Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

Asistencia social K, marxismo y Poulantzas

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La Asignación Universal por Hijo, junto a los planes sociales de trabajo (cooperativas), son presentados por la izquierda que apoya al kirchnerismo como medidas poco menos que revolucionarias. Se sostiene que estas medidas se inscriben en una estrategia de largo plazo para una distribución más equitativa de la riqueza, y fortalecer el poder popular frente a los “grupos concentrados” (léase Techint, Clarín; pero no Petersen, Electroingeniería o Franco Macri). Lógicamente, para sostener este relato, se pasan por alto algunos hechos. Por empezar, que los planes sociales en Argentina no son una novedad de los gobiernos K. Alfonsín en los 80 instrumentó la caja PAN (cuando la tasa de indigencia era mucho menor que la actual). Y Duhalde puso en marcha los Planes Trabajar después de la debacle de 2001, lo que tuvo un efecto bastante inmediato para paliar lo peor del hambre. El discurso K-izquierdista tampoco dice que la AUH fue reclamada durante mucho tiempo por sectores de la oposición, incluso por algunos que militan para la “derecha destituyente”. Y no señala que fue decidida por el gobierno recién cuando perdió las elecciones de 2009, ante la inminencia de que se impusiera en el Congreso. Pero estas son minucias, que tienen sin cuidado a los K-izquierdistas.

Pues bien, ¿qué podemos decir desde el marxismo sobre la AUH y planes sociales? Una primera respuesta, que han dado algunos compañeros, sostiene que se trata de medidas progresistas pero: a) Son insuficientes, y la inflación las está erosionando cada vez más. b) La AUH no es realmente universal, ya que hay sectores sumergidos en la miseria a quienes no les llega. c) El gobierno utiliza los planes sociales de trabajo con fines clientelísticos; y para desviar la lucha de organizaciones sociales y anularlas como factores críticos e independientes (por ejemplo, Madres de Plaza de Mayo). No encuentro que estas objeciones hayan sido respondidas de forma mínimamente satisfactoria, o coherente, por la izquierda K. Por otra parte, y más en general, deberíamos hacernos una pregunta fundamental: ¿qué tipo de sociedad es ésta que genera la necesidad de reclamar asistencia social por parte del Estado? ¿Por qué este modo de producción produce desde sus entrañas masas de gente condenadas a sobrevivir en la indigencia, o al borde de ella? Que sectores de la izquierda hayan renunciado a hacerse estas preguntas, por lo demás elementales, revela el abismo que los separa de lo que ha sido la perspectiva critica tradicional, de la izquierda marxista, o libertaria revolucionaria (véase al respecto Militancia probada…).

Un texto de Poulantzas

Lo anterior se vincula estrechamente con otro tema clave, que es el rol que del Estado-Providencial en la defensa de la reproducción del sistema capitalista. Y es aquí donde entra en escena Nicos Poulantzas, un marxista que en los años 70 y 80 se leía mucho en la izquierda. Posiblemente, muchos de los que pasaron desde la izquierda crítica y revolucionaria, a la defensa del Estado burgués, hayan abrevado en los libros de Poulantzas. Y hasta es probable que a algunos la lectura de Estado, poder y socialismo (de donde extraigo los pasajes que cito a continuación), les haya ayudado a pegar el “salto” hacia el otro lado del mostrador. Es que en este libro Poulantzas se abría a la posibilidad de una transformación paulatina, democrática reformista, del Estado burgués. Sin embargo, lo interesante es que aun en este texto, Poulantzas no pierde el sentido de las delimitaciones de clase. Por eso, aunque podamos estar en desacuerdo con su estrategia (personalmente lo estoy), su análisis sobre el rol de las concesiones arrancadas al Estado mantiene vigencia, y ayuda a pensar la cuestión de la asistencia social en Argentina. Por empezar, Poulantzas plantea que si bien el papel del Estado no puede interpretarse en términos de mero “engaño” y manipulación, tampoco se reduce a un rol providencialmente social. Escribe:

