Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

Izquierda, indignados y acción política

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La irrupción del movimiento de los indignados en España y otros países plantea una cuestión importante para las organizaciones de izquierda. Es que éstas elaboran sus programas, tácticas y campañas políticas en la idea de que expresan las aspiraciones de los trabajadores y de los oprimidos, y con la esperanza de que cuando las contradicciones del sistema capitalista estallen y las masas se movilicen, éstas tomarán en cuenta a la izquierda. La aspiración de “máxima” es que llegado el momento crítico, los trabajadores asuman como propias las consignas de los partidos revolucionarios y confíen en sus tácticas y estrategias.

Sin embargo sucede que cuando surgen movimientos masivos, como el de los indignados en España o antes los cacerolazos en Argentina, los mismos transcurren por canales independientes de las organizaciones. Lo ocurrido en Argentina es ilustrativo. En 2001 los partidos de la izquierda radical eran conocidos, tenían una larga tradición (en algunos casos más de medio siglo) de actividad, y agrupaban algunos miles de militantes. Pero la gente movilizada no tuvo ningún acercamiento espontáneo hacia las organizaciones de izquierda. Destaco que según el análisis de muchos grupos de izquierda, o marxistas, en 2001 se produjo una “ruptura revolucionaria” (todavía en diciembre de 2002 el dirigente de un partido trotskista me aseguraba, en una discusión pública, que la situación en Argentina era similar a la de Rusia en 1917). Era de esperar entonces que las consignas de la izquieda “prendieran” en ese terreno fértil. Pero esto no ocurrió. Los militantes de izquierda intervinieron en las asambleas barriales -que agruparon a un pequeño sector de la población de la Capital Federal- y lograron que votaran sus programas, pero esas resoluciones no trascendieron de los pequeños círculos. Además, en varias asambleas los vecinos dejaban de asistir cuando advertían que eran “copadas” por los militantes. Lo más importante es que la población trabajadora no adoptó esas consignas, en una coyuntura crítica y de enorme desprestigio de la dirigencia política burguesa (aunque personalmente estoy convencido de que se estaba lejos de una revolución). El único dirigente de izquierda que capitalizó algo del descontento fue Luis Zamora, pero a partir de un discurso centrado en la “autonomía” y la “autodeterminación”. Y con el tiempo su grupo también se debilitó y disgregó.

Ahora en España, y en capitales europeas en las que se manifiestan los indignados, se repite algo de esto. El movimiento estalla, pero la izquierda organizada tiene poco que ver en el asunto. Cabe entonces preguntarse por qué la actividad de agitación de años da tan pocos frutos. Aclaro que en lo que sigue tengo presente a las organizaciones que continúan siendo críticas del sistema capitalista, y procuran superarlo. Esto es, no entran en esta consideración casos como el Partido Comunista argentino, que defiende al gobierno capitalista.

Relación partido – movimiento a través de consignas

La cuestión que planteo entronca con una problemática que se ha debatido largamente en el movimiento socialista, que es el vínculo que se busca establecer entre las organizaciones marxistas y las masas trabajadoras y oprimidas. Es que el marxismo no es solo una teoría, ya que por su propia naturaleza está destinado a interpelar a la clase obrera con su crítica de la explotación y su llamado a acabar con la sociedad de clases. Por este motivo la forma en que se concibe la relación entre el partido y el movimiento es determinante de las tácticas, de las demandas que se agitan, y también de las formas organizativas que se disponen en función de esa actividad política. Inevitablemente, en esta temática está implicada la conexión que el partido establece con la sociedad en que está inmerso y actúa.

El tema es que muchas organizaciones y partidos de izquierda aplican una política que ha sido establecida, en lo esencial, por León Trotsky (véase sus discusiones sobre la forma de utilizar el Programa de Transición, a fines de los años 30), que se ordena en torno de la agitación de consignas. El fundador de la Cuarta Internacional pensaba que si un pequeño grupo se concentraba en agitar una o dos consignas claves, podía terminar movilizando a millones, y asumir la dirección del movimiento de masas, hacia la revolución. Para eso el partido debía detectar los problemas que padecían los trabajadores, y elaborar las demandas correspondientes, que serían presentadas bajo la forma de soluciones sencillas (aunque fueran en realidad inaplicables bajo el sistema capitalista), de manera que cualquiera las entendiera y pudiera asumirlas como lógicas y necesarias. De hecho, ésta es la línea que han seguido hasta hoy muchas organizaciones. Por ejemplo, frente a la desocupación se puede agitar la consigna “reducción de las horas de trabajo con igual salario, hasta dar trabajo a todos”; o “plan de obras públicas bajo control obrero”. El secreto, se piensa, está en agitar “como un solo puño”, algunas demandas de este tipo. Esto se hace aun cuando el partido es consciente de que para lograr esas soluciones hay que acabar con el capitalismo; pero esto último no se explicita, porque lo importante es que la gente las asuma. Así se busca impactar con la demanda y movilizar. Por eso las consignas son “bajadas” como directivas (“hay que luchar por tal cosa, hay que organizarse ya de tal manera”, etc.) al movimiento de masas. De todo esto deriva una concepción “campañística” de la actividad política, donde la relación del partido con el movimiento de masas está mediada, en lo fundamental, por esas consignas y su agitación. El “arte de la agitación” (para utilizar la expresión de Lenin) consiste en encontrar los eslóganes apropiados, que la militancia llevará al pueblo trabajador.

Pues bien, el problema con esta práctica es que los trabajadores no asumen las consignas que les envían los partidos de izquierda, aun cuando parezcan sencillas y lógicas, y aun cuando se insista en su carácter “urgente e impostergable”. Y para colmo, cuando estallan las movilizaciones, éstas van por otro camino del previsto.

Otra forma de conectar al marxismo

Mucha gente piensa que no existe otra forma en que los marxistas puedan vincularse al movimiento de masas, pero lo curioso es que el marxismo llegó a ser una doctrina de masas -millones de trabajadores en el mundo asumieron su programa en las primeras décadas del siglo XX- sin aplicar la política que acabamos de describir. Marx y Engels estuvieron aislados durante años -en algunas cartas se refieren a “nuestro partido” y se trataba solo de ellos- y jamás se les ocurrió que podían superar esa situación agitando insistentemente algunas consignas. Menos todavía se les ocurrió hacerlo bajo la forma de agitar “soluciones sencillas” (pero inaplicables en el capitalismo), por las que debiera movilizarse la gente. Tampoco lo hizo la Primera Internacional, ni lo hacían las organizaciones socialistas de la Segunda Internacional. En otras palabras, el marxismo no se presentaba bajo la forma de “recetas-consignas”, a ser introducidas en la población explotada mediante campañas de agitación, sino intentaba establecer una relación que podríamos llamar “interna” al movimiento. Esto porque lo fundamental, en esta visión, es “participar del movimiento y ejercer la crítica de lo existente”. En una carta a Ruge, de septiembre de 1843, Marx explicaba: “No comparecemos, pues, ante el mundo en actitud doctrinaria, con un nuevo principio: ¡He aquí la verdad, postraos de hinojos ante ella! … No le diremos: desiste de tus luchas, son cosa necia; nosotros nos encargaremos de gritarle la verdadera consigna de lucha. Nos limitaremos a mostrarle por qué lucha, en verdad, y la conciencia es algo que tendrá necesariamente que asimilarse, aunque no quiera”. Aunque no estoy seguro de que la conciencia “necesariamente” tendrá que asimilarse, rescato que el enfoque es muy distinto del que prevalece actualmente entre las organizaciones de la izquierda radical. La idea en Marx es que la crítica libere, promueva la acción e impulse a la gente a pensar y decidir por su cuenta. No se trata de bajar “recetas”. En la Introducción a la Crítica de la filosofía del derecho de Hegel, escribía: “La crítica no arranca de las cadenas las flores ilusorias para que el hombre soporte las sombrías y desnudas cadenas, sino para que se desembarece de ellas y broten flores vivas. La crítica de la religión desengaña al hombre para moverlo a pensar, actuar y moldear su realidad como hombre desengañado que ha entrado en razón, para que sepa girar en torno a sí mismo como a su verdadero sol”. Por supuesto, se puede ser minoritario en el movimiento, pero lo importante es que el marxismo no se ubica en la posición de “bajar línea” e instruir acerca de lo que hay que hacer. Es un abordaje muy distinto del que anima a los que elaboran soluciones, y piensan que el mundo, deslumbrado, va a girar hacia ellos. Este último es el camino que conduce a la secta.

