Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

Premio Nobel para una economía sin historia

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El economista estadounidense Thomas Sargent fue uno de los galardonados con el Premio Nobel de Economía 2011. Como sucede siempre que se entregan estos premios, se publicaron notas en las que se resumió para el gran público en qué consistió el aporte de Sargent a la economía. La explicación más común fue que Sargent, junto a Robert Lucas (y antes John Muth), ayudó a operar una importante revolución en la ciencia económica. Es que antes de la obra de Lucas y Sargent los modelos macroeconómicos no incluían de manera explícita la forma en que los agentes toman sus decisiones y por lo tanto, no estudiaban cómo forman sus expectativas acerca del futuro. Sargent, junto a Lucas, continúa la explicación, elaboró la llamada hipótesis de las expectativas racionales. De acuerdo a este enfoque, los agentes económicos utilizan toda la información disponible; la “procesan” según los modelos económicos existentes; y no cometen errores sistemáticos.

Pues bien, esta idea, que se explicó por estos días, está incorporada en los manuales y cursos usuales de macroeconomía. Y en principio parece, a los ojos del no especialista, “natural” y hasta “inocente”. Sin embargo, no lo es. Es que la hipótesis de las expectativas racionales abona la idea de que los mercados siempre se equilibran en el largo plazo; que el desempleo tenderá hacia su tasa “natural”; que las políticas estatales (monetarias o de gasto fiscal) son inútiles, incluso en el corto plazo, porque los mercados deben actuar de la forma más libre posible; y que la economía está regida por leyes naturales, que los seres humanos deben aceptar. Por lo tanto, discutir el contenido y el significado del enfoque de las expectativas racionales es importante para la crítica de la teoría económica contemporánea. En la primera parte de lo que sigue presento el enfoque de las expectativas racionales; luego, sintetizo la crítica de Paul Davidson a las expectativas racionales; y por último, algunas reflexiones desde el marxismo. El texto no tiene ninguna pretensión de originalidad; simplemente hacer accesible a estudiantes y lectores interesados, un abordaje crítico de la cuestión.

Las expectativas racionales

En economía normalmente se supone que la conducta de los agentes económicos depende no solo de las variables y acontecimientos pasados, sino también de las expectativas que tengan acerca del comportamiento futuro de las variables. Por lo tanto, se considera que es necesario una teoría que explique cómo se forman esas expectativas. Sin embargo, predecir el futuro es difícil, ya que se trata de acontecimientos que aún no han ocurrido. Por eso, y para solucionar este problema, el enfoque de expectativas racionales supone que los datos del pasado y del presente, que provienen de los mercados, suministran la información necesaria como para producir un pronóstico confiable acerca de lo que sucederá en el futuro.

Podemos verlo con un primer ejemplo muy sencillo. Si la variable Y toma durante 5 años el valor 10; durante los 5 años siguientes el valor 20, y esto se constatan durante un período más o menos largo, se puede decir que los agentes económicos que tienen esta información pueden formarse la expectativa de que cada 5 años Y tomará alguno de esos dos valores. O sea, la historia de Y sirve para predecir su trayectoria futura. De la misma forma, si decimos que cuando aumenta Z en t0, X aumenta el doble en t+1, se puede establecer una relación X+1 = bZt0, donde el parámetro b es 2. Por lo tanto, conociendo cuánto varió Z en t0, el agente racional puede predecir cuánto variará Z en t+1. Así se supone que los agentes forman sus expectativas. Siempre examinan los valores que tomaron las variables que inciden en el comportamiento de la variable estudiada, incluyendo los valores que tomó esta última. Se supone también que de esta forma pueden estimar los parámetros, o coeficientes, que vinculan cada una de las variables, con la variable cuyo comportamiento futuro se trata de predecir. Por ejemplo, si llamamos Y a la variable sobre la que se están formando expectativas, tendremos que Yt = a0 + a1 Yt-1 + a2 Xt-1 + a3 Zt-1 … . En base a esto, los agentes calcularán la esperanza matemática de Yt, que estará condicionada a la información disponible.

