudia. No es casual por lo tanto que suceda lo que dice Galbraith cuando se define de esta manera: que al poco tiempo la definición se pierde de vista, se la deja de lado por inútil. Aunque la ausencia del concepto siga afectando la teoría y planteando dificultades crecientes. Observemos que en el extremo, cuando se termina diciendo “el dinero es aquello que funciona como dinero”, se ha caído en la identidad abstracta del tipo “A es A”; como decía Hegel, una verdad que no lleva a ningún lado, a pesar de la importancia que algunos le han dado en la historia de la filosofía.

El concepto en Hegel

El concepto del concepto en Hegel es muy distinto a éste que hemos reseñado. Hegel da un giro radical a todo el asunto, porque sostiene que las diferencias que se añaden a lo que se quiere definir están agregadas de manera extrínseca, por medio del pensamiento que él llama “reflexivo”, o “entendimiento”. El entendimiento para Hegel es el poder de la separación, de la clasificación, el que toma las determinaciones como rígidas. “Es sólo el entendimiento abstracto y corriente el que toma absolutamente, cada una de por sí, las determinaciones…” (Hegel, 1999, § 70). Pues bien, el entendimiento cree tener algo firme a partir de las distinciones (las clasificaciones del dinero, la distinción tajante), pero “de esta manera el entendimiento se crea [el mismo] la dificultad insuperable de unirlas”. Es que ¿cómo se unen la determinación “medio de cambio” y “reserva de valor”? ¿Y qué hacemos con la otra función, menos citada, de “medida de valores”? Además, ¿cómo se vincula la determinación que define al dinero con otras que definen otros conceptos, como valor o mercancía? ¿Qué relación existen entre estos límites? Cuando se quieren responder estas cuestiones saltan los problemas.

¿Cuál es el giro entonces que introduce Hegel? Pues sostener que las diferencias no están fuera del sujeto, del concepto, sino dentro de éste. Que por lo tanto no deben agregarse de manera externa, sino deben derivarse de él mismo. Según Hegel, el contenido y la determinación del concepto (en qué consiste el dinero, cuál es su esencia, etc.) sólo pueden provenir de una deducción inmanente, relacionada con el sistema en que la cosa está inmersa, con su historia y evolución. Esto se debe a que el concepto viene a ser la ley que rige su evolución y despliegue (en nuestro ejemplo, la evolución y despliegue del dinero). “El concepto es lo que es inmanente a las cosas mismas; aquello por lo cual son lo que son” (Enciclopedia, 166). Por eso, agrega, no es nuestro obrar subjetivo el que hace atribuir al objeto tal o cual predicado. De esta manera se llegará a lo que Hegel llama el silogismo de necesidad. No es necesario coincidir con todo lo que plantea Hegel aquí para rescatar el grano de verdad que contiene su planteo. La idea principal es que ahora ya no se tratará de una universalidad obtenida por abstracción y comparación, sino de un universal obtenido a partir del estudio de la ley interna de la cosa que estudiamos. Por ejemplo, si el análisis teórico nos muestra que es necesario que el valor se corporice y exprese en un singular, el dinero, esto tendrá como consecuencia que, necesariamente, la esencia del dinero comporta la condición de que encarne valor (con independencia de que sea una creación estatal, por ejemplo). Lo cual no significará dejar de lado el factor “emisión estatal”; pero esta propiedad aparecerá mediada por el universal (“dinero, encarnación de valor”). A su vez, este universal existirá a través de particulares y singulares (determinados regímenes monetarios, determinadas monedas, etc.). Por eso ahora las propiedades del dinero (medio de cambio, creación estatal, etc.) no estarán ordenadas según una propiedad cualquiera, sino por la que es esencial. De esta manera se tiene que el concepto (el sujeto), a diferencia de lo que se piensa comúnmente, no es vacío, sino muy rico, está lleno de determinaciones. Dicho de otra manera, el concepto es una totalidad concreta; no es un universal abstracto. Precisemos todavía un poco más esta cuestión señalando que éste es un cambio radical con respecto al concepto de concepto de Kant. Es que en Kant las formas del pensamiento son “cajas vacías”, herramientas que el sujeto aplica desde afuera a un contenido empírico que permanece por fuera de él.

Es la creencia de que tenemos conceptos en nuestra mente (como el concepto de dinero), que se han logrado a partir de la abstracción de rasgos comunes a muchos objetos; y que el concepto de alguna manera luego encaja en la cosa que estudiamos, y que ésta concordancia del concepto con la cosa constituye el conocimiento. De hecho esto es lo que se hace cuando se define el dinero a la manera de la economía usual. La unificación de los particulares ocurre entonces “desde afuera”, y los conceptos, las categorías, no tienen objetividad alguna.