“Pero si el papel del Estado con respecto a las masas populares no puede reducirse a un engaño, a una pura y simple mistificación ideológica, tampoco puede reducirse al de un Estado-Providencia con funciones puramente “sociales” (acotación RA: que lleva a “dar las gracias” a los explotados por lo recibido). El Estado organiza y reproduce la hegemonía de clase fijando un campo variable de compromiso entre las clases dominantes y las clases dominadas, imponiendo incluso a menudo a las clases dominantes ciertos sacrificios materiales a corto plazo a fin de hacer posible la reproducción de su dominación a largo plazo” (p. 224; edición Siglo XXI). Poulantzas da el ejemplo de la famosa legislación fabril inglesa, y la abolición de la esclavitud, que llamaron la atención de Marx. En estos casos el Estado interviene para preservar y reproducir la fuerza de trabajo que el capital estaba en camino de exterminar. El propio Estado impuso a los capitalistas límites a la explotación de la fuerza de trabajo (por ejemplo, limitando la jornada laboral o el trabajo infantil). Algo de esto puede verse en Argentina, en las últimas décadas. También en Brasil, y otros lugares del mundo se implementan planes de asistencia, que gozan de la aprobación de organismos internacionales, como el Banco Mundial, y publicaciones del establishment, como The Economist. Y fueron implementados desde hace años en los países industrializados. No se trata, por lo tanto, de una particular actitud K-revolucionaria. Pero además, es importante entender que en la aprobación de estas medidas confluyen tanto la lucha de clases, como la defensa de los intereses de largo plazo de la clase dominante. Por ejemplo, en 2001 y 2002 había una extendida preocupación en la clase dominante argentina tanto por la pérdida de legitimidad política que padecía el sistema político (sacudido por los piqueteros y las manifestaciones populares), como por las consecuencias que tenía a largo plazo, para la reproducción misma de la fuerza de trabajo, el hambre y la desnutrición infantil generalizadas. A ello se suma el rol de las luchas populares en la determinación de lo que es social y hasta “moralmente inaceptable”. Escribe Poulantzas.

“No hay que olvidarlo en ningún momento: toda una serie de medidas económicas del Estado., y muy particularmente las relativas a la reproducción ampliada de la fuerza de trabajo, le han sido impuestas por la lucha de las clases dominadas en torno a lo que puede designarse con la noción, determinada social e históricamente, de “necesidades” populares: desde la seguridad social a la política relativa al paro y al conjunto de sectores… del consumo colectivo. … las famosas funciones sociales del Estado dependen directamente, tanto en su existencia como en sus ritmos y modalidades, de la intensidad de la movilización popular: ya sea como efecto de las luchas, ya sea como tentativa del Estado para desarmarlas por anticipado” (p. 225).

La idea de que el nivel en que se establece la “necesidad” popular es impuesto por la lucha (dado un cierto desarrollo de las fuerzas productivas) entronca con la tesis de Marx del carácter histórico y social del valor de la fuerza de trabajo. De ahí las medidas del Estado para garantizar y abaratar la reproducción de esa fuerza de trabajo. Medidas que no están en contradicción con el sostenimiento del poder de la clase dominante. Sigue Poulantzas:

“Pero si esto muestra que no se trata de “puras” medidas sociales de un Estado-Providencia, muestra también otra cosa: no existen, de un lado, funciones del Estado favorables a las masas populares, impuestas por ellas, y de otro lado, funciones económicas a favor del capital. Todas las disposiciones adoptadas por el Estado capitalista, incluso las impuestas por las masas populares, se insertan finalmente, a la larga, en una estrategia a favor del capital, o compatible con su reproducción ampliada. El Estado se hace cargo de las medidas esenciales a favor de la acumulación ampliada del capital y las elabora políticamente teniendo en cuenta la relación de fuerzas con las clases dominadas y sus resistencias, o sea, de modo tal que esas medidas puedan, mediante ciertas concesiones a las clases dominadas (las conquistas populares), garantizar la reproducción de la hegemonía de clase y de la dominación del conjunto de la burguesía sobre las masas populares. No sólo el Estado asegura ese mecanismo sino que es el único capaz de asegurarlo: las clases y fracciones dominantes, dejadas a ellas mismas y a sus intereses económico-corporativo, serían incapaces de hacerlo” (pp. 225-6).