Sin embargo, se admite que los procesos económicos no son mecánicamente deterministas (como sugiere lo dicho hasta aquí), sino estocásticos. Esto significa que hay elementos aleatorios, que no se pueden predecir. Por lo tanto, los teóricos de expectativas racionales agregan un término aleatorio Ɛ, que recoge todos los factores que afectan a Y, que no pueden ser predichos por el modelo. Precisemos de todas formas que Ɛ tiene media cero; lo cual significa que en el largo plazo la variable Y tomará los valores que están determinados por el modelo. Además, los errores de predicción son completamente aleatorios; en otras palabras, Ɛ no tiene componentes sistemáticos. Por lo tanto, se supone que por un proceso de aprendizaje, los agentes económicos pueden formarse en su cabeza un modelo acerca de cómo funciona la economía, que será igual a como funciona en la realidad la economía. Además, por un proceso de selección natural, promovido por la competencia, el mercado eliminará a los agentes que no corrijan sus modelos. En definitiva, los agentes conocen así el modelo macroeconómico que determina la variable a predecir. Lo cual significa que conocen los valores de los parámetros ai; las formas de las funciones; y la distribución de probabilidades de la variable aleatoria. Por lo tanto, se habrá llegado al equilibrio cuando las estimaciones de los agentes coincidan con los parámetros del modelo. Es fundamental entonces tener presente que con esto se sugiere que el proceso económico, a lo largo del tiempo, sigue promedios que pueden ser descubiertos por los agentes económicos. Lo cual también presupone que a medida que pasa el tiempo se mantienen invariables las formas en que las variables influencian a la variable que se trata de predecir. En otras palabras, se debe asumir que los procesos económicos muestran regularidades estadísticas, que están determinadas por procesos sistemáticos.

Consecuencias para la política económica

Una de las principales consecuencias que se desprende de la hipótesis de las expectativas racionales es que no tiene sentido que los gobiernos intenten modificar la economía, y en particular, intentar bajar la llamada tasa natural de desocupación. Recordemos que todavía en los años 60 el keynesianismo “oficial” sostenía que con un poco de política fiscal o monetaria los gobiernos podían “ajustar” las economías para que se mantuvieran en el pleno empleo. Más precisamente, era posible bajar la desocupación, aunque a costa de una cierta dosis de mayor inflación. Era lo que se llamaba “sintonía fina”. Todavía a fines de la década de 1960 los economistas pensaban que las crisis podían evitarse de la misma manera que se evitan los accidentes de aviación, y consideraban seriamente la posibilidad de declarar al ciclo de negocios cosa del pasado. Sin embargo, la recesión de 1974-5, la combinación de inflación y desempleo, y el fracaso de los estímulos keynesianos para sacar a las economías del bajo crecimiento, generó las condiciones para que avanzara la reacción ideológica y política. Primero fueron Milton Friedman y Edmund Phelps, heraldos del monetarismo, quienes pusieron de moda la idea de que había una tasa natural de desempleo, que solo podía bajarse, en el largo plazo, con políticas “estructurales” (eliminación del poder de los sindicatos, seguros por desempleo, etc.), pero no con estímulos estatales del gasto. Sin embargo, los monetaristas todavía decían que en el corto plazo los gobiernos podían llevar la tasa de desempleo por debajo de su nivel “natural”. Solo en el largo o mediano plazo la economía volvía a su tasa natural, y al costo de mayor inflación. Es por esta última razón que Friedman y Phelps concluían que no había que estimular la economía. Ya con esto argumentaban a favor de que los mercados actuaran con la mayor libertad posible; el objetivo (no confesado) era que la desocupación disciplinara al trabajo.

Pero no bastaba, había que cerrar todo resquicio a la intervención del Estado, y la hipótesis de las expectativas racionales cumplió un papel en este sentido. Es que las expectativas racionales vinieron a decir que en seguida de que el gobierno anunciara una política para bajar el desempleo por debajo de su nivel natural, los agentes sacarían la conclusión de que solo se generaría más inflación. Por lo tanto, ni siquiera en el corto plazo podrían aumentar la producción y el ingreso. El mensaje era aceptar lo dado. A partir de entonces, la hipótesis de las expectativas racionales se ha incorporado al cuerpo principal de la macroeconomía académica. Esto permanece, aunque en la actualidad han vuelto a dominar los keynesianos (conocidos como nuevos keynesianos), quienes admiten que las políticas monetarias pueden tener algún efecto positivo en el corto plazo. Pero en el largo plazo, siempre según estos modelos, las economías se estabilizan en la tasa natural de desempleo, y nada puede hacerse para remediarlo. Y los agentes económicos, siempre según esta visión, tienen la posibilidad de prever que la economía se mueve hacia ese estado.

