Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

Elecciones, hegemonía y lucha ideológica

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Aunque es alentador que el Frente de Izquierda haya superado el piso del 1,5% de votos en las primarias, no debería pasarse por alto el panorama de conjunto. El pasado 14 de agosto menos del 3% del electorado votó por una alternativa radical de izquierda; más del 95% de los votantes apoyaron a partidos y candidatos defensores del sistema capitalista. Los defensores del capitalismo son respaldados hoy, con la economía creciendo a altas tasas, pero también lo fueron en años de crisis, como 1989, 1995, 1999 y 2009. Asimismo, recibieron un voto masivo en 2003, cuando estaba fresco el recuerdo del levantamiento contra De la Rúa; o en 1973, cuando había un fuerte ascenso de luchas sociales. En una palabra, la burguesía demuestra su capacidad para encauzar movimientos populares en los marcos de la legalidad burguesa, y para legitimar regularmente sus mecanismos de dominio. El hecho de que prácticamente la totalidad de la población respalde a partidos y candidatos enemigos del socialismo es más relevante para el análisis marxista, que el 50% que obtuvo el gobierno. Tras décadas de fuerte trabajo político, e inmensos esfuerzos, la izquierda radical no ha logrado apoyo significativo en la población. Tal vez esto pueda explicarse en parte por fenómenos objetivos (por ejemplo, por los efectos de la caída de la URSS y otros regímenes llamados socialistas). Sin embargo, también remite a las problemáticas, tradicionales entre los marxistas, de la función de la ideología, de las construcciones de consenso y hegemonía, y las formas de enfrentarlas críticamente. En lo que sigue me apoyo en algunos textos casi “clásicos” de marxistas, como Poulantzas, Milliband, Therbon, además de la presentación de Thwaites Rey; con esto estoy diciendo que no pretendo tener ninguna originalidad, simplemente quiero “refrescar” algunas cuestiones que pueden ser útiles a la hora de debatir la táctica de los socialistas.

Luchas sociales, ideología y hegemonía

Empiezo por el problema planteado por muchos dirigentes y militantes, a saber, que existe un pronunciado desfase entre el rol que cumple la izquierda en las luchas sociales, y la escasa adhesión que despiertan sus propuestas políticas. La pregunta que una y otra vez se formula la militancia es: ¿por qué en una movilización por reivindicaciones la izquierda puede jugar un rol importante, pero cuando la misma demanda se incorpora al programa de una organización, esta no es apoyada por los trabajadores? Parece que estamos ante una contradicción entre lo que hacen y lo que piensan las masas populares cuando deciden su preferencia política. De ahí que el desafío se plantee en términos de cómo superar esa contradicción. Y la solución que con mayor frecuencia se propone es intensificar la agitación en torno a las demandas sentidas. Se piensa que insistiendo en la agitación por salarios, jubilaciones del 82%, etc., se logrará establecer el puente entre las luchas sociales y el, por ahora, ausente apoyo político. Sin embargo, pasan los años, los sectores populares saben que la izquierda defiende demandas muy sentidas, y siguen sin volcarse de su lado.

Pues bien, pienso que en esta visión se está pasando por alto un factor clave de la lucha de clases, que es la complejidad que presenta la ideología, articulada con su rol en el sostenimiento de la dominación burguesa. Recuerdo que, según Poulantzas, la ideología es un conjunto de representaciones, valores y creencias con coherencia interna, que conciernen al mundo en que viven los seres humanos, a sus relaciones con la naturaleza, con la sociedad, con los otros seres humanos, con su propia actividad económica, política o de otro tipo. De manera que refleja la forma en que los hombres viven sus condiciones de existencia y sus prácticas, y por lo tanto está presente en todas las prácticas sociales, incluidas las luchas de los explotados y los oprimidos. Lo cual es vital para el análisis político, ya que la ideología oculta las contradicciones reales y reconstruye un discurso relativamente coherente, que da forma a las representaciones de los seres humanos. Oculta las contradicciones porque en la sociedad capitalista las prácticas están relacionadas a las formas mercantiles, que son necesariamente opacas. Pero por esta razón, tiende a mantener y asegurar la cohesión de la explotación y el predominio de clase, y por esto también, no puede ser superada con esa misma práctica. Por ejemplo, de la experiencia repetida de la venta de la fuerza de trabajo al capital, no surge necesariamente ninguna crítica al concepto ideológico de “el salario es igual al valor del trabajo”. Los trabajadores podrán considerar que su salario es, o no, “digno”, pero de aquí no se saca ninguna conclusión necesaria acerca de la explotación.