Algo de aquel espíritu que animaba a Marx se recoge luego en la concepción de Lenin del partido, incluso en los períodos en que fue más centralista en materia de organización. En 1903, bajo la represión del zarismo, sostuvo que las diferencias entre los socialistas debían hacerse públicas, para que los obreros no pertenecientes al partido conocieran y opinaran. “Ya es hora de romper resueltamente con la tradición del sectarismo en círculos y de lanzar -en un partido que se apoya en las masas- la consigna de ¡más luz!”. También rechazaba la idea de que los marxistas debían indicar al movimiento de masas las demandas y las formas de lucha apropiadas. En el folleto ¿Qué hacer?, de aquella época, afirmaba que los mismos obreros y campesinos “sabrán organizar hoy un tumulto, mañana una manifestación…” y que las masas desplegarían iniciativas que superarían en mucho todas las predicciones de los intelectuales. Agregaba que las medidas de lucha y organización surgirían del movimiento de masas. Muchos años después, en “La enfermedad infantil del izquierdismo, el comunismo”, señalaba que los comunistas no podían saber “cuál será el motivo principal que despertará, inflamará y lanzará a la lucha a las grandes masas, aún adormecidas”. Y la Internacional Comunista calificaba de “sueños visionarios” la pretensión de conducir al movimiento de masas con una o dos consignas. Con esto no estoy diciendo que todo lo planteado por Lenin en el ¿Qué hacer?, o por la Tercera Internacional, en materia de organización fuera correcto. Simplemente estoy apuntando que hubo otra manera de encarar la relación de las organizaciones marxistas con el movimiento de masas. Anoto también que esta postura era adoptada por organizaciones que gozaban de una influencia entre la población mucho mayor que la que tiene hoy cualquier grupo marxista.

Otro rol para la lucha de ideas

Del enfoque alternativo que estoy presentando se deduce que la lucha de ideas juega un rol clave. Lucha de ideas quiere decir que la actividad principal de los marxistas no pasa por repetir eslóganes, sino que el esfuerzo debe estar puesto en el argumentar y demostrar. Esto significa revalorizar el rol subversivo de la teoría, y del arma de la crítica. En carta a Kugelmann (11 de julio de 1868) Marx escribía, refiriéndose al trabajo científico: “Cuando se comprende la conexión de las cosas, toda creencia teórica en la necesidad permanente de las condiciones existentes se derrumba antes de su colapso práctico.” Por esta razón también la agitación, en la tradición del marxismo, consistía en explicar una o dos ideas, de manera accesible, a círculos muy amplios de personas. Por eso se decía que era un “arte”, y exigía preparación y estudio. En términos más generales, esta lucha de ideas se traducía en prácticas que se han perdido. Por ejemplo, en el viejo socialismo se seguía un consejo del gran dirigente alemán Wilhem Liebknecht, quien decía que la tarea del militante se resumía en “estudiar, propagandizar y organizar”. Lenin repetía este consejo, y de joven lo escuché de boca de un viejo militante obrero, socialista e internacionalista, (al que debo no poco de mi formación política inicial). Con este criterio los militantes participaban en las actividades sindicales y en las luchas reivindicativas, y acompañaban estas actividades con la explicación de las cuestiones fundamentales (del “porqué” se lucha). De ahí la importancia que se daba en esta tradición a los cursos de preparación para trabajadores, a las bibliotecas y las casas de cultura socialistas, así como a los debates teóricos, y a los argumentos y razones. En este marco prevalecía el criterio de trabajar pacientemente a largo plazo. Las tácticas políticas no se decidían sobre la base de lograr algún «golpe de efecto» para obtener votos, o ganar algunos militantes. Algunos puristas dirán que en muchos casos esto dio lugar a un marxismo “vulgarizado” (y efectivamente, hubo algo de esto en el marxismo de fines de siglo XIX y principios del siglo XX), pero también hay que reconocer que se generó una cultura y conciencia crítica de la ideología dominante, que fue de masas, y constituyó el trasfondo sobre el que se erigió el mayor intento de cambiar la historia por parte de una clase explotada. Subrayo, todo esto hubiera sido inconcebible si la relación entre el marxismo y el movimiento de masas se hubiera tratado de establecer a partir de la agitación de eslóganes.

Diferentes formas de organizaciones

Como no podía ser de otra manera, las distintas concepciones que estoy presentando determinan distintas formas de organización. Si se pone el acento en la necesidad de “agitar como un solo hombre una o dos consignas”, las discusiones teóricas, los disensos, la reelaboración y retroalimentación a partir del contacto vivo con la sociedad, son consideradas no solo innecesarias, sino estorbos. En esta concepción domina la necesidad de “salir” al movimiento de manera homogénea, con las consignas. Por eso este tipo de organización termina siendo inmune a la crítica del exterior, especialmente de los activistas y de los elementos más avanzados de la clase trabajadora o la juventud. Dado además que sus mensajes son externos a la gente, y caen en saco roto, en tanto se persiste en esa dinámica, el proceso se retroalimenta, y la organización adquiere características de secta. Ese carácter de secta no está dado exclusivamente por el número de militantes o la amplitud de la audiencia a la que le llega el mensaje. Hubo partidos de izquierda que pudieron llenar un estadio de fútbol (por ejemplo en Argentina en los 80), pero se mantuvieron inmunes a los desarrollos de la lucha de clases, sostuvieron contra viento y marea análisis que no tenían asidero en la realidad, y siguieron estableciendo hasta su crisis una relación “monólogo- agitativista” con la población. En definitiva, fueron sectas grandes. En los casos extremos los comportamientos de sectas incluyeron el culto a dirigentes; la elaboración de códigos internos solo entendibles para los iniciados, y formas de debate basadas en los principios de autoridad, sustentados en prácticas brutales. Por el contrario, si una organización es consciente de la importancia de la elaboración teórica, del argumento razonado, de la necesidad de demostrar sus puntos de vista, valorará entonces el aporte del disenso y la crítica interna, el diálogo con los trabajadores y los jóvenes que están por fuera del partido, los métodos democráticos de resolución de diferencias, y la unidad basada en el convencimiento profundo, y no en las coincidencias tácticas coyunturales, o en las “razones de partido”.