Subrayo, se trata de conquistas del movimiento de masas (pensemos en la lucha que están librando los estudiantes chilenos por la educación gratuita), y como tal deben ser valoradas; pero esto no significa que, en el largo plazo, no sean absorbidas por el Estado, de una manera que garantiza la reproducción de la dominación de clase. Si esto es así, se desprende que no es posible acabar con la explotación del capital por una acumulación de medidas de este tipo, como soñó históricamente el reformismo. Las reivindicaciones que se obtienen impiden la degradación completa de la clase trabajadora y de los sectores populares sumergidos (es la significación de los Planes Trabajar, de la AUH); y pueden mejorar las condiciones para luchar por la liberación (educación y preparación intelectual, cuidado de la salud, etc.). Pero nunca debería olvidarse el otro aspecto de la cuestión. Son instrumentadas por el Estado para garantizar la continuidad del sistema. De nuevo Poulantzas:

“Por último, la adopción por el mismo Estado de ciertas reivindicaciones materiales populares que pueden revestir, a la hora de imponerse, una significación bastante radical (enseñanza pública, libre y gratuita, seguridad social, seguro de paro, etc.), a la larga pueden servir a la hegemonía de clase. En el curso de un cambio de la relación de fuerzas, esas “conquistas populares” pueden ser despojadas progresivamente de su contenido y carácter iniciales, de manera indirecta y recubierta” (p. 226). Y todavía más adelante, refiriéndose a la reproducción de la fuerza de trabajo, señala que “los elementos político-ideológicos están siempre constitutivamente presentes. Ante todo, bajo su aspecto represivo, el del ejercicio de la violencia organizada. Jamás se insistirá bastante en el hecho de que las diversas disposiciones “sociales” del Estado-Providencia, con vistas a la reproducción de la fuerza de trabajo y en las esferas del consumo colectivo, son también intervenciones encaminadas a la gestión y el control político-policial de esa fuerza. Los hechos son ya conocidos: redes de asistencia social, circuitos de ayuda al paro y oficinas de colocación, organización material del espacio de las viviendas llamadas “sociales” (o ciudades de tránsito), ramas específicas de enseñanza (la de la llamada técnica o clases de transición), asilos y hospitales, son otros tantos lugares políticos de control jurídico-policial de la fuerza de trabajo” (p. 226-7).

Espero que esas líneas sean útiles para la reflexión en el espacio del marxismo sobre el sentido de algunas políticas en curso. Lógicamente, no se trata de renunciar a la lucha por reformas, sino de mantener la perspectiva crítica. Los marxistas luchan por reformas y mejoras (alguna vez Lenin dijo que las reformas son demasiado serias como para dejarlas en manos de los reformistas), pero no por ello se pliegan a la defensa de la propiedad privada del capital.


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Asistencia social K, marxismo y Poulantzas

Written by rolandoastarita

11/08/2011 a 10:26

16 respuestas

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  1. Brillante Rolo.
    Lamentablemente, tomaste uno de los textos del «último Poulantzas», cuando ya no era marxista estructuralista sino reformista y protoanarquista (por deudor de Gramsci y Foucault), es decir, posestructuralista.
    El mejor análisis sobre el asunto se halla en el primer Poulantzas, en el libro «Poder político y clases sociales en el Estado capitalista», escrito en 1968, cuando su enfoque dio pie a la polémica con el de Miliband. El enfoque de Miliband es el del socialismo «engelsiano» (que lo heredó no sólo el reformismo bernsteniano sino el leninismo y el trotskysmo), que ve al Estado como un «instrumento».
    El marxismo estructuralista, con su eje en el «poder» de clase (y no en los «micropoderes» posestructualistas no necesariamente de clases; y no en la fetichización de los «consejos de fábrica» como hizo Gramsci en 1920, subestimando que había que destruir el Estado, como bien planteaba Amadeo Bordiga), sigue siendo un buen antecedente para acercarse al análisis marxiano del Estado que Marx dejara incompleto (porque nunca lo desarrolló como objeto «teórico»).
    Saludos,
    Fernando.

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    Fernando

    11/08/2011 at 12:02

    • Visto de ese modo “Poder político y clases sociales en el Estado capitalista” es deudor de un marxismo Althusseriano muy poco interesante.
      Tambien es interesante que un buen número de las citas de Gramsci en ese libro son sobre los cuadernos de la carcel.
      Seria interesante que diese las citas sobre los planteos de Bordiga. Lo unico que he leido sobre él es la critica que le hace Lenin a su extremismo de izquierda.