Estas observaciones sobre el carácter de la ideología y su rol a su vez son indispensables para abordar la cuestión de la legitimidad de un sistema político. La legitimidad alude -seguimos de nuevo a Poulantzas- al impacto político que tiene la ideología dominante; más en particular, al modo en que las estructuras políticas son aceptadas, o consentidas, por los actores sociales, incluidos los explotados y las masas populares. Es esta capacidad de la burguesía para legitimar su dominio mediante el apoyo popular lo que subrayaba Gramsci cuando insistía en que la clase dominante ejerce su poder no sólo por medio de la coacción, sino también “porque logra imponer su visión del mundo, una filosofía, una moral, costumbres, un ‘sentido común’ que favorecen el reconocimiento de su dominación por las clases dominadas” (Thwaites Rey, 1994). Por eso, la supremacía de la burguesía no se debe únicamente a la existencia de un aparato de coerción -el Estado en el sentido clásico, leninista- sino también a una compleja red de organismos e instituciones insertadas en la sociedad civil, que organizan el consenso de las clases dominadas, permitiendo la reproducción del sistema de dominación. Esta red de instituciones abarca los partidos de masas, el sufragio universal, los sindicatos, la iglesia, las instituciones educativas, las asociaciones intermedias y populares (barriales, sociedades de fomento), etc. Es en este complejo entramado, que Gramsci concebía superando los límites del Estado en sentido estricto, que se asienta la hegemonía (Milliband, 1985; Thwaites Rey, 1994). Por eso ésta puede definirse como “un orden en el cual es dominante un determinado modo de vida y de pensamiento, en el cual un concepto de la realidad está difundido a través de la sociedad en todas sus manifestaciones constitucionales y privadas, informando con su espíritu todos los gustos, la moral, las costumbres, los principios religiosos y políticos y todas las relaciones sociales, particularmente en sus connotaciones intelectuales y morales” (Gwynn Williams, citado por Milliband, p. 174, nota). En la medida en que existe hegemonía, la clase dominante (alternativamente, una fracción de clase) logra hacer pasar sus intereses particulares, como intereses del conjunto de la sociedad.

Formas de hegemonía y lucha ideológica

A partir de lo explicado, se puede avanzar al análisis de las diversas formas y grados en que se ejerce la hegemonía. Así, puede haber una adhesión activa de la mayor parte de la población, o de sectores amplios, a una determinada política, defendida por alguna fracción de la clase dominante. Algo de esto puede advertirse en la adhesión de sectores de la juventud al gobierno K. Pero también hay formas más atenuadas de hegemonía, como cuando se impone un cierto conformismo en las masas, ya que éstas aceptan la función que le cabe a la burguesía “como clase respecto al conjunto de la sociedad” (Thwaites Rey, 1994). Por otro lado, pueden distinguirse diversas fuentes de legitimación de la supremacía burguesa. Por ejemplo, Thwaites Rey señala la importancia de que existan bases materiales para que la clase dominante convenza a las demás clases de que encarna el interés general. El desarrollo de las fuerzas productivas es en este respecto importante; aunque hemos visto que la clase dominante también reproduce su hegemonía en condiciones de crisis. También se ha señalado (Perry Anderson) el rol de la democracia burguesa, con su ficción de que el gobierno representa la “voluntad popular”. Otras fuentes de legitimación y hegemonía son el nacionalismo, en cualquiera de sus formas. La imagen de la última campaña electoral, de una presidenta rodeada de banderas argentinas, con jóvenes cantando el himno y una voz hablando “del país recuperado en su autoestima”, es apenas una muestra de cómo la clase dominante se esfuerza en esta construcción ideológica. Así como el rol “profundamente funcional e integrativo” que desempeña la religión en relación al orden social y económico existente (Milliband). Los modos en que esto se manifiesta, por supuesto, siempre son diversos. Van desde el mensaje de la Iglesia (mejor dicho, las iglesias) en favor de la concordia entre las clases y la resignación, hasta la abierta identificación de los políticos burgueses con lo religioso (en extremo, el gobernador Scioli y su “creo”; el mensaje de Carrió, etc.). Todo confluye a conformar el cemento ideológico de la “unidad nacional”; en la cual, naturalmente, los críticos y subversivos no tienen cabida.

Además, como destaca Thwaites Rey siguiendo a Therbon (1987), el domino ideológico adquiere múltiples formas: la adaptación, que implica el conformismo; es la idea de que lo existente es inevitable porque no hay alternativa. La representación, esto es, que los dominadores dominan a favor de los dominados (componente esencial del discurso PJ, radical, macrista, etc.). También se puede dominar con el sentido de la deferencia, cuando se piensa que los dominadores poseen cualidades superiores que los califican para dominar. Asimismo está la dimensión del miedo a las represalias, a quedarse sin trabajo. En una sociedad basada en la propiedad privada de los medios de producción, no es factor despreciable. Marx señalaba en este respecto no solo el papel de los ejércitos de desocupados, sino también la amenaza que pende sobre los trabajadores del abismo de la marginación y el pauperismo. A lo que se suma la memoria histórica (por ejemplo, ¿qué les pasó a los chilenos cuando quisieron avanzar al socialismo por vía pacífica?, y similares). También se puede mencionar el sentimiento de resignación, que es cuando no se ven posibilidades de cambio.

Una de las consecuencias más importantes que se derivan de esta situación es que la burguesía tiene una gran capacidad para regenerar alternativas que reencausan las olas de descontento popular en los límites del sostenimiento de la propiedad privada del capital, siempre despertando expectativas de cambio. A esto parece contribuir en una medida no desdeñable la constante generación de enfrentamientos, que se presentan como fundamentales, entre corrientes burguesas (o pequeñoburguesas), pero no atañen a nada verdaderamente fundamental. Por ejemplo, las discusiones entre estatistas y privatistas; entre proteccionistas y librecambistas; entre los que dicen que lo esencial es acabar con la corrupción, y los que sostienen que lo principal es la liberación nacional; entre los que plantean que “el gran problema” son los medios de comunicación opositores, y los que responden que es el afán hegemónico del gobierno; entre los que quieren devaluar, y los que desean apreciar la moneda; etc. La lista es larga, pero lo importante es que estas antinomias contribuyen a reforzar la malla en la que se encierra el debate y la búsqueda de alternativas.