Es muy posible que el aislamiento de las organizaciones marxistas con respecto al movimiento de masas no se solucionen solo corrigiendo el “agitativismo”. Indudablemente hay otros factores -por ejemplo, los efectos del fracaso de los llamados “socialismos reales” seguramente se harán sentir por mucho tiempo; o el desarrollo del capitalismo en las últimas décadas- pero puede ayudar a comprender algunas de las dificultades que enfrentamos los marxistas hoy. En cualquier caso, estoy convencido de que es necesario reflexionar muy seriamente acerca de por qué, cuando aparecen movimientos masivos, las organizaciones de izquierda están tan al margen.


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Izquierda, indignados y acción política

Written by rolandoastarita

08/06/2011 a 13:03

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27 respuestas

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  1. Excelente Rolando. Siempre entendí lo que vos llamás «agitativismo» como «luchismo», es algo que se ve mucho en los periódicos de la izquierda. Mucha lucha (que por supuesto no es malo) pero no se les cae una idea.

    saludos

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    Juan

    08/06/2011 at 15:28

    • Con respecto a los periódicos de izquierda, el hecho de que sean monótonos tal vez se pueda explicar porque los anima la idea de que si repiten muchas veces la misma consigna, al final la gente la asumirá. El resultado es que muchas veces resultan publicaciones que la gente no lee, no despiertan interés. En los años 80 el MAS repartía muchos periódicos, pero sobraban testimonios acerca de que mucha gente los compraba por compromiso con el partido, o por el deseo de colaborar, pero no los leía. Machacaban siempre con dos o tres ideas. Pero esto no ocurría porque los redactores no tuvieran más ideas, sino porque a propósito se limitaban las ideas a exponer. En cuanto al «luchismo», está relacionado con el agitativismo, pero pienso que no es exactamente lo mismo. Es la idea de que la única manera de acumular fuerzas y organizar es convocando siempre a alguna lucha. Este aspecto sería conveniente tratarlo específicamente.

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      rolandoastarita

      10/06/2011 at 09:07

  2. Muy pertinente tu artículo Rolo.
    Varios elementos entran en diálog-tensión permanentemente, que se articulan alrededor del concepto de «burocracia». Más que en Marx (aunque lo insinuó al analizar la tendencia a la «concentración» de los medios de producción en pocas manos y al referirse a la separación cada vez más especializada de la división social del trabajo en el capitalismo), hay que recurrir a Max Weber, que trabajó machacantemente sobre el tema de la «especialización» y del carácter «impersonal» de la burocracia y de su carácter tendencial.
    Pero el que complejizó aún más la cuestión fue Robert Michels (un ex izquierdista que, como Mussolini, mudó al fascismo) en su libro «Los partidos políticos». En este libro formula la famosa «ley de hierro de la oligarquía», donde sentencia que toda organización -sea «democrática» o no- se vuelve oligárquica. Y está muy bien articulado el tema de la «especialización» derivada de la división social del trabajo.
    Creo que estos dos autores, junto a Freud (sus textos socio-antropológicos tales como «Psicología de las masas y análisis del yo» y «El malestar en la cultura», entre otros), nos dan pistas para integrar en la problematización a la ideología, la burocracia, la especialización de funciones (el «político profesional», sea burgués u obrero, lo mismo da, ya sea «rentado» en el partido o «diputado» en el parlamente) y el carácter estructural o no de la tendencia a la concentración de funciones como reflejo superestructural de la concentración económica (propiedad privada «monopólica», por caso).
    La idea de partido de Lenin, que luego se «sacralizó» de manera ahistórica, era tributaria de algunas ideas de Kautsky. No en vano Luxemburgo y Pannekoek, entre otros, criticaron que haya tomado la idea más burguesa que proletaria de Kautsky de que la «conciencia socialista» se introduce «desde afuera». Al mismo tiempo, Rosa Luxemburgo se alzó junto a Lenin contra Kautsky en muchos aspectos, pero no en lo «organizacional». Y el joven Trotsky también estaba más cerca de Luxemburgo que de Lenin en este punto.
    Las respuestas organizacionales son diversas y creo que ninguna da en el clavo: «centralismo democrático», «centralismo orgánico» (bordiguistas), «partido federativo», «círculos autónomos»….

    Me surgió una duda Rolo: recuerdo que en Debate Marxista defendías la concepción «leninista» de partido. Sin embargo, en este post, no defendés taxativamente esa concepción. ¿Cómo fue tu evolución en este sentido?

    Saludos comunistas,
    Fernando.

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    Fernando

    08/06/2011 at 15:52

    • fernando, una aclaración:
      la conciencia socialista se «introduce de afuera» … de afuera de qué?
      Esta aclaración es importante.
      Según Lenin, precisamente en el Que Hacer, plantea que es de afuera de la relación económica inmediata. En ese libro polemiza, a mi entender correctamente, con quienes dicen que la lucha económica, por si misma, lleva a la conciencia socialista.
      Los ejemplos sobran para demostrar que no hay una relación directa entre el avance en la conciencia socialista y la lucha económica inmediata. Ojala la historia demostrara lo contrario ….
      que después alguien entienda que Lenin haya dicho que es desde fuera de la clase, por obra de intelectuales, o una clase social distinta de la obrera, es otra cosa.
      En el mismo libro, creo recordar que polemiza con Kaustky, pero tendria que releer.
      Te aviso que en mis años mozos lei decenas de veces el Que Hacer y leí siempre la idea INCORRECTA de que Lenin opinaba que era de afuera de la clase. Debates posteriores, en los que Rolo fué partícipe necesario, me hicieron ver que la idea de Lenin decia una cosa muy distinta a la que sostuve por mucho tiempo
      Saludos

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      roberto

      08/06/2011 at 16:29

    • Ese es el sentido genral de la «introducción» desde «afuera», como bien aclarás, Roberto.
      De todos modos, la idea la tomó del positivista Kautsky: “La conciencia socialista hoy no puede surgir sino sobre la base de un profundo conocimiento científico… Ahora bien, el portador de la ciencia no es el proletariado, sino los intelectuales burgueses; …así pues, la conciencia socialista es un elemento importado desde fuera dentro de la lucha de clase del proletariado y no algo que surge espontáneamente”. Lenin reivindica lo «profundamente justas» que son esas palabras.
      De ahí que haya expresado: «idea más burguesa que proletaria de Kautsky».

      Escribí «positivista Kautsky» porque Lenin estuvo muy influenciado por el materialismo positivista: la crítica al «empiriocriticismo» de Bogdanov es materialista, pero no «histórica» ni «dialéctica»: Pannekoek y Korsch se encargaron de darle una «paliza» teórica al revolucionario ruso en ese sentido.

      Gracias por la observación roberto.

      Saludos.

