Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

¿Control obrero del capitalismo?

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A raíz de la fuga de capitales, dirigentes y organizaciones de izquierda (por ejemplo, del Partido Obrero) han planteado la necesidad de que se establezca el control obrero sobre el mercado cambiario, y más en general, sobre los movimientos financieros y los bancos. El control obrero también lo han propuesto como salida para otros problemas. Por caso, cuando se exige la estatización de empresas de servicios públicos, o de industrias básicas (como las empresas energéticas). Extrañamente, dada la importancia que se le otorga, rara vez se precisa para el gran público cuál es su contenido. En esta nota presento los dos contenidos que puede tener el control obrero, y argumento por qué, en la actual coyuntura política, la agitación de la consigna lleva a la colaboración de clases.

Dos tradiciones

En el movimiento obrero mundial ha habido una larga tradición revolucionaria del control obrero, vinculada a la formación de órganos de poder. Es que cuando los trabajadores elegían, en coyunturas de alta tensión revolucionaria, comités de huelga, y éstos comenzaban a extenderse a más y más empresas -y eventualmente, a los soldados, campesinos, etcétera- surgía un poder que comenzaba a disputarle a la clase dominante no sólo el control de los centros de producción, sino también el dominio territorial y político general. Ya Marx hablaba de los comités obreros en la revolución de 1848; luego, fue la Comuna de París, de 1871; y más tarde los soviets (o consejos) en Rusia, en 1905 y en 1917; también los consejos obreros en las revoluciones fallidas de Alemania y Hungría; y los embriones de poder obrero en España en los 30; en las revoluciones de Alemania de 1953, y Hungría de 1956; o en Bolivia, en 1952, para citar algunos casos salientes. Todas estas experiencias fueron producto de ascensos revolucionarios, y cuestionaron (o apuntaron a hacerlo) el poder de la clase capitalista; o de la burocracia stalinista, en Alemania y Hungría. Éste es el contenido que tuvo la agitación por el control obrero en el marxismo. Por eso, nunca fue una consigna para ser lanzada de manera aislada, ya que jamás podía ser instrumentada en un sentido crítico y subversivo por fuera de las organizaciones de poder obrero, y de los programas que éstas asumieran. En particular, sin organizaciones de base de las masas sublevadas, no hay poder dual, y por lo tanto no hay medios para establecer ningún control. Pero la dualidad de poderes no se establece por decreto. En su Historia de la Revolución Rusa, Trotsky escribió que “la dualidad de poderes sólo surge allí donde chocan de modo irreconciliable las dos clases, solo puede darse, por lo tanto, en épocas revolucionarias y constituye, además, uno de sus rasgos fundamentales”.

Por otro lado, en el vértice opuesto, está la idea de que el control obrero puede ser integrado al régimen capitalista. Mandel (1973) sostiene que una de sus primeras versiones la encontramos en la socialdemocracia alemana, que transformó los consejos obreros alemanes y austríacos de 1917-8 en órganos de colaboración de clases con la gran industria. Luego, en la segunda posguerra, tomó la forma del “co-dirección” de las empresas que se habían estatizado en muchos países europeos; una política que defendieron los partidos socialistas y comunistas. También en América Latina se registró este tipo de experiencias, pero a través de direcciones sindicales; por ejemplo, en Argentina el sindicato de Luz y Fuerza «co-gobernaba» la empresa de electricidad Segba, participando de su directorio. Aunque, en realidad, no había “co-gobierno”, sino gobierno de la burguesía. Como señalaba Mandel, “la noción de que el ‘control público’ era ejercido sobre la economía capitalista por el gobierno, el parlamento, los ayuntamientos locales, los comités conjuntos de obreros y directorios, etc., sigue siendo un mito en tanto el poder económico y político real permanece en las manos de la burguesía”. Sin embargo, en aquellos años 60 y 70, algunos pensaron que se estaba avanzando en una transición pacífica y gradual al socialismo. Creían que se podían ir conquistando “trincheras”, empezando por los lugares de trabajo. Era la versión “obrerista” de la idea -tan común hoy en algunos reformistas argentinos- de que es posible controlar al Estado a través de una “guerra de posiciones” (los “usos” de Gramsci son infinitos). En última instancia, se trataba de la táctica de Bernstein, de la “ampliación progresiva del control social”.

Hoy sabemos que aquellas experiencias sólo pavimentaron el camino de la posterior ofensiva del capital sobre el trabajo. Es que en condiciones de control “normal” de la burguesía, no hay manera de establecer un control obrero que no sea un instrumento de cooptación de la vanguardia obrera, cuando no de colaboración de las burocracias sindicales (o de los grandes partidos reformistas, socialistas y comunistas). Rosa Luxemburgo (1973), en polémica con el ala derecha de la socialdemocracia, decía que  los trabajadores no pueden co-dirigir con el capital la producción, ya que en tanto subsistan las relaciones capitalistas, estarán obligados a desempeñar, incluso contra su propia voluntad, el papel de empresarios capitalistas. Por eso, el control obrero, cuando se establece en el sentido que lo visualizaba el marxismo, exige, por lo menos, un alto grado de organización autónoma de los trabajadores (consejos, soviets, etc.) y ser implementado en compañía de otras medidas igualmente revolucionarias. Lo cual pide un contexto revolucionario; es lo que decía Trotsky a propósito del poder dual en Rusia (apunto que Trotsky no sacó todas las conclusiones sobre esto cuando escribió el Programa de Transición. Aunque, también hay que decirlo, advirtió que el control obrero no puede agitarse en cualquier circunstancia).