Al respecto Hegel plantea que Kant tuvo un gran acierto al destacar la importancia de la unificación en el concepto, pero se equivocó al pensar que esta unidad estaba dada por la actividad del sujeto que piensa, que las categorías del pensamiento son simples formas vacías que deberían llenarse con datos empíricos. De hecho Kant había recaído en la filosofía del entendimiento, que mantiene la separación absoluta de lo subjetivo y lo objetivo. Es que, según Hegel, es la realidad la que tiene una estructura lógica, esto es, los conceptos tienen validez ontológica. En otras palabras, la unidad no está sólo en la forma del conocer, sino en la forma del ser (la estructura del dinero es real, no es una creación arbitraria del ser humano).Y esta estructura lógica de la realidad, del ser, es el concepto, y éste es el principio que subyace a lo real.

Por eso, las determinaciones tienen su origen en la propia dialéctica de lo que es el sujeto de nuestro estudio, en nuestro caso, el dinero. En consecuencia, Hegel dice que es imposible manifestar de modo inmediato (o sea, con una definición, con una determinación unilateral) en qué consiste el concepto de cualquier objeto (Hegel, 1968, p. 511). Dicho de otra manera, no podemos decir qué es dinero por medio de una determinación unilateral, de una definición, que se establece a partir de alguna particularidad que lo distinga de otros objetos.

El concepto de dinero será entonces un desarrollo, una construcción, para lo cual habrá que seguir la lógica de la cosa misma. La idea aquí es que los predicados deben ser deducidos, tener una vinculación interna, una lógica. Si se consideran separadamente, no hay concepto; tienen que ser parte de un sistema, y están sometidos a proceso. Por eso tampoco se trata de sumar predicados (el dinero es medida de valor, medio de cambio, reserva de valor, etc.), sino de entenderlos en su unidad; en el concepto hegeliano la multiplicidad es “suprimida-conservada” ya que el concepto alude a lo que es esencial, no a lo accidental, y de alguna manera “ordena” las particularidades y características (véase luego la “jerarquía” de funciones de dinero en Marx).

Es por esta vía que el verdadero concepto tiene, además, toda la riqueza del particular y del singular (veremos luego que si digo que el dinero es encarnación del valor, por ejemplo, todavía estoy en un universal que no ha llegado al particular y al singular). Por eso también ahora habrá una identidad (la del dinero, en nuestro caso) que estará estrechamente vinculada a la diferencia; esta última es constitutiva de la identidad concreta.

En Marx

¿Qué tiene que ver todo esto con Marx y su teoría del dinero? El tema es que, aunque Marx no haya seguido estrictamente todos los pasos que siguen las deducciones de Hegel del concepto, sí conservó su idea de qué es el concepto. Esto es, no vamos a encontrar el concepto de dinero (ni el de valor, capital, etcétera) encerrado en alguna definición “clara y distinta”. La definición sólo nos aproxima al conocimiento, pero no lo agota, porque tener el concepto verdadero de algo implica conocer su dialéctica, su estructura lógica, su desarrollo. Y no se trata de una construcción idealista –esto es, desprovista de fundamentos materiales- sino precisamente de poder reproducir por vía del pensamiento la estructura compleja de la propia realidad, en nuestro caso, de la realidad del dinero. Por esta razón el concepto del dinero en Marx no puede ser simple, abstracto, sino concreto, y esto en dos sentidos fundamentales.

En primer lugar, porque el concepto de dinero se deriva y enlaza orgánicamente con los otros conceptos –mercancía, valor de cambio, valor-; o sea, tiene génesis lógica. En segundo lugar, porque tiene automovimiento, desarrollo; es hasta cierto punto proceso. No debe considerarse como algo estático (de nuevo, como la caja fija en la que se agregan determinaciones) sino como una totalidad concreta auto-moviente. Una totalidad concreta porque incluye en su seno el universal, el particular y el singular. Y se verá que su desarrollo implica un movimiento en el que, en primer lugar va a primar la unidad, luego la diferencia, y por último la unidad-en-la-diferencia. La unidad se va a identificar con el momento del universal, la diferencia con el particular, y la unidad-en-la-diferencia con el momento del singular. El concepto del dinero será entonces este proceso, este desarrollo. Como explica Hegel, el concepto “contiene” estos momentos (1999, §163) y el concepto tiene un “transcurso”, es “desarrollo”, despliegue (ídem, §161). Entender esta dialéctica, en nuestro caso, entender la dialéctica encerrada en el dinero, es entender el concepto del dinero. Así, en la teoría del Marx el concepto de dinero es derivado de la lógica contradictoria de la sociedad productora de mercancías. De esta forma el dinero será un momento necesario de un todo concreto –una totalidad social- y no hay necesidad de agregarlo externamente, desde afuera, como hace la economía neoclásica o keynesiana. Y en segundo lugar el dinero tiene desarrollo y movimiento; no es un objeto definido estáticamente a partir de alguna determinación agregada más o menos arbitrariamente.