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      Fernando

      08/06/2011 at 17:53

    • Acerca de lo que tu pregunta sobre mi posición con respecto a la concepción de partido de Lenin, quisiera primero aclarar que el hecho de estar de acuerdo con algunas de sus ideas centrales no me lleva a defender todo lo que planteó Lenin sobre el asunto; o lo que hizo. Por ejemplo, considero que la prohibición de las fracciones en 1921 fue un grave error; tampoco creo estar de acuerdo con algunas disposiciones centralistas (atribuciones al comité central por encima de las organizaciones locales) que defiende Lenin en 1903. Sin embargo sí hay un punto que reivindico en la concepción de Lenin, que por lo general se pasa por alto, y pienso que es clave. Se trata de rol que asigna a la teoría. En Lenin la teoría es «fundacional» del partido. No es un adorno, algo que se toma como accesorio. Tomé conciencia de este aspecto cuando, después de muchos años de militancia en organizaciones de izquierda, empecé un lento proceso de revisión, tratando de explicar el porqué de la crisis política, teórica y organizativa, que asomaba en el horizonte. Fue entre 1989 y 1990, yo había militado en el MAS, que alcanzaba su máximo desarrollo, pero preveía que eso se derrumbaba en poco tiempo, porque tenía pies de barro. Me preguntaba entonces cómo era que se llegaba a esa situación. En ese momento empecé una lectura sistemática de El Capital, de algunos textos de Hegel, y de los escritos políticos de Lenin. Fue entonces que «descubro» el rol de la teoría en la organización leninista. Nunca se podrá exagerar lo suficiente su importancia para la organización marxista. Para aclararlo: en mi militancia de los 80 había participado de la «elaboración teórica». Pero ésta no era propiamente tal. Lo que sucedía en realidad es que primero se decidía una consigna, o campaña política, porque se consideraba que era oportuna para el crecimiento del partido, y luego el «trabajo teórico» consistía en encontrar la «justificación» (por lo general, las citas en los clásicos) para lo que ya se había decidido en el plano de la táctica inmediata. La otra parte del trabajo teórico se reducía a encontrar «ejemplos», «casos» y datos que encajaran y confirmaran las caracterizaciones que se habían establecido. Por ejemplo, que el mundo estaba recorrido por una insurrección; que los regímenes capitalistas lo único que podían hacer era echar mas combustible al incendio revolucionario mundial; o que el sistema estaba en crisis económica más o menos crónica. En todo esto la teoría jugaba entonces el rol de «residuo-justificación». La lectura del ¿Qué hacer? me llevó a repensar muchas de estas cuestiones. Hoy algunas de estas cosas que planteo parecen «evidentes». Pero no son tan sencillas de asumir. En muchas organizaciones siempre sobrevuela una sospecha sobre los «teóricos, que en realidad no quieren hacer nada».
      E cuanto a la posición de Kautsky, y «lo externo», además de coincidir con lo que dice Roberto, agrego que si bien Lenin cita a Kautsky aprobatoriamente (en el ¿Qué hacer?), su posición no es la misma que la de Kautsky (esta cuestión fue señalada por Bensaid en «Strategie et Partie», y por Geras en «Lenin, Trotsky y el partido»). Es que Kautsky sostiene que el portador de la conciencia socialista son los intelectuales burgueses. Kautsky agrega que «la conciencia socialista es un elemento importado desde fuera de la lucha de clases del proletariado» (de todas maneras en otros pasajes Kautsky tiene una posición menos extrema). Lenin cita esto, pero comenta que la conciencia política «viene del exterior de la lucha económica». Parece creer que está diciendo lo mismo que Kautsky, pero no es lo mismo. Lo que dice Lenin es que la conciencia política de clase no surge desde dentro de la lucha económica, ya que es un conocimiento que se saca de la esfera de las relaciones de todas las clases y estratos con el Estado y el gobierno, de la esfera de las interrelaciones entre todas las clases. Geras insiste en esto, y fue quien me lo hizo ver.

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      rolandoastarita

      09/06/2011 at 09:39

    • Gracias Rolo por la explicación y señalar esos «grises» (al menos para mí, claro).
      También gracias a Roberto por dar pie a este intercambio de comentarios.
      Saludos,
      Fernando.

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      Fernando

      09/06/2011 at 15:10

  3. El Mayo Español, la lucha de los «indignados» continúa (http://www.pts.org.ar/spip.php?article17880)

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    Carlos

    09/06/2011 at 18:54

  4. De acuerdo a lo que usted expresa, la elaboración teórica tiene que ocupar un sitial encumbrado dentro de la organización partidista para que la lucha táctica encaje en ella y no al revés. Es que la buena elaboración teórica da luces con respecto a lo que está pasando, informa, asume los valores de la organización, y pone así las cosas en perspectiva. No está en manos de unos iluminados sino que sus responsables se iluminan con la mucha o poca energía que genera el mismo partido, sus bases militantes, en su relación con el entorno. Bueno, creo que contra esto atenta el verticalismo de estas organizaciones, cómo el poder se concentra en las direcciones, los comités centrales, etc. Líderes como Lenin son excepcionales.

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    mario

    10/06/2011 at 02:21

  5. Creo que dentro de todos los elementos importantes y múltiples de la dinámica política en la izquierda, es destacable el «para qué» que mencionás, Rolando, en torno al cual se irán organizando las dinámicas de las organizaciones: si el «para qué» es «para agitar», entonces todo lo que interrumpa el agite -aunque no sea su intención interrumpir, sino debatir- se convierte en un estorbo. Mientras que si el «para qué» es otro, digamos, el intentar hacer inteligibles aspectos de la realidad que nos son ininteligibles, la pluralidad de enfoques no sólo será deseada, sino necesaria. El buscar comprender, lleva a dejar permanentemente la posibilidad de la duda, la noción del conocimiento incompleto, la pluralidad de enfoques y la insuficiencia, permanente, de una única concepción de explicar todo.
    Finalmente, y en base a mi propia experiencia, he llegado a la conclusión de que no es sólo un error en la estrategia elegida por estas organizaciones, sino una herramienta que tiene sus beneficios para los dirigentes de estas organizaciones. Beneficios básicamente materiales, y del más bajo tenor socialista.
    ¿Cuántos de estos dirigentes viven de su trabajo? ¿Cuántos de ellos viven de los ingresos que de alguna manera generan los partidos u organizaciones?
    Se podrá argumentar que si trabajasen, no podrían ser dirigentes. Es cierto, pero cuestionable. No estoy seguro que necesariamente así.
    Por otro lado, si socializan el conocimiento, las direcciones pierden su razón de existir.
    ¿Qué ofrece la dirección de un partido u organización a la sociedad de trabajadores, al pueblo trabajador? Le ofrece herramientas para luchar por mejorar su situación. Pero simultáneamente, alimentan la dependencia de los trabajadores respecto del partido/organización para desarrollar la lucha. El partido capitaliza la relación de conocimiento-desconocimiento respecto a la clase trabajadora, porque el grueso del conocimiento, experiencia y organización para luchar, es mayor -en general- en el partido que en los trabajadores. En lugar de ofrecer herramientas al servicio de la emancipación de la clase, las vende. Se convierte en parásito de la misma clase trabajadora. Es sobre esa dependencia -que el debate y la discusión colectiva de la teoría marxista tendería a minimizar, porque persigue el objetivo opuesto, es decir, la emancipación- que la vanguardia se apoya para autosostenerse, autojustificarse.