Hoy en Argentina…

Los dirigentes y organizaciones de izquierda que hoy están proponiendo el control obrero sostienen que no plantean la consigna en el sentido reformista, y que de ninguna manera buscan la colaboración con la clase dominante. No tengo por qué no tomar en serio este argumento. Estos partidos enfrentan y denuncian a las burocracias sindicales que se benefician de la explotación del trabajo colaborando con el capital y su Estado. El problema no son entonces las intenciones, sino la mecánica política a la que se es inducido cuando se plantea la consigna del control obrero en una coyuntura como la actual. Es que no se puede plantear la consigna de manera revolucionaria, a las grandes masas, porque no hay condiciones para hacerlo. Tomo como ejemplo otra consigna, que he discutido con el Partido Obrero, la del cambio de la estructura impositiva. En su momento escribí una nota planteando que el cambio de los impuestos, en sí mismos, no iba a mejorar la distribución del ingreso, y que el marxismo siempre había planteado esta demanda acompañada de una serie de medidas transicionales. Se me respondió que el Partido Obrero planteaba la reforma impositiva en el marco de un programa revolucionario, en el que figuraba el control obrero. (véase aquí y aquí). En principio, parecía que estábamos de acuerdo. Pero en los grandes medios la consigna se siguió presentando de manera aislada. Nunca se explicó claramente que sólo tendría sentido progresivo si se instrumentaba en el contexto de un programa de transición al socialismo. Sin embargo, no es que hubiera “traición”, ya que esta actitud hasta cierto punto es lógica. ¿Por qué? Pues porque no hay manera de explicar a la gente que la tarea inmediata es formar comités obreros, establecer el control revolucionario sobre las grandes empresas y disputarle ya mismo el control de la economía al Estado y el capital. Nadie entiende cómo se puede implementar semejante programa ahora. Y pensar que esto se puede “votar” en el Parlamento es, por supuesto, una ilusión, además de inútil (el control obrero no se establece con leyes). Por este motivo, hasta cierto punto, encontramos un discurso dual: en la prensa militante las cosas se explican de manera más acorde con el contenido revolucionario de las demandas, pero en los medios masivos esto no se puede hacer. De ahí también que a veces cuesta clarificar dónde están las diferencias.

Por este motivo, se cae en un propagandismo abstracto (cuando en realidad se procura hacer lo opuesto). Si hoy en las empresas ni siquiera se puede acabar con el control de la burocracia; si en la mayoría de los lugares de trabajo es una demanda “revolucionaria” pedir cosas mínimas; si los activistas están dispersos; y si hay pocas direcciones sindicales antiburocráticas (y más de una ha sido cooptada por la burocracia “reformista”), ¿qué sentido tiene salir a plantear que la consigna inmediata es establecer el control obrero? Observemos que habría que decir que ya mismo hay que formar comités obreros (de lo contrario, ¿quién establece el control obrero?) independientes de la burocracia. ¿Cómo hacerlo, si los activistas y militantes de izquierda están ante tareas inmediatas, organizativas y reivindicativas, mucho más primarias? Incluso, supongamos que en estas condiciones una fracción de la clase dominante tuviera interés en parar la fuga de capitales, dando alguna participación al movimiento sindical. ¿Qué sucedería? Sencillamente, que la consigna sería instrumentada por la burocracia. Ésta es la razón, por otra parte, por la cual la consigna “no prende” en ningún lugar. En ninguna empresa hay control obrero en la actualidad (los casos de las industrias recuperadas no son “control obrero”; lo discuto aquí), a pesar de que algunas organizaciones llevan años agitando la consigna. La gente se da cuenta de que esto es imposible o que, en cualquier caso, generaría uno de los tantos escenarios de colaboración entre la burocracia sindical y el Estado, o el capital. Hacer política no es repetir y repetir una consigna. Hace años conocí un grupo trotskista inglés que pasó décadas terminando cada editorial de su periódico con el llamado a “preparar la huelga general”. Lo que discuto aquí es un caso similar. Las demandas que se agitan deben tener alguna correlación con los estados de ánimo, y las relaciones entre las clases.

En conclusión, la consigna es desacertada. Al margen de las buenas intenciones, sólo puede ser leída como una “receta” para solucionar problemas (la fuga de capitales; la corrupción de empresas estatales, etc.) dentro del sistema capitalista. Pero el capitalismo no funciona bajo “control obrero”. Esto que afirmo no niega, por supuesto, la importancia que puede tener explicar el control obrero en la propaganda y la lucha ideológica por el socialismo. Pero no puede ser pensada para la aplicación inmediata. La relación de fuerzas entre las clases sociales de hoy la hacen abstracta y vacía. Y esto, en el mejor de los casos.

Textos citados:

Luxemburgo, R. (1974): Reforma o revolución, Buenos Aires, Papeles Políticos.

Mandel, E. (1973): “Worker’s Control and Worker’s Councils”, www.marxists.org/archive/mandel/1973/xx/wcwc.html.

Trotsky, L. (1985): Historia de la Revolución Rusa, Madrid, Sarpe.


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¿Control obrero del capitalismo?

Written by rolandoastarita

21/11/2011 a 20:02

19 respuestas

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  1. Compañero. Muy buena crítica. Como se deprende de los intercambios que ya hemos tenido en este blog, la comparto en todos sus términos. Dada la implantación que tiene la consigna, como medida de acción, no solo en el ámbito trotskista, me extraña que no se haya desatado la polémica. Tal vez haya una latencia. Me apenaría que pase sin pena ni gloria, dada la importancia que tiene la cuestión para definir la táctica de los revolucionarios frente a la situación real.
    Gracias.

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    AP

    23/11/2011 at 01:24

  2. creo, rolando, que en tu articulo y en el tratamiento de este asunto, así como en varios otros mas, esta presente otro orden de problema y cuestión. Me explico, la cuestión del control obrero o de la apertura de los libros, es situacional, puede estar inscrita en un cuerpo «teórico» de situacionalidades que hacen a algo mas que ella, a etapas, a otras escalas, es cierto, pero no deja de ser eso, una consigna que implica una salida (hacia adelante, en terminos de conciencia y organización) para los explotados en una situación….en el fondo es una cuestión táctica.
    digamos que si los explotados están enfrentando al explotador en el marco de la empresa capitalista, si este justifica su quiebra o retiro aduciendo déficit, es decir «inviabilidad», si los explotados dan un paso mas alla y dicen » si vos no podes, veamos si nosotros podemos» o «cuanto, como y porque es el deficit»?…. nos hacemos cargo nosotros….en fin…..vale y si hay quienes son parte de ese proceso y ademas dicen, desde antes, que se trata del sistema, etc, etc…. vale mas…y si de ahi se dicen que hay que entender como funciona el sistema, que es mas que esta situcion y coyuntura y si ese decir ademas abarca otras cuestiones…..en fin….vale mas….es la via y la accion revolucionaria y la propaganda, bien entendida, socialista…..
    el punto es otro, que en la propaganda «general» se hable de control obrero, como del socialismo esta bien…la cosa es cuando este se plantea como tarea o posibilidad a la orden del día, ahora, como un resultado posible del actuar ahora…y esa es la pregunta, aunque suene a mecanicismo una cosa es hablar de socialismo, de control obrero, que no es socialismo, pero una actitud hacia ello porque…..para que control obrero, si ya le disputo la autoridad y el derecho al capitalista y si hay apertura de libros es porque la empresa funciona solo que una develado lo ficticio del capital se plantea la cuestion de quien es el dueño, es decir del poder, no?
    ahora, una consigna, que no sea lo propagandistico, eso no son «consignas», sino que va a lo tactico, es decir a lo posible de su realizacion, si no es asi, es propaganda, si se cree que puede plasmarse, al menos en el intento o como expresion de la lucha de clases concreta, la huelga, la ocupacion u otra manera del conflicto, entonces estamos ante otro orden de situacion y perspectiva, hablar del control obrero que no vaya junto con hablar del socialismo suena a tecnocratismo izquierdoso y si hay alguien que dice que pueda tratarse de una «aplicacion inmediata» como dices en las «conclusiones» yo ni siquiera hablaria del control obrero o no con quien lo sostenga sino sobre agitacion, accion y propaganda hacia el socialismo o hacia la toma del poder.
    la pregunta de fondo es en que situacion estamos entonces, creo que un cuerpo de consignas muy rojo debe corresponderse con un cuerpo de propaganda mas que rojo, pero eso es lo que no se ve, de lucha, de resistir, se dice mucho, de socialismo muy poco, entonces su antesala, digamos el control obrero esta en el aire, entonces no se trata de si esta consigna planteada en el terreno tactico, de la accion ahora y ya es «abstracta y vacia» como dices, se trata de de si quien plantea esa consigna es abstracto y vacio, una propiedad no de la consigna, sino de quien la propone.
    y entonces habria que hablar de otras cosas y no de una consigna.