La crítica marxista

Todas estas cuestiones son bastante conocidas, pero las subrayo para plantear que es imposible superar la contradicción “luchas sociales – apoyo político a la burguesía” si no se parte de reconocer que los problemas derivados de la legitimación y el consenso son complejos, y que no serán superados mediante el “ascenso lineal” de las luchas, y la agitación de consignas. Si la ideología es inherente a toda práctica social, la práctica reivindicativa por sí misma no generará la superación de la ideología dominante. Por eso, sólo en lucha contra la ideología dominante, burguesa, puede establecerse una ideología critica y socialista en la clase obrera; o por lo menos, en un sector importante de la clase obrera. Por lo cual se plantea a los socialistas de qué manera se mantiene la actitud crítica.

El tema es complejo, y estoy lejos de tener las respuestas; solo puedo esbozar algunas de las cuestiones que deberían integrar la agenda de preocupaciones. Entre ellas, tal vez la más importante, es ser consciente de que siempre sobrevuela el peligro de realizar la crítica en los límites definidos por la ideología dominante. Un ejemplo paradigmático, y frecuente, es cuando la izquierda acepta la idea de patria, con la intención de “superar” a la clase dominante en intensidad patriótica (“somos los verdaderos defensores de la patria”, etc.). Otro caso lo encontramos cuando se pide el voto para solucionar los padecimientos y problemas de las masas populares desde el Parlamento, o desde alguna posición dentro del Estado burgués. No hay manera de quebrar la ideología dominante por esta vía. Otra forma es cuando la izquierda asume como propia algunas de las líneas a través de las cuales se desenvuelven las tensiones y choques habituales entre las fracciones de la clase dominante. Por ejemplo, tomando partido por el estatismo; por el proteccionismo; por la burguesía industrial (o por la burguesía agraria); etc. Si bien en determinados conflictos la izquierda tiene algo que ganar haciendo unidad con una u otra fracción (podemos pensar en una lucha por libertades democráticas, por ejemplo), son más los casos en los que es más importante realizar una crítica de conjunto, sin tomar partido por ninguno de los bandos en pugna (por ejemplo, como hicieron organizaciones de izquierda cuando fue el conflicto del gobierno con el campo).

Por otra parte, debido a que la dominación ideológica puede tener múltiples facetas, muchas veces combinadas, siempre habrá que tomar en cuenta sus especificidades, para generar una crítica con argumentos razonados. Esta tarea demandará seguramente un esfuerzo colectivo, que puede partir de la revisión y sistematización de una literatura crítica ya disponible, y a veces poco conocida. De todas maneras, lo central que deseo plantear aquí es que este aspecto de la lucha está ausente, o extremadamente debilitado en la izquierda argentina. A veces, porque se niegan las dificultades, o la realidad misma que hay que explicar. Por ejemplo, si la economía está creciendo al 7% anual promedio desde 2003, es muy difícil que se pueda convencer a mucha gente diciendo que el sistema capitalista está “en disolución”. De la misma manera, si los partidos de la burguesía obtienen apoyos abrumadores, es poco creíble que el sistema político se esté “descomponiendo”. En otras ocasiones, los argumentos casi no se presentan. Por ejemplo, la denuncia razonada de que la democracia burguesa consiste en la dictadura del capital, parece imprescindible, pero se escucha pocas veces. Incluso algunos partidos de izquierda reclaman periódicamente la convocatoria de una Asamblea Constituyente, como si ésta no fuera a repetir la mecánica y composición del parlamentarismo vigente. Tampoco se advierte que en la propaganda de la izquierda tenga algún rol destacado la explicación -a nivel “popular”- de en qué consiste la explotación; o de por qué una clase social vive a expensas del trabajo de otra clase social. También está diluida la denuncia del carácter mistificador de muchos discursos de circulación corriente; por ejemplo, los que dicen que la solución de los males de los explotados pasa por acabar con la corrupción. Menos todavía se escuchan o leen críticas al nacionalismo patriotero, que campea en todos los foros burgueses y pequeñoburgueses.

Una tradición militante y socialista

Lo que estoy planteando se inscribe dentro de viejas tradiciones del socialismo de fines de siglo XIX y principios de siglo XX, y constituyó un elemento no despreciable que contribuyó a que por primera vez en la historia hubiera una ideología de masas (en una franja significativa de la clase trabajadora y la juventud), alternativa a la ideología de la clase dominante. Los militantes y dirigentes socialistas eran conscientes de esto. Por ejemplo, en su famoso folleto ¿Qué hacer?, Lenin destacaba, siguiendo a Engels, que la lucha teórica tenía la misma importancia que las instancias económica y política. Por entonces, a ningún líder socialista se le ocurría que bastaba con agitar consignas para superar la ideología burguesa. Refiriéndose a esta actividad, Trotsky escribía, en 1910: “Día tras día la prensa socialista –teórica, política, sindical– revisa los valores burgueses, grandes y pequeños, bajo el prisma del mundo nuevo. No hay una sola cuestión de la vida social (matrimonio, familia, educación, escuela, Iglesia, ejército, patriotismo, sanidad pública, prostitución), en relación con la cual el socialismo no haya contrapuesto sus concepciones a las concepciones de la sociedad burguesa. El socialismo se expresa en todos los idiomas de la humanidad civilizada. En sus filas trabajan y luchan personas de diversa formación intelectual, de distintos temperamentos, de diferente pasado, con relaciones sociales y hábitos vitales variados” (Trotsky, 1974, pp. 180-1; énfasis agregado). Es indudable que la lucha ideológica insumía una parte importante de las energías de los socialistas. Dejemos apuntado también que, como señalaba Trotsky, esta batalla ideológica exige despojarse de miserias sectarias, a fin de integrar gente interesada en hacer avanzar el conocimiento científico. Una idea que también estaba presente en Engels, cuando aconsejaba difundir entre el pueblo la literatura atea militante del siglo XVIII (lo recuerda Lenin en “La significación del materialismo militante”, de marzo de 1922).