    Creo sinceramente que esto es lo que subyace al interés de la mayoría de los dirigentes de estos partidos (no podría decir que de todos, de ninguna manera). No así de sus militantes, ya sea en el campo universitario, obrero, intelectual, etc. La enorme mayoría de los militantes que conozco, son personas admirables por su compromiso y humanismo. Pero estoy convencido de que la mayoría de los dirigentes, me refiero a los que manejan la parte contable, dineraria, de estos partidos u organizaciones -y tengo entendido que son muy pocos y muy selectos-, el mayor estímulo que tienen es, cual capitalista, el crecimiento de su patrimonio material, político y de poder (patrimonios que están relacionados y se potencian mutuamente).
    Creo que es necesario buscar ahí, también, las causas del sectarismo en la izquierda. Es un sectarismo que, entre otras cosas, le permite vivir sin otro trabajo a muchos dirigentes. Explotan a la clase explotada por los capitalistas, aunque claramente le ofrecen importantes beneficios -pero siempre que represente un beneficio para ellos mismos.

    Con todo, y como para no dejar vacíos importantes, creo que de todo el arco político, son los partidos y organizaciones de izquierda los que más representan y defienden los intereses de los trabajadores, sin duda alguna. Y me alegraría mucho que sean los partidos más votados y gobernantes, porque creo que sería lo más conveniente (mientras no tengan posibilidades otro tipo de organizaciones de izquierda, horizontales en la teoría y la práctica, y en la cual sus dirigentes vivan sólo de su trabajo). Pero que sean los que más defienden el interés de la clase trabajadora, no significa que no puedan explotarla de otras formas.

    Saludos,

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    Juan Pablo

    12/06/2011 at 20:59

    • Acuerdo Juan Pablo.
      Entiendo que la expresión «Explotan a la clase explotada por los capitalistas» la dijiste en tono polémico, para llamar la atención de lo que estás diciendo y es pertinente.
      En este sentido, precisando un poco la fórmula en tono no polémico, los militantes entregan voluntariamente el «diezmo» como hacen los adscriptos a una secta religiosa en la actualidad o como lo hacían en la niebla de los tiempos los miembros de las primeras sociedades estratificadas débilmente, quienes contribuían voluntariamente (no individual sino colectivamente) para un fondo que eventualmente hiciera frente a catástrofes o imprevistos menores.
      Me parece que es a ese nivel -podríamos decir «informal»- que se convierten en una casta que vive a costa de los militantes: no llega siquiera a tener la formalidad primitiva de las castas sacerdotales y/o guerreras que sistematizaron conscientemente la opresión.
      Por último, una fuente de financiación adicional de estos grupos políticos viene del propio Estado burgués, ya sea a través de fondos públicos asignados por leyes electorales (para publicidad, por votos recibidos, etc) o por los mecanismos de tercerización de la acción social (comportándose como una ONG, en Argentina los partidos de izquierda administran fondos asignados estatalmente para dar empleo informal a la población: los llamados planes «Trabajar» u otros permiten a los dirigentes de izquierda redistribuir fondos y tener comportamientos caciqueriles, propios de los estatalistas burgueses). Esos «sobrantes» de ingresos componen mayoritariamente la renta mensual de los dirigentes partidarios de izquierda.

      Saludos.

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      Fernando

      13/06/2011 at 12:46

    • Fernando, gracias por tu comentario, muy interesante.
      Para agregar a lo que ya explayaste: si bien tiene un buscado tono polémico decir que muchos dirigentes de partidos revolucionarios «explotan a los explotados por el sistema capitalista», yo realmente creo que es así. No haría una polémica con algo que creo falso, sólo por chicanear.
      Para decirlo brevemente, todo lo que vos describiste acerca del financiamiento de estos dirigentes -formas incluso que yo no conocía y gracias a tu cometario, sí-, constituye para mí un robo institucionalizado del trabajo de otros. Robo institucionalizado de la misma manera que está institucionlizado el modo de producción capitalista, legalizado por el estado. La diferencia entre el robo institucionalizado y el otro, el «común y corriente» (el asalto, digamos), es que este último no se inscribe como parte productiva de un sistema, y el otro sí.

      Bueno, eso es todo, en síntesis yo creo que además de polémica, esa explotación existe realmente. Y diría que los dirigentes estos tienen plena conciencia de lo que hacen, y de porqué lo hacen. Como cualquier capitalista.

      Saludos,

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      Juan Pablo

      14/06/2011 at 15:10

  6. Compañero Rolo. Comparto muchos de los argumentos que presenta. De hecho, la forma de construir el partido y relacionarse con las masas obreras, que usted retrata, ha sido predominante en el movimiento marxista de la postguerra, especialmente en su rama trotskista. Esta concepción tiene múltiples raíces, no solo imputables a las particulares ideas de Trotski acerca de como ciertas consignas especiales, agitadas con insistencia, aún por un pequeño grupo, contienen el mágico poder de prender como reguero de pólvora. Esta forma de hacer política, es cierto, no ha dado grandes resultados, pero lo real y concreto es que, el propagandismo educativo tampoco. Puede argumentarse que quienes intentaron por ese camino han sido una minoría, pero, de seguro, ningún fenómeno excepcional. El fracaso de esta variable de construcción de la conciencia organizada es, en gran medida, simétrico aunque menos estrepitoso y encerrado en su propia fiereza. Más aún, la construcción de aparatos en base a una agitación de consignas, la mayoría de las veces superficiales u oportunistas se ha revelado, con todos sus defectos, superior en términos de eficacia, si por esta entendemos la influencia en las masas. Los grandes movimientos sociales, con todas sus limitaciones, suelen encontrar a una izquierda revolucionaria en condiciones de marginalidad. Es verdad. Pero ello abarca tanto a las grandes sectas agitadoras de consignas, como a los pequeños grupos propagandistas con años de compromiso en pacientes explicaciones y construcción de capillas comunistas puras. Es que, sin ánimo de desarrollar toda la discusión sobre el mejor camino para abrirse paso hacia la influencia de masas y la construcción del partido revolucionario, creo que la situación en que se encuentran la mayoría de las organizaciones intransigentes no se debe solamente a la orientación predominante de su trabajo en las masas, sino, al peso de las derrotas acumuladas y la progresiva difuminación de la identidad de clase (en su autoconciencia) que acompaña el desarrollo capitalista, así como, la fragmentación y división que impera en el movimiento obrero internacional. Acuerdo en la necesidad de la propaganda amplia y selectiva. Acuerdo con la necesidad de una lucha teórica, sin que esta se divorcie de las problemáticas que surgen de la labor práctica. Más aún, creo que ninguna revolución comunista triunfante y perdurable es posible sin que, no solo la conciencia revolucionaria, sino, el pensamiento racional se desarrolle en la clase obrera. Con la formación microvanguardias que ‘dirijan’ algunas luchas, no alcanza. Es necesario un resurgimiento de la rebelión de los trabajadores y la creación de una corriente marxista real en el movimiento obrero, respecto de la cual, el, o los partidos revolucionarios sean destacamentos de avanzada y no elites que acaudillan masas despolitizadas a las que se les puede conducir a la revolución ‘sin que lo sepan’ . La superación de determinadas matrices de pensamiento y acción en la izquierda, así como la ruptura de los corralitos partidarios, asentados en las pretensiones fatuas de infalibilidad, las luchas templarias por la interpretación de las sagradas escrituras, las trayectorias históricas, la pretensión de acumular a la sombra del estado burgués y la legalidad o incluso los apetitos numularios de ciertos dirigentes, es condición necesaria, aunque no suficiente, para el resurgimiento y la expansión de la doctrina marxista en el movimiento obrero. Es imprescindible la ruptura de su confianza en que el capitalismo es el mejor de los mundos posibles. Esto no ocurrirá ‘quiera o no lo quiera’ . Es una elección fecundada por la conciencia de la necesidad a la que, por todos los medios, debemos contribuir.
    Gracias y que tenga un feliz día del padre, tal como yo lo tendré rodeado de cinco hijos y cuatro nietos.