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    esteban5

    23/11/2011 at 06:09

  3. No puede existir control obrero en una sociedad capitalista. Puedo informarles que en el llamado «socialismo del Siglo XXI» imperante en Venezuela , los «comunistas» del PCV proponen una ley del Control Obrero -ya redactada por esa organización -sobre las empresas, tanto públicas como privadas. Tal ley es rechazada por el grueso del movimiento obrero venezolano, pues donde el «control Obrero» se aplicó (en las empresas estatales) , las consecuencias fueron nefastas: destrucción de los sindicatos o paralelismo sindical, sacrificio de conquistas sindicales, congelamiento y no discusión de los contratos colectivos y abusos de la burocracia chavista. En el caso venezolano la aplicación del «control obrero» constituye una forma de dominio y sometimiento sobre la clase trabajadora venezolana. Un genuino control obrero puede llevarse a cabo en una sociedad socialista y autogestionaria, donde impere la propiedad social, más no la propiedad burocrática, encarnada en el Estado, el cual -en el caso venezolano- refleja los intereses de la nueva boliburguesía venezolana. Excelente artículo, para ser meditado y sacar las debidas conclusiones políticas.

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    a

    23/11/2011 at 10:20

  4. Hay un problema inicial ya en el título de este post: «Control obrero del capitalismo». De lo que se trata es de «control obrero de la producción /bajo el capitalismo/» que no es lo mismo que «del capitalismo».
    Para discutir, sería bueno tener presente un texto de Trotsky que no está incluido en la referencia bibliográfica de la nota de Astarita. Se trata de: «El control obrero de la producción», carta de 1931: http://www.marxists.org/espanol/trotsky/1930s/08_31.htm
    Allí Trotsky parece contestar por adelantado a las objeciones planteadas.
    Dice ahí unas cuantas cosas muy importantes, sobre todo, me parece, ésta con la cual Rosa L. hubiera estado completamente de acuerdo (ya que Rosa L. siempre se manifiesta contra el «fetichismo organizativo» u organizacional).
    Dice L.T.: «De acuerdo con el punto de vista oficial [stalinista, 1931] que prevalece en la actualidad, la revolución proletaria solamente puede llevarse a cabo por medio de los soviets; éstos, por su parte, deben ser creados específicamente para el propósito del levantamiento armado. Este cliché no sirve para nada».
    Además, dice Trotsky: «Así, por ejemplo, en ciertas circunstancias (una crisis económica profunda y persistente, un fuerte grado de organización de los trabajadores en las empresas, un partido revolucionario relativamente débil, un Estado relativamente fuerte manteniendo un fascismo vigoroso en reserva, etcétera) el control obrero sobre la producción puede ir considerablemente por delante del poder político dual desarrollado en un país.»
    Hay muchas otras consideraciones que apuntan al problema que plantea Astarita, y que para no tergiversar, recortándolas, es mejor que se lean en su contexto: el propio artículo.
    Por lo demás, este debate me parece útil. Saludos.
    Alberto a.

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    Alberto a.