Los alcances de la lucha ideológica

Habiendo planteado la relevancia de la lucha ideológica, es necesario explicitar sus limitaciones. Es que la ideología se levanta sobre la fuerza material de lo económico, y esto fija los límites de lo que puede obtener la clase obrera en el seno de la sociedad capitalista. Como explicaban Marx y Engels: “Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo,su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes” (p. 50). No hay motivos para decir que la situación actual es distinta, en algún grado sustancial, de lo descrito por Marx y Engels en este famoso pasaje de la Ideología Alemana. Por esta razón la clase obrera no puede imponer su hegemonía -esto es, tomar el predominio ideológico sobre el conjunto de las masas populares- antes de la conquista del poder político. Incluso muy posiblemente solo sea posible ganar para las ideas marxistas (o por lo menos, para algunas de las ideas básicas del marxismo) solo a una parte de la clase obrera. Pero aun esto puede ser decisivo para comenzar a inclinar la balanza a favor del socialismo. Sin algún nivel de “masa crítica” (digamos, un porcentaje más o menos significativo de la clase trabajadora), parece difícil que se pueda comenzar a revertir la situación. Y esta “masa crítica” no se obtendrá si se persiste en negar la relevancia de la lucha ideológica y teórica.

A fin de evitar falsas polémicas, subrayo todavía que la batalla en el campo de la ideología es necesaria, aunque no suficiente; del mismo modo que es necesaria, pero no suficiente, la agitación por demandas inmediatas. La vieja receta de combinar la lucha económica, política y teórica, no ha perdido vigencia.

Bibliografía:

Marx, C. y F. Engels (1985): La ideología alemana, Buenos Aires, Ediciones Pueblos Unidos.

Milliband, R. (1985): El Estado en la sociedad capitalista, México, Siglo XXI.

Poulantzas, N. (1985): Poder político y clases sociales en el Estado capitalista, México, Siglo XXI.

Therbon, G. (1987): El poder de la ideología y la ideología del poder, Siglo XXI, Madrid.

Trotsky, L. (1974): Literatura y revolución, Buenos Aires, Yunque.

Thwaites Rey, M. (1994): “La noción gramsciana de hegemonía en el convulsionado fin de siglo. Acerca de las bases materiales del consenso”, en Gramsci mirando al sur. Sobre la hegemonía en los 90, L. Ferreyra, L. Logiudice y M. Thwaites Rey, Buenos Aires, Colección Teoría Crítica, pp. 15-84.


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Elecciones, hegemonía y lucha ideológica

Written by rolandoastarita

23/08/2011 a 13:03

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  1. Rolo: Buena nota. Venimos planteando esto en la Asamblea de docentes e intelectuales del Frente de izquierda. Pero vos vas mas alla mencionando coyunturas como 1973, donde la contradicción entre radicalización de las luchas y hegemonia politica burguesa es mas fuerte. Mas alla aun, podria ser que esta contradicción comienza con la misma ampliación democratica del voto popular, ya que en algun lugar Marx y Engels sostuvieron la esperanza de que si la burguesia permitia el voto universal cesara las bases de su dominación de clase.
    Saludos, Agustin

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    agustin

    23/08/2011 at 13:57

  2. «… que existe un pronunciado desfase entre el rol que cumple la izquierda en las luchas sociales, y la escasa adhesión que despiertan sus propuestas políticas.»

    Porque el pueblo diferencia, intuitivamente, cosa que en el marxismo no ocurre, a las luchas sociales de las soluciones a los problemas sociales.

    Una lucha social es un síntoma del problema que hay que resolver, no es la solución al problema, más bien es un aviso de que el problema no se resuelve, por eso se lucha.

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    oti

    23/08/2011 at 14:05

  3. me parece importante eso de sumar a todo aquel que busque mas o menos lo mismo, cuantas veces se han dividido grupos de izquierda por discutir si la barba de marx media 25 o 28 cm o si los lentes de trotsky tenian aumento o no.. izquierda unida, es lo que necesitamos, para eso estaran los congresos, para discutir lo teorico y no andar haciendo papelones por ahi sacandonos los ojos entre zurdos.muy interesante la nota. saludos

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    ilichito

    23/08/2011 at 16:21

  4. Por lo que he leído de la via pacífica al socialismo de Allende, la lucha se planteó, mejor o peor, en lo teórico, ideológico y político pero desde el principio fue muy difícil traspasar el límite social y electoral de poco más de un tercio de apoyo entre la población, y al plantearse la crisis económica para el segundo año de gobierno, ya fue imposible. Sectores medios y medio-bajos se convencieron de la responsabilidad exclusiva del gobierno en la crisis. El golpe mismo se justificó señalando que era una demanda de la ciudadanía, y hasta cierto punto así fue. Sea la vía pacifica o no, tiene que haber una correspondencia entre la conducción política y una corriente de opinión mayoritaria conforme una visión más o menos clara para todos de hacia dónde se va. Pero esto nunca ha sucedido, ni siquiera en el caso de la revolución rusa, cuando confluyeron una conducción política preclara y unas masas muy pero muy depauperadas.