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    AP

    19/06/2011 at 02:09

    • De todas maneras creo que vale aclarar que no planteo que la salida para los marxistas pase por formar un grupo que se limite a la propaganda. En la nota intento rescatar una militancia que combinaba la lucha económica, política e ideológica (o teórica). Miles de socialistas trabajaron en esta dirección, con una perspectiva de largo plazo.

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      rolandoastarita

      20/06/2011 at 09:05

  7. Totalmente de acuerdo. Ese ataque ‘concéntrico’ al decir de Engels, es la clave de la acción de largo plazo. Pero cada momento histórico, en razón de la relación de fuerzas entre las clases, el grado de desarrollo de la vanguardia revolucionaria, etc. requiere de una proporción adecuada. Una etapa como la que atravesamos, que, en esencia, sigue siendo defensiva, requiere poner el acento en la propaganda. Lamentablemente, el concepto de que es hacer propaganda ha sido bastardeado y asimilado a que cuatro gatos se sienten a estudiar con las pantuflas puestas. Es el prejuicio típico que han instalado las sectas de ‘guacha y lonja’ para quienes formar compañeros en el marxismo (no en dos o tres consignas ‘geniales’ emanadas de un comité central) o efectuar un amplio trabajo de difusión de ideas revolucionarias entre los trabajadores, es equivalente a no querer militar. El problema consiste en como formar un aparato de propaganda consistente que pueda funcionar con eficiencia en el largo plazo sin resultar desgranado por los magros resultados y las ambiciones dirigistas. Va de suyo, que esto no excluye agitación, lucha económica, política, pero ello presupone la existencia de un cuadro partidario con algún desarrollo y que, al mismo tiempo, no caiga en la tentación de entrar en la competencia con los grupos instalados y para ello, asimilar sus formas organizativas y métodos de funcionamiento.
    En otro plano, aprovecho este post para hacerle dos consultas. En su última nota sobre EEUU aludió al señorazgo del dólar y a un escenario devaluatorio semejante al del 71-73. Comparto la prognosis, aunque no necesariamente bajo la forma de shock devaluatorio y también el criterio de que los EEUU detentan un poder manipulatorio excepcional por emitir la modeda patrón, pero hace poco leí algunos trabajos, entre ellos, un artículo polémico de P. Giussani donde plantea que el ‘señorazgo’ es un sencillo absurdo. ¿Tiene asidero esta crítica?. Otra. Desde hace décadas no voy a votar. He orientado en el voto programático y la denuncia de la democracia burguesa. No me convence demasiado la sugerencia de que el FIT es una alternativa por los contenidos reivindicativos de su programa o por que la izquierda con presencia electoral (y electoralista) es víctima de las restricciones impuestas por el actual gobierno. El frente tiene un carácter marcadamente oportunista por las condiciones de su convocatoria (no los une el amor, sino el espanto por perder las prebendas electorales) y el mismo Altamira ha declarado que repudia el voto ‘lástima’ en la interna. Su programa elude la cuestión del poder y refuerza la idea de que a este se puede acceder por la vía electoral y no por la acción extraparlamentaria de las masas. Solo resta el argumento de la presencia de estas organizaciones en la lucha, sobre todo antiburocrática, pero no son las únicas, ni tampoco levantan exponentes obreros que sean reconocidos ámpliamente por las masas. ¿Sigue pensando que lo mejor es votarlo?
    Gracias por la atención.

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    AP

    20/06/2011 at 12:08

    • No conozco el argumento de Giussani, me gustaría leerlo. El principio del señoraje es sencillo. Los gobiernos tienen posibilidad de emitir dinero, y hasta cierto punto pueden hacerlo sin desvalorizar la moneda. Esto es lo que les da señoraje. De todas formas siempre se trata de una capacidad limitada. Precisamente es lo que planteo en el artículo, y en otras notas del blog.
      Acerca del voto al FIT, mi argumento sigue siendo por las razones que di en la nota. Esto es, no estoy de acuerdo con su programa, ni la táctica política (agitación de consignas transicionales, etc.). Es cierto que el FIT no lleva candidatos reconocidos ampliamente por las masas, pero esto no quita que una voz de izquierda pueda ayudar a amplificar denuncias o llamados a la solidaridad con los conflictos obreros. Sí me parece un argumento a tener en cuenta el hecho de que no es solo el FIT. Cuando escribí la nota no sabía que el MAS, por ejemplo, también se presenta. Tal vez ahora tuviera que decir que el voto es para cualquiera de los dos (no sé qué diferencias significativas pueda haber entre ambos). Y no conocía esta declaración de Altamira, que «repudia» el voto que no sea a partir de un apoyo pleno al programa, discurso y política del FIT. Pienso que los dirigentes del FIT deberían aclarar esto. Si solicitan que solo los voten aquellos que están de acuerdo con el FIT, me parece que debería respetar este deseo.

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      rolandoastarita

      20/06/2011 at 16:50

    • Coincido con tu argumento, Rolando. Sólo quería agregar que tengo entendido que dentro del FIT la postura de Altamira en ese punto no es hegemónica. Está circulando una carta abierta a los intelectuales de IS, donde José Castillo llama a un voto «crítico» o «democrático», este es un planteo distinto, más atinado, más allá de algunas diferencias que tengo con el texto, quizás por algún oportunismo que se desliza: http://www.fit2011.com.ar/2011/06/izquierda-socialista-y-el-apoyo-de.html Por otro lado, creo que el MAS no se puede presentar a nivel nacional en octubre (y tampoco obviamente en las primarias abiertas de 14 de agosto) por el asunto de las «legalidades» y lo sí hace por el momento en la Ciudad de Bs. As. y quizás en alguna que otra provincia. Saludos.