La crítica poskeynesiana

La crítica poskeynesiana a la hipótesis de expectativas racionales ha sido desarrollada principalmente por Paul Davidson (véase la bibliografía). La esencia de su crítica, siguiendo en esto a Keynes, es que los agentes económicos, y en particular los empresarios, están obligados a tomar decisiones fundamentales, como la inversión, en contextos de incertidumbre, y que no hay forma de superar esta incertidumbre realizando cálculos de probabilidades. En este punto, subraya Davidson, es esencial hacer la distinción -que había hecho Keynes, y antes Knight- entre lo que se llama el riesgo probabilístico, y la incertidumbre. El riesgo probabilístico es el que se puede calcular porque existen datos estadísticos del pasado que nos permiten predecir, de una manera confiable, qué podemos esperar en el futuro. Por ejemplo, las compañías de seguros calculan qué probabilidades hay de tales o cuales accidentes. Pero esto no es lo que sucede cuando hay que tomar decisiones como en qué conservar la riqueza en el largo plazo; o acerca de la inversión. Keynes decía que para estas cuestiones, que involucran decisiones de largo plazo, no hay datos para calcular probabilidades. Por ejemplo, no hay ningún elemento que me permita construir una distribución de probabilidades acerca de cuál será el precio del acero dentro de 5 años; o cuál será el precio del dólar en Argentina; o la tasa real de interés en España. Sencillamente, no hay datos, y por lo tanto es imposible intentar suplir nuestro desconocimiento del futuro sobre estos temas con cálculos de probabilidades. A esto le llamaba Keynes verdadera incertidumbre; es una incertidumbre que no se puede calcular.

Es importante destacar que Keynes y los poskeynesianos afirman que la falta de datos es consustancial al problema económico. La razón es que cuando se trata de decisiones económicas, los agentes saben que no pueden predecir el futuro estudiando los datos del pasado, debido a que saben que sus decisiones y acciones generarán escenarios siempre cambiantes. Sin importar las relativas frecuencias que se pueda mostrar que hayan existido en el pasado, el agente económico piensa que van a ocurrir acontecimientos que no se pueden predecir. En consecuencia, sus decisiones importantes -por ejemplo, la inversión- las toma siendo consciente de esta situación. Aquí no sirven los métodos estocásticos; o, en todo caso, su utilidad es mucho menor de lo que piensan los neoclásicos. Por supuesto, siempre se puede calcular la media aritmética, la desviación estándar, etcétera, de un conjunto de datos que se han juntado. El problema es cuál es la utilidad de esos valores para predecir el futuro.

Profundizando con un ejemplo

Es necesario subrayar que la imposibilidad de predecir el futuro de la que hablan los poskeynesianos no tiene que ver con el hecho de que en economía tratemos con muchas variables -que interactúan de forma compleja- sino con su carácter histórico y social. En este respecto, es interesante la comparación con lo que sucede en la ciencia del clima. Es sabido que el pronóstico del tiempo es muy difícil debido a que existen muchas variables, con relaciones no lineales entre ellas. Por eso, estamos acostumbrados a que los pronosticadores asignen probabilidades de que ocurra tal o cual fenómeno (nos dicen “hay 70% de probabilidades de lluvia”, etc.). Pero pueden hacerlo porque tienen datos estadísticos con los que construir modelos que se acercan a una predicción, que a su vez tendrá menos errores en la medida que recojan más datos, y se perfeccionen los modelos. En economía, en cambio, esto no sucede, sostienen los poskeynesianos, debido a que los seres humanos reaccionan y son capaces de influir en la situación presente. Cuando se trata del clima, si se anuncia lluvia para el fin de semana, no podemos hacer nada para cambiar la situación, esto es, nuestra reacción no importa para el pronóstico. Pero en economía no es así (como en general sucede con todo fenómeno social); no solo reaccionamos ante lo que creemos que va a suceder, sino también existen experiencias del pasado, y situaciones que cambian.