Antes de terminar este punto es preciso aclarar que todo esto no implica conceder al “hegelianismo”. Veremos luego que Marx aplica las figuras de la dialéctica a su análisis, pero esto no significa que haya adoptado el enfoque idealista de Hegel. Los conceptos de valor, dinero, capital, etc., no se elaboran a partir de alguna idea que esté desenvolviéndose hacia un ineluctable destino final (la “autoconciencia socialista”, diría, por ejemplo, un hegeliano de izquierda), sino a partir del análisis de las relaciones sociales existentes en la sociedad capitalista. Es este examen, que parte de lo real existente, el que nos revelará que el concepto es una totalidad concreta. No es un apriori. ¿Qué aporta entonces la lógica dialéctica? Pues la conciencia de esta complejidad; no la solución a priori de los problemas que debemos resolver con el estudio. De la misma manera, Marx dirá, por ejemplo, que el capital es un silogismo (Tombazos desarrolla extensamente este punto); pero ésta es una conclusión de su investigación, no un esquema que se aplica apriorísticamente.

Obsérvese por último, que el concepto que está implicado en el silogismo de necesidad, tiene hondas implicaciones para la política revolucionaria. Por ejemplo, si decimos que todo capital tiene tendencia a aumentar la explotación del trabajo, y que éste no es un hecho contingente, ni una afirmación obtenida por inducción, sino es una conclusión necesaria de la lógica implicada en el concepto mismo de capital, estaremos afirmando que no hay manera de acabar con ese impulso a la explotación en tanto no se acabe con la relación social subyacente.

La génesis del dinero en Marx

Como ya hemos adelantado, el verdadero concepto tiene “historia pasada”, en el sentido lógico, porque reconoce momentos dialécticos previos que lo constituyen. Y además, en el verdadero concepto, encontramos la mediación, el movimiento (Hegel, 1999, § 65), y la síntesis. Profundicemos ahora en el método dialéctico precisando que tanto en Hegel como en Marx el pensamiento conceptual tiene un carácter circular.

Para entender por qué, empecemos observando que con los razonamientos científicos lo que buscamos es sacar conclusiones fundadas científicamente. Además, y naturalmente, todos sabemos que una conclusión es un conocimiento mediado; no es un inmediato porque medió un razonamiento. Pero… ¿cómo podemos sacar una conclusión que esté fundada científicamente y que no nos remita a una cadena infinita de fundamentos? Si A está fundado en B, B debe estar fundado en C y así de seguido. ¿Adónde termina esto? ¿Cuál es el fundamento último? Una vez metidos en esta cadena no habría manera de parar. Esto nos llevaría a lo que Hegel llama “el mal infinito”. Pero frente a este “mal infinito” Hegel plantea la existencia de otro infinito, que es el círculo, lo que vuelve a sí mismo, lo que se funda a sí mismo a través de su propio movimiento. Es por esto que dice que una conclusión no debe partir de un principio que parecería evidente, sino que este principio, el inmediato del que se parte, debe ser a su vez fundado por la conclusión a la que se llega. De manera que el inmediato del que se parte tampoco es un inmediato en el sentido pleno, porque está mediado por su fundamento.

Veamos esto en la dialéctica de la mercancía que nos lleva al dinero. Lo sintetizamos porque queremos detenernos luego en la dialéctica de la forma propia dinero. Tenemos un punto de partida, que es un “inmediato”: la mercancía, de la cual sabemos, también inmediatamente, que tiene un valor de uso y un valor de cambio.

A partir de este inmediato es la propia dialéctica de la mercancía y el valor de cambio la que lleva a las nociones de valor, trabajo abstracto y concreto, para volver entonces a la forma del valor, recuperada. Obsérvese que ya en el valor de cambio concebido como relación cuantitativa está encerrada la noción de medida, de proporción; ésta, a su vez nos lleva a lo que subyace, a la ley que gobierna la proporción de cambio, que es el valor, el trabajo humano abstracto objetivado. Pero por otra parte este trabajo humano objetivado no existe como tal sin la forma del valor; y la forma del valor no es otra que la forma equivalente. De esta manera vemos que el fundamento del valor de cambio es el valor, pero a su vez el valor no puede existir sin el primero, sin el valor de cambio. O sea, ahora el punto de partida está fundado por la conclusión a la que hemos arribado, así como la conclusión tiene su fundamento en el punto de partida.