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      Armando

      21/06/2011 at 20:02

    • De todas maneras es un lío. Tendrían que haberse puesto de acuerdo antes de solicitar el voto «crítico» o por motivos democráticos. Se debería aclarar cuál es la posición del frente. Por otra parte esto me trae la siguiente reflexión: si no pueden ponerse de acuerdo en algo tan simple, ¿cómo van a acordar ante cuestiones realmente complejas? El tema no es menor para algo que se presenta como un «frente». Para verlo con un ejemplo, supongamos que solo sale elegido un diputado que pertenece a uno de los partidos del FIT. Las posiciones de ese diputado ante diferentes hechos y situaciones, ¿responderán a las posiciones de su partido, o de alguna manera se buscará encontrar alguna posición que sea compartida por las organizaciones integrantes del frente? Ya hubo roces y tensiones por esta cuestión en frentes anteriores. Aquí, por supuesto, se trata de un frente entre tres organizaciones trotskistas, que supuestamente tienen más coincidencias; por eso llama la atención que discutan este tema del tipo de apoyo,
      Insisto en que de todas maneras las organizaciones que integran el FIT deberían aclarar si repudian, o no, el apoyo por el motivo democrático. «Repudiar» significa literalmente rechazar algo con repugnancia moral hacia ella, o condenarla. No tengo entonces ningún deseo de ubicarme en esa posición. Si a los dirigentes del FIT, o al menos a una parte significativa, posturas como la que asumí le causan tal grado de rechazo, pues bien, quiero ahorrarles el disgusto.

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      rolandoastarita

      22/06/2011 at 09:11

    • Comparto tu conclusión sobre mi último comentario sobre el FIT, alrededor de su criterio para pedir el voto. Saludos.

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      Armando

      22/06/2011 at 19:40

  8. El artículo lo puede encontrar fácilmente en internet, pero en italiano. Busque ‘Paolo Giussani’ en GOOGLE y seleccione la página que dice ‘Teoría’, luego seleccione ‘Il signoraggio del dollaro’. Hay una excelente selección de trabajos de diversos autores muy reconocidos. Del mismo autor, le recomiendo ‘Accrescimento della composizione organica el profit squeeze’ y también ‘Lo schema numérico del crollo in H. Grossman’. No creo que tenga problemas con el idioma, aunque ciertos vocablos y giros retóricos son algo rebuscados. Si los hay le puedo hacer una traducción. Respecto de la cuestión del FIT. Según lo expresó el propio Mas, lo dejaron afuera del frente de modo maniobrero, por que el acuerdo era para partidos con legalidad. Hasta último momento llamó por que lo dejaran entrar. Sabía que presentaba candidatos en Capital. Hizo algunas críticas, post festum, al programa del FIT , si mal no recuerdo, por su excesivo reformismo. Lo de Altamira lo puede buscar en una extensa respuesta contra ‘Apoyo crítico’ que salió publicada en ‘Izquierda punto info’ , que también puede encontrar en internet, junto a una airada devolución editorial por despreciar al apoyo democrático. Altamira dice que el apoyo puede ser crítico, pero coincidiendo con lo esencial del programa del frente, luego insinúa ser víctima de alguna conspiración para que termine votando a CFK en segunda vuelta. Concluye con que apoyo democrático es superfluo. Una organización labrada en ‘la más dura piedra’ (o algo por el estilo) no lo necesita. No creo que esta opinión sea compartida por las otras organizaciones del frente, pero, hasta el momento, no he leído ninguna toma de distancia. Sobre la cuestión electoral. No soy abstencionista por principio. Votar a un partido (o frente) de izquierda puede ser un mal menor bajo ciertas circunstancias. No estoy muy convencido de que haya algún cambio o necesidad imperiosa que lo justifique. Votaría con gusto a organizaciones que si bien presenten un programa lavado a la justicia, levanten en sue campañas la necesidad explícita de la revolución, aún si esto signifique desafiar la proscripción o el desafuero de futuros legisladores, y el resultado de chocar contra los prejuicios instalados en las masas fuese un mero ‘recuento globular’ de cuantos rojos hay en una sociedad. Creo que las organizaciones revolucionarias no deben presentarse para cargos ejecutivos. Si no hubiera partidos o frentes de este tipo, podría votar ‘contra programa’ a partidos con una programa no del todo revolucionario, pero que levanten candidatos obreros representativos de grandes luchas. Por último, podría votar alguna variable como las que hay si tuviera indicios de que apuntan a una genuina unidad de la vanguardia obrera, pero la experiencia me indica y los hechos me demuestran, que este tipo de frentes no duran más allá de las elecciones, ni apuntan a la unidad en las luchas, que siguen desgarradas por intereses de aparato. No son expresiones de ‘frente unido’ (entre organizaciones obreras de masa) que se proyectan a la arena parlamentaria. Por otra parte, la ‘unidad de acción electoral’ es un fraude surgido de la pluma de Dimitrov en el quinto congreso de la IC estalinizada, antecedente de los frentes populares, aspecto que el trotskismo vernáculo olvidó con demasiada frecuencia, sobre todo a la hora de hacer frentes con los asesinos de su propio maestro y que hoy apoyan abiertamente a un partido burgués reaccionario, con la excusa de que está haciendo algún tipo de revolución. Sobre el recorte en el espacio electoral para las voces disidentes, oponerse, es un recurso in extremis para apoyar a partidos de trabajadores. No creo que su rol desde los ‘charlamentos’ sea demasiado importante a la hora de apoyar luchas obreras o promoverlas. Distinto sería si tuvieran el apoyo previo de fracciones significativas de la clase, y para ganar este apoyo no se puede decir que los medios de agitación electoral sean del todo imprescindibles. Pero, en fin, ya se dará cuenta del por que no estoy demasiado convencido.
    Disculpe la extensión y Gracias.