Para verlo con un ejemplo, pensemos en la crisis argentina de 2001 y la devaluación del peso. Al estallar la Convertibilidad, muchos neoclásicos pronosticaron que a fines de 2002 el dólar llegaría a $8, $12; $20, etc., y asignaban probabilidades a estos valores. Hubo incluso quien planteó la posibilidad de que en los siguientes años el peso se devaluara 520 veces, ya que tomaba como referencia lo que había sucedido en la última crisis hiperinflacionaria argentina, anterior a la Convertibilidad. Sin embargo, ya en los primeros meses de 2002 el precio del dólar se estabilizó en las cercanías de los $4, y luego cayó. Cuando se preguntó a los neoclásicos por qué habían fallado tanto, la respuesta típica fue que “no pudimos prever que la demanda del público se recuperaría tan rápido”. ¿Por qué no pudieron? Pues porque el escenario histórico y social era distinto al pasado, y las reacciones sociales y políticas también fueron distintas. Por eso un poskeynesiano hubiera dicho, en 2001, que era imposible asignar probabilidades a cuánto valdría el dólar 12 meses después, ya que no había elementos para construir ninguna distribución de probabilidades. Hubiera explicado también que la comparación con lo sucedido desde 1988 a la Convertibilidad carecía de sentido, ya que la crisis se desarrollaba en un contexto diferente. Observemos que algo similar podemos decir de la situación actual, ante la crisis mundial. Como ha dicho alguien, hoy (octubre de 2011) los economistas se dividen en dos bandos, cuando se les interroga acerca de qué va a suceder en el futuro mediato: aquellos que no saben que no saben qué va a pasar, y aquellos que saben que no saben qué va a pasar. No hay muestra estadística del pasado que pueda orientar para salir de esta incertidumbre.

Una economía símil de la física

La crítica de los poskeynesianos a los defensores de la hipótesis de las expectativas racionales conecta, en última instancia, con el rechazo a una concepción de la economía que intenta transformarla en una ciencia dura, parecida a la física newtoniana del siglo XIX. Según Davidson, los sistemas clásicos, como el de Ricardo, se basaban en el supuesto de que la realidad externa es inmutable y que la trayectoria de la economía se puede predecir, de la misma manera que se puede predecir el movimiento de los planetas. Esto porque la marcha de la economía dependería de parámetros fundamentales que serían inalterables por cualquier acción humana, incluida la de un gobierno. Esta idea fundamental, sigue Davidson, es retomada por los neoclásicos modernos. En este respecto, Paul Samuelson -uno de los “padres” de la llamada síntesis neoclásica-keynesiana de la posguerra- expresó con claridad la meta que debía proponerse la economía. Samuelson sostuvo que a los efectos de proveer a la economía de una base científica dura, los economistas debían incorporar en su teoría la llamada hipótesis ergódica. Según Samuelson, si lo hacían, la economía saldría del mundo de la historia (la “no ciencia”, para Samuelson) para ingresar al mundo “de la ciencia” (la ciencia dura).

Pero… ¿qué es esto de ergódico? La palabra viene de las matemáticas y de la física, y la adoptó Samuelson para la economía, a partir de un paralelismo con la estadística mecánica clásica del siglo XIX. En esta visión, el equilibrio último de largo plazo de un sistema es independiente de las condiciones iniciales. Por ejemplo, el péndulo, si no es perturbado, tenderá siempre al mismo punto de reposo, en el largo plazo, independientemente de las condiciones iniciales. Pues bien, de aquí sale la tesis de los neoclásicos: si los gobiernos no perturban a los mercados, la economía va a tender a un punto de reposo (caracterizado por el pleno empleo). A ese punto de equilibrio de largo plazo, que es único, se llegaría sin importar de qué estado pueda partir el sistema. En otros términos, la economía estaría regida por leyes naturales, atemporales, de la misma manera que lo están los cuerpos celestes (al menos en la mecánica de Newton). Y esto se aplicará a casi todos los campos. Por ejemplo, los economistas que adopten este enfoque, pueden pensar que en el largo plazo se establecerá una distribución del ingreso determinada por el mercado, independiente de las condiciones iniciales. Y agregarán que nada puede hacerse para cambiar esta situación. Movido por sus leyes naturales, el sistema siempre va a tender a esa distribución “natural” del ingreso, independientemente de lo que trate de hacer el Estado. En consecuencia, las expectativas racionales, al considerar que las muestras obtenidas de los datos del pasado y del presente equivalen a obtener una muestra del futuro, están reforzando esta visión mecánica de la economía. Que equivale a despojarla de todo contenido social e histórico. Por eso un libro de macroeconomía escrito con este enfoque se parece más a un libro de física matemática, que a un texto dedicado a una ciencia social (véase Sargent 1988, por caso). Lógicamente, en esta perspectiva, el futuro ya está predeterminado por los parámetros existentes. Pero si el futuro es una sombra estadística de los datos presentes y pasados del mercado, sostienen los poskeynesianos, no hay historia, ya que lo que ocurrió en el pasado nos está diciendo lo que inevitablemente sucederá en el futuro, de la misma manera que el pasaje de un cometa cada X cantidad de años por un punto, nos está diciendo cuándo volverá a pasar por ese punto, indefectiblemente. Que es lo que quería Samuelson, y continúa hasta hoy en el mainstream neoclásico: una economía sin historia. Una economía que le diga a los seres humanos que lo que existe es como es porque tiene la misma naturalidad que la ley de gravedad.