      Saludos.

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      Gerardo

      11/08/2011 at 23:55

    • Fernando: no estoy de acuerdo con el planteo que haces, y por esto agregar algunos interrogantes a lo que planteas. El planteo de Bordiga no solo constaba en plantear la necesidad de destruir el estado para alcanzar el socialismo, sino que lo específico de sus ideas era querer hacerlo cuando no existían condiciones para hacerlo. Gramsci, sí sobrevaluó las condiciones de los consejos en los 20 (de la misma manera que Lenín sobrevaluó las posibilidades que brindaba el asalto al estado), pero de ahí no se deriva que haya caído en una «fetichización» (no está claro para mí cómo usas esa categoría, pero no soy tan partidario de usarla para algo así como un engaño). El mismo Gramsci, después revisa mucho esta sobrevaloración, pero sería largo opinar sobre el tema.
      Es más, el mismo Gramsci trata el tema de las concesiones del capitalismo y la arquitectura política que arma la burguesía para ejercer su dominación. Algunos de sus planteos, como el de «revolución pasiva», servirían para entender el peronismo. Por poner un ejemplo. En ningún tramo de su vida Gramsci opinó que no haya que destruir al estado burgues, pero es cierto que polemizó con Bordiga sobre las condiciones para alcanzar ese objetivo.
      Con respecto al posestructuralismo, tiene que ver son ciertas peripecias de las ideas y corrientes de pensamiento que tienen tanto que ver con Gramsci, como con Marx: se les reconoce un pasado demasiado lejano en el marxismo.
      La posibilidad de llegar al socialismo en forma pacifica a partir de ocupar posiciones en el estado tiene referentes en el instrumentalismo, en el estructuralismo, y en todos los «ismos» imaginables. Por la sencilla razón de que, generalmente, son ideas muy útiles para que el estado lo premie a uno con algún carguito.

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      roberto

      12/08/2011 at 07:01

    • Una observación: pienso que el enfoque estructuralista efectivamente ayudó a superar análisis demasiado mecanicistas, y hasta subjetivos (el argumento de que el Estado es capitalista porque lo dirigen funcionarios vinculados personalmente con el capital, etc.). Sin embargo en algunos trabajos argumenté que el enfoque de «totalidad concreta» (viene de Hegel y lo utiliza Marx) representa un enfoque superador del estructuralismo, y se puede aplicar al análisis del Estado. En mi página web, en «Artículos publicados», hay un trabajo, «Estado y relaciones sociales» en el que presento este argumento.

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      rolandoastarita

      12/08/2011 at 08:53

  2. Al evaluar las orientaciones que justifican la implementación del estado del bienestar, por ejemplo en Europa, siempre se llega a principios como la igualación de oportunidades y facilitar el acceso de los menos favorecidos al disfrute de bienes y servicios, más o menos en los mismos términos en que lo hacen los mejor ubicados. Algo parecido implican las políticas redistributivas en Estados Unidos. A esto se llama el «capitalismo revisado» vs el «capitalismo decimonónico», queriendo significar con la comparación que el capitalismo ha sido capaz de dar un salto cualitativo que lo justificaría. Lo que quiero señalar es que, sea como sea, llama la atención el consenso que suscita esta evolución en dichas sociedades, y que allí la izquierda no pase de la defensa del estado del bienestar aún sufriendo crudas derrotas en ese terreno. Lo mismo en países como Brasil o Chile. Y es que todo parece resolverse desde un centro que actúa con una fuerza centrípeta incontrastable. Las políticas sociales no tienen nada de revolucionarias y son claramente prosistema, pero el problema está en que los planteos contrasistema carecen de un plano de articulación viable cuando no caen en la retórica más falsa y vacía, como en Venezuela, desde el momento en que los voceros gubernamentales, después de doce años, explican que mientras incentivan el «buen vivir» de la población siguen en proceso de hacer cambios profundos y revolucionarios en el estado.