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    mario

    23/08/2011 at 17:40

  5. Rolando, excelente texto. Añadiría que en nuestro arsenal para combatir a la ideología dominante y las mistificaciones y dar pelea en el terreno de la subjetividad, deberíamos también incluir al psicoanálisis. Desde el mismo Freud, pasando por las articulaciones con el marxismo que realizaron diversos autores (Reich, Deleuze, Guattari, etc.), hay bastante material para investigar e interpelar por ese sector teórico. Por otro lado, estando muy de acuerdo con tu artículo, observo que, lamentablemente, la campaña que prepara el FIT para octubre, buscando votos y cargos -combinada con cierta dosis de catastrofismo y anuncio de la inminencia de la ‘gran crisis’- no es muy auspiciosa para este tipo de planteos (y en particular las intervenciones políticas del PO -para mi gusto muy erradas-, aparte del desafortunado episodio de Altamira con Gelblung. Recuerdo que esto no es nuevo en él para conseguir ‘prensa’. Ya lo había hecho con Moría Casán y con Raúl Portal -entre otros-, revelando cierta tendencia al histrionismo y a lo farandulesco. Parece un error político que se ‘repite’, sin ser revisado ni cuestionado o problematizado. Esto, evidentemente, está muy reñido con los consejos marxistas que acertadamente citabas en la nota…) En ese sentido, me resultan inexplicables las declaraciones de Eduardo Grüner del otro día. Una persona sin dudas con mucha formación y sentido de la realidad y de las proporciones, a la cual respeto: “Se está poniendo en debate si se está a favor o en contra del capitalismo en la Argentina”…http://www.ips.org.ar/?p=3333 ¿Qué opinás al respecto?
    Saludos.

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    Armando

    23/08/2011 at 20:16

  6. Compañero Rolo. Su artículo retoma, con mayor grado de desarrollo, algunas de las ideas vertidas en su nota sobre ‘Indignados…’ que ya hemos tenido ocasión de discutir. La conclusión básica es una reivindicación del famoso ‘ataque concéntrico’ propugnado por Engels y luego reivindicado por Lenin frente a la estrechez de los economicistas. Como usted dice, no hay en ello pretensiones de originalidad, de hecho, este enfoque fue y hasta el día de hoy es reivindicado por múltiples corrientes de izquierda a nivel internacional, sobre todo europeas y con escaso o nulo peso en nuestro medio. Ante todo, como ya lo he aclarado, comparto esta idea clásica, pero también tengo varias observaciones a su formulación. 1) La denodada lucha ‘teórica’, ha sido aplicada por varios pequeños partidos, desde la degeneración de la Revolución de Octubre y no ha dado grandes resultados, ni en influencia de masas, ni el establecimiento de una continuidad militante y crecimiento sostenido del partido. No puedo discutir aquí todo el balance de estas vertientes ‘herederas’ del marxismo o ‘leninismo ‘, pero, le aseguro que no dista mucho del desperdigamiento y acusado sectarismo del trotskismo, en general en versión más liliputiense (Ejemplo: 4 ‘partidos’) en un pañuelo. Puede objetarse, que ni la teoría, ni la ‘combinación’ de los planos de lucha fue acertada en estos casos, pero no deja de ser un ejemplo a tomarse en cuenta. En su nota, parece ser que las recomendaciones clásicas no fueron vueltas a aplicar, por lo menos, desde el quiebre de la Revolución rusa y eso no es cierto. Hay que analizar las experiencias reales que intentaron retomarlas y sobre todo, sus elaboraciones y balances 2)En la nota se reconoce el peso de factores objetivos incidentes en la conciencia de las masas, que favorecieron la permeabilidad a la ideología burguesa, dando el ejemplo del fracaso del ‘Socialismo real’, pero da la impresión que estos no jugaron un papel decisivo. En realidad, el peso de estos factores es inmenso y creo que nunca ha sido juzgado en su real dimensión. Por empezar, tanto daño hizo el ‘triunfo’ del ‘socialismo real’ como su fracaso. El ajuste de cuentas no ha sido realizado ni siquiera en la ‘vanguardia’ , mucho menos en las masas. No es de extrañar, en este contexto, que la ideología burguesa ‘hegemonica’ salga ganando.
    3)Se excesivamente el acento en la disparidad del influencia de la izquierda en ‘las luchas’ respecto de la cosecha electoral. En realidad, hasta ahora, la izquierda solo dirige eslabones del movimiento obrero que han logrado romper parcialmente con la cadena de mando burocrática, Da la impresión que los partidos burgueses van viento en popa (lo que es real) pero, por abajo, la burocracia se desangra, los revolucionarios están al frente de las luchas (o directamente procrean las luchas -me viene a la memoria el aserto del PO sobre que el 20 de diciembre del 2001 fue la consecuencia de su influencia, en remedo caricaturesco de la influencia bolche sobre el febrero ruso) y luego, las masas ‘ingratas’ van a votar con el hemisferio cerebral derecho. Hay disparidad, pero no se puede ceder ante el aserto sectario de que las masas ‘son una cosa cuando luchan y otra cuando votan’. 4)La responsabilidad de la falta de denuncia de la democracia burguesa está señalada, pero la cuestión aparece diluida y no adquiere la contundencia que requiere la disección teórica de uno de los males crónicos de la izquierda local : El ‘electoralismo’ y los consabidos planteos evasivos respecto de la cuestión del poder. 5)La educación en lo que respecta a la ‘dictadura del proletariado’ ni figura en la propaganda de las organizaciones, esto forma parte del curso pronunciado de adaptación a democracia burguesa. Este problema ‘teórico’ está solo referenciado en el montón.
    No puedo extenderme más, por razones de espacio y por que me reclaman los deberes maritales.
    Gracias. Considero y reafirmo que este blog es un verdadero espacio sin censura para todos los que pensamos distinto, con independencia de que nuestras posiciones satisfagan los criterios de popularidad democrática.