Interludio: reparos en el mainstream

El enfoque de las expectativas racionales es tan irreal que ha recibido algunas objeciones incluso desde el seno de la propia corriente principal. Por ejemplo, se admite que en entornos de incertidumbre la hipótesis no rige. Stiglitz señaló que los agentes no siempre tienen incentivos para buscar la información necesaria; otros anotaron que la gente no es tan previsora como dice la teoría. Sin embargo, se trata de reparos menores, que no modifican lo esencial. De hecho, en los cursos de macroeconomía se sigue presentando la hipótesis como “la” explicación de la formación de expectativas. En palabras de un manual de macroeconomía avanzada: “Las expectativas racionales han ganado una amplia aceptación en la macroeconomía moderna, principalmente porque son el supuesto menos arbitrario de cuantos se suelen presentar acerca de la formación de expectativas, y también porque sus conclusiones son demasiado interesantes y polémicas, como para prescindir de ellas” (Argandoña, Gámez y Mochon, 1997). Pero no solo las conclusiones de la teoría son “demasiado polémicas”; también los supuestos, porque arraigan en una visión a-histórica y a-social de la economía.

Desde el marxismo

Puede decirse que el marxismo comparte con los poskeynesianos el rechazo a los enfoques a-históricos y a-sociales de la economía. Refiriéndose a los economistas de su época, Marx anotaba que presentaban a la producción “como regida por leyes eternas de la naturaleza, independientes de la historia”. Esto les servía para “introducir subrepticiamente las relaciones burguesas como leyes inmutables de la sociedad in abstracto. Ésta es la finalidad más o menos consciente de todo el procedimiento” (Marx, 1980, p. 286). Sin embargo, seguía Marx, los economistas pensaban que “en la distribución los hombres se habrían permitido toda clase de arbitrariedades”. En la economía neoclásica moderna, en cambio, también la distribución se ha transformado en una “ley natural”, ya que se la identifica con los “precios de los factores”, que a su vez son iguales a las “productividades marginales” (el salario es igual a la productividad marginal del trabajo, etc.). Esta es entonces una coincidencia importante entre el marxismo y los poskeynesianos. Sin embargo, también existen diferencias fundamentales en el enfoque crítico. Sin pretensión de ser exhaustivos, apuntamos algunas esas diferencias.

En primer lugar, con respecto a la incertidumbre, el enfoque del marxismo tiene otro punto de partida que el poskeynesiano. En la teoría de Marx, la incertidumbre tiene que ver con una contradicción que es específica del modo de producción mercantil, la que existe entre el carácter social y privado del trabajo. Es que en la sociedad en que predomina la propiedad privada de los medios de producción, los productores solo saben si su trabajo ha sido socialmente necesario (esto es, si han utilizado una tecnología promedio; si han producido de acuerdo a la capacidad de absorción del mercado, etc.)  ex-post, cuando llegan al mercado. Sólo a través de la venta, sus trabajos privados son sancionados como trabajos sociales (generadores de valor). Por este motivo, Marx dice que la venta es el “salto mortal de la mercancía”, el momento “de la verdad”. Los productores toman decisiones (cuánto producir, con qué tecnología, etc.) de forma independiente, y se enteran si estuvieron acertados recién en el momento de llegar al mercado. Es en ese sentido que hay incertidumbre; deriva del hecho de que si bien la producción siempre es social en sustancia, se realiza bajo forma privada, y los productores comparan sus tiempos de trabajo a través de «cosas que valen». Esto significa que es el lenguaje de las cosas (los precios) los que hablan por ellos, y «sentencian» sus trabajos. Inevitablemente, en este mundo de relaciones sociales cosificadas, existe una opacidad que no puede ser superada con observaciones, porque es inherente al mismo modo de producción. Las expectativas son racionales solo en tanto se basan en los fenómenos tal como aparecen, no en las relaciones subyacentes. Por este motivo también, la crítica marxiana al carácter anárquico de la producción capitalista entronca con una crítica de las relaciones sociales subyacentes. El mundo trasparente de los neoclásicos y sus expectativas racionales, por supuesto, no tiene manera de dar cuenta de esta realidad.