La forma del equivalente está fundada en la objetividad del valor, y ésta sólo existe en tanto la forma relativa del valor encuentra su forma de expresión, que debe ser distinta a su forma natural. Y en esta forma simple de valor (20 metros de tela valen un saco) anida ya la posibilidad del dinero; de hecho la forma simple del valor contiene “el germen de la forma dinero” (Marx, 1999, p. 86). Por eso el valor de cambio en su forma desarrollada es el dinero. Así, el dinero no puede existir sin que haya valor, pero el valor no puede existir sin que haya dinero. El dinero es entonces un resultado del carácter contradictorio de la mercancía, que a su vez remite al carácter contradictorio del trabajo (trabajo privado/social). Esto significa que el dinero es un resultado necesario, porque es producto de las contradicciones de la sociedad mercantil, ya que es la única forma en que se expresa la objetividad del valor: “…la objetividad del valor de las mercancías, por ser la mera existencia social de las cosas, únicamente puede quedar expresada por la relación social omnilateral entre las mismas; la forma valor de las mercancías por consiguiente tiene que ser una forma socialmente vigente” (Marx, 1999, p. 81; énfasis agregados).

Subrayamos que el dinero no es introducido desde afuera, sino surge “como obra común del mundo de las mercancías” (Marx, 1999, p. 81). En este primer resultado de la mediación tenemos el concepto del dinero como universalidad necesaria, auto-fundada: el dinero es “encarnación social del trabajo humano” (Marx, 1999, p. 118); es “… es el valor, vuelto autónomo, de las mercancías” (Marx, 1999, p. 141). La mediación es interna. Ahora la forma corpórea del dinero cuenta “como encarnación visible, crisálida de todo trabajo humano” (Marx, 1999, p. 82) porque se ha derivado de la propia mercancía. Más precisamente, las características que distinguen al equivalente derivan de la propia mercancía que expresa su valor en él: “… cuando la mercancía A (el lienzo) expresa su valor en el valor de uso de la mercancía heterogénea B (la chaqueta) imprimea esta última una forma peculiar de valor, la del equivalente” (Marx, 1999, p. 68; énfasis agregado). El equivalente adquiere así propiedades que lo distinguen de la forma relativa. Es un valor de uso que se convierte en la forma en que se expresa su contrario, el valor; es producto del trabajo concreto, pero sirve para expresar el trabajo abstracto; es resultado de un trabajo privado pero encarna trabajo directamente social. Ninguna de estas peculiaridades, o notas distintivas del dinero, ha sido agregada; todas ellas están vinculadas orgánicamente con el concepto mismo de valor y se deducen de él.

A su vez la forma simple del valor –que constituye la primera identidad- se despliega, esto es, pasa al momento de la diferencia. El valor de una mercancía es expresado en este momento “en otros innumerables elementos del mundo de la mercancía”, de manera que por primera vez el valor se manifiesta como auténtica gelatina de trabajo humano indiferenciado (Marx, 1999, p. 77). Pero a este momento del despliegue, de la diferencia, le seguirá la vuelta a la unidad, que es cuando todas las mercancías expresan su valor en una única mercancía, que por eso mismo pasa a ser dinero. Sin embargo, ya no se trata de una unidad inmediata, sino de una unidad que contiene los momentos anteriores, como momentos superados. En cada cotización del precio de una mercancía reaparece la figura de la forma simple del valor; y la expresión relativa desplegada del valor es la forma específica en que se manifiesta el valor de la mercancía dinero (Marx, 1999, p. 116). El dinero es la superación de los momentos anteriores del desarrollo; este proceso es expresado mediante la figura del aufheben, del “superar conservando” hegeliano.

De esta manera hemos llegado a una identidad concreta (tiene la mediación como su pasado lógico y fundamento), ya que el dinero “existe ahora fuera de la mercancía y junto a ella” y “ha alcanzado una existencia independiente” de la mercancía, “una existencia que se ha vuelto autónoma” (Marx, 1989, p. 121). Partiendo de la identidad lograda habrá despliegue y vuelta hacia sí a través de sus diversas funciones. Y sólo a través de todo este proceso podrá captarse el concepto de dinero.


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Dialéctica y dinero en Marx (1)