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    mario

    11/08/2011 at 12:50

  3. Compañero Rolo. Su artículo, por un lado, contribuye a desenmascarar la demagogia gubernamental y por otro vuelve a poner sobre el tapete la cuestión del estado y la actitud de los revolucionarios en su respecto. En cuanto al primer asunto, las medidas asistencialistas aplicadas por este gobierno forman parte de un plan cuyo objetivo es constituir una base social de maniobra a partir de los sectores más empobrecidos de la sociedad y, al mismo tiempo, desactivar preventivamente la tendencia potencial a los estallidos sociales, haciéndolo de modo tal que no le cuesten demasiado a la clase capitalista. La política aplicada consiste en disminuir la indigencia extrema, socializando una miseria ‘aceptable’. Como marxistas, somos conscientes que ninguna reforma, por pequeña que sea, es una concesión graciosa de los explotadores. En general, son el producto de luchas actuales, pasadas, o de la precaución ante las que puedan venir. Si son reformas importantes, pueden ser el resultado de revoluciones abortadas o incluso derrotadas, que inspiraron un terror cerval en la clase dominante. Frente a ellas, nuestra misión consiste en mostrar sus limitaciones y denunciar el carácter funcional a la conservación del sistema, pero, sobre todo, explicar que no queremos repartir las migajas de la sociedad capitalista, sino, la riqueza, generada por el trabajo productivo de los obreros y apropiada por los explotadores. Puede ser un planteo que sonará utópico a los oídos de los trabajadores, pero, no por ello, menos necesario. En lo que respecta a la cuestión de la postura frente al estado, con frecuencia hay vacilaciones. Marx escribió, en referencia al estado, que ‘El instrumento político de su esclavitud, no puede ser el de su emancipación’ y este debe ser el norte que nos guía, en la estrategia y en cada acto de nuestra intervención práctica. Hace varios años, en un extenso artículo titulado ‘Brukman y la interna sectaria’ polemicé duramente con las posiciones de la izquierda en general y el Partido Obrero en particular, acerca de las fábricas recuperadas, que pretendían ser exhibidas como ejemplos de ‘Control Obrero’, al que, curiosamente se pretendía ‘estatizar’, olvidando que como bien lo había aclarado el programa de la Intersindical Roja, control obrero y estatización burguesa, son términos incompatibles y mutuamente excluyentes. Luego de un gigantesco encabezado de VICTORIA y hablando de la situación de Sasetru, Pablo Heller lamentaba que la fuerza pública hubiera echado a los obreros de la fábrica (donde estaba la victoria?) pero luego se veía forzada a abrirles la puerta a consecuencia de una oportunista decisión parlamentaria (Allí estaba). Con ello se probaba que las fuerzas armadas podían (bajo el imperio de la ley) jugar a nuestro favor. No basto con ello, proponía que tal ejemplo podía hacerse extensivo a la nacionalización de la banca, el comercio exterior etc.
    La crítica circuló ámpliamente en su momento y hasta el momento, jamás tuvo respuesta. Otra. En un acto de cierre de campaña, un conocido dirigente de izquierda, sostenía muy suelto de cuerpo, que su primer acto de gobierno como presidente sería emitir un decreto de inhibición de la libre contratación o despido de los obreros. ¿Acabar con la desocupación desde el sillón de Rivadavia? suscitando una invectiva por parte del que suscribe que, no precisamente, concluyó con las fraternales relaciones que deben caracterizar a los revolucionarios. Por ello no debemos extrañarnos cuando nos encontramos con querer hacer pasar un programa de Transición por el parlamento o llamar a votar a verdugos y víctimas o hasta beneficiarse con los sarcasmos de payasos mediáticos que entretienen a descerebrados. Subyace una comprensión idílica del rol del estado capitalista y la capacidad de torcer su carácter mediante el voto o la presión popular, aderezada con una buena dosis de expectativas de aparato.
    Gracias.

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    AP

    14/08/2011 at 01:30

    • Acerca de las fábricas recuperadas escribí una nota hace un tiempo, «La ilusión del poder dual», donde planteo que es un error tomar estos casos como ejemplos de «control obrero».