    23/11/2011 at 14:25

    • Precisamente antes de escribir la nota había repasado el artículo de Trotsky que cita, «El control obrero de la producción» (La lucha contra el fascismo, Barcelona, Fontamara, pp. 31-7). Tengo diferencias con la posición que presenta aquí, que en seguida explicaré, pero de todas formas, y como explico en la nota, Trotsky tenía cierto sentido de las proporciones, y se daba cuenta de que el control obrero no se puede agitar en cualquier circunstancia. Empiezo destacando lo que estoy de acuerdo: el control obrero sólo puede ser ejercido en una situación altamente revolucionaria. «El control obrero a través de los consejos de fábrica sólo es concebible sobre la base de una aguda lucha de clases, no de la colaboración. (…) El control obrero, en consecuencia, solamente puede ser logrado en las condiciones de un cambio brusco de la correlación de fuerzas desfavorable a la burguesía por la fuerza, por un proletariado que va en camino de arrancarle el poder, y por lo tanto la propiedad de los medios de producción. Así pues, el régimen de control obrero sólo puede corresponder al período de las convulsiones del Estado burgués, de la ofensiva del proletariado y el retroceso de la burguesía, es decir, al período de la revolución proletaria en el sentido más pleno del término» (p. 32).
      Primera cuestión, Trotsky está diciendo que son necesarias ciertas condiciones para instalar el control obrero. En su sentido más general, se trata de una situación revolucionaria. ¿Qué tiene que ver semejante situación con lo que sucede hoy en Argentina? Mi respuesta es que nada. Estamos muy lejos hoy de un escenario en el que la clase obrera esté «en camino de arrancar el poder» a la clase dominante, de «ofensiva del proletariado» y «retroceso del capital». Segunda cuestión: esto hay que decirlo públicamente. No se puede jugar a las escondidas con este tema. Pero esto es precisamente lo que sostengo que no se aclara a las más amplias masas; se discute en la prensa que lee solo una vanguardia, pero no se defiende esta posición cuando se va a los medios que siguen millones de personas.
      Voy ahora a lo que no termina de convencerme del razonamiento de Trotsky: él piensa que aunque no estén dadas las condiciones revolucionarias agudas, en Alemania de comienzos de los años 30 podía ponerse en práctica la consigna. Es ahí que sostiene que «la dualidad de poder en las empresas y.. en el Estado» no nacen en un mismo día. Esto es, alude a un proceso. Entonces discute que no hay que hacer un fetiche de los soviets, y que el control obrero puede ser establecido por los consejos de fábrica. Y es aquí donde señala que en Alemania, al momento en que escribía esas líneas, YA había consejos de empresas: «Éstos existen hoy. Los están construyendo comunistas y socialdemócratas». Luego de decir que se podría arrastrar a los obreros socialdemócratas hacia esos consejos, recuerda que había habido una experiencia en Alemania en 1923 (y antes había habido experiencias de consejos en 1918-9).
      Las dudas que me despierta el planteo de Trotsky es si aún en estas condiciones era posible desatar en Alemania una movilización generalizada por el control obrero, en 1931. Pero en cualquier caso, se trata de un tema bastante menor frente a la cuestión sustancial que estoy planteando, a saber: en Argentina ni por asomo nos acercamos a una situación en la que ya haya consejos obreros construidos por comunistas y socialistas (el PS y el PC alemán eran organismos de masas). Tampoco hay algo que se asemeje a aquella experiencia revolucionaria y de radicalización. Sostener que hoy, en Argentina, dada la correlación de fuerzas, vamos a salir a agitar por el control obrero, y que lo podemos poner en práctica, es no tener sentido de qué está sucediendo. Equivale a pensar que estamos en las vísperas de una gran ofensiva, o que ésta puede desatarse con agitación. Lo grave que este mismo planteo se viene haciendo desde hace décadas, y nunca se hace un balance serio de por qué esta consigna «no prende».
      Por esto sostengo que, aún con problemas, el planteo de Trotsky sobre el control obrero para Alemania tiene una base de apoyo en organismos ya existentes. Pero no es ésta la situación en Argentina. Y discutir las condiciones para la aplicación de la consigna aquí lo es todo.
      Por otra parte, donde sí pienso que Trotsky comete más errores es en el Programa de Transición. ¿Por qué? Pues porque llega a pensar que es posible en EEUU, en los 30, agitar por el control obrero generalizado. Y allí ni siquiera se estaba cerca de una situación revolucionaria, esto es, de ofensiva de la clase obrera. Para colmo, a fines de la década llega a plantear el control obrero sobre el Ejército americano «para hacer la guerra contra Hitler no al estilo de Petain». Última aclaración: aunque no hace al centro del tema, el título tiene algo que ver con esta visión del trotskismo (Programa de Transición y programa militar para la Segunda Guerra) del control obrero.

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      rolandoastarita

      23/11/2011 at 15:51

    • He leído su respuesta y también (en buena parte, creo –incluidos comentarios) lo referido a la crítica sobre los impuestos (al planteo de PO). Está claro, porque lo reitera, que usted no acepta los planteos esenciales del «Programa de transición» de Trotsky; que usted no considera que hoy haya condiciones para levantar consignas transicionales; que usted difiere del sentido trotskista de las consignas transicionales; que usted considera que hay que «decir la verdad» sobre el momento en que estamos.
      En varios de estos sentidos tengo diferencias con los planteos (si no entiendo mal lo que leo) y tampoco me queda claro (quizá no leí lo suficiente de sus escritos) qué tipo de planteo «transicional» (referido a los periodos de transición, al momento político contemporáneo, a las características de la lucha económic a-política, a la situaci´n mundial, etc.) es el que usted plantea.
      Como no leí (y no sé cuándo podré leerla, pero acabo de bajarla) su crítica al «Programa de transición», me parece que sería bueno seguir este debate (que sin duda trasciende, aunque lo incluye, el problema del control obrero en un periodo transicional), si se puede, cuando yo me haya informado más de sus posiciones. Agrego este comentario para no «desaparecer sin aviso». Espero poder comentar más adelante lo que considero esencial decir.
      Agrego también que es importante este debate, porque se da en el marco del crecimiento concreto, no sectario, de un Frente de Izquierda y de los Trabajadores, que veremos (¿haremos que?) a dónde conduce… pero que sin duda nos obliga a tomar posición (al menos a quienes nos interesa la lucha socialista revolucionaria en el país y que no consideramos que los partidos que integran el Frente, además de los grupos varios que adhieren, sean meras «sectas» u organizaciones meramente «reformistas»…).
      Un saludo cordial.

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      Alberto a.

      24/11/2011 at 00:50

    • Dos precisiones: a) La crítica a la manera trotskista de utilizar las consignas transicionales ya fue realizada hace mucho por Engels. Puede consultar la nota «Engels y el arte de hacer política», que está en el blog. Me parece muy bien que se interese por esta cuestión, que en el trotskismo fue silenciada o desconocida. Al pasar, agregaría que tampoco nunca se discutió por qué Marx también rechazó la agitación de consignas transicionales a la manera que lo recomienda Trotsky; por qué en el Manifiesto Comunista el programa transicional solo se presenta como el programa a ser instrumentado una vez que la clase obrera tomara el poder; o por qué la Tercera Internacional, en un período muy revolucionario, no adoptó un programa transicional para el conjunto de los partidos comunistas. Hace años que he planteado estas cuestiones, y nunca se me respondió.
      b) Acerca de «decir la verdad». Lo que sostengo es que las consignas transicionales no se pueden agitar aisladas, hay que explicar en qué condiciones pueden ser aplicadas. Éste es el punto que entra en conflicto con las recomendaciones hechas por Trotsky acerca de cómo agitar las consignas.

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      rolandoastarita

      24/11/2011 at 08:49

  5. Llevo tiempo leyendo este blog, me he descargado muchas de sus intervenciones aunque todavía me queda por leer bastantes. En España estoy leyendo su libro El capitalismo roto. Y aunque admiro la claridad con la que expone sus ideas, cada vez me resultan más irritantes algunas cuestiones de fondo que vengo percibiendo cada vez más. Por resumir:
    -Usted es un crítico implacable de cualquier teoría que defienda el capitalismo desde el reformismo. SE ha poco menos que burlado de Suecia y la socialdemocracia por intentar domesticar el capitalismo, cosa imposible según usted. A usted no le gusta el llamado «control obrero», las empresas públicas, el Estado del bienestar, la regulación de las finanzas, ninguna medida proteccionista, y un largo etc.