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  1. Compañero Rolo. Se entiende que la nota presentada responde a la doble finalidad de revalidar la certeza del análisis marxista respecto de la naturaleza del dinero y, al mismo tiempo, ejemplificar la utilidad del método dialéctico en respuesta a múltiples intervenciones en que se ha intentado banalizarlo o reducirlo al papel de, como alguien dijera una vez, una frívola pedantería de intelectuales. No soy experto en Hegel. Hace unos treinta años leí la introducción a la fenomenología del espíritu y fragmentos de la ‘Lógica’ obra oscura cuanto apasionante. Volvía a ella alguna vez, pero mis conocimientos sobre dialéctica, en lo esencial, tributan a Marx y Engels y los tan discutidos ‘Cuadernos filosóficos’ de Lenin, que muchas veces han sido mal utilizados para dar ‘palizas’ teóricas a opositores poco preparados, por lo que solo estoy familiarizado con las categoría básicas, que, en una modesta opinión, son una guía firme para explicar la realidad y establecer un curso de acción para transformarla, sobre todo, cuando nuestra preocupación no es meramente especulativa, aunque seamos solo una partícula inmersa en contradicciones reales cuya presencia se impone en carne propia y es condición de nuestros actos. Dicho esto, le comento que, sin embargo siempre arrastré algunas dudas respecto de que el marxismo, empezando por el propio Marx, hayan completado una ruptura epistemológica con el idealismo hegeliano. Se suele decir que Marx rescató el método dialéctico de Hegel, expurgándolo de su remate idealista, o dicho de otra manera, parando su dialéctica invertida, que descansa en la idea, con sus pies en la tierra, dando por resultado un determinismo cuya fuerza motriz de desarrollo radica en las fuerzas materiales en pugna al interior de una estructura dada. Citando de memoria ‘Para Hegel, la idea es el demiurgo hacedor de lo real. Para mi en cambio, lo ideal no es más que la realidad material trasplantada al cerebro del hombre y transformada en este’. Comparto el criterio y también el trasfondo determinista aplicado a una formación social que siempre me pareció una contradicción que se perfecciona cuanto más se desarrolla, en un largo camino hacia la máxima tensión de fuerzas, pero tengo serias dudas acerca de atribuir un tinte teleológico a la cuestión, que, según mi modesto parecer, está presente en los maestros del marxismo. Si en el capitalismo como sistema, está presente la pulsión interna hacia su superación, cuya culminación sea el socialismo, también pasible de contradicción, no hay razón para pensar que, salvo por la intervención de una fuerza externa, este curso ineluctable pueda interrumpirse, por mal que le pese a todas las referencias a la agencia de los hombres. Si bien el propio Marx, desde escritos tempranos como ‘La Ideología Alemana’ caracterizaron a esta ineluctabilidad como una tendencia inmanente y no como un resultado final, concepto ratificado numerosas veces luego, por propia pluma o la de Engels, siempre me pareció que algo del idealismo hegeliano había quedado y que también se patentizó en sus obras y expectativas, solo alguna vez matizadas por una duda metódica cuanto amarga. En síntesis, yo no creo que la clase obrera hará la revolución ‘quiera o no lo quiera’ por la fuerza de las circunstancias. El tratamiento dialéctico de la cuestión no puede demostrarlo. Lo contrario, es idealismo hegeliano.
    Gracias por su atención y la de los lectores del blog.

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    AP

    22/01/2012 at 16:30

    • Hay una idea central en Marx, a saber, que en la esencia del capitalismo hay una contradicción básica, que determina a la totalidad, la contradicción entre capital y trabajo. Las perspectivas de superación del capitalismo no devienen de alguna razón teleológica (habría de realizarse el fin de la historia, etc.) sino de la dinámica que emana de esa relación contradictoria. Para esto es esencial comprender que la contradicción es la fuente de todo automovimiento.

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      rolandoastarita

      24/01/2012 at 11:34

  2. Reblogged this on Monedas para el Bondi and commented:
    Hace tiempo que soy seguidor de Rolando Astarita y presto muchisima atencion a sus exposiciones economicas, y esta no la queria dejar pasar.
    Dialéctica y dinero en Marx (1)

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    brague

    23/01/2012 at 15:53

  3. Este me parece un artículo valioso. Creo que será de gran interés para los copañeros que intervinieron en el debate sobre el método dialéctico.

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    Vico

    23/01/2012 at 16:54

  4. No entiendo por qué lo que Astarita llama «determinación unilateral» aludiendo a la consideración de sólo una o unas propiedades o características de un objeto para definir el concepto que lo representa convierten al concepto así definido en «vacío». ¿No sería en todo caso un recorte incompleto, erróneo incluso, pero no «vacío»?

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    anibal

    24/01/2012 at 21:56

    • Es vacío en relación al universal concreto, que es el que «reivindican» Marx y Hegel. Cuando Hegel habla del universal abstracto está refiriéndose al universal que se obtiene por abstracción de algún rasgo (que puede ser más o menos importante, o totalmente accesorio, etc.). Aprovecho este comentario para destacar lo siguiente: la forma de obtener el universal por comparación de rasgos comunes y abstracción de diferencias está muy generalizada en las ciencias sociales, incluso entre los autores de izquierda. Doy el ejemplo de Perry Anderson, un autor que ha tenido una indudable influencia, en especial en las décadas de los 80 y 90. El enfoque de Anderson es weberiano. Esto es, Anderson construye un «tipo ideal» de lo que fue, por caso, el marxismo occidental, a partir de la abstracción de rasgos comunes entre los muchos marxistas que estudia (Della Volpe, Althusser, Sarte, etc.). Luego aplica este modelo a los casos particulares, y saca algunas conclusiones. Pues bien, estamos ante un caso típico de lo que Hegel llama el «universal abstracto» (en el ejemplo, el marxismo occidental; el mismo procedimiento aplica Anderson al estudio del Estado absolutista). El problema con esto es que nos da una visión carente de vida, estática. No hace hincapié en las oposiciones internas, en las contradicciones que enfrentó ese «marxismo occidental»; tampoco puede registrar lo que queda por fuera del «tipo ideal» (por ejemplo, no registra el marxismo de Dobb y los autores de Cambridge).
      Algo similar puede decirse de otros autores, que también dejaron a un lado el método dialéctico. Por ejemplo, Gunder Frank en el estudio de las raíces del atraso intenta establecer un «tipo general» a partir de los muchos casos particulares. Gunder Frank también sostenía que no entendía para qué servía la dialéctica.