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    AP

    23/08/2011 at 22:10

  7. me ha resultado muy interesante el artículo, gracias.

    leyéndolo y también los comentarios me ha recordado una máxima creo que de Steiner que escuche en una charla:

    conciencia + falta de apoyo = frustración

    se cito tratando de explicar por que mucha gente huye ante informaciones o análisis anticapitalistas.

    Por otro lado, me ha recordado un artículo que leí hace un tiempo, lo pego aquí por si resulta de interés, en todo caso espero no distorsionar el sentido del post:

    «La praxis revolucionaria como terapia anti estrés» de Gil de San Vicente.
    http://www.rebelion.org/noticia.php?id=22520

    no se casi nada de psicología, así que tampoco puedo valorarlo.

    felicidades por el blog y la participación que suscita, un saludo

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    curioso

    24/08/2011 at 11:23

  8. muy interesante la reflexión final. creo que es algo muy necesario para muchos que creen que son revolucionarios y su «vida revolucionaria» se reduce a una beca del conicet e investigar sobre si la tasa de ganancia sube o baja tendencialmente, y que jamás en su vida supieron lo que es la vida de un trabajador y sus mayores acercamientos a un trabajador fue para hacer «investigación de campo».
    es muy importante que los que tuvimos la suerte de llegar a un nivel académico alto, laburemos en los barrios, nos embarremos las zapatillas, ayudemos a los que laburan 12 horas diarias a que lleguen a una conciencia de clase, a que entiendan la explotación capitalista, y no nos quedemos en «debates épicos» entre nosotros. porque si bien la producción intelectual es necesaria, si bien la investigación contrahegemónica es necesaria, si no llega a las masas trabajadoras, no sirve de nada.

    saludos

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    Cristian

    24/08/2011 at 23:45

  9. Hola profesor
    la reflexion de sentido comun, que la escuche muchas veces y hasta la dijo gonzalez fraga (economista)
    que el gobierno puede tener estos niveles de creciemiento del pbi y de estado de la economia en general es solo por el precio de la soja, o creo que es mucho mas complejo y si fuese otro gobierno seria parecido?
    por ultimo le vuelvo a pedir que escriba un articulo sobre la inflacion en la argentina quiero saber que teoria es la que segun usted es la mas adecuada y como se soluciona la inflacion aca
    muchas gracias

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    Alicia

    25/08/2011 at 11:48

    • Sobre la inflación en Argentina, pienso que es fundamentalmente de origen cambiario. Esto es, la devaluación de 2001-2 generó presiones inflacionarias (empezando por el aumento de los precios de los bienes transables) que se han estado realimentando. En mi último libro «Economía política del subdesarrollo y la dependencia» dedico dos capítulos al análisis del porqué de la alternancia de períodos con tipo de cambio alto y bajo en los últimos 35 años, y allí reivindico el viejo planteo del estructuralismo, que ponía la atención en la inflación de origen cambiario. Precisamente las reversiones a períodos de tipo de cambio bajo (Martínez de Hoz, Convertibilidad) se deben a la necesidad de anclar la moneda y frenar las presiones inflacionarias cuando éstas obstaculizan el funcionamiento de los mercados. Paradójicamente, hoy el gobierno está aplicando la misma receta para frenar la inflación, retrasar el tipo de cambio.
      Con respecto al llamado «viento de cola», es indudable que ha tenido mucho que ver para levantar la tradicional restricción del sector externo. Hoy la soja está a 500 dólares, contra 160 en tiempos de De la Rúa. Si no fuera por esta suba del precio de la soja y los cereales, Argentina tendría hoy déficit en su cuenta corriente. La estructura productiva del país no se ha modificado cualitativamente con respecto a los 90. Por el contrario, la sojización se ha profundizado. La estructura de las exportaciones sigue siendo básicamente la misma, tiene un alto componente de productos de bajo valor agregado (tal vez el cambio más importante se esté dando por el lado de software y servicios informáticos). El crecimiento ha sido alto (acorde con las tasas de crecimiento de América Latina), pero no parece haber habido «desarrollo», esto es, un cambio cualitativo en la estructura del capitalismo argentino (que sigue siendo básicamente atrasado y dependiente).