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      rolandoastarita

      14/08/2011 at 09:09

  4. Yo veo que mientras tratemos de alcanzar el Estado para desde él armar el socialismo, vamos listos. A no ser que alcancemos Washington o Berlín, y ni siquiera. No conozco la iniciativa de madame K., ni en qué términos está diseñada, pero despreciarla por las buenas, con la que está cayendo, me parece irresponsable. Es más, creo que hay que HACER SIEMPRE, y que esperar a la caída del Estado Burgués debatiendo sobre la organización de los soviets mientras nos rascamos a dos manos los genitales es algo entre el izquierdismo infantil e inventar, en la limpieza, el jabón. La asociación de trabajadores para trabajar contiene una potencia revolucionaria que no puede atar ningún estado, y menos los estados rebasados por las deudas y sin márgenes de maniobra. Las cooperativas son socialismo en acción.

    Creo que la tarea urgente de las organizaciones socialistas revolucionarias es la organización de cooperativas -partiendo de quien parta la iniciativa-, consolidar los sindicatos y reconstruir las asociaciones de consumidores para que sean herramientas de control democrático del marcado. De eso saldrá nuestra revolución, no de esperar que en la miseria los obreros se conciencien de la necesidad histórica de bla bla, porque eso no va a pasar nunca.

    Saludos.

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    El marinero Vakulinchuk.

    14/08/2011 at 08:17

  5. Compañero Rolo. Acabo de leer la nota a la que hace referencia. Es enteramente compatible con mi posición en lo que respecta al ‘Control Obrero’, pero, en mi comentario el énfasis estaba puesto en la cuestión del estado como instrumento ‘neutro’ aspecto que en la izquierda suscita confusión, incluso en organizaciones que se proclaman trotskistas. Mientras en la teoría estas organizaciones reconocen el carácter clasista del estado, sobre todo de las fuerzas preparadas para el ejercicio de la ‘violencia organizada’, con frecuencia deslizan la idea de que este estado pueda jugar a ‘nuestro favor’, sobre todo bajo el influjo de la influencia parlamentaria o presión popular, llegando al extremo de la expropiación de los capitalistas, es decir, vía pacífica al socialismo. Esto entronca con las frecuentes apelaciones a la democratización de las fuerzas armadas, sindicalización etc. o las apelaciones al la ‘desactivación’ de los aparatos de inteligencia, purga de los elementos reaccionarios, resabio de la dictadura etc. etc.
    De todos modos, me pareció muy interesante la nota recomendada. Me gustaría enviarle mi trabajo del 2005 sobre fábricas recuperadas y control obrero, donde también se desarrolla el aspecto del rol del estado en cuanto a las luchas obreras y , si es posible, me manifieste su opinión por este medio. Si le parece que vale la pena, no tiene más que confirmarlo. Estas discusiones son importantes para el esclarecimiento y desarrollo del pensamiento revolucionario.
    Gracias por responder.

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    AP

    14/08/2011 at 12:31

  6. Profesor Astarita, disculpe que le cambie de tema, pero tiene usted una posición tomada con respecto al problema del cálculo económico en el socialismo? http://es.wikipedia.org/wiki/Debate_sobre_el_c%C3%A1lculo_econ%C3%B3mico_en_el_socialismo#cite_note-2

    Saludos

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    Diego

    14/08/2011 at 16:41

    • Es muy largo para responder, tal vez pueda escribir algo más adelante. Dos observaciones: la primera es que del hecho de que los marxistas podamos estar en contra de la objeción de von Mises (a saber que una economía compleja, y por lo tanto el socialismo, no puede funcionar sin mercado) no debería llevar a pensar que defendemos la supresión inmediata del mercado. De hecho, Marx y Engels (también Lenin o Trotsky) jamás sostuvieron que el mercado pudiera eliminarse de un día para el otro, ni siquiera en algunas décadas. Segundo, en las reformas que se intentaron en la URSS y otros regímenes stalinistas de combinar el mercado con la planificación, invariablemente se dejaba de lado la democracia de los productores y de los consumidores. En ese marco, era imposible planificar.

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      rolandoastarita

      15/08/2011 at 10:40

  7. El artículo de Wikipedia es manifiestamente mejorable y está escrito desde una posición pro-burguesa, incluso pro-austríaca , como evidencia que no se cite a críticos de la posición hayekiana desde dentro de la corriente principal tan eminentes como Kenneth Arrow, Hebert Simon o más recientemente Stiglitz .