    El problema que veo con su postura maximalista es que usted NUNCA aporta la más mínima alternativa a nada. Se permite el lujo de despachar como reformistas todas aquellas medidas que han intentado, y en no pocas ocasiones logrado, domesticar el sistema. Pero en estos casos cualquiera le podría responder «me parecen bien sus críticas pero tiene usted algo mejor qué ofrecer?».
    Después de la caída del Muro, en la izquierda anticapitalista tenemos el reto no solo de criticar los defectos del capitalismo sino también de ofrecer alternativas bien fundamentadas del mismo.
    Lo peor de todo es que cuanto más profundizo en sus escritos, más me doy cuenta que las contradicciones del capitalismo son insuperables. A saber, siempre que haya producción para el mercado habrá crisis de sobreproducción, sobre inversión, etc. Y como una economía sin mercados y con planificación burocrática ya sabemos que es peor que el propio sistema capitalista, al final su crítica maximalista no parece que pueda movilizar a nadie. Sin una alternativa mejor, el capitalismo con toda su barbarie, seguirá adelante.

    Según usted el capitalismo no va a caer nunca, tendrá crisis periódicas pero nunca una crisis final. Con lo cual el capitalismo es casi eterno. No discuto sus tesis pero usted parece no darse cuenta de sus implicaciones. En otro post usted se quejaba de que le acusaran de defender posturas teóricas asimilables a los economistas de derechas que básicamente nos dicen que el único capitalismo que funciona es el de Thatcher-Pinochet y todo lo demás es hacerse tontas ilusiones.
    La verdad es que dedicando mi escaso tiempo a leerle muchas veces me hago las siguientes preguntas:
    1¿Para qué tanto criticar al capitalismo sino no conocemos un sistema mejor y que funcione? Decir que la solución al capitalismo es el socialismo es como decir que la solución al VIH es un medicamento que lo cure. Pues claro que sí, pero dónde está ese medicamento es más importante, digo yo.
    2.La Ley del Valor parece como los mercados en la jerga liberal, son la justificación de todos los males sociales. Al final utilizando el marxismo parece que se llegan a las mismas conclusiones que con el liberalismo.
    3.La Historia me dice que el economicismo es un error y que no es verdad que el capitalismo haya sido siempre igual y en todas partes ni que todo tenga que ver directamente con la productividad de un país o con la Ley del valor. Cuba tiene baja productividad y no hay trabajo infantil y todo el mundo tiene asegurado un sustento básico y atención sanitaria. Finlandia y EEUU tienen una productividad similar y sin embargo los salarios en la primera son más altos además de contar con sanidad gratuita. Y por último, en la Argentina de 1955 se vivía mucho mejor que en la de 1945, y no solo por el crecimiento económico producido en esa década. Y no es cuestión de ser peronista o no, soy de España, es simplemente de sentido común. Claro que se puede distribuir la riqueza en un marco capitalista, se ha hecho y se hace en muchas partes. Usted dirá que siempre y cuando eso no choque con la reproducción del capital, la tasa de ganancia y todo eso. Yo me pregunto si eso no pasará siempre, si en una economía ahogas la inversión al final todo se resiente igualmente.
    Mi conclusión: mientras no tengamos un sistema alternativo al capitalismo, el reformismo debe ser bienvenido. Es más, dudo mucho que exista alguna vez un sistema perfecto en donde no existan las crisis, se trabaje poquísimo y el nivel de vida sea altísimo, todos en perfecta paz y armonía. Hay que luchar por esa utopía pero con medidas concretas y centradas en el presente. Siento tener que decirlo pero leyendo a Ha Joon Chang en su libro(se puede conseguir por internet, está escaneado en una universidad mexicana) ¿QUÉ FUE DEL BUEN SAMARITANO? al menos uno no experimenta la misma sensación que leyendo a los liberales: el capitalismo será una mierda pero es lo que no hay, nunca ha existido nada mejor. Por no hablar de su olvido del medio ambiente. El peak oil está ausente de sus anális. Y el peak everything también.
    No me tome la crítica a mal. Si le leo es porque también me gustaría sacar algo en claro del análisis marxista y me gustaría echarles en cara a los socialdemócratas sus vanas ilusiones. El problema es que en Europa los únicos que defienen el modelo socialdemócrata son los partidos comunistas. El resto son liberales, unos más radicales que otro. En España por ejemplo se están haciendo recortes en Sanidad salvajes mientras se subvencionan autopistas de peaje por las que no circula nadie y que sin embargo se siguen construyendo. En España ha pasado con la fiebre de la construcción de viviendas e infraestructuras lo que en Argentina con la soja. Si en nuestros países no hubiese tanto fraude fiscal y se invirtiese en una economía productiva y de alto valor añadido, las cosas estarían mucho mejor aunque siguiéramos inmersos en el capitalismo.
    Un saludo.

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    José Miguel

    23/11/2011 at 19:21

    • No pretendo responder todas las cosas que plantea, después de todo lo que presento está para que cada cual opine como quiera. De todas maneras, alguna precisión. Afirma: «Según usted el capitalismo no va a caer nunca, tendrá crisis periódicas pero nunca una crisis final. Con lo cual el capitalismo es casi eterno». No afirmo que el capitalismo no va a caer nunca; sólo digo que no parece que el capitalismo vaya a caer si no existe un movimiento revolucionario que acabe con él.
      Segundo, sólo intento atenerme a las conclusiones a las que me lleva el análisis, ya sea teórico, o de experiencias históricas. Si saco la conclusión de que, por ejemplo, el control de precios o el proteccionismo por parte del Estado no son soluciones a los problemas centrales del capitalismo, pues bien, lo expongo y analizo los argumentos que responden mi planteo.
      Tercero, en muchos trabajos he planteado la necesidad de luchar por reformas y mejoras para la clase trabajadora. Sin embargo, lo que también sostengo es que las reformas no van a terminar con los males «estructurales» del capitalismo. Periódicamente el sistema genera crisis, que son endógenas (esto es, han ocurrido en bajo todos los tipos de gobiernos o regímenes capitalistas), y estas crisis generan desocupación y grandes retrocesos de las conquistas sociales. Ya que me menciona al peronismo, precisamente fue el peronismo el que encabezó una de las ofensivas más terribles contra la clase trabajadora en Argentina, en los años 90 (privatizaciones, avance del capital, precarización del trabajo).
      Cuarto, he leído a Chang y a los autores de su corriente (Amsden, Evans, etc.). Es bastante largo de explicar, pero por ahora sólo diré que el modelo de desarrollo «asiático» no supera los problemas de fondo del sistema capitalista.
      Quinto, no me burlo del modelo sueco ni de los socialdemócratas. La socialdemocracia es un movimiento político que debe ser tomado muy en serio, Ha tenido una gran influencia, y la sigue teniendo. Estar en desacuerdo con este «socialismo burgués» (para utilizar la expresión del Manifiesto) no es sinónimo de tomarlo a la broma.