En segundo término, desde el marxismo se puede coincidir con los poskeynesianos en que la historia es siempre cambiante, y que los seres humanos generan escenarios nuevos con su accionar. Pero esto no niega, siempre desde la posición de Marx, que en el modo de producción capitalista existan leyes socialmente objetivas. Recordemos que los keynesianos niegan la existencia de leyes objetivas. Las explicaciones últimas de Keynes son de tipo psicológico, del tipo preferencia por la liquidez (para explicar la tasa de interés); espíritus animales (para las decisiones de inversión), etc. Desde el enfoque marxista, en cambio, se sostiene que en la sociedad capitalista existen leyes que derivan de las relaciones sociales, que los seres humanos no pueden controlar a voluntad. Por ejemplo, se sostiene que en tanto exista la propiedad privada del capital, habrá relaciones de explotación, y esto no podrá ser cambiado con ninguna política del Estado, o acción de los seres humanos. De la misma manera, las acciones de los seres humanos resultan en escenarios no queridos, y que no pueden controlar. Por ejemplo, los capitalistas buscan aumentar sus ganancias en la competencia, pero esto termina generando sobreproducción, caída de los precios y de las ganancias, y crisis. Esto significa que la ley del valor se les impone a los seres humanos como una ley coactiva, que no dominan, a pesar de que es una ley social. La crítica de Marx al carácter fetichista de la mercancía se relaciona con esto. Es por este motivo también que las expectativas de los “agentes” (el término busca eludir la cuestión de las clases sociales) son frustradas una y otra vez.

En tercer lugar, los marxistas sostienen que en el modo de producción capitalista existen tendencias (o impulsos) de largo plazo. Por ejemplo, la tendencia a la formación del mercado mundial; o a la concentración de los capitales. Es por esto que en la sociedad capitalista el futuro no sería totalmente imprevisible, como afirman los poskeynesianos. Aunque en este punto es posible que haya diferencias importantes también entre los marxistas. Es que muchos marxistas piensan que, de algún modo, es posible predecir las formas y los ritmos en que evoluciona el sistema, en el largo plazo. Por ejemplo, muchos defienden la tesis llamada de Kondratiev, de que existen grandes ciclos de unos 50 años de duración (con 25 de ascenso de la economía y 25 de estancamiento y descenso, aproximadamente), y que en cada uno de estos ciclos el estancamiento será más grave. De alguna manera, entonces, el sistema estaría sometido a una ley de movimiento rígida, que incluso gobernaría los ritmos de la lucha de clases. Personalmente, y como he argumentado en otros textos, pienso que esta visión no tiene base en los datos empíricos, ni en la teoría.

Un premio a una teoría reaccionaria

Al margen de estas diferencias, podemos decir que poskeynesianos y marxistas coincidimos en que con el Nobel se ha premiado una teoría reaccionaria. Reaccionaria porque tiende a consolidar la idea de que el mundo que vivimos es imposible de cambiar. Claramente, se ensalza la visión de que la economía no es histórica ni social, sino una ciencia dura, y que los seres humanos (en particular los trabajadores, los desocupados, los marginados y oprimidos) tienen que aceptar las consecuencias de lo que dicta esta “ciencia”. Las cosas son así desde que el mundo es mundo. Si los mercados funcionan libremente, cada cual tendrá lo que le corresponde (productividad marginal mediante), la desocupación siempre será voluntaria, y las crisis solo serán posibles cuando algunos políticos quieran inmiscuirse. Es la ley del péndulo, y de las expectativas racionales acerca de dónde terminará descansando el péndulo, en el largo, larguísimo, plazo.

Textos citados:

Argandoña, A; C, Gámez y F. Mochon (1997): Macroeconomía avanzada I, McGraw Hill.

Davidson; P. (1991): “Is Probability Theory Relevant for Uncertainty? A Post Keynesian Perspective”, Journal of Economic Perspectives, vol 5 pp. 129-143.

Davidson, P. (2002): Financial Markets, Money and the Real World, Massachusetts, Elgar.

Davidson, G. y P. Davidson (1996): Economics for a civilized society, New York, Sharpe.

Marx, K. (1980): Contribución a la crítica de la economía política, México, Siglo XXI.

Sargent, T. J. (1988): Teoría macroeconómica I, Barcelona, Bosh.


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Premio Nobel para una economía sin historia

Written by rolandoastarita

17/10/2011 a 12:58

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12 respuestas

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  1. Rolando, sé que es una persona muy ocupada, pero estaría bueno si pudiese hacer una nota en la cual compile la nomenclatura que emplea con mayor asiduidad. Personalmente se me escapa la comprensión de ciertas explicaciones que brinda porque no sé qué son esas «letritas» con unos subíndices medio raros. Disculpe la terminología, pero nunca tuve un «manual» de economía aunque acepto sugerencias dado que de a poco me voy armando la biblioteca, y comprar un libro al voleo muchas veces es bastante frustrante por lo que se puede llegar a encontrar adentro y por esa sensación de malgastar el dinero, sobre todo si se conoce poco y nada la bibliografía del ramo. De todos modos el post es muy claro y comprendo los argumentos centrales de su exposición. Saludos.