    Pero aunque me parece que Diego quiere trolear es cierto que la crítica más aguda del capitalismo sin ofrecer una alternativa viable es un brindis al sol.

    El problema de los austríacos es que tienen una concepción del conocimiento subjetivista en la que no se puede distinguir lo que es una negación de información por parte de un patner de lo que es una privación del mismo derivada de una situación de incertidumbre o de imposibilidad objetiva de la misma. No dan parámetros. Los «precios sombra» no son una ficción planométrica, ahí está el dispatching en Electricité de France . Y esto no son «precios de transferencia». También me da risa cuando oigo hablar a simpatizantes de esta corriente de «análisis de redes», basta leer a Huerta de Soto para ver cuán lejos del «análisis de redes realmente existente » está una posición austriaca rigurosa.

    Su punto fuerte es que, para los despistados, han pasado a la posteridad como una especie de precursores del concepto de racionalidad limitada o acotada. (Para los despistados , ya digo, a Arrow , a Stiglitz y a Simon ,por citar tres nobeles neoclásicos , no les engañaron).

    El problema de Lange y compañía es que creyeron que se podía utilizar el marco walrasiano prácticamente como un algoritmo para un diseño. La analogía entre mecanismo concurrencial y planificación está en el volumen 2 del Curso de Pareto, de ahí partió Barone. En tiempos de Gagarin , Claudio Napoleoni ya escribió- traduzco del italiano- » esta posición es aceptable para nosotros sólo en lo que se refiere a la afirmación de la existencia de una analogía, mas no en lo que se refiere al contenido walrasiano que esta tradición ha atribuido a la analogía misma». O sea en un marco walrasiano es imposible modelizar los correlatos institucionales de cualquier economía realmente existe. Es esto lo que explota la posición austriaca.Y lo que ayuda a explicar, más allá de sus nacionalidades, las diferencias entre Janos Kornai y Branko Horvat por ejemplo.

    Su punto fuerte es, que removido el problema walrasiano, esto desemboca en lo mejor de la escuela de compatibilidad de incentivos, y creo que lo mejor está por llegar. Hurwicz fue alumno de Lange, por cierto. Y por ahora tenemos tanto al Arrow de «The limits of organization» como al Stiglitz de «Whiter socialism» (An anti-hayekian manifesto ,en palabras de John Roemer).Por citar ejemplos que todavía deben mucho a un marco neoclasico estándar.Pero este marco tan estrecho esta cediendo…

    Hay algo que es bastante evidente.

    El area que se reservaba a los mercados en las economías de tipo soviético – quizá con la excepción yugoslava, pero vamos a dejarlo de lado- conducía a una dilatación de las relaciones jerárquicas que son características de las organizaciones hasta configurar una suerte de gran organzación superpuesta a las organizaciones económicas – a las empresas- .¿Recuerdan aquello de Lenin de la economía planificada como una «única gran fábrica» de la que las empresas individuales eran unidades ? Pues algo hay de esto.Gestionar de manera eficiente una multiplicación tal de relaciones entre principal-agente es una tarea formidable porque se producen colusiones entre los diversos niveles jerárquicos a cuenta de los principales de grado superior. Lean a don Rolando sobre el mercado de trabajo en la URSS, pues eso.

    En términos marxistas esto conduce a fenómenos fetichistas tan perniciosos como los que se pueden dar en las economías capitalistas.

    Aun cuando pueda haber sectores enteros de una economía que se gestionen eficientemente como una organización única, que existan empresas que actúen como promotoras de mercados parece que es imprescindible en muchos sectores económicos. Depende de características institucionales particulares, que pueden variar. Por supuesto la estructura de estas empresas, los marcos en que se desenvuelvan, aquí empieza el contenido del socialismo…

    En fin ya habrá ocasión de volver sobre el tema.

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    Karl Mill

    14/08/2011 at 20:27

  8. Compañero Rolo. Ya le envié el trabajo. Revisando fechas, es del 2003, fue escrito al calor de los acontecimientos, pero conserva su valor en lo que hace a los aspectos teóricos. Gracias por aceptar considerarlo.

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    AP

    16/08/2011 at 18:42

  9. Muy bueno necesitaba un analisis asi

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    Yamila

    14/05/2018 at 20:59


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