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      rolandoastarita

      26/08/2011 at 09:02

  10. Muy buenooo!!!

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    Periodico Paraguay

    08/09/2012 at 12:39

  11. Rolando se que has mostrado tus diferencias programáticas con la izquierda trotskista y por ello me gustaría saber qué lectura haces de las elección en general, y la elección que hizo el FIT en particular. ¿Es progresivo que hayan representantes de izquierda en el congreso? Según tu criterio ¿Cómo deberíamos leer lo sucedido? ¿Qué debemos tener en cuenta?

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    daniel

    30/10/2013 at 17:26

    • Debería desarrollarlo más, pero estoy con mucho trabajo. De todas maneras, aquí va alguna reflexión.

      Por empezar, en mi opinión el dato que debería enmarcar todo análisis es que más del 90% de la población vota a partidos y dirigentes que son enemigos del socialismo (incluyo, por supuesto, al socialismo burgués del tipo de Santa Fe). Esto afecta de lleno a la clase trabajadora. En su inmensa mayoría, la clase trabajadora confía, tolera o soporta, de alguna manera, a la dirigencia burguesa y burocrática, y al Estado capitalista. No hay «década ganada» en lo que hace a la independencia de clase, y las elecciones reflejan esto.

      En segundo lugar, las fuerzas que aparecen como «presidenciables» gravitan en torno a un programa económico y social muy parecido. Para decirlo con nombres, no hay grandes diferencias entre Scioli, Massa, Macri, Binner, Cobos o Capitanich. Existen divisiones y tensiones muy fuertes entre fracciones de la clase dominante kirchneristas y no kirchneristas, pero con el «telón de fondo» de este acuerdo más sustancial.

      En cuanto al voto del FIT (cercano al 6% a nivel nacional) sirvió de canal de expresión de descontento, y por la izquierda, de una pequeña franja de la población. Hay que tener en cuenta que en Argentina siempre existió una franja, que pudo oscilar entre el 5 o 6%, a veces algo más, que es de izquierda. Históricamente votaba al PC, a variantes frente populistas, en algún momento votó al partido Intransigente. Es necesario recordar que ya hubo otros picos de ascenso electoral de la izquierda: al final del gobierno de Alfonsíń y comienzos del menemismo, con Izquierda Unida). Y en 2001, con Zamora.

      En los últimos años la desaparición del PC como partido de izquierda; el hecho de que las variantes nacionalistas de izquierda se hayan diluido en posiciones que cuesta separar del kirchnerismo, o son directamente kirchneristas (el caso de Pablo Ferreyra sería el más emblemático), dejó como casi única variante al FIT. A esto ayudó también la desaparición de algunas expresiones menores (aludo al MAS, que no hizo una mala elección en las PASO; esos votos debieron ir también al FIT). Otro síntoma de la existencia de esa franja es el voto a Zamora, alguien que ya no tiene casi «estructura» militante, y sin embargo no hizo tan mal papel.

      Por supuesto, también ayudaron las medidas últimas del peronismo K (Milani, Chevron, Ciadi, etc.); la persistencia de una pobreza que se ubicaría por encima del 25%; del trabajo precarizado; la crisis de ferrocarriles, de salud pública, etc. Para una fracción del voto al peronismo «por izquierda», cada vez son más los sapos que tiene que tragar. Es posible que haya habido un sector, incluso ex PC, que también haya votado al FIT, como forma de protesta frente a tanta mugre.

      El salto «cualitativo», sin embargo, se va a dar cuando la izquierda pueda ganar voto masivo en las grandes concentraciones de trabajadores (digamos, que una votación «a lo Salta» se produzca en el Gran Buenos Aires, el Gran Rosario, etc.). Por este motivo, personalmente no he cambiado mucho la caracterización global de «etapa», para usar un término que acostumbrábamos en los 70.

      Sí se plantean nuevos problemas; por ejemplo, cómo actuar en el parlamento burgués, sabiendo que se está en un terreno que es de la clase dominante. Pero esto da para más, excede los límites de un comentario.

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      rolandoastarita

      30/10/2013 at 19:06

  12. Compañero Rolando. Coincido en general con su análisis, en especial en lo que respecta a que la hegemonía ideológica de la burguesía sigue dominando enteramente la escena. La elección de la izquierda no cambia nada substancial. Es el piso histórico al que se sumó una pequeña franja en crisis con el populismo y elementos dispersos que ven en la izquierda una opción más honesta en la administración del estado capitalista. Confieso que me desconcierta un poco lo del ‘salto cualitativo’. Es algo que puede ser interpretado de diferentes maneras. En general, para la izquierda, especialmente trotskista, los trabajadores son una cosa cuando votan y otra cuando luchan. Vale decir, una situación o etapa de tipo pre revolucionario podría coexistir perfectamente con una votación insignificante a la izquierda. Eso, mientras arañamos el 3%. Si la cosa engorda un poco, especialmente mediante una campaña expurgada de toda referencia seria a la revolución proletaria, entonces, estamos frente a una brutal polarización de la conciencia hacia la izquierda (El ‘azo’ en versión electoral) que presagia una progresión de cara a futuras elecciones, lo que será abonado con una propaganda aún más reformista en sucesivas rondas en razón de la ‘vieja táctica probada’. Las elecciones son un mecanismo que permite medir la evolución de la conciencia de masas y es un hecho que cuando la lucha de clases se agudiza los partidos de izquierda crecen y no en dosis homeopáticas, sino, por decenas de miles lo que a nivel electoral se expresa en millones. Nada de esto ha ocurrido. Pero a los efectos de identificar que fracción realmente es significativa de un cambio cualitativo, el contenido de la propaganda política es central. No en balde Lenin identificaba las elecciones con el ‘recuento globular’ lo que debía ser censado con un programa rojo y no con una propaganda electoral que elude el problema de plantear claramente a las masas los objetivos revolucionarios y los medios reales que permiten conseguirlos. No creo que a ninguna organización se le haya ocurrido explicar que para aplicar sus milagrosas consignas transitorias los trabajadores deben tomar el poder, con todo lo que ello implica. Un ‘Salteñazo’ (sic) a nivel de la provincia de Buenos Aires o en Rosario, bajo los términos reales en que se construye la influencia del programa revolucionario no necesariamente expresaría un salto en la conciencia o un cambio en la etapa. Hay otras determinaciones más importantes, de las cuales, el crecimiento electoral solo sería un subproducto. Con lo dicho, no entiendo agotar el tema. La cuestión electoral es algo que seguirá cruzando las discusiones de la vanguardia, incluso, como usted mismo lo dijo al principio, amerita un extenso desarrollo y , además un balance que excede las últimas elecciones, agrego. Tampoco pretendo descalificar a los miles de honestos compañeros que ven en esta votación de la izquierda un triunfo para el movimiento obrero o siquiera un factor progresivo, que , pese a no haberlo explicitado, me parece es su caso por todas las cosas que explicó en su declaración de voto.