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      rolandoastarita

      23/11/2011 at 23:30

  6. Compañero Rolo. Ya he remarcado que tengo grandes coincidencias con la crítica. Pese a ello, quería acercar algunas observaciones que pueden ser materia de debate. La agitación permanente de consignas transicionales es un método de hacer política que se funda en dos presupuestos fundamentales: La existencia de una situación pre revolucionaria (una categoría bastante ambigua) y la idealización del avance en la conciencia de las masas como un mecanismo derivado de la acción espontánea bajo la presión acuciante de sus necesidades, en general, exacerbadas por una situación de crisis.
    Por fuera del método, que supone el idealismo de que la acción revolucionaria puede ser inducida por la agitación ‘sistemática’ y pertinaz de consignas apropiadas, es importante detenerse en el análisis de las situaciones concretas que se enfrentan. En efecto, las caracterizaciones habituales en la izquierda parten de un sobredimiensionamiento de tendencias reales o de la directa construcción de ficciones sectarias. Como usted sabe, dada su dilatada militancia, la caracterización de la situación mundial efectuada por los partidos trotskistas es eufórica y poco objetiva (entendiendo dentro del balance objetivo, la presencia y grado de desarrollo de factores subjetivos). Si tomamos, por ejemplo, una de las grandes corrientes trotskistas argentinas, el morenismo (hoy como el conjunto de sus derivados) podemos darnos cuenta que todas ellas tributan a una concepción esencialista de la revolución, entendida como un proceso contínuo, con altibajos (flujos y reflujos) que va, desde la victoria de Stalingrado (sic) hasta hoy en día. El mito de la situación revolucionaria mundial crónica, nutría pilas de documentos internos hasta no muchos años. Se han fundado internacionales sobre estos cimientos de barro. Algunas corrientes, todavía lo proclaman abiertamente, otras, tratan de disimularlo con eufemismos (frente a las consecuencias devastadoras que ha producido en la militancia, la ‘revolución a la vuelta de la esquina’ o a unas pocas cuadras). El apelativo en boga en la actualidad son las ‘situaciones de transición’ (¿De que a que y en que grado?). En el caso del altamirismo, la cosa no cambia mucho. Susbtituyase el ‘re’ por ‘pre’ y el resultado es exactamente el mismo, lo que no obsta criticar a los primeros. La pregunta resultante es: ¿Se aplica un método transicional permanente por que se cree realmente en la existencia de una situación pre revolucionaria mundial crónica o, por el contrario, la ‘situación’ es un recurso ad hoc para justificar el método? En en caso particular de Argentina, casi todas las corrientes coinciden en que el gobierno ‘bonapartista’ de CFK (y antes de Néstor) es el resultado de un levantamiento revolucionario inconcluso (una especie de primera fase) en que la ‘revolución’ entró en una latencia que brotará espontáneamente al compás de la crisis mundial. No es de extrañar, entonces, la plena justificación para planteos ‘de acción’ que, más temprano que tarde, encontrarán su empalme. Por supuesto, que esto contrasta con su pragmatismo, sobre todo electoral y sindical (donde se impone el criterio de realidad y conservación del aparato -el trotskismo con sentido común-) y la ponderación exitista de la propia influencia, sea esta partidaria o como Frente. Creo que habría que complementar la crítica de los métodos, con un análisis materialista de la situación. Esto también permitiría delinear una línea alternativa coherente de lucha defensiva y de acumulación de fuerzas revolucionarias. Creo que usted escribió algo de eso en una nota sobre líneas alternativas en el movimiento sindical, que en su momento me pareció un planteo bien orientado, pero insuficiente. Me parece que, en general, la alternativa que usted propone a la política ‘transicional’ tradicional es una variante ‘propaganda y lucha’ poco específica y por eso muchos compañeros ven sus críticas como ‘propagandismo abstracto’ una especie de ‘sindicalismo consecuente+partido’ que deja sin línea para intervenir sobre la lucha concreta. La voy a buscar para analizarla de nuevo, pero, ya demasiado me extendí hasta aquí.
    Gracias por su atención y la de los lectores del blog.

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    AP

    24/11/2011 at 12:27

  7. Rolando. Muchas veces he afirmado en este blog que la mayoría de las organizaciones trotskistas quieren pasar el Programa de Transición por el parlamento. Lo que puede sonar como una exageración, es, en cambio, una dura realidad. No encuentro mejor demostración que el flamante proyecto de ley antidespidos propuesto por la bancada del FIT en diputados y varias legislaturas provinciales. El propósito expreso de la ley es ‘blindar a los trabajadores frente a la crisis’ y parte de prohibir despidos y suspensiones por el lapso de 24 meses. Sería una ley ‘de emergencia’. Ergo, cuando no hay crisis (¿Quien lo detetermina?) se puede volver a despedir a gusto. Por fuera de esto, incluso con crisis, sigue el ‘despido con causa’. En tal caso deberá actuarse como si existiera tutela sindical. La ley incluiría a trabajadores contratados y hasta no registrados y monotributistas. Aquí, serán los trabajadores los que deberán informar por carta al Ministerio de Trabajo y este, luego de inspeccionar, deberá ordenar el blanqueo inmediato y retroactivo. Si las patronales incumplen se sancionará con un mes de sueldo por día de despido, monto que será puesto a disposición de la comisión interna sindical o delegación de los trabajadores. Si no hay, se creará (por fuerza de ley y mediación del tribunal de justicia y ministerio de trabajo) una ‘Comisión de control obrero’ que será depositaria, siendo el destino de los fondos, decididos en asamblea. Si las patronales no acatan, será ordenada la reincorporación por fuerza de ley y efectivizada por la fuerza pública. Esta ‘Comisión de Control Obrero’ instituida por el artículo octavo de la ley, tendrá la facultad de inspeccionar la contabilidad de la empresa (de lo cual se desprende implícitamente la facultad de operar sobre los activos de las mismas) Además, se plantea la obligación legal de implantar la ‘escala móvil de horas de trabajo’. Se puede seguir con el análisis del proyecto, pero me parece que hasta aquí basta para demostrar el punto. Decías más arriba, Rolando, que a veces es difícil discutir con la izquierda trotskista por que los planteos se prestan a confusión. También que el control obrero no se establece con leyes. Me parece que aquí no hay posible confusión. ¿O sí?