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      rolandoastarita

      25/01/2012 at 10:07

  5. Superando el principio platónico de Symploké, habría que afirmar que todo está relacionado con todo, aunque sea a nivel atómico, pero lo pertinente es establecer qué conexiones son principales y cuales son accesorias.

    Así mismo, todo contradice a todo, pero de nuevo lo pertinente es establecer qué contradicciones son principales y cuáles accesorias.

    Tanto la identidad como la contradicción se dan en movimiento, en un fluir en el espacio tiempo.

    El filósofo ¿ marxista? Gustavo Bueno, dice que no hay que crear una lógica dialéctica, sino «dialectizar» la lógica formal, que la lógica formal ya lleva incorporada la contradicción pero que no la representa en el papel.

    Una objeción. Pienso que la definición «medida de cambio» sería válida también en el caso de los depósitos y en cualquier otro, ya que estaríamos intercambiando dinero por algo, un servicio, seguridad, almacenamiento, o una perspectiva de beneficio futuro.

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    Carlos

    25/01/2012 at 09:39

    • En realidad hablamos de «medio de cambio», no «medida de cambio». En la segunda parte de la nota explico cómo, efectivamente, Marx considera que los créditos monetizados actúan como medios de cambio, esto es, cumplen una de las funciones del dinero, sin por ello ser dinero.

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      rolandoastarita

      25/01/2012 at 10:09

  6. Me parece que se confunde «definición», que es una identidad entre conceptos de carácter estipulativo, no verdadera ni falsa sino simplemente práctica o impráctica, con la descripción de un objeto, sea a través de una enumeración de sus propiedades, sea por medio de una teoría que caracterice adecuadamente su funcionamiento y sus relaciones. Los objetos no se definen, se describen, como posiblemente haga de manera correcta la teoría marxista con el dinero o las mercancías. Los conceptos no se describen, se definen.
    Por otra parte, si el positivismo atrasa, la idea de que por medio de definiciones dialécticas se accede a la «esencia» de las cosas suena un poco fundamentalista y deja poco espacio para el meliorismo propio de la ciencia. Es decir, una vez que, de manera un tanto apriorística y sentado en mi sillón accedo, sólo por vía del pensamiento, a la esencia de las cosas, no hay mucho margen para la revisión de hipótesis y la modificación de conceptos y teorías.

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    anibal

    27/01/2012 at 10:16

    • Hay un punto en el que ya no entiendo cómo se puede continuar un debate o un intercambio. Si se considera que la teoría monetaria de Marx es una mera descripción; si se considera que el concepto es sinónimo de descripción; si además se afirma que el análisis del dinero de Marx es producto de meras «definiciones dialécticas» (vaya a saber uno qué se entiende por esto), a la que accedió «de manera apriorística» (¿Marx ni siquiera se preocupó por conocer cómo funcionaba la emisión del dinero bancario, ya que todo lo habría deducido «apriorísticamente»?), pues bien, no tengo más nada que decir. Cada cual siempre puede leer en un texto lo que se le ocurra; es una linda manera de construir muñecos de paja para luego quemarlos. En lo que sí coincido es que seguramente Marx trabajó sentado (aunque no sé si en un sillón). Pero no veo por qué esto deba criticarse. El estudio de informes del Banco de Inglaterra, de las discusiones entre la banking y la currency school, el análisis de los movimientos monetarios y del interés durante las crisis, etc., pudo hacerlo Marx sentado en un sillón, en una silla, o parado (aunque esto último tal vez sea más incómodo). Pero para algunos, los sillones parecen contribuir al método «apriorístico».

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      rolandoastarita

      27/01/2012 at 10:34

    • En su artículo se llega a la «esencia» del dinero mediante una «deducción inmanente». Yo no digo que Marx haya trabajado de esa manera, pero su presentación de los conceptos de valor y dinero, en aras de resaltar el papel que un pensamiento dialéctico tiene en su formulación, sí parece que implicar que se llega a verdades irrefutables no mediante pensamiento y trabajo empírico sino, a la manera hegeliana, a fuerza de decretazos cognitivos (iba a decir racionales, pero Hegel, o su filosofía, no son racionales). No hace falta ponerse tan nervioso, alcanza con leer correctamente lo que usted mismo escribe y no tergiversar lo que otros (yo, en este caso) le respondemos.