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    ilichito

    18/10/2011 at 05:31

    • De todas maneras no es muy difícil, es cuestión de perderle el miedo. En la nota utilizo letras mayúsculas para designar variables generales, la «a» para los parámetros y la t para el tiempo. Para «bajarlo a tierra», te doy un ejemplo que puede ser típico en macroeconomía. Es común que se relacione el consumo con el ingreso; por ejemplo, que se diga que el consumo representa el 0,8 del ingreso. Esto es, si el ingreso aumenta en $100, el consumo aumenta el $80. Por lo tanto, el economista escribe C = aY, donde «a» es el parámetro de comportamiento de los consumidores, y vale 0,8. C es la variable dependiente (en la nota es Y); e Y (ingreso) es la variable independiente. Luego se puede decir que el consumo de este mes (lo designamos t1) es dependiente del ingreso del mes pasado (lo designamos t0). También puedo decir que el consumo depende no solo del ingreso, sino también del consumo del mes pasado, etc.

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      rolandoastarita

      18/10/2011 at 08:25

  2. Hola,
    ¿Este texto no tiene la opcion para descargarlo o es que no me aparece a mi?

    saludos

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    Ignacio

    18/10/2011 at 10:50

  3. Muy interesante la nota. Creo que la mejor demostración práctica del fracaso de la teoría de las ‘expectativas racionales’ se puede ver en la debacle financiera actual. Parece ser que los ‘agentes económicos’ no estudiaron lo suficientemente a fondo a Sargent. En realidad, más que comparar el comportamiento económico con la mecánica de los cuerpos macroscópicos, Sargent debía haber recurrido al principio de incertidumbre de Heisemberg que rige la física cuántica, por lo menos la ‘analogía’ habría sido más feliz. La premisa de su teoría es absurda, presupone el conocimiento absoluto de factores que no son partículas sujetas a un impulso inicial inamovible, sino, tendencias cambiantes. Los mercados se rigen por la irracionalidad, la anarquía y la ausencia de planificación, es decir un choque caótico del cual emerge la determinación tendencial de valores y precios, es a través la confrontación de billones de mercancías de donde surge la ley del valor que, mediante un proceso de selección dinámica impone pautas objetivas, alrededor de las cuales proliferan ‘expectativas racionales’ que, en apariencia son un libre acto de conciencia absoluta. En el fondo, todas estas teorías tributan a la anacrónica, abstrusa, pueril e ideológicamente indispensable idea de la determinación subjetiva del valor.

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    AP

    18/10/2011 at 11:36

  4. Si detrás de un planteamiento como el de las Expectativas Racionales cuyo atributo científico es su principal carta de presentación, se descubre un trasfondo ideológico porque deja de lado cuestiones que en Ciencias Sociales no se pueden omitir como son el carácter social e histórico de los procesos; el planteo de Marx al describir cómo en el capitalismo el excedente es apropiado por un segmento de la población apartando a quienes participaron activamente en su producción, es considerado científico en la medida en que cierra el círculo poniendo en su justo lugar los aspectos que en Ciencias Sociales son centrales. Sin embargo, igual tiene un trasfondo ideológico. ¿Es que en las Ciencias Sociales ciencia e ideología andan siempre de la mano?.

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    mario

    18/10/2011 at 11:50

  5. Rolo, buenísimo el post y muy conciso.

    Solo me queda una duda en el razonamiento, en la explicación del modelo de expectativas racionales. Vos decís que el error (E – epsilon) tiene media cero. Eso supone que a largo plazo el error no afecta la predicción del modelo. Después, decís que al no tener componente sistemática E, existe el supuesto de que se produce un aprendizaje en los agentes.

    Este último punto no me quedó claro. ¿Podrías explayarte un poco?
    Gracias!!

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    Cresto

    18/10/2011 at 12:55

    • Por un lado, cada E (lo uso como epsilon) es independiente de los anteriores, Por otro lado, los agentes conocen que E, en el período t, es una variable aleatoria, con media cero, y que no hay manera de predecir su valor con la información disponible en t-1. Por eso hacen la mejor predicción posible, que es asignarle su valor medio. De manera que no afecta al resto de los ajustes que van haciendo del resto de los parámetros.