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    AP

    28/05/2014 at 20:45

    • Me pasaron el Proyecto del Frente de Izquierda, presentado en Córdoba para frenar los despidos y suspensiones en todo el país, y efectivamente sintetiza la idea de un programa de transición aplicado mediante el Poder Ejecutivo. Esto es, no se dice que un programa semejante solo podría ser aplicado desde el poder de los trabajadores. En este respecto, el lenguaje es vago, no es casual que se use el infinitivo: «Establecer la prohibición de despidos y suspensiones». «Reclamar a las empresas que informen sus planes de producción». «Organizar el reparto de horas entre los trabajadores». «Que se abran los libros de las empresas». «Determinar la apertura de los libros de las financieras». «Reclamar al gobierno nacional la apertura de los libros de Siderar y Techint». «Establecer un plan de producción». Solo en el punto 8 se dice «Formar un comité obrero independiente de supervisión de todo plan invitando a participar del mismo a las comisiones internas fabriles brasileñas». Esta iniciativa entonces la tomará la Legislatura de la provincia; es la legislatura la que forma un comité obrero «independiente» para «supervisar».

      Lo que afirmo en la nota es que para controlar hay que tener poder; para tener poder hay que desarrollar la lucha de clases; el poder obrero no se vota en legislaturas, ni se establece por medio de comisiones «independientes» votadas en los ámbitos parlamentarios. El poder obrero debe ser autónomo de todo poder estatal burgués, y para esto sólo se puede desarrollar desde la lucha contra las burocracias sindicales (no se puede hacer abstracción del poder real de la burocracia hablando de comisiones «independientes», formadas por las legislaturas), el Estado y las patronales. Esto resume mi discrepancia con esta estrategia.

      Agrego: no se trata solo de la táctica del FIT. El asunto está muy extendido. La mayor parte de la izquierda radicalizada piensa de manera más o menos parecida. Reconozco por eso que mi punto es completamente minoritario. Pero estoy convencido de que no se puede aplicar un programa de transición al socialismo (de hecho, lo que se propone para frenar los despidos es eso) desde el Estado burgués. Es una contradicción lógica; un planteo irrealista.

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      rolandoastarita

      29/05/2014 at 09:36

  8. Obviamente coincido. De todos modos, es un ‘proyecto de ley’ que, hasta donde llega mi conocimiento, tiene pocos precedentes en los planteos de organizaciones trotskistas a nivel internacional. Es una fantasía legalista. De última, ya que tanto idolatran al estado, hubieran propuesto que el estado se haga cargo de los salarios caídos hasta que la crisis hay pasado, como forma de que se conserve el empleo. Una especie de Kurzarbeit ampliado, al estilo de lo que se aplicó recientemente en Alemania, donde el estado se hace cargo de hasta el 70% de la perdida por reducción horaria, lo que se convierte de una especie de salario al desempleado ‘de emergencia’. Lo de que el estado imponga el control obrero no resiste el menor análisis. Lo extendido que pueda estar el asunto no lo hace cierto. Lo extraño es que sean tan pocas las voces críticas. No hace falta ser una luminaria del marxismo dialéctico para darse cuenta. que pide una izquierda unida y creíble con vocación de ‘gobierno’. Por fuera del argumento clásico que estas ‘leyes’ sirven para desatar la movilización (por lo imposible) que es más de consumo interno, está el tema de que los parlamentarios de izquierda tienen que tener algún proyecto ‘constructivo’, algún planteo por la positiva, sobre todo ahora que se ponen saco y corbata para estar a tono en la casa del pueblo. Que mejor que una ley para acabar con el problema de los despidos y por que no, ya que estamos, del desempleo. De un plumazo liquidamos el ejército industrial de reserva. Todo el mundo trabajando en blanco y con los salarios disparándose al alza hasta acabar con la plusvalía. Las patronales acatando sin chistar como buenos ciudadanos respetuosos de la ley y si hay algún díscolo, las fuerzas de represión se encargarán de ponerlo en rápidamente en caja aplicando todo su poder de fuego. Total, a quien se le puede negar el derecho de soñar una noche de verano. No sigo dando letra, a ver si me ligo un puestito de asesor parlamentario.
    Saludos

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    AP

    29/05/2014 at 19:54

  9. Perdón. Se me escapó un párrafo cortado. Debe decir: Lo que pasa es que hay que tratar de empalmar con la gente que pide una izquierda unida y creíble con vocación de ‘gobierno’.

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    AP

    29/05/2014 at 20:00

  10. En sintonia con toda esta fantaseada legalista del FIT (o sus diferentes bloques- no se juntan ni para un bloque parlamentario-) ahora el caso Boudu. PO: Se tiene que ir o ‘consulta popular’ admonesta. Mas extraño lo del PTS: cuando menos que se tome una semana de licencia y se someta a la justicia ordinaria. Todos juntos (a la oposición patronal) por el juicio político ‘aunque terminaría en la nada’ (lo que efectivamente ocurrió). Raro. Parece ser que el PO recientemente se opuso en Salta al ‘juicio político’ a un funcionario garca que distribuyó discrecionalmente 28 millones de pesos. No se entiende el criterio. Otra vez el PTS: Juicio por jurado tal como lo habilita la Constitución Nacional. Me parece que no están bien asesorados. Bajo ciertas condiciones, creo que rige en la Pcia de Buenos Aires. Infructuosamente busqué la reglamentación en la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, reformada por la Convención del 96. Subsiste el problema de fondo. La implantación un sistema de juicio por ‘jurados populares’ inspirada en La Carta Magna de los EEUU (sí, la misma que preside los códigos contractuales de los cuales tan enfáticamente ha protestado la izquierda Argentina y que lesionan la ‘soberanía’ de los argentinos) en el Derecho común inglés, el derecho romano y hasta las 12 tablas de la ley ¿Resultaría progresiva?
    Los jurados populares surgieron como una manifestación de resistencia de los propietarios frente a los abusos del absolutismo. Incluso esto se refleja en la Constitución del 53 por fuera de que haya sido festejada por Sarmiento, Mitre, Avellaneda, como una expansión de la libertad del ciudadano frente al poder del estado. Actualmente, todos los expertos en derecho penal convienen en que, de experimentarse frente al descrédito de la justicia, contribuiría a la ‘paz social’ (burguesa-agrego-) como válvula de escape. Lo que el PTS propone es algo como, reavivar un recurso ( que duerme en desuso derogatorio desde hace décadas) y fue creado para ‘proteger de los abusos del poder’ en defensa del ciudadano victimizado (Boudu en este caso) para cuidar al pueblo de la connivencia del poder judicial con el poder político. Además, no hay que olvidar que este instituto jurídico, puede contener la optatividad entre jueces profesionales y legos. En la baja Edad Media, la opción de plea culpa se resolvía por tortura. Ahora en versión PTS sería: Dale, no seas malito, tomate vacaciones y sometete al tribunal popular.
    No veo en que catzo estas maniobras leguleyas puedan hacer avanzar a la conciencia del proletariado en sentido socialista. ¿Perfeccionar la democracia? Bernstein, io te saluto.
    Las consecuencias de un cambio de la impostación jurídica, en cambio, podrían ser impredecibles. Imaginemos un ‘tribunal popular’ elegido promedialmente en la sociedad’, de honestidad ‘media’ inteligencia ‘,media’ y especialmente de ‘clase media’ o con obreros que se creen de clase media, juzgando a un negro, pobre y de barrio suburbano atrapado ‘con las manos en la masa’ y rescatado del linchamiento en Rosario o algún barrio capitalino, u opinando sobre ‘hechos’ o ‘pruebas’ previamente fraguadas por la inspección, en el caso de obreros acusados del asesinato de un servidor del orden. El resultado, en nuestra sociedad de clase, sería tan diferente del que sería en EEUU?
    Suponiendo que se situara ‘a la izquierda’ de la venganza de clase que aplican los magistrados ‘con servilleta’ o sin ella, ¿Alcanza esto para difuminar la importancia de la denuncia del carácter clasista de la justicia burguesa? ¿Alcanza para omitir que por más ornamentos ‘democraticos’ que se le agreguen, esto nunca cambiará?
    Disculpame la extensión, Rolando, es una protesta que no se puede contener frente a estas cosas que se reiteran una y otra vez.