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      anibal

      27/01/2012 at 13:07

    • No me ponen nervioso las críticas. Estoy acostumbrado, la mayoría de la gente con la que trabajo en las facultades, por ejemplo, está en contra de la teoría de Marx. Tampoco pretendo explicar todo de nuevo a cada momento. ¿Qué tiene que ver el desarrollo expositivo de Marx con un «decretazo dialéctico»? Respuesta: nada que ver. Pero sí tiene mucho que ver el método y la concepción dialéctica. La reconstrucción del «concreto» a partir de las categorías (trabajo, valor, valor de cambio, etc.) tiene mucho que ver con esa concepción. Después de todo, sobre el dinero, por ejemplo, hay muchas descripciones en los manuales usuales; así como muchos datos empíricos. El problema es qué se hace con eso, cómo se conceptualiza. Y aquí aparece que el concepto no se reduce a «descripción». Lo puedo plantear de otra manera: los problemas que tiene la economía burguesa con el dinero, ¿se deben a falta de datos empíricos? ¿Acaso a «que no piensan»?
      Agrego algo: la cuestión de partir de la dialéctica interna del asunto que se estudia no sólo está en la base del análisis, sino también de la crítica de Marx al capitalismo. Y de la posibilidad de su superación. Es precisamente lo opuesto de lo que planteaba el socialismo utópico.

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      rolandoastarita

      28/01/2012 at 11:28

  7. Intento una aproximación didáctica, que economiza «jerga dialéctica», a ver si nuestros «cientificistas» captan la idea.
    Como expuso hace tiempo Aristóteles, se podría definir al ser humano como «el animal que ríe» o (sospecho sería demasiado amplio, pero lo uso como ejemplo en beneficio de la argumentación) como «el bípedo implume».
    Éstas serían típicas definiciones del concepto de ser humano, supuestamente aptas para describir a los seres humanos en tanto objetos de conocimiento, concepto constituído con el método de reunir notas o rasgos independientes entre sí, de un modo puramente exterior, por pura conveniencia práctica digamos.
    Creo que es bastante evidente la inesencialidad de este modo de proceder respecto de aquello que se busca definir y conocer. Tal es el universal abstracto. Y, pese a las protestas de Aníbal, es claro que las definiciones de conceptos se establecen en vista a la descripción de objetos, por lo que la distinción «ciruelosa» que pretende hacer es más bien una trivialidad.
    Si alguna ventaja tiene este método es la de ahorrar pensamiento y facilitar la rápida introducción de representaciones de objeto en maquinarias de cálculo inferencial. Por eso muestra un temperamento mecánico.
    A mi modo de ver, el marxismo entiende que la forma verdaderamente justa de elaborar (más que definir) al concepto de ser humano involucra el completo desarrollo de las ciencias que contribuyen a construir el concepto de hombre como universal concreto (las naturales y las sociales o humanas). Como se vé, se trata de una concepción del «concepto» muy diferente a la que expuse más arriba.
    Además, los planteos de Aníbal son apriorísticos: Extrae de su propia galera definiciones de «definición», «concepto», «descripción», etc., de un modo tan axiomático como caprichoso. No cree necesario explicar cómo llegaron a su galera esos axiomas y definiciones apriorísticas, etc.
    En comparación con el método de Aníbal (que, por supuesto, reconozco que tiene sus anclajes filosófico-epistemológicos, tanto como conozco las fatales limitaciones que aquellos anclajes acarrean), el método dialéctico además de mantenerse más cercano a los procesos efectivos del conocimiento -que poco deben a la axiomática-, tiene la inmensa ventaja de que no parte de algún principios establecido exterior y apriorísticamente en relación al objeto de conocimiento, sino que busca desarrollar el concepto a partir de sus determinaciones más simples y, en ese sentido sí, todavía abstractas. Por eso se dice que es un método que va de lo abstracto a lo concreto.

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    Vico

    27/01/2012 at 11:37

    • Ajá. ¿Decir que una definición es una operación que identifica dos conceptos o conjuntos de conceptos de modo tal que en cualquier enunciado podría sustituirse el definiens por el definiendum te parece algo sacado de la galera? ¿Tenés idea de qué es un diccionario y de cómo funciona? Decir que un concepto es un constructo que no se puede describir en términos de propiedades porque no es una cosa concreta, material, te parece algo sacado de la galera? ¿Podés decirme qué propiedades físicas tienen los conceptos (peso, temperatura, presión, densidad, velocidad, posición en el espacio, etc)? ¿Te parece que un objeto se define en lugar de describirlo o explicar su funcionamiento y sus relaciones con el resto de la realidad por medio de teorías? Ya que tenés ideas tan peculiares sería interesante que las desarrollaras un poco.