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      rolandoastarita

      18/10/2011 at 14:38

  6. Antes de entrar al tema en cuestión: permítaseme hacer esta observación: tanto en las ciencias naturales como las sociales, no es necesariamente el formalismo matemático, sino las conclusiones que deducimos a partir de él, lo que puede constituir un conocimiento objetivo o falso acerca de la realidad que describe. En lo que sigue, expreso mi opinión acerca de Samuelson.

    El problema no es que una vez llegado a un estado de equilibrio (semejante al termodinámico como se pretende), la economía pueda describirse en términos de promedios y demás parámetros estadístico; el problema es la deducción lógica de que en ese estado desaparece la historia debido a que no exista una dependencia temporal en esos parámetros. Si se describe un sistema vulgar (o físico) en equilibrio termodinámico a partir de las relaciones de Maxwell, nada podemos decir de su evolución desde un punto inicial del espacio-tiempo hasta el punto donde el equilibrio se establece, o a partir de este punto (considerando un sistema no aislado) determinar su movimiento futuro en presencia de agentes externos que perturben su estabilidad termodinámica (la física estadística es la que se encarga de esto, de la cual, la termodinámica es un caso o solución particular).

    Un ejemplo mundano: En su análisis del movimiento Browniano (si es que así se traduce Brownian motion), Einstein deriva que la movilidad de moléculas suspendidas en un medio viscoso no dependía explícitamente de la fuerzas de gravedad y de fricción que intervenían en el proceso, así como que no era el desplazamiento promedio de una de estas molécula, si no el promedio cuadrado del desplazamiento de las moléculas el que era proporcional al tiempo transcurrido. Pero, si de ahí alguien como Samuelson pudiera deducir que en el movimiento Browniano, “y según Einstein”, las fuerzas de gravedad y de fricción desaparecen, por un lado en nada imposibilitaría un cálculo en concordancia con el movimiento medible u observable, y al mismo tiempo se falsifica el proceso dinámico y la relación casuística real del proceso en nombre de Einstein.

    En lo particular, considero a Samuelson como un economista moderno brillante, pero cegado en su afán de refutar a Marx a como dé lugar. En ese intento es capaz de adjudicarle a Marx conceptos, como el de valor-trabajo, que no le corresponden (en principio una cuestión hermenéutica, aburrida, pedante, pero necesaria), y refutarlo a partir de los mismos. Si bien ese análisis así formulado refute un concepto de valor-trabajo propuesto, no por ello constituye un refutación propia del valor-trabajo de Marx, ni de las conclusiones que a partir del concepto propio arribó.

    La especialización del conocimiento a partir del positivismo ha posibilitado un gran desarrollo de las ciencias particulares, y que gesta grandes talentos en tal o cual rama del saber que cuando rebasan sus esferas de especialización, caen en planteamientos ridículos y/o fantásticos (sobre todo en la fisca moderna y la economía). Este no es por supuesto el caso de Marx, cuya formación filosófica le permite estructurar un sistema de pensamiento, histórico, social, económico, político, etc., en su totalidad coherente; la ciencia positiva es defectuosa en este sentido; el criterio y análisis filosófico, por fuerza, habrá salirse del cajón de 12 dimensiones espacio-temporales que comparte con el gato de Schrodinger a ver por fin si sabemos que le paso al desdichado felino.

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    Andres

    18/10/2011 at 13:54

  7. Hola profesor Astarita
    Queria saber que opina de este texto http://www.rebelion.org/docs/137635.pdf
    y por favor le pedio de nuevo que haga un texto sobre la inflacion en estos ultimos años en Argentina
    muchas gracias

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    Alicia

    18/10/2011 at 14:16

    • Estuve con mucho trabajo y recién hoy pude leer el escrito de Carcanholo; y no lo hice con la profundidad que merece el texto. Mi primera impresión es que acuerdo en muchas de las cosas que plantea. De todas maneras, creo que tengo una diferencia con él en lo que respecta a su afirmación de que el trabajo humano como generador de la riqueza. Si no lo interpreto mal, afirma que el trabajo humano es la única fuente de riqueza. Pienso que es un error. Para que haya generación de riqueza (esto es, de valores de uso) no basta con el trabajo. Hacen falta medios materiales, esto es, objetos y medios de trabajo. Es por este motivo que los que no son propietarios de los medios de producción no pueden generar riqueza por sí mismos.

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      rolandoastarita

      24/10/2011 at 11:01


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