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    AP

    20/06/2011 at 21:44

  9. También sobre los indignados y el paralelismo con el 2001
    http://argentina.indymedia.org/news/2011/05/781379.php

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    Daniel

    22/06/2011 at 23:40

  10. Que tal Rolando, hace algún tiempo leo tus artículos, pienso que contribuyen a replantearse muchas tareas, en especial volver a concebir la importancia fundante y no justificante de la teoría en la práctica política comunista.
    Te escribo desde Valparaíso Chile. Acá hay una multiplicidad de pequeñas organizaciones de izquierda. Se podría identificar por una parte los herederos de los patidos tradicionales de la izquerda chilena antes del golpe (pc, ps, mir) la llamada izquierda tradicional. Por otra tenemos una heterogénea «nueva izquierda», que abarca un multicolor espectro que va desde los que pretenden avances democráticos y sociales con una asamblea constituyente que derogue la constitucion de 1980, inspirados en los procesos latinoamericanos de venezuela, bolivia y ecuador, hasta quienes pretenden instaurar en chile una política de corte clasista, entre corrientes anarquistas, trotskistas y comunistas, reconstruyendo el movimiento obrero y popular.
    Bueno, la razón de mi comentario radica en una inquietud en torno a la conciencia de clase. Pienso que en la configuración de la ideología espontánea del proletariado participan al menos 2 tendencias. Por una parte una tendencia que sienta sus raíces en la competencia general a que esta sometido el proletariado en el régimen capitalista. Esta tendencia se basa en prácticas sociales que son reforzadas por la ideologia burguesa, pero mas que nada se reproduce gracias a la observación o experiencia de los mismos trabajadores entorno a su realidad inmediata. Observan que deben trabajar para vivir, que otros ocuparan sus puestos de trabajo, que otros ascenderán o preservarán sus empleos o salarios, y por tanto concibe al colectivo de trabajadores como un grupo fragmentado en constante conflicto entre sí por sobrevivir, llevar el pan a la casa. Por tanto dificilmente podrá concebir a los trabajadores como clase, vale decir, como colectivo con necesidades comunes e intereses históricos unitarios. Pienso que esta concepción lamentablemente no es nueva, sino que es histórica, no es un mero engaño, pues se basa en una tendencia objetiva, la competencia entre proletarios, hecho que no podrá ser abolido sin la abolición del régimen de trabajo asalariado.
    Otra tendencia es la típicamente de clase, comunitaria o solidaria. Los trabajadores conciben que a pesar de sus diferencias comparten una existencia social, e intereses comunes. Esto se logra gracias a la socialización de sus problemáticas y basicamente por la acción colectiva que va aleccionando. De esa forma la clase se vuelve experiencia.
    Ahora bien, pienso que «la clase» hoy para la mayoría de los trabajadores es una realidad que no se les aparece como experiencia, como práctica social, como hecho objetivo, como existencia real y efectiva, y solo queda la experiencia de la competencia, de la atomizacíon. Pienso que si los trabajadores ejercitan una acción colectiva, se les revelará la clase, pues tomarán conciencia de que sus intereses son comunes, visibilizan sus propias fuerzas e identifican al enemigo.
    En Chile el código del trabajo de 1982 formulado por José Piñera, ministro del trabajo de la dictadura y hermanito del actual presidente, está inspirado en el «plan laboral». Este documento, facilmente accequible por la web, señala que no se prohibirán los sindicatos, pero debe impedirse la acción colectiva mas allá del plano económico, político, jurídico y cultural de la empresa. Este gol fue tremendo. Hoy en chile tenemos cerca de 10.000 sindicatos activos en el sector privado, cada cual con una militancia media cercana a 80 trabajadores, con grandes variaciones por sector. Se elimino la negociación por rama, la huelga de solidaridad, y otras acciones propias del sindicalismo clasista chileno de antes del 73. Esta táctica de guerrilla divide y reinarás, separar al enemigo en unidades infinitesimales, invisibiliza al enemigo, ha sido un escollo de proporciones para una politica clasista en Chile. Claramente si la acción colectiva de clase está perpetuada a los márgenes económicos, jurídicos y culturales de la empresa, los intereses de la empresa prevalecerán antes que el conflicto entre trabajadores y patrones, tal como decía Pepe Piñera a Pinochet, a propósito de una huelga en la mina el teniente. A parte, la noción de clase permanece difusa, pues se concibe el conflicto como particular, no como un problema social. En otras palabras, para vencer al comunismo, es necesario no sólo reprimir a los mejores elementos de la clase, sino inoculizar a los sindicatos y organizaciones obreras legales, perpetuando su acción económica, y en general el marco de su vida colectiva en el ámbito de la empresa.
    En fin, los conmino al debate. Ignoro como estan al otro lado de los andes respecto a estas cuestiones.
    Un abrazo fraterno.

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    Moisés Escobar

    28/06/2011 at 03:04

    • Gracias por los datos que aportas. Aquí en Argentina la inmensa mayoría de la clase obrera apoya a partidos burgueses, y está muy alejada de las ideas socialistas. Los marxistas somos una minoría, y estamos muy aislados. Incluso hay todo un sector de gente que en el pasado tuvo posturas críticas y de alguna manera cercanas al socialismo, que hoy pasaron a formar parte del gobierno, o lo apoyan activamente.
      Una observación: con respecto a la conciencia de clase, pienso que tenía razón Lenin cuando decía que no basta tener conciencia de pertenecer a una clase social. Después de todo los trabajadores que estaban afiliados al partido Laborista de Gran Bretaña tenían conciencia de pertenecer a un partido de clase (en la década de 1920 o 1930; lo mismo podía decirse hace años del PT de Brasil, o de Solidaridad polaca de los 80). Sin embargo el partido Laborista tenía un programa burgués, y una dirección igualmente burguesa. Por eso Lenin decía que la conciencia de clase socialista, o «real» (esto es, profunda) es tener conciencia del carácter irreconciliable de la oposición entre el capital y el trabajo. Subrayo este problema porque pienso que es la cuestión que se ha perdido en mucha gente que se dice marxista.

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      rolandoastarita

      28/06/2011 at 09:17

  11. Obviamente el rol de los partidos es precisamente destacar ese caracter irreconciliable entre capital y trabajo, develar al Estado como lugarteniente de los capitalistas, etc. Ese papel es insustituible, estoy de acuerdo con Lenin en tonrno a que la conciencia revolucionaria proviene desde afuera de la lucha economica. El punto que toco es mas bien propio de los momentos de paz burguesa, en que a los partidos se les hace dificil ejercer el rol de vanguardia porque el conflicto entre capital y trabajo se vuelve mas opaco, pues operan mediaciones de la democracia burguesa, ciertas concesiones de los explotadores, las guerras, la desmoralización del proletariado tras una derrota, la conciliación de partidos obreros, etc. Pienso que en esos momentos que al parecer corresponden al periodo presente, la clase se le hace a los obreros menos visible, se pierde la experiencia de la clase como poder social, como interes común ajeno a los patrones. Dificilmente el interlocutor podrá reconducir un concepto como clase a una experiencia o práctica social. En ese sentido pienso que es necesario, al menos en países en que el movimiento obrero está en reflujo, destapar los marcos de lucha y acción hacia ámbitos que superen la empresa como unidad cultural, económica y jurídica.
    Salud!

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    Moisés Escobar

    28/06/2011 at 15:32

  12. Profesor, un poco alejándome del texto quiero compartirle este video de un economista español de la economía ustriaca que ataca a los economistas socialistas, seria bueno que rebatiera un poco sus posturas en unas de sus notas, aca esta el video para que lo vea cuando tenga tiempo:

    http://www.youtube.com/watch?v=VlTWxAzekFQ

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    alfonso

    07/04/2013 at 04:03

  13. Años después de que Rolo publicara este artículo, hago una especie de análisis crítico de lo vivido en el interín, y concluyo que tengo la fuerte impresión de que el «carácter de externalidad» con el que los partidos de izquierda suelen relacionarse con las movilizaciones sociales es totalmente deliberado, no un mero producto de una posición o táctica determinada. En términos de pensamiento científico, creo que estoy confirmando la tesis que sostenía entonces.

    Después de discutir con algunos militantes (en buenos términos al principio) de estas organizaciones sobre la evidente inutilidad del consignismo propagandístico -que se refleja en una cada vez menor participación en movilizaciones, y en una expresión de hastío en varios estudiantes cuando una reunión es «copada» por el consignismo-, y de obtener «bardeadas» como respuesta, y muy pocos argumentos, es la conclusión a que llego.

    El partido no busca ponerse a la altura del movimiento y acompañarlo, sino que busca posarse por sobre éste. Es realmente nefasto, por más que las intenciones sean «buenas» (lo cual dudo).

    Al menos en lo que concierne a la UBA y la dirección de la fuba, gremio con el cual tuve hasta ahora relación, creo que es lo que ocurre. Buscan ofrecer «luchar por vos»… en lugar de luchar con vos.

    En mi opinión eso facilita la irrupción de alternativas conservadoras y reaccionarias, como la Franja Morada, que se apoyan en esta relación de externalidad para agitar a cuatro vientos que «los militantes no son estudiantes y no tienen nada que ver con los estudiantes»…

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    Juan Pablo

    26/09/2015 at 18:08


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