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      anibal

      27/01/2012 at 17:02

    • Me parece que debo tener más idea que vos acerca de qué es un diccionario y de cómo funciona (a menundo mal, por cierto). Me limitaré a decirte que la reflexión sobre conceptos y definiciones (la antigüedad clásica) es mucho más antigua que cualquier diccionario (aprox. el siglo de las luces, en conexión con las academias de la lengua). En realidad, que tu «defensa» consista en señalar al diccionario como si éste fuera un punto de partida consolidado para la argumentación, dice bastante (y bastante malo) sobre tu «método científico».
      Difícilmente en una definición definiens y definiendum pueden cambiar de lugar. Pero, en todo caso, si son intercambiables (aunque en este caso deja de tratarse de una definición) es porque en su esencia retórica la definición es una paráfrasis.
      No sé bien qué quiere decir que un concepto no puede definirse en términos de propiedades, salvo que estás denunciando lo que vos mismo confundiste. En un sentido tradicional, los conceptos son predicados (o atributos) y estos pueden expresar propiedades o relaciones (siempre en un sentido tradicional). Por lo tanto (y siempre en un sentido tradicional), cuando te aproximás a un objeto de un modo que no sea sólo referencial sino predicativo, lo hacés a través de predicados que, como acabo de decir, son conceptos y, por eso, propiedades. En el sentido tradicional, la descripción de objetos de realiza a través de propiedades, para conformar el concepto del objeto. Todas estas son, por supuesto, perogrulladas. Y, encima, no tienen nada que ver con el método de Marx (que se vale de otra concepción del concepto, como ya expliqué) ni con este debate.
      Y por supuesto, todo lo que decís sigue estando sacado de la galera, en el sentido de que son «a prioris» que adoptás en virtud de alguna simpatía personal o
      profesional que sentís hacia ellos.

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      Vico

      28/01/2012 at 19:04

  8. Aníbal: No sólo no leíste bien, como te jactás de haber hecho, sino que estás chicaneando.
    Astarita escribió lo de “deducción inmanente” en la parte donde explica a Hegel, no a Marx. De todos modos, es un término aproximado porque no parece claro que toda la argumentación de Hegel sea de índole deductiva en el sentido técnico que dan actualmente los lógicos al término. Pero eso ya es otro tema.
    Más abajo, Astarita escribió: “No es necesario coincidir con todo lo que plantea Hegel aquí para rescatar el grano de verdad que contiene su planteo. La idea principal es que ahora ya no se tratará de una universalidad obtenida por abstracción y comparación, sino de un universal obtenido a partir del estudio de la ley interna de la cosa que estudiamos. Por ejemplo, si el análisis teórico nos muestra que es necesario que el valor se corporice y exprese en un singular, el dinero, esto tendrá como consecuencia que, necesariamente, la esencia del dinero comporta la condición de que encarne valor”. Evidentemente, hacés una lectura recortada y malintencionada, cuyo propósito es otro que comprender lo que quiere decir el autor de la nota.
    Conviene recalclar que al tipo de conclusión que se comenta en el citado párrafo, Marx no llegó por ninguna clase de “decretazo dialéctico” (ya que te jactás de haber leído atenta y fielmente, me gustaría saber en qué parte del texto de Astarita leíste esto último) sino por medio de un análisis conceptual tanto como de constataciones empíricas. Claro que, como Astarita en su nota se dedicó a explicar el método dialéctico, su foco temático tiende a estar puesto en eso, y no en el inmenso cúmulo de investigaciones empíricas que Marx sometió a tal método.
    Ahora, si vos querés saber cómo estudió Marx el tema del dinero haciendo lecturas aviesas de un comentarista en vez de leer “El Capital”, a cuya elaboración subyace como ya dije un inmenso cúmulo de datos empíricos, no vas a ir muy lejos. De hecho, no parece que quieras ir más allá de la pura chicana.

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    Vico

    27/01/2012 at 16:46

  9. Digamos Vico que para vos «agua» y «sustancia compuesta por h2o» no son expresiones intercambiables, entonces. Y seguís sin captar la diferencia entre definir un concepto y describir un objeto o explicar su funcionamiento. Mala suerte.

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    anibal

    28/01/2012 at 22:45

  10. La analogía del diccionario me parece perfecta para demostrar como todo se relaciona con todo pero a la vez diferenciandose del resto.

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    silenciodeltiempo

    29/03/2012 at 22:04

  11. Me parece que la discusión del valor y la moneda la a llevado a su forma más desarrollada y de manera crítica Carlo Benetti y Jean Cartelier. Véase por ejemplo el libro de Benetti valor y moneda (1990) Fondo de Cultura Económica. La crítica a Benetti la encontramos en Robles Baez (varios artículos). Sin embargo, nadie la ha desarrollado en su forma de magnitud «tiempo de trabajo social», aunque Benetti la desarrolla en lógica formal y Robles en «lógica dialéctica» (habría que demostrar que existe ésta) ninguno de los dos lo han desarrollado en su forma de «tiempo de trabajo social necesario».

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    Antuan L

    14/03/2016 at 01:07


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