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    AP

    31/10/2013 at 21:18

  13. Hola Rolando Astarita:
    El artículo me parece muy interesante y acertado. Pero quiero aprovechar esta ocasión para preguntarte cuestiones relacionadas al término ideología.
    En el artículo se toma el concepto de ideología dado por Marx, esto es, la ideología como falsa conciencia (como decís en tu artículo, “la ideología oculta las contradicciones reales”). En este sentido, la ideología se opone a la ciencia. Sin embargo, muchos pensadores rechazan el concepto de ideología como falsa conciencia. Michael Löwy, por ejemplo, hablando de esta acepción dice lo siguiente: “nos parece inadecuado, porque las ideologías y utopías contienen no solamente orientaciones cognoscitivas sino también un conjunto articulado de valores culturales, éticos y estéticos que no se desprenden de las categorías ‘verdadero’ y/o ‘falso’” (Löwy, 1991: 11). En esta línea, Rubén Dri define a la ideología como “el conjunto de comportamientos, hábitos, reacciones, conceptualizaciones, sistematizaciones, etc., que expresan los intereses de las distintas clases sociales” (Dri, 1994: 91). En este sentido habla de una ideología proletaria, algo que no tiene sentido si se permanece en la definición clásica de Marx.
    Otra manera de plantear el problema es el siguiente: ¿por qué el punto de vista del proletariado es científico y el del resto de las clases sociales es ideológico?
    Me gustaría conocer tu posición en relación a estas posturas que rechazan el concepto de ideología como falsa conciencia. Como sabrás, la bibliografía sobre el tema es extensísima. Aquí traté de ser lo más sintético posible. Espero que se entienda el planteo. Desde ya muchas gracias.

    Federico

    Dri, Rubén (1994) Los modos del saber y su periodización, Buenos Aires, Ediciones Letra Buena.
    Löwy, Michael (1991) ¿Qué es la sociología del conocimiento?, México, Fontamara.

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    Federico

    25/02/2014 at 10:44

    • Responder adecuadamente excede los límites de unos «comentarios». Por eso dudé en responder. De todas maneras, y de forma breve, aquí van algunas ideas.
      Primero, efectivamente, hay dos acepciones de «ideología» en el marxismo (y aledaños). Una, la de Marx, que alude más bien a una falsa conciencia. La otra es la de Lenin, que parecen seguir Löwy y Dri; Lenin, por ejemplo, habla de la ideología del proletariado.
      Personalmente, la lectura de «Teoría y práctica de la ideología», de Ludovico Silva, me convenció (aunque estoy abierto, por supuesto, a rectificar) de que es conveniente adoptar la acepción de Marx. El término ideología denota un fenómeno específico. A partir de la idea de que «las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas; por lo tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante son también las que confieren el papel dominante a sus ideas» (Ideología alemana). Dice Silva: «Se trata así de una formación social específica cuya función, históricamente considerada, ha consistido hasta ahora en justificar y preservar el orden material de las distintas formaciones económico sociales».
      Para bajarlo a tierra: cuando alguien dice que la pobreza de miles de millones de seres humanos es el producto de una disposición divina, no vacilo en calificarlo como una manifestación ideológica. A esto tratamos de oponer una explicación científica (puede estar mejor o peor, pero el criterio es ése).
      Esto no significa avalar absurdos como «la lingüística proletaria» o la «genética proletaria» (que en su momento promovió el stalinismo). Tampoco implica afirmar que por adoptar un punto de vista «proletario» se tiene garantizada algún tipo de conocimiento científico de la realidad social. Sí significa que para avanzar en la comprensión de algunos fenómenos claves (principalmente, la forma en que ocurre la explotación del trabajo) es necesario vencer resistencias (Silva dice, inconscientes) que tienen raíces sociales.

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      rolandoastarita

      26/02/2014 at 09:18

    • Sobre estos punto he llegado a creer que los marxistas debemos estudiar en profundidad la obra de Pierre Bourdieu. Me parece imprescindible de hecho.

      Saludos.

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      Gerardo Daniel

      26/02/2014 at 09:26


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