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    AP

    06/07/2014 at 21:37

    • AP, se toma demasiado en serio al Trotskismo.

      Saludos

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      Gerardo Daniel

      06/07/2014 at 23:58

  11. Disculpame Gerardo. Se me había pasado tu sintético consejo. Es que, pese a todo, el trotskismo es cosa seria. Es una realidad programática y militante que no se puede ningunear, por lo menos, por parte de quien aún se halla empeñado en poner en pié una alternativa. No se cuan escéptico puedas ser a esta perspectiva.
    Saludos

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    AP

    09/07/2014 at 02:03

    • Vea AP, ¿sabe que pasa? No quiero generalizar a partir de mi mera experiencia personal. Sin embargo en el día a día, en mi trato con proletarios y subproletarios lo que observo es que lo que me dice el Trostkismo es como el discurso de un extraterrestre.
      No quiero ningunear a ningún militante, que me consta que los hay esforzados y valiosos. Así como los hay algunos que hacen que prefiera que jamas lleguen a tener ni un poco de poder.
      Sobre lo del escepticismo; A pesar de la gente valiosa que encuentro dentro del Trostskismo mi experiencia es que discutir con ellos es en gran medida una perdida de tiempo. Lo que trato de hacer es mantenerme en contacto con los que me parecen más pasables hasta el momento en que se queman, y en esa coyuntura intento que no abandonen por completo una perspectiva revolucionaria de ver la vida.
      Pero esto es solo mi punto de vista. Y por supuesto que siempre disfruto con sus intervenciones, aunque a veces sean un poco demasiado largas. Mi comentario en realidad apuntaba a que concentra mucho tiempo valioso en el Trotskismo.

      Saludos.

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      Gerardo Daniel

      10/07/2014 at 22:32

  12. Gerardo. Coincido en que el discurso trotskista, al oído de la abrumadora mayoría de los trabajadores debe sonar ‘extraterrestre’. Aún así, no debiera perderse de vista que un planteo marxista radical debe sonar directamente ‘paranormal’. Es lo que marca la diferencia de influencia política. Aunque la cosa tiene sus pro y sus contra. En el plano de la caracterización, los delirios sobre los ascensos obreros pre revolucionarios, las masas peronistas (ex) que vienen a la izquierda y el ‘fenómeno electoral argentino’ etc. etc. deben ser vistos como puros cuentos que no tienen cabida en la realidad. En el plano político, las propuestas nacional estatistas, el luche y vote, o mejor dicho: luche para votar un gobierno de los trabajadores que te arregla todos los problemas, tienen más pegada en el sentido común de la gente. Lo segundo, parecer compensar con creces lo primero e impactar en una pequeña franja de la población con alguna expectativa en una salida reformista ‘de izquierda’. Se adapta mejor al prejuicio imperante ya hace que a cada ‘éxito’ le siga una ronda de adaptación mayor. En nuestro caso, al decir la verdad a las masas, podemos sonar más realistas en lo primero, pero, completamente absurdos en lo segundo. Se resume en la típica respuesta: Es cierto lo que dicen, pero imposible.
    No hay otra opción, más que tratar de convencer que lo ‘imposible’ es el único camino a transitar aún si nos condena a un lento y penoso camino de acumulación.
    Cuando hablé de escepticismo, no me estaba refiriendo a la posibilidad de cambiar al trotskismo, o para ser más específico, de militar sobre su base para lograr un vuelco en gran escala. Pero es un frente a tomar, entre otros, que van desde diversas corrientes políticas de izquierda a franjas intelectuales y por supuesto, el activismo natural de la clase y las masas en su conjunto. A eso le llamo, luchar por poner en pie una alternativa. Tu procedimiento de esperar que se ‘quemen’ a veces puede tardar demasiado y si bien todos lo hemos aplicado y lo aplicamos, necesita del trabajo preventivo, señalando permanentemente las contradicciones y los que vemos como errores, para tratar de que no sean repetidos por parte de quienes se alejan sin el adecuado balance teórico y político o vayan de cabeza a una ‘fundición’ irreparable. No dudo de que vos también lo apliques en el grado que estimes necesario. La batalla ideológica, no se da solo con ‘ideas’ suspendidas en el aire, sino, con portadores de carne y hueso y además organizados. De todos modos, lo que digo, no es una receta. Me gustaría, algún día, poder discutirlo y además conocer al hombre tras la máscara, que, en mi caso, no es más que un tipo como cualquiera, sin medallas, honores o prestigio que defender. Si te interesa, y si el compañero Rolando que gentil y desinteresadamente nos ofrece este espacio, estuviera de acuerdo en hacerme ese favor, podes pedirle mi e-mail.
    Saludos

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    AP

    11/07/2014 at 01:10


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